El amor por todas las criaturas vivientes
es el más noble atributo del hombre.
Charles Darwin
Esta es una historia muy antigua… Comienza en el Mioceno, unos 20 millones de años atrás. Por entonces, ni siquiera el más remoto antepasado de los primates que nos dieron origen, había aparecido sobre la faz de la Tierra. Por entonces, grandes bestias herbívoras e invulnerables a casi todo depredador, vivían y deambulaban por las sabanas, las estepas y los bosques selváticos de este planeta. Se trataba de la gran familia de los rhinocerotidae o simplemente «rinocerontes» (del griego: ρινός = «nariz» y κερος = «cuerno»). Así vivieron y murieron; se elevaron nuevas especies y desaparecieron, en el normal devenir de la Evolución y de los ciclos de la Madre Naturaleza.
Sin embargo, pocos miles de años atrás, un ser endémico y destructivo comenzó a pulular y, a su paso, a extinguir todo lo que se cruzaba en su camino. Esta especie era débil y frágil, pero poseía «tecnología». Con herramientas (armas), pudo matar a miles de animales que pesaban toneladas y reducir la población de otros a niveles ínfimos. Esta especie, por supuesto, era el «homo sapiens«.
Al llegar los tiempos históricos, los rinocerontes ya eran casi una rareza. Los había por miles, pero en lugares apartados y ajenos al ambiente humano. Pero eso habría de cambiar en los últimos siglos. Primero fue la oleada de imbéciles «exploradores» o «naturalistas» a mediados del siglos XIX y comienzos del XX, que no dudaron en matar un sinnúmero de ejemplares para «estudio», para los museos o las colecciones privadas de otros idiotas que presumían con ello. Más tarde, llegaron los safaris y la cacería sistemática, lo que redujo a todas las especies de esta familia de animales a límites peligrosos.
Si embargo, el triste final de esta historia, el que motivó este artículo, no giró en torno a los safaris o la desaprensión de los turistas. La extinción del «Rinoceronte Negro Occidental» africano o «Diceros bicornis longipes», fue producto de la caza salvaje y sin ningún tipo de reglas o control, llevada a cabo por los propios nativos. La ignora idea de que el cuerno de este animal era una sustancia «afrodisíaca», lo condenó al olvido.
En forma constante y sistemática, estos animales fueron masacrados y, en el caso de las hembras con crías, se mataba a las madres y dejaba morir a los pequeños de hambre o a manos de los depredadores (ya sin esperanza, debido al desamparo). Es un craso error la idea que manejan algunos grupos radicales de izquierda, al pensar que la extinción se debió a intereses «capitalistas». La verdadera razón fue la ignorancia, la supina y primitiva falta de conocimientos sobre el ambiente, la Naturaleza y la ecología que tienen los habitantes de las zonas donde el rinoceronte vivía. «Gentes» que han olvidado toda tradición y sabiduría natural y se han vuelto barbáricos, casi sub-humanos. Por unos pocos dólares, mataban a los animales, en pos de sus cornamentas.
Así es como terminó todo… Hoy el rinoceronte negro del África, aquel que los de nuestra generación vimos tantas veces en los filmes y las series de TV, en documentales y fotografías de libros, es un animal extinto… Ya no existe más sobre la Tierra. Pronto le seguirán en este triste destino, en tal inexorable final, las otras subespecies restantes, tanto del África como del Asia y el mundo ya no verá más a estas nobles bestias.
Si los humanos continuamos vivos, dentro de algunos siglos, es probable que «despertemos», que nos demos cuenta que cada especie tenía un lugar en la Naturaleza y que cada una que se extingue, es un parte de nosotros que muere, que desaparece para siempre. Pero para entonces, ya será tarde… Si llegamos a eso, entonces la Humanidad llorará, lo hará en masa y comprenderá que ya no hay remedio, que la extinción es PARA SIEMPRE.
(En memoria de Diceros bicornis longipes, una noble especie que ha dejado de ser parte de la Madre Naturaleza ☥)
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Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»