Lo primero que la mayoría responderá a la pregunta que titula este artículo, es: “Obviamente porque existen las conspiraciones”… Y eso, hasta cierto punto, es verdad. En el mundo siempre las ha habido, pero la mayoría se sorprendería de lo poco que una gran mentira, puede permanecer oculta ante los ojos de la opinión pública, de los académicos y científicos y de los gobiernos (opositores o enemigos de quienes generaron a la misma).
Un caso clásico es el de: “Nunca fuimos a la Luna”… Mito urbano que comenzó en 1974, con el libro homónimo, escrito por dos personajes llamados Bill Kaysing y Randy Reid y que continuó por décadas, haciendo ricos a muchos autores y a teóricos de las conspiraciones.
Podríamos dar millones de evidencias, grandes y pequeñas, sobre que, tal cosa no tiene sentido, que sí fuimos, sí se trajeron varios cientos de kilogramos de rocas, desde allá, y que todavía quedan vestigios de las misiones Apollo y algunos espejos que se instalaron y, aún hoy, siguen reflejando la luz láser que se emite desde la Tierra y sirven para medir la distancia entre nosotros y nuestro satélite natural.
Pero lo anterior no es el punto que me interesa perfilar… Sólo hace falta decir, que cualquier ser sensato (aunque no conozca nada de Ciencia o de Tecnología y aunque no haya vivido por aquellos tiempos –yo era niño pero llegué a ver todos los alunizajes), pensará lo siguiente: ¿Sería posible que el gobierno de USA le ocultara a la KGB (la temible agencia de inteligencia soviética) la verdad? ¿Cuántos, ya no digamos días o años, sino “minutos”, habría tardado el Kremlin en descubrir el entuerto y reírse de la NASA mediante sus propios medios propagandísticos primero y, a la larga, a través de toda la prensa mundial?
Así de simple: Sin saber nada de ciencias, puede concluirse que tal afirmación no se sostiene… No hay posibilidades de engañar a tantos, durante tanto tiempo (ya van casi 50 años).
Este sólo es un ejemplo, de entre miles de divagues “virales”, que contaminan las mentes de millones de personas, haciéndoles creer que el mundo es diferente de lo que en realidad es…
Hay otros parecidos: Terraplanistas que, a pesar de 500 años de ciencia astronómica y de observaciones y experimentos, de todos los tipos imaginables, niegan que exista el espacio exterior, que el Sol sea una estrella de entre miles de millones y que nuestro planeta sea esferoidal; partidarios de la «Tierra Hueca», que creen que en los polos hay entradas a su interior y que allí vive una civilización más avanzada que la nuestra, etc… etc…
Pero, entonces… ¿Por qué existen los conspiranoicos? Para entender esto, hay que discernir primero la naturaleza de las creencias humanas en general (no toda creencia es negativa, estrafalaria o perjudicial, como sí lo son las del tipo que estamos tratando aquí).
La mayoría de las religiones, escuelas filosóficas, puntos de vista y hasta las ideologías políticas, no son invasivas del individuo al grado de neutralizarlo, de cooptar por completo su vida (al menos no en la realidad de los hechos, aunque tiendan a tratar de hacerlo). Incluso las doctrinas totalitarias, rara vez llegan a tanto…
Uno puede creer en un dios o en dioses, no creer en ninguno, pensar que no se sabe si existen o bien ni siquiera preguntarse nada al respecto, y no por ello tener una vida diferente de los que creen otras de estas variantes. Las creencias, por sí mismas, no cambian en gran cosa a las personas o a sus vidas.
Lo que si modifica nuestra existencia, nuestro destino y perspectivas, son las creencias aplicadas, las que de un modo u otro nos obligan o impulsan a hacer algo específico (diferente de lo que haríamos si no las tuviéramos).
Es así, que un musulmán reza cinco veces al día orientado a La Meca y un cristiano o un ateo, no lo hacen. Es así que un comunista se pasa el día odiando al sistema capitalista, mientras que un capitalista transcurre su jornada intentando ganar más dinero. Los ejemplos son infinitos…
Algunos, marcan el devenir de culturas enteras por miles de años: La creencia buddhista e hindú en la reencarnación, sin duda desaceleró el desarrollo económico y social de la región donde estas religiones predominan. El hecho de creer que existen posibilidades futuras (post mortem), hace que el sujeto se preocupe menos por disfrutar de esta vida y obtener de ella lo más posible.
Ahora bien, si las creencias “aplicadas” a la Vida, la modifican, es lógico inferir que también se da el fenómeno opuesto: Que las experiencias de vida modifican nuestras creencias.
Eso es algo cierto y, en general, es para bien… La mayoría, conforme va adquiriendo nuevos conocimientos y experiencia, “modera” sus convicciones y creencias y va ciñéndolas cada vez más a la Realidad (aunque nunca nadie logre hacer esto por completo, ya que escapa a la capacidad de cognición humana).
Pero en otras ocasiones, las experiencias son demasiado difíciles de asimilar, son traumáticas y desestructuran todo el “andamiaje” de nuestra identidad. Cuando esto ocurre, la forma en que el individuo piensa se radicaliza. La más de las veces, volcándose a ideologismos insensatos, fanáticos o producto de una visión miope de la Realidad; otras veces, convirtiéndose a formas religiosas fundamentalistas e integristas. Pero esos fenómenos no son los que interesan para la temática de este artículo.
Existe una tercer opción: Buscar culpables fuera de uno mismo… Tratando de determinar, “¿Quién fue que nos produjo el daño sufrido?”. Esto también vale para los que se convierten a ideologías o religiones alienantes, cabe aclarar, pero es muy típico, que los casos más extremos, caigan en la distorsión cognitiva de la “teoría conspirativa”.
Esto ocurre, porque para que exista una religión o ideología que formule una “solución” al problema y encuentre a un “culpable” de la miseria de muchos, esos muchos deben agruparse y los más “intrépidos” de entre ellos, deben formular algunas consignas e ideologismos o bien dogmas y doctrinas, para poder estar todos de acuerdo en las causales de tal tribulación.
Pero, esto no siempre ocurre… Algunos individuos sencillamente creen que otros tienen la culpa de sus penalidades, pero no encuentran eco en algún colectivo que los vincule con sus “pares”, con los que viven su misma suerte…
Mucha gente, cuando sufren una gran pérdida personal, están enfermas y desahuciadas por los médicos, o cuestiones parecidas, se vuelven miembros fanáticos de iglesias evangélicas o de sectas que les prometen “curaciones milagrosas”, “reinos celestiales” o algún otro ilusorio consuelo o solución para sus problemas.
Otros, viéndose marginados socialmente, creen ver en las ideologías extremistas la solución. Puede que se vuelquen a la extrema izquierda y quieran destruir todo el sistema porque les es “opresivo” o a la extrema derecha, porque creen que ellos sí saben cómo debería funcionar todo y quieren obligar a los demás a seguir sus lineamientos.
Pero quien no tiene un colectivo que seguir o en donde ampararse, se sienta solo, en algún rincón oscuro y comienza a rumiar… Allí es donde en el crisol de su desesperación y su frustración, unen a sus odios, prejuicios, miedos y falta de información sobre la realidad y, casi aleatoriamente, toman una idea (cuanto más loca mejor, ya que a sus mentes enfermas se les presenta como más “reveladora” y original) y creen en ella, como si fuera una verdad absoluta.
A partir de que un individuo cae en este estado, rara vez puede salir del mismo. Todo lo que se le explique en contrario de sus creencias, será parte de la “conspiración” (así como el religioso suele creer que, toda refutación científica y absolutamente evidente de sus dogmas, es “obra del Demonio”). Al enfrascarse en un continuo ejercicio del sesgo de confirmación y hundirse más y más en la disonancia cognitiva, no tiene oportunidad de salir de su alienación.
La patología, lejos de ceder con el paso del tiempo o de ser permeable a la razón y la reflexión, crece y se retroalimenta con cualquier nueva información “útil para la causa”, cualquier estupidez que permita hacer crecer el “pseudo-mito”, la quimera personal.
Los medios modernos de información han contribuido a que este tipo de fenómeno crezca de manera exponencial. Ya no es necesario buscar ese colectivo religioso o político en donde ahogar las propias penas, frustraciones o temores. Ahora se puede encontrar cualquier teoría desquiciada, que justifique lo que sea, en segundos, sólo con abrir un computador o dispositivo móvil y conectarse a la red.
Se coloca una palabra clave en un motor de búsqueda, por ejemplo: “Aliens”, “demonios”, “ángeles”, “OVNIs”, “illuminatis”, “reptiloides” o bien términos del tipo “nuevo orden mundial” , «sionismo internacional», «lobby LGBT», etc… y ¡oh maravilla! … Resulta que se descubre que muchos otros pensaron lo mismo antes…
No importa lo estúpida, trasnochada o absurda que sea una idea, siempre existirá un video, un artículo o algunas fotos, que “confirmen” que “se estaba en lo cierto” (o más bien, que otros locos pensaron lo mismo que él, con anterioridad).
Es así como los conspiranoicos surgen, como se agrupan y multiplican…
Pero falta todavía un ingrediente en todo esto: Los gurúes, los que suelen inventar gran parte de todas las ideas chifladas, pero que a la vez ni las creen ni tienen vocación alguna de divulgar ninguna “verdad”. Sencillamente, se dan cuenta del potencial de una fantasía y la usan para sus propios y lucrativos fines.
Los estafadores, mentirosos de profesión y aquellos que tienen vocación “mesiánica”, jamás se han sentido tan cómodos a lo largo de la Historia. Hoy en día, si se es lo suficientemente descarado, si se carece por completo de ética y de escrúpulos, es muy fácil hacerse rico (e incluso de manera legal), publicando libros, videos, películas o dando “cursos” y «conferencias» sobre estas cuestiones. Lo único que hace falta, es que no tengan el menor sentido, porque “sentido” implica tener que usar la lógica y encadenar razonamientos, evidencias o conceptos, implica estudiar, investigar y capacitarse, y eso ya les queda grande a sus intelectos.
Hay una pléyade de energúmenos que se han hecho ricos y famosos con este método. Todos lo ven, todos lo entienden, menos sus seguidores, los verdaderos adeptos a las teorías de conspiración, que cuan adictos a la peor de las drogas duras, sólo piden y piden, todo el tiempo: “¡Por favor, denme más!”.
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Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»