Sectarismo de la «apuesta»:
Se podría pensar que el tratar de condicionar la vida mortal en pos de lograr un hipotético beneficio en la «inmortal», no es un asunto exclusivo de las religiones «reveladas» o «abrahámicas» pero, en verdad, sí lo es.
Si nos remontamos a las religiones ancestrales, algunas de las cuales ponían un énfasis extremo en la vida post-mortem, comprenderemos mejor el tema.
Entre los antiguos egipcios, quienes vivían cada día preparándose para la vida en el «más allá», no existía, sin embargo, este conflicto. Esto era porque los egipcios no creían en una vida ulterior completamente diferente a la presente, como sí hacen los cristianos, musulmanes y afines…
Aquellas personas tenían la esperanza de una continuidad, de que existiera otra chance de seguir viviendo tal cual lo hacían en la tierra que amaban y en la que (en general) eran felices. Lo que era bueno para esta vida, lo sería para la siguiente, así de sencillo. No existiendo ninguna «apuesta» que hacer o decisión que tomar.
La moral de los antiguos egipcios estaba enfocada en vivir mejor la vida terrenal porque, según ellos pensaban, en la medida que la misma se potencie y se viva con plenitud, así también serían las recompensas en el Amenti (la «tierra occidental», la región del «Más Allá» donde moraban los «bienaventurados»).
Lo anterior se repitió en muchas otras culturas de la Antigüedad. Sin embargo, parte del sistema de creencias cristiano está basado en tradiciones griegas y la Grecia Antigua nunca se caracterizó por su optimismo frente a la muerte y los problemas trascendentales de la vida.
Esto determinó que el Cristianismo incorporara la idea del Infierno, derivado directo del Hades griego y que de hecho se nombra con esa misma palabra en los textos originales del Nuevo Testamento. Pese a lo anterior, los hagiógrafos neotestamentarios y los «Padres de la Iglesia», pensaron más en el Tártaro griego, el lugar de las almas condenadas, a la hora de definir el Infierno.
Al mismo tiempo, la idea griega de los «Campos Elíseos» («Eliseum» en latín o Ἠλύσια πεδία / «Elísia Pedia» en griego), donde los héroes llegaban luego de la muerte, perfiló lo que en tiempos medievales sería el «Cielo» o «Paraíso» cristiano.
Sólo hace falta recordar la «topografía» infernal y celeste utilizada por Dante Alighieri en su «Divina Comedia«, para darse cuenta que en el s. XIV, las ideas grecorromanas sobre el «Más Allá», todavía impregnaban la mitología popular europea.
Otro tanto ocurría en la mitología nórdica: Los héroes disfrutarían de una existencia feliz luego de la muerte, morando ya sea en Valhalla, junto con Thor y Odín o en Fólkvangr, junto con Freyja y los Vanires; mientras que los que no hubieran tenido una muerte honorable terminarían en Helheim, el reino de la diosa Hel o Hela (de donde deriva «Hell», la palabra inglesa para designar al Infierno).
Si bien en estas dos mitologías, ambas sumamente influyentes en la concepción occidental de lo metafísico, está presente un cierto viso de condenación si no se cumple el mandato de los dioses, no se maneja en lo absoluto la dicotomía entre el disfrute de la vida mortal y la bienaventuranza en la vida inmortal. Esa parte sí, es exclusiva de la tradición bíblica y del cristianismo histórico.
Tanto para los griegos y romanos, como para los nórdicos y celtas, el vivir plenamente, el disfrutar de la existencia física ya sea en el sentido sensual como en lo intelectual, artístico y espiritual, era en sí una virtud, atributo sin el cual los dioses no aceptarían el alma del difunto como candidato para ser parte del Valhalla o el Eliseum.
Ya dentro de la filosofía clásica, para Platón, así como para muchos otros filósofos, la virtud de la καλοκαγαθία / Kalokagathia (del griego kalós: «bello», y de agathós: «bueno»), que se podía definir como la conjunción entre lo «bello», lo «bueno» y lo «verdadero», era fundamental.
Se creía que el deber y el placer eran igualmente importantes y que la «Belleza» no era menos significativa que el «Bien». De este modo, se armonizaba la estética con la ética y no había problema alguno en esperar otra vida sin sacrificar o desatender a la presente.
Por el contrario, el Cristianismo (y también el Islam, de forma más radical y simplista) incorporan el concepto de «pecado», de lo «no permitido», de lo que «no debemos hacer» si queremos llegar a gozar de esa bienaventuranza futura.
Es así como, la esperanza pagana en poder gozar más y mejor en la otra vida, de los mismos placeres y maravillas que podemos obtener en la presente, devino en la opresiva concepción de que (casi) todo lo hermoso, placentero o agradable de esta vida, debe ser reprimido, evitado y erradicado, para gozar de la bienaventuranza futura, so pena de ser condenados al infierno eterno si esto no se cumpliere. Todo esto, sin que se nos diga exactamente en qué consiste esa existencia ulterior, argumentando (la más de las veces) que «la gloria de Dios» no puede ser descripta en términos humanos.
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Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
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