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En este artículo, se trata de analizar el temor irracional a la tecnología y al espacio...

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Tiempo de lectura: ~22 minutos. 6393 palabra(s).

Cyber-PsychoEl ser humano sufre, de manera genética, de una inercia sostenida y tenaz respecto de la aceptación del progreso. La misma no es sino una manifestación tangencial de la selección natural…

El progreso, significa «cambio» y el cambio es rechazado por la manada, la tribu o el colectivo de individuos, que conforma una comunidad a nivel biológico.

En los tiempos en que el cambio sólo significaba la alteración del entorno por los fenómenos naturales o bien la asimetría de un ser respecto de sus pares (por las mutaciones de sus genes), este rechazo era deseable, porque garantizaba la continuidad del grupo y de la especie.

Por lo general, las especies más duraderas en la historia de la Vida, han sido las que sufrieron menos stress ambiental, menores cambios en su entorno y, por su particular naturaleza, mínimas mutaciones a través de las eras. Ejemplo de ello son los tiburones, los cocodrilos, las blattodeas (cucarachas) y los tardígrados.

Pero al aparecer el Homo Sapiens, con sus (a veces sobrevaluadas) capacidades cognitivas y esa propiedad emergente a la que llamamos «consciencia de uno mismo», todo fue diferente. El cambio se convirtió, casi siempre, en sinónimo de progreso, de avance, de evolución controlada e inteligente, ya no azarosa y meramente adaptativa.

El Hombre comenzó a crear y a modificar el entorno, primero para optimizar sus posibilidades de supervivencia (lo cual le permitía obtener el «placer necesario») y luego, ya comenzada la cultura y más tarde la civilización, para matizar su vida, hacerla diversa y rica en experiencias (obteniendo así el «placer suficiente»).

Los primeros indicios de esto, se dieron ya con el uso de herramientas de madera y piedra sin trabajar, por parte de nuestros antepasados más remotos (entre 8 y 9 millones de años atrás) y luego, con mucho mayor énfasis, ya con el Homo Erectus, en el momento en que dominamos el fuego (hace cerca de 500 mil años); comenzamos a cazar (y ya no ser meras víctimas de los depredadores) y a fabricar utensilios que facilitaban nuestras vidas.

Por entonces, la inercia de que hablaba, se hizo evidente, y los «conservadores» aparecieron… Los mismos, desde el comienzo, se dividieron en dos sutiles grupos, no siempre fáciles de distinguir entre sí, pero realmente diferentes en su psicología.

El primero de ellos, ha sido y es, positivo. Representa la prudencia, ante el cambio apresurado; la reserva, ante la transformación sin experimentación y la resistencia al aventurarse, sin medir las consecuencias.

Este grupo, es aquel que brega por conservar el legado de los ancestros, el respeto hacia las tradiciones y, sin darse cuenta, fomenta la cimentación del conocimiento, al ayudar a que las nuevas experiencias se contrasten con las antiguas y se conserve lo valioso, tanto de unas como de las otras.

Pero luego está el segundo, el de los rezagados, los inadaptados, los temerosos y los resentidos… Aquellos que no son capaces de seguir el ritmo; los que no cambian, los que creen que la rigidez es una virtud y lo obsoleto debe ser «objeto de veneración».

Este segundo segmento de «conservadores», se nutre del instinto tribal, que determina el odio atávico hacia lo diferente; del miedo al cambio (porque se saben no adaptables al mismo) y de una total apatía frente al abordaje de toda nueva experiencia, de la asimilación de nuevos conocimientos.

De este segmento de la sociedad humana, mediocre y anquilosado, es de donde nacieron cosas como la Inquisición, la cacería de brujas; los odios raciales y los campos de exterminio, entre otras muchas «perlas negras» de la Historia… De ellos, es de donde nace el odio a quienes son diferentes.

Por esta razón, en el mundo moderno, se puede apreciar con claridad patrones de correspondencia: Quien sufre de fobia al cambio, con frecuencia es también racista, xenófobo; mantiene acendrados prejuicios de género y es homofóbico; practica alguna forma de religión integrista o fundamentalista y siente un profundo odio a las formas «heterodoxas» de comunicación humana, como las que ofrece la tecnología moderna.

A través de las eras históricas, estos personajes mostraron sus garras, siendo responsables de muchas pérdidas culturales, atrasos tecnológicos o de la privación de los derechos de las personas…

Probablemente, ya existieran algunos que repudiaran, o incluso reprimieran, a los primeros pintores rupestres y, quizás, mucho después, padres o abuelos de jóvenes sumerios y egipcios, forzaran a esos futuros escribas, a dejar de «hacer garabatos» en la arena e ir a trabajar al campo, «para hacer algo útil».

Estos personajes fueron los responsables de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría y del asesinato de Hipatia; los que torturaron y mandaron a la hoguera a científicos y pensadores, como Giordano Bruno… También los que calificaron como una costumbre viciosa, a la correspondencia epistolar en el siglo XVIII y vieron con horror a la Revolución Francesa (1789).

Los siglos XIX y XX, tampoco carecieron de estas mentes limitadas… Por entonces, ellos fueron los que afirmaban que si un tren viajaba a alta velocidad, el cuerpo humano no lo resistiría y que el humo de las locomotoras asolaría los campos de cultivo; que «la iluminación eléctrica era tan imposible de lograr como el movimiento perpetuo»; que el cine era una perversión; que la radio era un invento del demonio y que la TV iba a destruir la cultura y la educación de las personas.

Los caminos del odio suelen converger, y las diversas expresiones de la intolerancia apuntar a lo mismo… Es así que extremas izquierdas y derechas, han estado de acuerdo, casi siempre, en que la tecnología es algo que sólo los estados deberían controlar… Coincidiendo en que la actividad privada era nociva y declarando anatema a la individualidad y al logro estrictamente personal.

Del mismo modo, las ideologías y credos reaccionarios, odian a los que se salen del rebaño, a los que no cumplen las reglas. Desprecian a los autodidactas, a los académicos rebeldes y a los librepensadores. Del mismo modo que odian a un computador sin saberlo usar; aborrecen a Nietzsche, sin haberlo leído o les repugna Dalí, sin saber reconocer ni una sola de sus pinturas.

Una de las características fundamentales de quienes conforman estos grupos, es el revestirse de una superioridad moral, nacida del dogma y de la costumbre. Actúan como si tuvieran la razón per se y creen que pueden calificar el trabajo o la experiencia de cualquiera que se cruce en su camino. En especial de quienes no encajan en los patrones estáticos y predefinidos que tienen «archivados» en sus mentes, para cada actividad, cosas o tipo de persona. Toman a la innovación, la transgresión y el disenso como una afrenta personal.

Pero, continuando con la evolución cronológica de este colectivo, no fue hasta finales del siglo XX, cuando surgió una nueva clase de «haters», que concentrarían su odio en una particular forma de tecnología, misma que cambiaría al mundo para siempre…

La ciberfobia y los ideólogos anti-progreso:

En 1985, se acuñó el término «cyberphobia» (en inglés, «fobia a la cibernética») para aludir a los individuos que temían tanto a los ordenadores, como para no poder permanecer en la misma habitación con uno. Al comienzo, se identificó como una patología fóbica, con causas y síntomas similares a cualquier otro miedo de origen irracional.

Según el Collins English Dictionary, edición digital del 2012, la cyberphobia es: «an irrational fear of computers» («Un miedo irracional a las computadoras»).

Esta disfunción se manifiesta a través de los siguientes síntomas:

  • Rechazo a las computadoras y a otros ingenios tecnológicos.
  • Completa ineptitud para desarrollar tareas que implique el uso de sistemas informáticos.
  • Resistencia a manejar archivos digitales y a organizar los directorios de los discos rígidos.
  • Boca seca.
  • Temblores.
  • Taquicardia.
  • Dificultad para respirar.
  • Nauseas.
  • Consumo excesivo de azúcar, golosinas o afines.

CyberphobiaEl verdadero problema, es que, en algunos casos, esta afección pasiva, de pavor a la tecnología, muta en el odio irracional a la misma, haciendo que la persona sufra desde indiferencia hasta el temor o la sospecha, respecto del ciberespacio y de toda actividad informática en general.

Con frecuencia, lo anterior deviene en teorías conspirativas, en prejuicios hacia los trabajadores y profesionales relacionados con la Tecnología y la Ciencia y en lucubraciones sobre planes mundiales de dominación, vigilancia de los gobiernos o «deshumanización» de la sociedad, entre otros dislates.

La difusión de la Internet y la creación de su principal expresión, la “World Wide Web”, a mediados de los años ’90s, hizo que toda una gama de «dinosaurios» culturales se enfocaran en ver a este nuevo medio como la ruina de la Humanidad.

Desde académicos de renombre, hasta escritores surgidos de la «working class» o periodistas que se negaban a abandonar sus vetustas máquinas de escribir mecánicas y admitir las bondades de los procesadores de texto, este «ejército» fue aumentando en número y virulencia.

A continuación, a modo de ejemplo, se analizan un par de fragmentos de artículos publicados recientemente en la red, a partir de entrevistas a dos notables intelectuales “progresistas” y que pueden ser definidos como comunicadores sociales:

1.- En el periódico online “El País” de España, con fecha del 30 de Diciembre del año 2015, en la sección de “Cultura”, se publicó: “Las Redes Sociales son una Trampa”, reportaje al sociólogo Zygmunt Bauman… (Se citan en color azul a los párrafos del mismo).

«La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto.»

Pareciera que Bauman cree que sólo las comunidades heredadas cuentan… Hace caso omiso a las que se conforman entorno a una idea, una creencia, algún interés en común o incluso una moda; cierto tipo de consigna o cualquier otro factor artificial o, por lo menos, no vinculado con lo signado por la dinámica inicial de la vida (del nacimiento).

¿Los seguidores de un líder político o religioso no conforman una comunidad? ¿Los fans de un músico, deportista o actor no forman un colectivo análogo a una “comunidad”? Sin embargo, en estos casos, la asociación o incorporación al colectivo, no está dada por la «naturaleza» sino por la libre elección… ¿Cuál sería la diferencia entre esto y la «asociación virtual entre las personas»?

No se entiende, por qué este pensador plantea que la opción voluntaria, el diseñar un colectivo en base a los propios gustos / ideas / creencias, es menos válido, que soportar un determinado entorno étnico / cultural / familiar, porque así lo determinaron las circunstancias de nuestro nacimiento (o de nuestra «tribu» local -única cosa que a Bauman le parece legítimo llamar «comunidad»).

«La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionarás.»

Y claro… El acto voluntario e «individualista», es vetado a priori, como un mal de la “insolidaria” sociedad moderna…

¿Acaso la vida física no debería ser del mismo modo? ¿No sería genial que todos pudiéramos elegir EXACTAMENTE con quienes compartir nuestras vidas? ¿Está mal “controlar con qué personas nos relacionamos”? Y de ser así, ¿Por qué sería esto?

La respuesta es obvia: Los líderes del pensamiento posmoderno, los anti-tecnología; los apóstoles del anti-individualismo, detractores del progreso per se y tendientes a una u otra forma de colectivismo, ven con horror a la globalización, al uso particular de los medios de comunicación y a la des-jerarquización (democratización) del conocimiento.

Estos personajes, ven cada vez más acotados a sus espacios de «audiencia», mermadas las filas de sus «devotos seguidores». Odian las nuevas formas de comunicación, porque ya son demasiado vetustos para competir, dentro de ellas, en igualdad de condiciones con otros pensadores…

«La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales.»

¿Qué no? ¡Se nota que este individuo jamás ha manejado un perfil en una red social! Nadie mantiene a otras personas agregadas, en dichos servicios, sin que les agraden (excepto quizás alguna suerte de masoquista). Así como uno suma o elimina, los demás hacen lo propio y un perfil concurrido y activo, implica un mismo nivel de “habilidades sociales” que las denotadas por el más aventajado experto en relaciones públicas (en la vida física).

¿Soledad? ¿Individualización? ¡Vaya…! De nuevo la aversión a la globalización y el poco disimulado amor por el anacrónico colectivismo. Las redes sociales, son una forma novedosa y poderosa de establecer vínculos, a veces, tan fuertes y estrechos como los más duraderos de la vida física. Pero claro, no son signados por el azar, sino por la voluntad individual (¿debería decir “individualista”?). Entonces son repudiados… Parece ser un «pecado social» de tipo imperdonable, el tener un amigo en un país lejano y no gustarnos el vecino de la siguiente casa… Eso es «no-inclusivo», «insolidario», ¡denota una «libertad insolente»!

«Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo.»

Queda claro que este buen señor, se quedó en la red de 1995… Estamos en el año 2016 y existen decenas de servicios para conectarse con otras personas: Telefonía virtual, video-conferencias, audio-conferencias, mensajería instantánea, etc… ¿Qué falta emular de la vida física? ¿El sexo? Porque, la única diferencia real que se tiene entre una teleconferencia (con video) y una entrevista o reunión (por ejemplo en una cafetería o restaurante), es que al comenzar y al terminar, tal vez uno estreche la mano del contertulio o bien (si hay mucha confianza) le dé un abrazo. En el resto del tiempo, ¿Existe alguna diferencia, salvo por la mucha mayor comodidad del medio virtual…? Cualquiera que use la lógica, dirá que ¡no!

Pero además, aquí se está aplicando la falacia del falso dilema: ¿Esta persona cree que los usuarios asiduos de las redes sociales no trabajan? ¿Creen que no tienen que comer, defecar, dormir; ir a pagar sus impuestos, ir al mercado a comprar alimentos, atender su casa, cuidar a sus hijos y a su propia persona, entre otras tantas cosas (normales y “anticuadas”) de la Vida, del mismo modo que lo hacen los que jamás tocan un computador?

Seguramente, habrá quien aludirá a personas marginales, apegadas a las redes como otros pueden ser adictos a las drogas… ¡Y sí, los hay! Pero también hay adicciones a miles de otras cosas, algunas que implican tecnologías menos avanzadas (como la TV, por ejemplo) y otras ninguna en lo absoluto: ¡Hay adictos incluso a coleccionar sellos postales (estampillas), que desatienden a su vida normal por ello…! ¡Locos hay en todas partes! No más en la vida virtual, que en la física…

«Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.»

Otra falacia, esta vez por generalización: Por supuesto que muchas (muchísimas) personas, usan las redes sólo para entretenerse, para evadirse, para “escuchar el eco de su propia voz” (Me pregunto, en cualquier caso, ¿Qué de malo hay en ello?). Pero eso no incluye a quienes se traban en un debate serio con otros, quizás más expertos en el tópico que se trate, que ellos mismos y por tanto, resultan aprendiendo de la experiencia. Tampoco, a los que, de manera permanente, intercambian conocimientos entre continentes o hemisferios, a distancias jamás antes soñadas y de manera instantánea… Ni menos a quienes, por estar lejos, tienen la oportunidad de conectarse con un ser amado… Tal vez un familiar cercano o una amistad que partió hace tiempo hacia otros horizontes.

¿Y qué ocurre con quienes trabajan en la red? ¿Qué de quienes se ganan el sustento mediante ella? Debe ser que, según Bauman, como trabajan en casa, como no tienen un jefe, no son “true working class heroes” y por ello no cuentan… Debe ser que, aunque mantengan a sus familias mediante ese medio, son “patológicos”, al igual que los usuarios supuestamente “adictos” a los videojuegos u otros ingenios tecnológicos.

Por otra parte, las “zonas de confort”, son la apetencia natural de toda la Humanidad… Existe el mito de que apuntar a ello es «insano», pero el Hombre (como especie) y cada individuo en particular, ha tratado de buscarlas desde que el Mundo era joven… Es parte de la naturaleza humana y no comenzó con la red, sino desde antes de la invención de la cultura en sí misma.

Se trata, sencillamente, de buscar un nicho en donde poder vivir con comodidad, sin demasiada inseguridad e insatisfacción. ¡Eso es todo! ¿Qué no es solidario? ¿Qué no es justo para con los otros miembros de la «comunidad»? … Bueno, es que la Vida no lo es… y en ello, la Internet o las redes sociales, no tienen nada que ver…

La redes sociales no son una trampa, la trampa está en creer que sólo algunos “seres iluminados”, algunos personajes “galardonados” por sus pares, son los únicos con derecho a opinar, son los únicos que deben sustentar el conocimiento de la Humanidad y que sólo ellos tienen la prerrogativa de difundir sus ideas… 50 años atrás, estas personas vivían muy felices, cuan monjes medievales, encerrados en sus «claustros» universitarios y difundiendo el conocimiento sólo a los que ellos «elegían». Tal estado de cosas, para desgracia de éstos, ¡ha terminado…!

La trampa está en pensar que la vida intelectual tiene handicap, que alguien, por ser octogenario y famoso (a nivel académico), tiene razón a priori, sin importar lo que toda otra persona tenga que decir a ese respecto… La trampa, es creer que la palabra impresa es más valiosa que la digitalizada, cuando el valor de cada palabra está en su significado, no en el medio a través del cual es transmitida… Las palabras y las ideas, valen por sí mismas, no por su envase… Bauman, en su ceguera ideológica, no se ha dado cuenta de ello…

2.- En el portal de la BBC en español, con fecha del 10 de Julio del año 2013, en la sección «Noticias del Mundo», se publicó: «¿Por qué Chomsky desconfía de Internet?», en donde el célebre lingüista y activista radical estadounidense, Noam Chomsky, descalifica a las redes sociales como un medio valioso de comunicación. (De nuevo, las declaraciones del lingüista aparecen en azul).

«El telégrafo y las bibliotecas públicas tuvieron un impacto mucho mayor en las comunicaciones y el acceso a la información que internet».

Erudito Medieval¡Ciertamente! Así como la invención de la rueda, tuvo más impacto que la del automóvil; la creación de la escritura más que la de la imprenta o el descubrimiento de la agricultura, más que la producción industrial de alimentos.

Sin embargo, sin el automóvil no existiría la civilización moderna; sin la imprenta, sólo serían letrados un número insignificante de personas y sin las factorías de alimentos o las granjas mecanizadas, la mayoría de los que hoy comen a diario, no lo harían.

Comparar el cambio dramático entre el estado de inexistencia de una cosa, con uno en donde la misma existe y desarrolla avances subsecuentes, es ridículo, propio de una mente cegada por los ideologismos. El advenimiento de la red de redes, no conllevó un fenómeno tan dramático que el que ocurrió con el telégrafo, pero afectó (en los 20 años que lleva de existencia) la vida de muchas más personas y lo seguirá haciendo de manera exponencial.

Respecto de las “bibliotecas públicas”, Chomsky, desde su cómoda oficina de Cambridge, parece olvidar que no todos los países gozan de ellas. Cuando yo tenía unos 20 años, la biblioteca pública más cercana, en mi ciudad (con una razonable variedad de volúmenes), estaba a media hora de viaje en bus, a pesar de que vivía en la capital de mi país. Hoy en día, mi “biblioteca pública” está al alcance de mi mano, con los 50000 libros que tengo en mi laptop o los 2500 que mantengo en mi tablet. ¡Pero Chomsky no puede ver la diferencia!

«… los lentes de Google son «orwellianos y ridículos» y que internet puede aislar y radicalizar a las personas».

Aparentemente, el famoso intelectual, llama “radicalización” a la simple toma de opinión de la persona común. Descalificando así a todo aquel pensador, que no emane de su círculo de privilegio (y a pesar de enmascararse en su ideología de izquierda, exuda elitismo).

Pero lo más importante aquí, es la idea conspiranoica de creer que el famoso motor de búsqueda, presenta sus contenidos en base a algún tipo de interés gubernamental o ideológico y no regido por las simples leyes del marketing, del libre mercado y de la demanda de los visitantes (en relación al motor en sí y de los sitios indexados en él).

«La transición entre la comunicación que permitía la navegación a vela y la que permitió el telégrafo fue mucho mayor que la que generan las diferencias entre el correo tradicional e internet».

Esta frase es particularmente penosa en un intelectual de su calibre… Obsérvese que parece estar hablando de la Internet de 1996 y no de la del 2016. ¿Nadie le ha dicho que el correo electrónico está cayendo en la obsolescencia? ¿Acaso no sabe que existen enésimos sistemas más modernos de contacto, transmisión de datos y mensajería a estas alturas? ¿Sabrá Chomsky lo que es una “cloud”? ¿Usará WhatsApp o Telegram? ¿Sabrá que Siri (de Apple) es suficientemente inteligente como para enviar por sí sola un mensaje y como para que el usuario se los dicte primero (sin siquiera tener la necesidad de tipear nada); también de pedir a un taxi o decirnos el clima de un país remoto con sólo preguntarle?

«Hace 150 años si mandabas una carta a Inglaterra, la respuesta podía demorar unos dos meses, porque viajaría en barco, y quizás ni siquiera llegaría a su destino… Cuando surgió el telégrafo la comunicación se volvió prácticamente instantánea, y ahora que tenemos Internet es sólo un poco más rápida».

Lo anterior es cierto, pero se vuelve a caer en el mismo error: Internet es mucho más que el correo electrónico y, además, no se trata sólo de la velocidad de transmisión de los datos y de la seguridad de que estos llegarán a destino (¡lo que ciertamente no es poco!). La cuestión es que una persona no necesita depender de un telegrafista, no necesita preocuparse si el mensaje fue bien codificado (el código Morse no es fácil de aprender) o cuánto le costará cada palabra (¿Alguien recuerda lo costosos que eran los telegramas y que su valor estaba mensurado palabra por palabra?).

Hoy en día, podemos enviar un mensaje a cualquier persona del planeta con sólo tipearlo y presionar “Entrar” o hacer un par de «clicks» con el mouse… y no hay que preocuparse en lo absoluto por su longitud… Pero además, se le pueden agregar fotografías, sonidos y otros elementos multimedia. ¿Sabrá eso Chomsky? ¿Preferirá ignorarlo? ¿Lo verá como una frivolidad más de su odiado “sistema capitalista”?

«Hace un siglo, cuando se instalaron bibliotecas públicas en la mayoría de las ciudades estadounidenses, la disponibilidad de información y el incremento en la riqueza cultural fue ampliamente mayor que el que genera internet».

Aquí sale a relucir la “pesuña” elitista de este buen Señor: ¿Acaso confunde la posibilidad de leer con la de escribir? ¿Cuándo existió un medio en donde, de manera absolutamente democrática, todo aquel que participe en él pudiera opinar, escribir, publicar y difundir sus ideas, sin la censura de los gobiernos, sin los “recortes” hechos por los editores, si los regaños de «profesores» y sin que le cueste más que lo que paga por su servicio de conexión? ¿Será que no está acostumbrado a debatir desde el llano, sin la comoda posicion de la cátedra?

Pero aun en el plano de la mera lectura: ¿Acaso este personaje cree que todo el planeta goza de la enorme cantidad de bibliotecas públicas que posee USA? ¿Acaso cree que todo ser humano de este planeta tiene acceso a libros baratos como en su caso? ¿No sabe que hay países en donde hay miles de libros censurados, pero que la red posibilita que circulen en sus versiones (piratas) digitalizadas?

«Ahora no tienes que cruzar la calle para ir a la biblioteca, puedes tener acceso a información en tu propio living, pero la información ya estaba allí, cruzando la calle».

Sigue dando pena… No entiende que Internet es mucho más que libros online, Wikipedia o que el correo electrónico. Es obvio que para él, sólo la opinión de sus pares cuenta.

«La diferencia entre internet y una biblioteca es más pequeña que la diferencia entre la ausencia de una biblioteca y una biblioteca… En la biblioteca además al menos puedes confiar en que el material tendrá cierto valor porque pasó por cierto proceso de evaluación».

¡Ya! Ahora queda claro: El problema es que no puede controlar la información… El problema es que se terminarán las elites… Pero concedámosle algo: Es cierto que la información de la red no posee filtro alguno, ni validación. Pero eso, lejos de ser un problema, es una oportunidad: Permite a cada ser humano hacer uso de la lógica, filtrar por sí mismo a la información de calidad y descartar la basura informativa. Todo usuario de la red, cuenta con más facilidades y velocidad, que si lo hiciera en una biblioteca pública (quizás, y eso por ahora, la potencia informativa y educativa de la red, sólo estaría detrás de la que se crea en un ambiente universitario).

Tal parece que Chomsky no confía en la intelección de las personas. Como todo buen colectivista, quiere ser él quien decida qué pueden leer y qué pueden escribir los demás…

«Internet es una suma de ideas azarosas y es difícil distinguir entre lo que alguien pensó mientras cruzaba la calle y lo que otro estudió en profundidad».

Es igual cuando uno escucha una clase en una escuela o universidad… ¿Acaso los títulos académicos alguna vez fueron sinónimo de pericia, fueron garantía de sabiduría o de criterio intelectual? De nuevo se subestima a las personas, creyendo que no pueden discernir entre una y otra cosa.

«Caminar hablando por teléfono es una forma de mantenerse en contacto con otros, pero, ¿es un paso adelante o un paso hacia atrás?»

Claro, es “un paso hacia atrás” para su particular forma de ver el mundo… ¿Este buen hombre tendrá seres queridos? ¿No se sentirá mejor al recibir un SMS de su nieto o de cualquier familiar, diciéndole que “se encuentra bien” y no tener que esperar horas para verlo de nuevo y saber su condición? ¿No es él, quien vive predicando lo “insegura” que son nuestras vidas en el mundo moderno y globalizado?

«Yo creo que probablemente sea un paso hacia atrás, porque está separando a la gente, construyendo relaciones superficiales».

De nuevo el fósil asoma… La incapacidad de entender a las nuevas generaciones y a los nuevos paradigmas sociales y comunicacionales, aflora… ¿Por qué una amistad habría de ser más fructífera y satisfactoria si se desarrolla emborrachándose en un bar, que si ocurre en horas de pláticas a través de, por ejemplo, la videoconferencia? ¡Puros prejuicios conservadores, en un Señor que vive ufanándose de su progresismo!

«En vez de hablar con las personas cara a cara, de conocerlas a través de la interacción, hay una especie de carácter casual de esta cultura en desarrollo».

Pues, ¡Qué maravilloso! ¡Qué bueno que ya no dependamos de la rutina y de los esquemas sociales pre-establecidos para entablar una nueva relación (de amistad, laboral, comercial, romántica o del tipo que sea)!

«Conozco adolescentes que creen que tienen cientos de amigos, cuando en realidad están muy aislados… Cuando escriben en Facebook que mañana tienen un examen, alguien les responde «espero que te vaya bien» y conciben eso como amistad».

Me pregunto, ¿a qué le llamará “amistad”, Chomsky? Que penoso es ver que un intelectual de su calibre se deje llevar por las costumbres y los esquemas prefijados. ¿Qué diferencia hay si nuestro amigo se preocupa por nosotros desde la casa de adjunto o desde 13.000 km de distancia (mientras tenga la posibilidad de hacérnoslo saber)? ¿Cuál será la diferencia que él verá en ello?

«Todavía no he visto ningún estudio, pero pienso que la nueva tecnología está aislando a las personas en un grado importante, está separándolas unas de otras».

“Todavía no ha visto ningún estudio”, pero ya tiene una idea prefijada del tema… ¡Muy científico de su parte, Sr. Chomsky! Mi abuela, solía decir en broma: «No sé de qué se trata, pero me opongo». Parece que el afamado lingüista, coincide con ella (sólo que él, lo dice en serio).

«Internet entrega acceso instantáneo a todo tipo de ideas, opiniones, perspectivas, información. ¿Eso ha ampliado nuestras perspectivas o las ha hecho más estrechas?»

¡Ciertamente! Pues nos tendría que explicar él mismo, cómo podría ser que una mayor información, más rápida, cómoda y variada, pueda estrechar nuestras perspectivas… Lo que dice en el párrafo anterior, casi suena a oxímoron.

«La mayoría usa internet como entretenimiento, diversión. Pero de la minoría que la usa para adquirir información, lo que se puede ver es que las personas localizan muy rápidamente sus sitios favoritos y los visitan porque refuerzan sus propias ideas… Entonces te vuelves adicto a esos sitios, que te dicen lo que estás pensando y no miras otros».

De nuevo la “pesuña” sale a relucir: La idea intrínseca de querer controlar lo que otros leen o “visitan”. ¿Acaso desde hace 250 años, los lectores de periódicos no leen siempre los que son de su preferencia? ¿Acaso las personas no escuchan siempre las misma radios y así con cualquier otro medio de comunicación? ¿Acaso no ocurre igual con la selección de autores de libros que cada quien lee? (Me pregunto si era distinto cuando los hombres del paleolítico contemplaban las pinturas rupestres… ¿No existirían las «preferencias», ya por entonces?).

«Eso tiene un efecto de auto reforzamiento; el sitio se vuelve más extremista, y tú te vuelves más extremista y te separas más de los demás».

No cabe duda, que el hecho de que alguien se mantenga idiota lo “une con los demás”. Pero aun así, es cierto lo que dice… Sin embargo, no lo es en mayor medida que respecto de cualquier otro medio y no es más frecuente que ocurra hoy, con la Internet, que hace 1000 años, con los escritos guardados en las abadías. ¿O sólo los websites tienen ideologías? ¿Los periódicos, libros, canales de TV, etc… acaso no?

«Sólo por propósitos comerciales, Google, Amazon y el resto están coleccionando enormes cantidades de información de las personas; información que yo creo que no deberían tener… Rastrean tus hábitos, tus compras, tu comportamiento, lo que haces y están tratando de controlarte dirigiéndote en determinadas direcciones».

Y obviamente, para una persona que vive preocupada por las “conspiraciones” esto ha de ser como vivir en el infierno de Dante… Pero me pregunto, ¿Cuál es el problema? ¿Por qué me debería preocupar que Google conozca nuestros gustos (si con ello nos ofrece un mejor servicio) o que Amazon recopile lo que nos gusta leer (con la misma finalidad)?

¡Vivir pensando que se está en una escena o capítulo de «1984», debe ser muy estresante y esquizofrenizante…!

«Y creo que lo están haciendo en niveles que exceden a lo que el gobierno hace. Así que el gobierno les está pidiendo ayuda».

Ahora viene la parte en la que le quiere “meter miedo” a todos sus seguidores… Es infaltable en Chomsky… Siempre ha procedido así… Él, que tiene tanta información privilegiada sobre su gobierno y los de otros muchos países, ¿Acaso desconoce que realmente, las agencias del mismo, no necesitan de la red para saber TODO sobre cada uno de los habitantes de la nación? ¿El gran analista de los complots internacionales desconocerá que antes de 1990, los gobiernos y sus agencias de inteligencia tenían gruesos expedientes de cada uno de nosotros (eso sí, en santo y casto papel impreso)?

«Los más jóvenes, muy a menudo no ven ningún problema en esto. Viven en una sociedad y una cultura exhibicionistas, donde colocas todo en Facebook, donde quieres que todo el mundo sepa todo sobre ti. Así que el gobierno también sabrá todo sobre ti».

¡Paranoia, paranoia y más paranoia! La típica reacción del animal de madriguera… «No saques la cabeza fuera de tu agujero, porque a pesar de que eso te permitirá ver el mundo, puede venir el lobo feroz y te la puede arrancar». ¡La Libertad y el Conocimiento, siempre han tenido un alto precio, pero es uno que toda persona libre y pensante, generalmente estará dispuesto a pagar…!

Conclusión:

Los ejemplos anteriores, dejan en claro el hecho de que muchos intelectuales y personajes considerados como referentes en diversas disciplinas del conocimiento, sencillamente «atrasan», se han quedado adormilados en otras épocas y circunstancias.

La mayoría de quienes opinan de ese modo, jamás se han familiarizado con un computador, nunca aprendieron a usar aplicaciones y programas que los potenciarían en sus carreras ni se han conectado y menos aun, abierto perfiles en la red.

No es que jamás usen o accedan al ciberespacio, pero para ellos es equivalente a cuando las personas acomodadas del siglo XIX, ascendían a una cumbre, iban de safari o emprendían viajes de aventura por el Pacífico… Les resulta algo tangencial a sus propias vidas y no pueden comprender que existan generaciones (incluso de gente ya no tan joven) que ven al ciberespacio como una continuación natural de su ambiente, de su entorno existencial.

Las redes sociales son una herramienta, y como tales, pueden ser usadas para estupideces (un martillo puede ayudar a construir una casa o a que nos mutilemos los dedos) o para desinformar, pero también para llevar información a donde nunca penetraría de otro modo.

Estos «paleo-intelectuales», creen que si no se lee mediante libros polvorientos y apolillados, lo que se hace, no es incrementar la propia cultura… Que si se escribe en un dispositivo digital, no se están creando ideas y contenidos. Así mismo, piensan que la música nacida de un instrumento electrónico es «menos arte» (o a veces incluso la tachan de «decadencia»), que si los sonidos salen de una caja acústica o de cuerdas o tubos, sin electrónica mediante…

Pues bien, a estos «dinosaurios» les tengo una noticia: Un PDF o ePUB del «Quijote», contiene exactamente la misma información que una edición original de Ibarra, sólo que cuesta unos 20 dólares en vez de 42 mil…

Un procesador de texto no escribe las palabras por sí mismo. El trabajo manual se reduce con ello, pero la energía intelectual implícita en la redacción y el conocimiento que se necesita para el caso, es el mismo que cuando se usaban plumas o punzones. De igual manera, si un neófito toma un instrumento electrónico sin saberlo tocar, lo único que producirá será ruido, del mismo modo que si el artilugio fuera un «respetable» producto de algún luthier del siglo XVIII.

La tecnología expande nuestras capacidades, pero no las crea. El inepto lo seguirá siendo, aun con la ayuda de un super-ordenador y el de mente estrecha, no tendrá buenas ideas, ya sea que las lucubre en las polvorientas estanterías de un monasterio medieval o en el más moderno centro de datos computarizados.

Respecto del «localismo» de nuestros contactos y de «escuchar la propia voz», como se dijera uno de los ejemplos de arriba, depende enteramente de cada quien.

Lógicamente, si nuestro entorno virtual está formado por personas del barrio, por los amigos y la familia, el espacio cibernético no nos aportará mayor información o cultura y sí, muchas horas de trivialidades y de cosas intrascendentes… Pero si accedemos más allá de lo que nuestro horizonte personal maneja en la vida física, las redes pueden convertirse en una plataforma para aprender y enseñar y para expandir la consciencia humana a límites que nunca antes pudieron darse.

Está en cada uno, el saber seleccionar la información de la red, así como seleccionamos la información en una librería, en el kiosco de periódicos; analizando si el documental de TV tiene una fuente creíble o mensurando la calidad académica del profesor que nos dicta un curso determinado…

En el ámbito virtual, no se necesitan ni más ni menos filtros lógicos que en la vida material. El creer que en la Internet o en cualquier otra tecnología moderna, existe algún nuevo peligro, que hay algún tipo nuevo de delito, patología o conducta dañina, que no existiera desde siempre, es desconocer a la especie humana.

Los «paleo-intelectuales» seguirán encerrados en sus vetustas «torres de marfil», acariciando placas, medallas y certificados y rodeados de sus serviles séquitos. Es lo que quieren y dado que, casi todos, son de avanzada edad, así es como terminarán sus días.

Pero a las generaciones más jóvenes y dinámicas, se les presenta el desafío de integrar las nuevas tecnologías a los aspectos más recónditos de sus vidas, a hacerlas partes naturales de la misma, así como los sumerios hicieron con la escritura y las personas de mediados del siglo XV, con la palabra impresa.

Aquellos que no se sumen al futuro, quedarán rezagados. No importa si son iletrados o si fueron galardonados con un premio Nobel. La cultura y el conocimiento, siempre se vieron beneficiados por el progreso y perjudicados por las elites, los dogmas y los atavismos. Así fue en tiempos de los faraones y de los césares; así lo es hoy y lo será dentro de miles de años.

La tecnología nos otorga mayor libertad, pero lo que hacemos con ella, depende de nosotros, de nuestro recto pensar, de nuestro razonamiento lógico y valores humanistas y naturalistas. Tal estado de cosas, no data desde que se construyó la primera red virtual, sino de cuando se elaboró el primer utensilio de piedra. Porque la tecnología es eso: Sólo una herramienta, el mal o al bien que se haga con ella, sólo depende de quienes la utilizan…

Cyber Friendship

Dedicado a mi enemigo Charly F., sin cuyo odio y temor por la cibernética y por quienes la protagonizamos, este artículo jamás hubiese visto la luz.
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