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La mayoría de las personas, están acostumbradas a obedecer el mentado mandato moral, a aceptar...

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«La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.»

—  — George Orwell,
(1903 – 1950, escritor británico)

● Introducción:

Monesvol - Flying Spaghetti Monster (FSM)La mayoría de las personas, están acostumbradas a obedecer el mentado «mandato moral», a aceptar que hay cosas que no se pueden decir, que hay temas que no se pueden criticar y personas o entes sobre los que no es posible bromear, burlarse o blasfemar… En otras palabras, entronizan la célebre frase: «Es mejor no hablar de ciertas cosas».

Quienes así proceden, jamás se cuestionan el porqué de ello. Sencillamente son «educados» bajo esos lineamientos y premisas, y así continúan por el resto de sus vidas, sin rebelarse o razonar las pautas que siguen, haciéndose esclavos de los mandatos impuestos por otros, quizás siglos o milenios atrás.

Hay que entender que, en los últimos 300 años, la Humanidad (y más concretamente la civilización occidental) ha evolucionado lo suficiente, a nivel cultural y ético, como para consensuar que existe lo que hemos dado en llamar «libertad de expresión» y, lo que es todavía más importante, «libertad de pensamiento». Todo lo cual, podría traducirse en términos de: «Poder decir lo que pensamos y de pensar lo que queramos…».

Sin embargo, es preciso recordar que durante el transcurso de muchos siglos, se ha instaurado el tabú y el concepto de «blasfemia» y de «sacrilegio» en la mente del ser humano. Al punto, que aun en la sociedad secular en que vivimos, la mayoría sigue manteniendo un «respeto», artificial y temeroso, hacia ciertos valores, personajes, nombres y cosas, de las cuales nadie se puede burlar, so pena de recibir una condena social generalizada o incluso, a veces, ser penalizados con la pérdida de la libertad, de la propiedad o hasta de la vida.

No tiene la menor importancia, si la persona cree en esos seres, entes o personajes o bien es escéptica al respecto. La mayoría no osará blasfemar contra ellos, porque temerá el juicio y castigo de la sociedad en donde vive o, en ocasiones, de los fanáticos marginales que obran “por fuera” de ella.

Incluso ocurre que en la intimidad, gran parte de los que han abandonado las creencias que les fueron inculcadas en la niñez, todavía sienten algún tipo de repulsión o rechazo al acto de blasfemar o de irrespetar esos iconos y símbolos que, teóricamente, ya no deberían significarles nada. El temor reverencial, resiste mucho más que la fe y la superstición, mucho más que la convicción.

Fueron demasiados los siglos de dominación cristiana, en donde casi todo lo profano estaba prohibido, penalizado o, por lo menos, moralmente condenado. Por demasiado tiempo, las personas nos vimos obligadas a doblar la rodilla frente a un dios determinado, creyéramos o no en él; a respetar la figura de un rey, se fuera o no partidario de la monarquía; a considerar «santo» y «representante» de la divinidad a algún papa, clérigo o prelado. Por demasiado tiempo, nuestra mente tuvo que mantener «puertas cerradas», ideas o declaraciones prohibidas, que si se pensaban, no era posible manifestar y, en todo caso, era mejor que uno no se atreviera a coquetear con ellas.

Pero el rechazo a la «blasfemia», no sólo deriva del temor y la presión social. Existe un marcado sentido de pertenencia en la mayoría de las personas, que las hacen identificase con colectivos específicos. Esto deriva del instinto tribal (gregario, de manada) que tanto caracteriza a nuestra especie.

La pertenencia a algo, por lo general implica la sujeción a determinadas normas y códigos y la creencia en ciertos dogmas, tabúes y valores. Aquí es donde se debe buscar el origen del odio religioso, en cualquiera de sus manifestaciones.

Entre las mismas, surge la aversión visceral hacia todo aquel que des-sacralice lo que se cree sagrado o “toque”, lo que se considera “intocable”. Estas gentes no perdonan, a quien se atreva a cuestionar los «valores» del su propio canon o se burle de los íconos que han elegido para referenciar sus propias existencias.

Es necesario que los hombres y mujeres modernos, seculares, laicos y progresistas, nos demos cuenta que, ante esta pretensión de avasallar la natural libertad expresiva, que en realidad es parte inherente de nuestra especie, el ejercicio de la oposición simbólica (la blasfemia), se hace más que necesario. Al menos, mientras existan quienes pretendan «castigarnos» por tales actos.

Con sólo recordar esto, ya sería suficiente para validar a la “blasfemia” como un acto valioso y reivindicativo de nuestras libertades. Algo que ayuda a “empujar los límites” de las estructuras mentales, impuestas por el yugo de los sistemas de creencias dominantes y que, además, mantiene a raya las pretensiones de control por parte de los seguidores ovejunos de ciertas creencias.

Sin embargo, esta es sólo una parte de la historia… Antes de continuar analizando el asunto, es preciso definir claramente «qué es» la blasfemia, quiénes la condenan y por qué razones…

● ¿Qué es la Blasfemia?

El Diccionario de la Real Academia Española (RAE), define la palabra como:

Blasfemia: (Del latín: blasphemĭa / blasphemare, y este del griego: βλασφημία / blasphemia = «acción de hablar contra Dios». De βλας («blas», posiblemente de βλάπτω / blapto = «ofender») y φημί (phemi = «hablar con eufemismos o profetizar»), más el sufijo ια (ia = «acción»). Dándole al término, dos posibles significados:

  1. f. Palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos.
  2. f. Palabra gravemente injuriosa contra alguien.

Adicionalmente, en razón del tipo de palabra o acción que se utilice para el caso, la teología de la Iglesia Católica diferencia a la blasfemia en varias categorías:

  1. Herética: Cuando es un insulto a Dios que envuelve una declaración contraria a la fe.
  2. Imprecatoria: Cuando envuelve una maldición contra Dios.
  3. Contumaz: Cuando se hace por desprecio o indignación hacia Dios.

A su vez, esta iglesia distingue entre:

  1. Blasfemia directa: Si formalmente tiene la intención de deshonrar a Dios.
  2. Blasfemia indirecta: Cuando carece de dicha intención formal.

Básicamente, todo el concepto podría definirse como el acto de afirmar que «Dios» es lo que no es o de negar lo que, se supone, es…

Según las religiones monoteístas: Se puede blasfemar atribuyendo a Dios imperfecciones que no tiene, hablando con desprecio de las obras divinas; rebajando la divinidad al nivel de las criaturas vivientes, o también elevando a las criaturas al nivel de Dios (por lo que el culto a la Naturaleza y toda forma de paganismo, sería en sí una «blasfemia»).

Pese a esta definición «cristiano-católica», producto de la hegemonía de esa religión sobre la cultura occidental, la blasfemia puede significar diferentes cosas, según la doctrina o el sistema de creencias que la considere tal…

● La blasfemia en el Antiguo Testamento:

En el Pentateuco cristiano o, lo que es lo mismo, la Toráh (“Ley”) hebrea, el mandato imperativo que da pie a toda condena por blasfemia, surge de los siguientes versículos:

«No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Yãhwêh tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen…» (Éxodo‬ ‭20:4-5‬).

«No tomarás el nombre de Yãhwêh tu Dios en vano; porque no dará por inocente Yãhwêh al que tomare su nombre en vano.» (Éxodo 20:7).

A partir de allí, dicha ley pauta cantidad de atroces penalidades a quienes usen en vano o insulten el nombre de Yãhwêh. Por ejemplo:

«Y Yãhwêh habló a Moisés, diciendo: Saca al blasfemo fuera del campamento, y todos los que le oyeron pongan sus manos sobre la cabeza de él, y apedréelo toda la congregación. Y a los hijos de Israel hablarás, diciendo: «Cualquiera que maldijere a su Dios, llevará su iniquidad. Y el que blasfemare el nombre de Yãhwêh, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera.»» (Levítico 24:13-16).

Edén PérmicoNótense dos cosas respecto del versículo citado: No se hace distinción alguna entre el hebreo nativo y el goyim (“gentil”, pagano, “extranjero”, “infiel”). Por lo cual, cualquier comerciante, viajero o simple infortunado que se encontrara en el área de influencia de las tribus hebreas, podía ser lapidado sin miramientos ante la menor indiscreción, aunque sus dioses fueran otros y sólo conociera al dios judío (y a su «nombre prohibido») de manera circunstancial. Lo cual, nos lleva a considerar un segundo punto: Este texto, es el antecedente primigenio de todas las atrocidades practicadas por cristianos y musulmanes sobre las personas de otros pueblos o partidarias se otras creencias, durante toda la historia de estas religiones.

En general, aunque podría variar la forma de ejecución, la blasfemia (נאצה / ne’âtsâh) significaba la muerte violenta y cruel para quien la profiriere, prácticamente en todos los casos.

Aún en tiempos de Jesús de Nazaret, todavía se apedreaban personas por pronunciar el nombre del dios hebreo o injuriar al mismo, a la Ley Mosaica o a las cosas consideradas sagradas, de alguna manera.

Cabe destacar, que en el judaísmo tardorromano, medieval y moderno, se abandonó el ejercicio real de la penalización de la blasfemia, no porque las ideas cambiaran, avanzara el humanismo entre sus comunidades ni se priorizara la vida de las personas «culpables» por sobre la «impiedad» de sus actos. Tal cambio obedeció sólo a que, durante todo ese tiempo, los judíos no gozaron del poder secular necesario para hacer cumplir su ley con literalidad…

En el Talmud Babilónico (h. s. V d.C.), se dice:

«… ¿Y de dónde sabes que se aplica kareth? a alguien que blasfema el Nombre? – En relación con la blasfemia leemos: Él llevará su iniquidad, y también en relación con el segundo Pésaj, leemos: Él llevará su iniquidad: Como en el último caso, kareth es la pena, así también en el primero la pena es kareth.» (Talmud – Mas. K’rithoth 7b).

La palabra «kareth» (כרת), significa «extirpación» y se refiere, originalmente, a quitar la vida por «corte», pero en el Talmud, se refiere a la idea de extinción total del ser, sea en el mundo físico o en el espiritual.

Es así que en la Mishnah o «Ley Oral» judía, la blasfemia se equipara con los peores «pecados» imaginables para los seguidores de esta fe, tales como el incesto, la idolatría, la violación del Shabbat o el sacrificio humano a otros dioses.

Todavía hoy, en algunos barrios con mayoría de judíos ortodoxos, en las ciudades de Israel, se suelen dar incidentes graves (muertes incluidas) por la pretensión de castigar la blasfemia y el sacrilegio. Por lo cual, se puede afirmar que las cosas no han cambiado casi nada, en los últimos 2500 años, dentro del ámbito de la religión referida.

● La blasfemia en los Evangelios:

Es probable que, el común de las personas, basándose en la idea popular que se tiene de Jesús de Nazaret, como un personaje que pregonaba “paz y amor” y que era un “maestro de sabiduría”, crea que con su reforma religiosa, el concepto de blasfemia desapareció. Sin embargo, como el siguiente versículo deja ver, no es así:

«El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas, la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.» (Mateo 12:30-32).

En general, los teólogos cristianos creen que esta referencia a la “blasfemia”, se originó en el hecho de que los escribas del Templo de Jerusalén, acusaban a Jesús de estar poseído por demonios, como puede leerse en:

«Los escribas que habían descendido de Jerusalén decían que estaba poseído por Belcebú y que mediante el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.» (Marcos 3:22).

O quizás, por parte de los fariseos, como refiere:

«Pero al oírlo, los fariseos dijeron: «Este no echa fuera los demonios sino por Belcebú, el príncipe de los demonios.»» (Mateo 12:24).

Sea como fuere, y dado que no es posible llegar hasta el pensamiento original o a los hechos de la vida de este personaje, hay que tomar en cuenta lo que los cristianos fueron desarrollando a lo largo de la historia de su religión como concepto de blasfemia, así como cuáles serían las acciones que calificarían como tales y, no menos importante, las consecuencias acarreadas por las mismas…

● La blasfemia en el Cristianismo:

Casi todas las tendencias cristianas, coinciden en definir a la blasfemia como una “irreverencia desafiante”, un estado de rebelión contra el particular concepto cristiano de divinidad, cosa que es, por lejos, lo más inaceptable para quienes profesan ese sistema de creencias.

La incredulidad continua y contumaz, está calificada como un estado de vida imperdonable, algo que se ve peor que cualquier acción «secular» (incluso que los peores crímenes). En la tradición cristiana, no hay perdón para la persona que muere sin haberse convertido (y arrepentido).

Aquí es necesario prestar atención a dos aspectos de la cuestión: En primer lugar, se infiere que la persona libre, que es ajena a las concepciones teocráticas, que no acepta la sujeción a doctrinas no probadas sobre salvaciones y redenciones, está cometiendo un “horrible pecado”, el más imperdonable de todos. Este punto deja en claro la nula libertad del seguidor de dicha fe, al menos respecto de lo que su dios le “ofrece”.

La mayoría de los cristianos, piensan que la idea de “optar” implica libre albedrío y, si bien es cierto que donde hay margen para una decisión hay ya un germen de libertad, en modo alguno este planteo puede definirse como verdadero “libre albedrío”, en tanto que la opción está dada entre ser sumiso, sujeto enteramente al mandato de ese dios, o condenarse eternamente. Lo cual es equivalente a darle a elegir a un recluso, entre la celda A o B, para pasar en ella toda su existencia, sin posibilidad de cambiar de idea. En ningún caso la disyuntiva contiene una opción valorativa de la individualidad humana y de su intrínseca libertad de ser.

El segundo aspecto a tomar en cuenta, sería la idea de que este asunto de la blasfemia (para el pensamiento cristiano), es peor que cualquier acción humana ordinaria. Vale decir, más grave que todos los crímenes, miserias, bajezas y atrocidades de cualquier tipo, cometidas por los hombres. Por tanto, se coloca a un pecado imaginario, por encima de todas las acciones viles y reales que el ser humano puede llevar a cabo contra otros miembros de su especie o contra los demás seres vivos.

El mismo Tomás de Aquino (1225 – 1274), doctor de la Iglesia y el principal representante de la enseñanza escolástica y de la teología sistemática, llegó a decir a este respecto:

«Si se comparan entre sí los objetos contra los que se peca con el homicidio y con la blasfemia, es evidente que la blasfemia, por ser pecado directo contra Dios, supera al homicidio, pecado contra el prójimo.» y «… absolutamente hablando, el blasfemo, que tiene la intención de denigrar al honor divino, peca más que el homicida.» (Suma Teológica, II, II, 13, 3).

De nuevo, estos dos aspectos de la cuestión, encienden el “semáforo rojo” de la rebelión en toda mente librepensadora, en toda inteligencia independiente. Se sea pagano, ateo o sencillamente una persona racionalista y humanista, se preferirá la Libertad, siempre, incluso ante la posibilidad de cualquier improbable “eterna” condena. Se lo hará, antes que la sumisión y el abandono del derecho natural a pensar y actuar libremente, según lo que nuestra consciencia y empatía por los demás seres nos dicte, pero también por nuestra voluntad, deseos y aspiraciones en la Vida.

Pero aun hay más, ¿es factible para cualquier persona adherente al Humanismo, el pensar que existen acciones “teológicas” más graves que los crímenes aberrantes? ¿Es lógico inferir que un genocidio se puede llegar a “perdonar” y una “blasfemia contra el Espíritu Santo”, no? ¡He aquí una maravillosa razón para blasfemar! ¡La de ratificar la noción de que nada relativo a las creencias es más importante que lo relativo a las personas!

Ampliando lo anterior, resta considerar lo que opina la Iglesia Católica sobre este asunto…

● La blasfemia en la Iglesia Católica:

El párrafo 1864 del Catecismo de la ICAR, refiere:

“«Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada» (Marcos 3:29, Mateo 12:32, Lucas 12:10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.”

Female ChristEsto da a entender que, según las creencias católicas, la “blasfemia contra el Espíritu Santo” es imperdonable, porque consiste en un rechazo consciente, directo y definitivo de la “gracia de Dios” y de la “salvación por Cristo”.

Tomás de Aquino (en su Suma Teológica, II, II, 14, 1), define otra acepción de la palabra blasfemia (contra el Espíritu Santo), que se produce cuando se peca con “malicia manifiesta”. Vale decir, no por ignorancia, debilidad o error, sino como una elección consciente.

En otras palabras, para este teólogo cristiano y para la doctrina de la ICAR en general, ser fieles al derecho de preservar la propia individualidad, la libre elección y de obrar en función de la propia libertad y criterio y no en base a los “mandatos” de una entidad imaginaria, es el peor de los pecados, es una “blasfemia”. Eso sería esa “malicia” referida y se la considera “imperdonable”.

Según decía el, prematuramente canonizado, papa Juan Pablo II:

«Esta blasfemia no consiste en el hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, más bien, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo…» y «Ahora bien, la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre, que reivindica un pretendido «derecho de perseverar en el mal» -en cualquier pecado- y rechaza así la Redención». (Encíclica Dominum Et Vivificantem, 46-48; mayo, 1986).

Para la ICAR, que la Humanidad pretenda ser la jueza de sí misma, dejando aparte las ideas teocéntricas, es una blasfemia. Esta iglesia, cree que el Hombre necesita de “referencias absolutas” para sus lineamientos conductuales y que no puede hacer esto sin sujetarse a su dios. Por ésta, entre otras razones, la blasfemia es “imperdonable” y, por esa misma razón, es un acto tan necesario para la libertad y la expansión de la consciencia humana.

Si la obstinación contra ese dios despótico, llevada hasta el final, es el peor de los pecados, entonces es necesario cometerlo, porque una vez superado el asunto, el ser humano volverá la vista a las (mucho más reales) problemáticas y a las conductas nocivas del Hombre para con el Hombre mismo y no, como ya se dijo, respecto de entidades que sólo existen en el ámbito de la creencia.

La blasfemia, ejercida como derecho, por parte del no-creyente, no es la acción de tratar de ofender a una entidad imaginaria (que sólo existe dentro de la creencia de quienes profesan la fe correspondiente), es un acto de rebelión consciente, de sana provocación, para desafiar a los que sostienen que dicha actitud es “imperdonable”. Una acción para trazar una línea, frente a los que quisieran matarlos por pensar diferente.

La blasfemia es un ejercicio de reivindicación, una reafirmación de la decisión de haber abandonado a las religiones abrahámicas, de dejar de lado las doctrinas y los mitos de la Biblia (o el Corán) y enfocarse en la Naturaleza y la vida humana, como valores máximos; así como en la Ciencia y la verdadera Filosofía, como únicas fuentes de conocimiento.

● La blasfemia en el Islam:

Violencia IslámicaEn los tiempos modernos, ninguna religión hace más ostentación de la violencia y la barbarie a la hora de definir, juzgar y condenar la “blasfemia”, que el Islam (el radical, pero con la complicidad o indiferencia de la mayoría «moderada»). Esta postura extrema, nos remite al pasado y nos enfrenta a la realidad de que se puede llegar a matar, torturar y vejar a las personas, bajo esta excusa.

En el Islam, se considera como blasfemia a cualquier manifestación o comportamiento irreverente, poco piadoso o, sencillamente, “librepensador”, respecto de los personajes sagrados, objetos religiosos; costumbres, creencias o leyes que, en general, los musulmanes veneran y muy especialmente, el nombre de su dios, la entidad de su libro sagrado o la persona de su profeta.

Esta postura no es original del cuerpo de creencias coránicas. No existen aleyas específicas que condenen como “blasfemia” a ninguna conducta. Sólo una historia en particular, dentro del Hadith o “referencias” de la vida de Muhammad, cuenta un caso en el que se asesinó una persona por denigrarlo.

Se trataba de Aṣmā Bint Marwan, quien era un miembro femenino del clan de los omeyas y una poetiza conocida por ridiculizar a Muhammad y a sus seguidores. La misma era natural de la ciudad de Yazrib (más tarde conocida como Madīnat an-Nabī o «Ciudad del Profeta»).

Según los informes de la época, la familia de Aṣmā, veía a Muhammad y a sus seguidores como meros intrusos en su ciudad (Muhammad era de la tribu Quraysh, dominante en La Mecca y en cambio el clan más poderoso de Medina era el Omeya). Este hecho, sumado a que después de la victoria musulmana sobre los miembros de la tribu Quraysh en la batalla de Badr (624 d.C.), fueron asesinados varios opositores medineses de Muhammad, parece haber exacerbado el antagonismo de la poetiza.

Poco después, Aṣmā compuso poemas que difamaban públicamente a los miembros de las tribus locales que se convirtieron al Islam y se hicieron aliados de Muhammad, al mismo tiempo que exigía sus muertes.

Con su arte, también ridiculizaba a los medinenses, por obedecer a un jefe que no pertenecía al clan dominante de la ciudad y, finalmente, atacó directamente a Muhammad, diciendo: «¿Qué bien cabe esperar de él, después de ordenar la muerte de todos nuestros jefes…?», preguntando luego: «¿No hay hombre de orgullo que lo ataque por sorpresa y corte las esperanzas de los que esperan algo de él?».

Al enterarse el profeta de esto, solicitó su asesinato, profiriendo: «¿Quién me librará de la hija de Marwan?». Siendo un tal Umayr bin Adiy al-Khatmi, un hombre ciego y converso al Islam, quien tomó la tarea a su cargo.

Se cuenta que, en una noche oscura, se deslizó en la habitación de la valiente poetiza, donde ella dormía con sus cinco hijos y apartando al más pequeño, un bebé que se aferraba a su pecho, asesinó a Aṣmā.

Este hadith, fue registrado por el medinense Ibn Ishaq (704 a 767 d.C.), uno de los biógrafos de Muhammad más respetados, y por Ibn Sa’d (784 a 845 d.C.). Sin embargo, el episodio ha sido puesto en duda por los eruditos musulmanes modernos. Tanto la escuela clásica como post-clásica en el estudio de los dichos e historias del profeta, la han rechazado por unanimidad, declarándola como una fabricación («mawdu»).

Escapa al alcance de este artículo el entrar a analizar si la historia realmente ocurrió o es una fabulación decorativa. Pero cualquiera sea el caso, con el paso de los siglos, se cimentó en la mentalidad popular musulmana la idea de que ofender a su «profeta» merece el más terrible de los castigos: La muerte.

A la par de lo anterior, al extenderse el Islam más allá de Arabia, y al no existir un clero organizado en dicha religión, se han ido formando “corpus” de leyes, mandatos o costumbres, originadas en tradiciones tribales locales y atávicas, a las cuales se debe respetar, bajo la amenaza de las más severas penas y en donde, además, casi nunca se discrimina entre las faltas de orden religioso y los delitos seculares.

A la postre, estas disposiciones se convirtieron en parte de la Sharía o ley teocrática islámica. Por lo cual, el transgredirlas puede significar desde el pago de onerosas multas, hasta torturas como la flagelación o las mutilaciones; desde el encarcelamiento de por vida hasta la pena capital (por linchamiento, lapidación, decapitación, crucifixión, ser quemado vivo, etc…).

Lo anterior dependerá del país donde ocurra (cada región islamizada tiene diferentes enfoques respecto de muchas cuestiones) o de si la «transgresión» se llevó a cabo en una zona urbanizada, donde priman las instituciones del Estado o bien en áreas apartadas o tribales, en donde el salvajismo premoderno está todavía en pleno auge.

La condena por blasfemia puede darse de dos maneras: En algunos casos, como ocurre en Pakistán, Arabia Saudita o Irán, la legislación vigente ya prevé la penalización de la misma de manera formal. En otros, el castigo se establece a través de una fatwa (o “fatua”), que es un decreto pronunciado por parte de algún clérigo “respetado” (en la práctica cualquiera se puede arrogar el derecho de proclamarlas). A partir de esto, todo musulmán “devoto”, puede (y «debe») ejecutar la sentencia si tiene ocasión de hacerlo. Todo esto sin que medie control alguno por parte de ningún Estado o institución (Las «ejecuciones» y atentados del terrorismo islámico nacieron, en gran medida, a partir de esta práctica).

● Legislación Islámica:

Como se dijo, el Corán no contiene aleyas que condenen a la blasfemia de manera específica. Pero algunas de sus declaraciones, ponen en jaque al no-creyente (al «infiel» como es llamado por los musulmanes).

En la Sura 5, del Corán, llamada Al-Ma’idah («La Mesa Servida»), se dice:

… Quienes no decidan según lo que Dios ha revelado, ésos son los infieles.” (5:44).

“… Quienes no decidan según lo que Dios ha revelado, ésos son los impíos.” (5:45).

“… Quienes no decidan según lo que Dios ha revelado ésos son los perversos.” (5:47).

(Estos fragmentos son parte de largas exhortaciones dirigidas a judíos y cristianos para que adopten el Islam).

Por otro lado, la Sura 48, llamada Al-Fath («La Victoria»), dice:

“Quien no cree en Dios y en su Enviado… Hemos preparado para los infieles fuego de gehena.” (48:13). .

Desde siempre, este tipo de declaraciones ha generado discriminación y temor en los que viven en territorios islámicos sin profesar esa fe. Si bien es cierto que casi en todos los países y épocas dominadas por el Islam, los cristianos, judíos y otros monoteístas, han podido vivir sin ser molestados (demasiado), en la legislación islámica existe lo que se conoce como: جزْية o yizya.

La yizya, es un impuesto aplicado a los «dhimmis», es decir, a los varones libres y mayores de edad, judíos o cristianos, que no sean monjes (los cuales están exceptuados). El objetivo teórico de esta institución, siempre fue descrito como un recurso para obtener dinero y usarlo en obras de beneficencia para personas carenciadas. Pero la realidad es que existe y existió, para mantener a los «infieles» al Islam, sometidos y condicionados en sus vidas, como muestra de que son ciudadanos de segunda categoría.

A lo largo de toda la historia de esta religión e incluso en la actualidad, quienes no pueden o no quieren cumplir con esta regla de sometimiento, pueden ser castigados con severas penas, desde cárcel o esclavitud, hasta la crucifixión, como todavía hoy ocurre en Siria.

Un grave error en que muchos intelectuales, comunicadores sociales y gente común de Occidente suelen incurrir, es pensar que las atrocidades que se ven a diario, a través de los modernos medios de comunicación, en donde se grita el nombre de «Alláh» (el dios de los musulmanes) o la tristemente célebre frase «Allahú Akbar» («Dios es Grande»), son sólo el producto de grupos terroristas o de una ínfima minoría fanática. Sin embargo, los siguientes países musulmanes contemplan la pena de muerte (u otras condenas radicales) para la «blasfemia»: Afganistán, Pakistán, Arabia Saudita, Irán, Sudán, Nigeria, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Mauritania, Somalia, Maldivas, Yemen, Malasia, entre otros… Y en todos los casos, lo hacen a través de los códigos penales de sus Estados.

Además, cabe destacar, que estos países no sólo ejecutan personas por dicha razón… Basándose en su ley religiosa, también asesinan a hombres por homosexualidad, a mujeres por brujería; a ambos géneros por adulterio, etc… Por ejemplo, el Código Penal de la República Islámica de Irán, criminaliza todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio, y muy especialmente los «delitos» de relación entre personas del mismo sexo. Los castigos son brutales: Desde la flagelación a la ahorca, o ambas cosas en ciertos casos. Los artículos 108 y 110 de dicho código, penalizan con la muerte a la sodomía consumada.

Como puede observarse, las torturas, violaciones a los Derechos Humanos y las muertes atroces, no son en la cultura islámica, el producto del accionar de grupos fanáticos, integristas y/o fundamentalistas. Muy por el contrario, todos los estados islámicos teocráticos, mantienen legislaciones punitivas y formales en este sentido y esto, jamás puede ser tomado como una manipulación o adulteración de la doctrina de dicha fe, ya que viene ocurriendo desde sus etapas fundacionales, desde las palabras y actos del mismo Muhammad ibn Abdulláh y de los Jalifas Ortodoxos del Islam.

Todo lo anterior, puede comprobarse en la siguiente aleya del Corán:

«Retribución de quienes hacen la guerra a Dios y a Su Enviado y se dan a corromper en la tierra: serán muertos sin piedad, o crucificados, o amputados de manos y pies opuestos, o desterrados del país. Sufrirán ignominia en esta vida y terrible castigo en la otra.» (Sura 5:33).

Algunas cosas consideradas “blasfemia” por los musulmanes:

Muhammad

  • Insultar a Alláh o negar su existencia.
  • Buscar fallas en la vida de Muhammad.
  • Menospreciar a un profeta que se mencione en el Corán.
  • Difamar a un miembro de la familia de Muhammad.
  • Especular acerca de cómo Muhammad se comportaría si estuviera vivo.
  • Hacer un dibujo para representar a Muhammad (o a cualquier profeta).
  • Declarar que Muhammad no fue el último y/o mayor de los profetas.
  • Escribir aleyas del Corán o el nombre de Muhammad en las paredes de un baño.
  • Declarar que los padres de Muhammad no eran musulmanes (aun siendo que murieron cuando éste era niño).
  • Dañar un Corán u otros libros de importancia para el Islam.
  • Encontrar fallas en el Islam.
  • Creer en la transmigración de las almas (reencarnación).
  • Decir que el Islam es una religión árabe (los musulmanes pretenden que es universal).
  • No creer en el más allá.
  • Expresar un punto de vista ateo o secular; publicar o difundir ideas ateas.
  • Creer en la Evolución de las Especies.
  • Hacer muñecos de nieve.
  • No creer en el Paraíso, el Infierno o el Día del Juicio.
  • Estudiar el Corán de manera crítica.
  • Silbar durante la plegaria musulmana.
  • Recitar plegarias musulmanas en un idioma distinto del árabe.
  • Encontrar diversión en las costumbres islámicas.
  • La práctica del yoga.
  • Usar la ropa de los judíos o de los zoroastrianos.
  • El nombrar a un oso de peluche «Muhammad».
  • Alegar que los actos prohibidos por el Islam, no están prohibidos, en realidad.
  • Participar en las fiestas religiosas no islámicas.
  • Escupir a la pared de una mezquita.

(Entre otras muchas cosas…)
Muslim Women

● Casos paradigmáticos:

Asia Noreen, más comúnmente conocida como Asia Bibi es una mujer nacida a finales de los años ’60 (ella no conoce su edad). Natural de Pakistán, de confesión católica, con cinco hijos y casi nula educación.

Una corte oficial de su país, la condenó a la ahorca el 8 de Noviembre del 2010, por el delito de «blasfemia» contra el profeta Muhammad.

Su odisea, comenzó un día mientras trabajaba en el campo y la enviaron a buscar agua. Al ocurrir esto, las mujeres del lugar, todas ellas musulmanas fundamentalistas, dijeron que su condición de «infiel», haría que el agua se transformara en impura, por lo cual la presionaron para que se convirtiera al Islam.

Aquí se dio algo que viene de vieja data: Un antiguo «truco sucio» de los musulmanes, para pasar por tolerantes y al mismo tiempo poder matar a otros por creer algo diferente o forzarlos a convertirse…

El Islam, según consta a regañadientes en varias aleyas del Corán (3:64; 3:199 y 29:46, entre otras), tolera a quienes llama «Gentes del Libro», es decir a judíos y cristianos, así como otras religiones monoteístas (los mazdeístas, mandeos de Irak y sabeos del Yemen). Sin embargo, históricamente, esto ha sido con una condición: Que los «infieles» no se pronuncien en contra del Profeta, en cuyo caso la acusación de «blasfemia» y sus consecuencias, eran y siguen siendo mortales.

Asia, compulsada por las mujeres fanáticas que trabajaban con ella, fue obligada a pronunciarse sobre su concepto respecto del profeta del Islam y, en su carácter de católica, dijo lo que para ella era natural: «Muhammad es un falso profeta». A partir de allí, su destino estaba sellado: Ser condenada a muerte por «blasfemar»

Asia Bibi todavía sobrevive, pese a estar en una cárcel de máxima seguridad y con sentencia firme. Debido a las presiones internacionales, una corte superior debe pronunciarse sobre su caso. Sin embargo, su vida corre peligro incluso antes de la (más que segura) ejecución: El Imán Yusef Qureshi, de Peshawar, ofreció miles de dólares de recompensa por el asesinato de esta mujer, por lo cual ella debe cocinar su propia comida, para no ser envenenada.

Es digno de destacarse, que en Enero de 2011, el entonces gobernador de Punjab, Salman Taseer, fue asesinado por un miembro de su seguridad personal, en razón de que había sido un defensor de Asia Bibi y un opositor (en general) a la ley contra la blasfemia.

En Marzo del mismo año, le tocó al único ministro cristiano del gabinete paquistaní, Shahbaz Bhatti, también por oponerse a la ley en cuestión (fue asesinado por un grupo comando, a la entrada de su residencia).

Salman Rushdie nació en Bombay, India, en 1947. Su familia era de tradición musulmana, pero no creyente; de buena posición económica e ilustrada. En 1968, completó una maestría en Historia en la universidad de Cambridge. Hasta Septiembre de 1988, momento en el cual publicó la obra titulada: «Los Versos Satánicos», la cual ridiculiza al profeta Muhammad, fue un escritor de relativo éxito, que no estaba interesado en las temáticas religiosas de manera particular.

Sin embargo, pocas semanas después, el libro había sido prohibido en Pakistán, Somalia, Bangladesh, Sudán, Arabia Saudita, Egipto, Malasia, Indonesia y Qatar.

Más tarde, el 14 de Febrero de 1989, el entonces máximo dirigente civil y espiritual de Irán, el infame ayatolá Ruhollah Khomeini, formuló una “fatwa” en su contra, que decía:

«Incluso si Salman Rushdie se arrepiente y se convierte en el hombre más piadoso de todos los tiempos, incumbe a todo musulmán, el emplear todo lo que ha conseguido, su vida y su riqueza, para enviarlo al infierno.»

El clérigo, instó a que cualquier musulmán devoto, procediera a la ejecución de Rushdie, por el medio que fuere o estuviere a su alcance. La base de la fatwa era la acusación de que “había blasfemado” contra el Islam.

Adicionalmente, y dado que el autor es ateo (y en el libro en cuestión, afirmaba haber abandonado su fe natal), se lo acusó de apostasía, acción que está penada con la muerte, en casi todo el mundo musulmán.

No hay nada que se diga, que justifique una respuesta violenta… No hay nada tan sagrado, como para que no se pueda bromear sobre ello… Nadie tiene el derecho de controlar la expresión o el pensamiento de los demás…

10 días después, el ayatolá iraní ofreció una recompensa por la muerte del escritor, que todavía no fue anulada. Más aun, en 1998, el monto de la misma fue doblado y si bien en declaraciones oficiales posteriores, el gobierno de Irán aseguró que ya no busca la ejecución de Rushdie, el hecho es que la fatwa sigue vigente y que el autor ha vivido desde hace casi tres décadas, custodiado y evitando visitar países o asistir a eventos en donde pudieran atentar contra su vida.

Además de lo anterior, la fatwa contra “Los Versos Satánicos”, le costó la vida a traductores y activistas por los DD.HH.; produjo ataques contra personas relacionadas con la edición y publicación del libro en múltiples países y decenas de muertos en manifestaciones públicas efectuadas en pro y en contra de la obra.

Nota: Estos son sólo dos casos de entre un gran número que podríamos citar aquí. Con el fin de no incrementar desmesuradamente la extensión de este artículo, se han omitido otros, tanto o más emblemáticos, trágicos y significativos, como los de la revista francesa Charlie Hebdo (donde fallecieron 12 personas debido a un atentado terrorista islámico), el asesinato del cineasta Theo van Gogh, la persecución sufrida por la activista de los Derechos Humanos, Ayaan Hirsi Ali, etc…

● Origen de toda noción de blasfemia:

Santo ExtraterrestreLos credos fundamentalistas, parten de la idea dogmática de que existe un dios, más allá de lo que la evidencia científica ponga de manifiesto; que ese dios es el creador del Universo y del Hombre; que tiene un plan para el mismo y que ellos conocen dicho plan en todos sus detalles.

Dada la calidad irracional del planteo, es imposible contemporizar con ellos y cualquier manifestación ideológica o cultural que se oponga de manera más o menos explícita a ese dogma, es considerada como «blasfemia».

Además, quien así piensa, también da por sentado que debe velar por la fe de los demás creyentes, por los sentimientos religiosos propios y ajenos y aun por las «almas» de los que no creen.

En general, todo creyente fundamentalista piensa que el no-creyente es alguien que ha sido seducido por el mal, que sufre de «ceguera espiritual» o que está totalmente equivocado, considerando un deber el forzarle a «volver al camino correcto», incluso si debe usar medios violentos para ello.

El fundamentalista no cree que exista el derecho de permanecer al margen de su dios, de su iglesia o de su fe, ya que considera que estas cosas están por encima de la Libertad, de los Derechos Humanos y de cualquier parámetro ético.

Básicamente, plantean que son los portadores de la «verdad» y la de «salvación» y cuando alguien dice o demuestra algo en contrario, esa persona se vuelve un enemigo de la fe, el cual debe ser penalizado, sino directamente destruido.

El concepto de blasfemia, deriva inevitablemente de toda cosmovisión no-humanista, centrada en un dios único (teocéntrica) y monárquico (teísmo monárquico).

Cuando se piensa que el propio ser, es una criatura creada con un propósito ajeno a la propia voluntad y ceñida a los mandatos de un ser superior, entonces todo lo que se haga «en contra» del mismo es interpretado como blasfemia o sacrilegio.

El creyente teísta, debe llevar a cabo, como primer acto de fe, el reconocimiento de la «suprema autoridad» de su dios sobre él mismo, reduciéndose a la calidad de «cosa» o posesión de ese ser divino al que adora.

La postergación de la individualidad, lejos de ser vista como un dilema o inconveniente, es aceptada gozosamente por la generalidad de quienes profesan una fe monoteísta. A partir de esto, la percepción de cualquier acto de rebeldía hacia su dios, por parte de terceros, es vista como la más grave de las faltas y, por tanto, castigada con las más duras de entre las penas posibles.

El natural deseo de «ser», de vivir, es reemplazado por el hipnótico sentido de que la propia valía y grado de perfección, radica en cuan sumiso, genuflexo y subordinado se sea a la voluntad de ese ser divino.

● Diferencia entre pecado y delito:

El «pecado» es un concepto referido a la inobservancia de algún precepto religioso, el cual surge a partir de la interpretación de las doctrinas y los dogmas de la creencia relacionada. Por otra parte, un delito es una falta grave en contra de otros individuos (reales, no imaginarios), de la propiedad de estos o de las instituciones conformadas por los ciudadanos de la sociedad en donde se vive.

El pecado sólo tiene significación para quienes profesan una fe determinada, mientras que el delito, lo tiene para todos los miembros de una sociedad democrática y en donde rija el Estado de Derecho, ya que fueron estos, a través de sus representantes libremente elegidos, los que determinaron qué es delito y qué no lo es.

En toda sociedad moderna y secular, existe una pluralidad de credos religiosos, cada uno con su noción de qué es «pecado» y también una variedad de individuos que no creen en ninguna deidad, credo, mito o noción de lo divino o sagrado.

El pecado siempre es un concepto ideológico, el delito constituye siempre un hecho o acción definible, puntual y objetivo.

Las ideas (y las creencias, que no son más que ideas sin sustento probatorio) son cosas, no tienen derechos en sí mismas, no existen sino a través de el ser consciente que las piensa. Por ello, no se puede penalizar el ataque a un mito, dogma o doctrina religiosa. Estas cosas son sólo ideas y, por tanto, cada quien las puede respetar o no, aceptar o no.

Sólo en los países en donde rigen sistemas legales premodernos, una cosa puede confundirse con la otra. La blasfemia no es delito, porque es una acción en contra de ideas o creencias, y ni las ideas ni las creencias tienen derechos o personería jurídica.

El derecho de blasfemar, adquiere máxima importancia cuando la distancia entre la Iglesia y el Estado se acorta o desaparece.

Mientras que injuriar a una persona o colectivo de individuos, es factible de ser penalizado por constituir una calumnia, difamación o agravio, el insulto al dogma, el mito, la leyenda o el símbolo sólo ataca a una ideas, no a una persona, por tanto debería ser parte del derecho de cada quien. Algo normal, dentro del ejercicio de la libertad de conciencia.

Cuando la Justicia se vuelve una maquinaria «trituradora» de los derechos de las personas, poniéndose en marcha para penalizar la libertad de conciencia, de pensamiento y de expresión; buscando la penalización de los ciudadanos, sólo por haber «ofendido» los sentimientos religiosos de otros, hace pensar a quienes son conscientes del valor de sus derechos y libertades, que todavía se encuentran en la Edad Media; que el Renacimiento, la Ilustración y la Modernidad, nunca llegaron hasta algunos rincones de la sociedad humana, incluso en los progresistas y seculares países de Occidente.

Un acto puede ser considerado «pecado» por una religión determinada, sin embargo, en un país donde el Estado de Derecho prevalezca, jamás debe confundirse «pecado» con «delito».

El peligro está en que las personas con «sentimientos religiosos» crean que las leyes deben proteger a su sensibilidad a través de la penalización de todo aquello que pueda herirla. Esto conlleva, irremediablemente a la «caza de brujas», ya que la noción de blasfemia es altamente subjetiva y cualquier persona podría denunciar a otra por algún acto nimio, en donde (sincera o falsamente) crea que se incurrió en un agravio de esos «sentimientos religiosos».

Conviene recordar que tal escenario no diferiría en nada de la Rusia de Stalin o del III Reich de Hitler, donde una simple denuncia podía costarle a la persona acusada, ir a parar al gulag, el campo de exterminio o el sufrir una muerte sumaria.

Hay un remanente teocrático, virtualmente en todo Occidente, que rara vez es abordado (y mucho menos discutido) incluso por los grupos humanistas: Es común el ver la cruz cristiana, el Mahen David o la media luna islámica en hospitales, sitios de oración en universidades, espacios públicos, necrópolis, escuelas, estaciones de policía, etc… Ahora bien, de facto, está permitida la invasión religiosa de los espacios seculares, pero no la irreverencia hacia las mismas. La apología es aceptada como normal y, en cambio, la blasfemia es rotulada como algo que va desde el «mal gusto» hasta un crimen merecedor de la pena capital.

En el caso de que un ateo decidiera agregar un símbolo ofensivo respecto de alguna creencia dada, se lo acusaría de cometer blasfemia, sacrilegio o, en el mejor de los casos, de ser irrespetuoso, intolerante o agresivo.

¿Por qué la sociedad secular tolera esta discriminación? ¿Por qué un no-cristiano tiene que aceptar ver cruces por todas partes, pero un cristiano no puede tolerar que se destruya o irrespete una? ¿Por qué la mujer europea media debe convivir a diario con el hiyab (velo usado por sus contrapartes musulmanas) y, sin embargo, es criticada por su indumentaria presuntamente «obscena» o «inapropiada» por parte de los clérigos musulmanes (incluso mediante amenazas, la más de las veces)?

En América Latina, es común que sea peligroso el cometer una «blasfemia» contra la ICAR en público. Los grupos ultra-católicos, frecuentemente amparados por paramilitares, policías; por la milicia local u otros sectores conservadores, suelen hacerle la vida miserable a quienes así proceden. También van en aumento, desde hace ya décadas, los grupos evangélicos fundamentalistas, financiados por USA, quienes no dudan en agredir, insultar o hacerle «bullying» a cualquiera que consideren como «blasfemo».

¿Cuál es la solución a este problema? Pues, en realidad es algo simple… Si una persona es coherente con sus ideas y consigo misma, y alguien la golpea por decir la verdad, no se callará, no baja la voz o comienza a mentir, sino que grita lo que tiene que decir a los cuatro vientos.

¡Una voz puede ser acallada, una garganta puede ser cortada, pero no las de miles, mucho menos las de millones!

Church of Cthulhu

● La ética humanista y la blasfemia:

La blasfemia tiene relación con el ataque a una figura imaginaria y la pretensión de los ofendidos de que esté vedado el que se atente contra ella. Sin embargo, la reacción visceral resultante en los fanáticos, obedece a que la burla o el insulto altera sus propias emociones. Por eso, debe quedar claro que es una obligación ética el respetar los derechos y la integridad física y moral de toda persona, pero, en ningún caso, lo es el hacerlo con sus sentimientos u opiniones (aun cuando estas sean de índole religiosa).

La agresión ad hominem (hacia la persona), no debe confundirse con la blasfemia. Cuando una persona insulta a otra por practicar una religión, por sus creencias o por cualquier aspecto de su cosmovisión, o se dirige a ella de manera adjetival y despectiva, no ataca a la creencia, sino al sujeto que la profesa. En ello se incurre en una falta ética grave.

Aun existe una forma mixta de agresión: cuando alguien generaliza (convierte a un credo en estereotipo), haciendo pasar a todos los miembros de un determinado sistema de creencias como responsables de hechos puntuales, calificando a éstos de una manera general, etc. En tales casos, no se está blasfemando, sino que se incurre en un ataque ad hominem implícito o, directamente, en la discriminación de un colectivo.

La agresión sin razón hacia un sujeto es éticamente reprobable. La verdadera blasfemia, en cambio, se enfoca en entidades relativas al mundo de las creencias, no al de las personas o de los seres vivientes.

Esto lleva a una consideración ulterior: ¿Es lícito herir la sensibilidad religiosa de otros en pos de usar la blasfemia como un arma libertaria?

La respuesta a lo anterior no es simple: En un estado ideal de las cosas, la blasfemia sería un acto innecesario. El no-creyente no necesitaría gastar energía en denigrar figuras o entidades que considera ficticias y tampoco haría ningún bien en causarle inquietud al que cree.

En este sentido, la blasfemia apriorística es un acto vano y ruín. Sólo comienza a perfilarse como válida, cuando el creyente, con el cual se interactúa, denota un creciente fundamentalismo y/o integrismo, actitudes represivas para con uno o los demás o bien una clara postura hostil hacia aquellos que no comparten sus dogmas.

Así mismo, la blasfemia tiene un sentido o implicancia de tiempo y lugar, un cierto nivel estético de consideración. No es lo mismo blasfemar de manera teórica, que en un ámbito que afecte a personas, en tiempos específicos o sobre objetos puntuales.

Hay objetos que son sagrados y valiosos para otras personas (objetos físicos) o que tienen un valor artístico o cultural significativo, por lo tanto, son intocables. Esto es así, porque los mismos son irremplazables y/o propiedad de instituciones o de terceras personas, por tanto, en esos casos, la blasfemia o el sacrilegio, deviene en destrucción de la propiedad privada, en vandalismo o en violencia contra terceros (actos todos moralmente cuestionables y legítimamente punibles).

● La blasfemia como instrumento de lucha:

Hay que entender que la blasfemia no produce víctimas, y en todo caso la única persona que corre peligro es el “blasfemo”. Por tanto, es la política de acción más certera posible y a la vez la más segura, en contra del fundamentalismo, el integrismo y el proselitismo abrahámico.

Mientras que otro tipo de medidas pueden exponer la vida de terceros, la blasfemia, como se ha comprobado sucesivas veces, sólo pone en peligro la seguridad e integridad física de la persona que la profiere.

Por tanto, el poder de la blasfemia es la herramienta a utilizar en contra del terrorismo islámico, del evangelismo fanático y del corporativismo mafioso católico; así como, en general, de cualquier facción integrista o fundamentalista.

Es mediante el desafío y la rebelión no violenta que produce la blasfemia, que los partidarios del Humanismo y de la vida secular, combatiremos con eficiencia a dichas lacras, enemigas de la Humanidad.

Los críticos dirán que esto puede generar violencia, que la blasfemia exacerba los ánimos de los fundamentalistas… Tal cosa puede ser cierta. Pero, sin embargo, no se ha comprobado jamás que el terrorismo islámico, o cualquier otro, tome medidas en contra de terceros cuando alguien blasfema.

Por ejemplo, a nivel estadístico, la venganza yihadista a las medidas militares de Occidente, siempre es indiscriminada y aleatoria. En cambio, las represalias en contra de la blasfemia, siempre son puntuales y acotadas al sujeto que las emite, recayendo sobre este último toda la ira rabiosa de los yihadistas. ¡En esto es donde radica el poder y efectividad de la blasfemia!

Estatua de LuciferJustamente, es porque la risa y el sarcasmo se prohíben, que toda mente libre debería recurrir al uso frecuente de tales recursos.

La palabra es más poderosa que la espada y la parodia, la risa y el sarcasmo lo son mucho más que la furia, la violencia y el terror…

Como en aquella frase pronunciada por Lucifer en el Paraíso Perdido de John Milton, “¡Non serviam!” (“¡No serviré!”), es por la pretensión de los fundamentalistas de subyugar a los demás, por la impertinente tendencia a querer forzar a otros a creer en algo, que la blasfemia surge como necesaria y la burla, devienen en un deber ético, laico y cívico; en la única actitud digna de aquel que piensa por sí mismo.

Existen dos valores en el laicismo, por los cuales todo humanista (religioso o no, espiritual o no) tiene el deber moral de luchar: La absoluta libertad de conciencia de todas las personas y la completa y real separación entre la Iglesia y el Estado. Todo humanista, todo partidario de una sociedad laica y secular, debe abogar por un gobierno, un Estado, una Justicia y un cuerpo legal para su nación 100% aconfesionales.

Lograr lo anterior no será fácil, la única forma de hacerlo sin violencia o costos sociales significativos, es mostrar a los fanáticos e intolerantes que el cielo no se caerá porque alguien se burle de su dios; que un rayo no partirá a quien bromee sobre algo que éstos consideren sagrado.

● Conclusión:

La blasfemia dejará de ser una necesidad libertaria y pasará a conformar un acto de mal gusto o una actitud poco ética para con los creyentes, el día en que ninguna religión se confunda con ningún Estado; cuando los magistrados y testigos en un juicio, juren sobre la constitución de la nación y no sobre la Biblia o el Corán; cuando los primeros mandatarios no invoquen a su dios al pronunciar discursos; cuando ninguna persona pretenda que los demás vivan conforme a sus dogmas y valores morales, aunque les sean ajenos.

El recurrir a la blasfemia será una táctica obsoleta, cuando el fundamentalismo y la intolerancia también lo sean, cuando los fanáticos depongan sus intenciones proselitistas.

Mientras tanto, hasta que todo eso no ocurra, seguirá perfilándose como una herramienta válida, un arma no-violenta, para luchar contra la opresión y la prepotencia de algunas religiones y de aquellos que pretenden sojuzgar a los demás, al amparo de las mismas.

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Fuentes y bibliografía:
+ Diccionario de la Real Academia Española (RAE), 23.ª edición (2014).
+ Biblia de Jerusalén, Revisión 2009, Ed. Desclée de Brower.
+ Biblia Reina Valera (RVA), Revisión 1989 (Apple iPad App).
+ The Babylonian Talmud, Translated by Michael l. Rodkinson (1918).
+ Contra las Herejías (Adversus Haereses), Ireneo de Lyon, Ivory Falls Books, 2015.
+ Suma Teológica, Tomás de Aquino (Tomo II), Biblioteca de Autores Cristianos, 1990.
+ Catecismo de la ICAR - vatican.va
+ Encíclica Dominum Et Vivificantem - vatican.va
+ Sahîh Muslim, Imam Abi Al-Husayn Muslim, Oficina de Cultura y Difusión Islámica, Argentina (PDF).
+ The Life of Muhammad (Sirat Rasul Alláh), Ibn Ishaq, Oxford University Press, 2004.
+ El Corán - (Files / Reflexiones Paganas)
+ Muhammad, Su Vida, Basada en las Fuentes más Antiguas; Martin Lings, Hiperion, 1989.
+ Código Penal Iraní - (MEHR Iran)
+ Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 - (WikiSource)
+ Declaración Universal de los Derechos Humanos - (ONU)
+ Heretic: Why Islam Needs a Reformation Now..., Ayaan Hirsi Ali, Harper, 2015.
+ Paraíso Perdido (Paradise Lost), John Milton, CreateSpace Independent Publishing Platform, 2012.

(Dedico este artículo a mi amiga Doriss Vera y su incansable lucha por el laicismo en su país natal, el Perú).
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¿Tú qué piensas? ¿Es la blasfemia una metodología válida para luchar contra el fundamentalismo y el integrismo religioso o crees que, por encima de todo, se debe respetar los "sentimientos religiosos" de otros?

  ⁂  C O M E N T A R I O S  ⁂

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Frase del Día:

«No ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias (Navaja de Occam)»

— William of Ockham,
(1288 – 1347, fraile y filósofo inglés)

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Proyecto de reconstru-cción, divulgación y redes-cubrimiento de todas las tradiciones paganas ances-trales y del legado que ofrecen a la Humanidad.

Esta página, tiene por objeto la difusión y redescubrimiento del Paganismo. Además, el promover, difundir y defender el Paganismo, como religión, forma de vida, filosofía, sistema ético y modo de ver la Vida. Divulgar su naturaleza y contenido, redescubrir sus antiguos valores, historia, mitología y conceptos éticos. Crear un ámbito de debate abierto, donde todo esto pueda generarse con libertad y seriedad.

Universo Pagano es un proyecto nacido en 2001 que tiene por finalidad el encontrar puntos en común entre todas las tradiciones del Paganismo; difundir toda la información posible sobre éste; esclarecer sus puntos controversiales y dar soporte a todos aquellos paganos que quieran publicar sus ideas y creencias en la red.

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Me gusta lo desconocido, el Erebus... Me complazco en las diferencias, en la pluralidad, en la variedad. Me interesa la realidad tal cual es, pero presto atención a la verdad de cada quien. Estoy en una búsqueda que sólo terminará cuando muera.

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