Nuestra especie es compleja y heredera de todos los rasgos evolutivos de las millones que nos precedieron en el árbol genealógico de la Vida en la Tierra.
A veces, se olvida lo anterior, pretendiendo una visión idealizada y en “blanco y negro”, cuan fotografía vintage, de nuestra naturaleza. Incluso la misma Ciencia tiende a simplificar, en su afán de buscar una explicación para todo, cuando en lo que respecta a la naturaleza humana, la cuestión siempre tiende a ser multifactorial y obedecer a largas cadenas causales, difíciles de “seguir”, dado que se dieron a través de millones de años, producto de la selección natural.
En las últimas décadas, de la mano de la progresiva reivindicación de los derechos a la diversidad sexual y de género, han surgido enésimas teorías que tratan de dar una “razón”, un “porqué” a las variadas tendencias humanas en estos niveles.
No es el propósito de este artículo, el esbozar ninguna nueva teoría al respecto, sino el demostrar lo limitadas que son la mayoría de las mismas, incluso cuando nacen de investigadores que, en apariencia, están completamente despojados de todo prejuicio de género, homofobia o atavismo cultural sobre los “roles” y preferencias de cada quien, en relación a los genitales que posee.
Aspectos de la cuestión:
Se tiende a confundir este problema de clasificación y análisis, al pretender que todo confluye en un solo factor (generalmente la inclinación sexual de cada individuo en particular).
Tal cosa es un craso error y sería conveniente comenzar por diferenciar cuatro niveles de consideración antes de continuar…
1) Morfología sexual: Este es el nivel más fácil de identificar, diferenciar y analizar desde el punto de vista biológico –genético… Existen hombres, existen mujeres y luego hay una gran variedad de dimorfismos sexuales, los cuales pueden o no tener implicancias en las preferencias sexuales o identificación de género de quienes posean tales características.
Los dimorfismos (divergentes a las configuraciones genitales habituales), consisten en mutaciones o alteraciones genéticas, que producen individuos con diversas características hermafroditas o “intermedias” entre ambos sexos.
Esta es la única categorización que se puede atribuir al mundo de lo puramente genético.
2) Identidad de género: Aunque en esto sigue pudiendo existir un componente cromosómico, también existen otros factores. El principal de los de la orbe biológica, es el balance hormonal, generando mayor inclinación hacia una determinada identidad si estos niveles varían.
Sin embargo, la identidad de género va mucho más allá, teniendo componentes psicológicos, estando relacionada con las experiencias vividas a lo largo de los años pero, sobre todo, en la primera infancia, y también a factores indeterminados.
Es preciso remarcar que la misma, no es algo polar o binario… No existe, en esta cuestión, el “par de opuestos” que gustan manejar muchas filosofías o mitologías (no hay “blancos y negros”), sino más bien una (potencialmente) infinita gama de «grises».
En los extremos arquetípicos de este espectro, se encuentra lo “masculino” y lo “femenino”, pero sólo a un nivel absoluto de consideración. Sin embargo, debe quedar claro que no existe ser humano alguno que obedezca a esas identidades de manera total, invariable o monolítica, siendo que todos poseemos ambos géneros en mayor o menor grado en nuestra psiquis profunda y la manera como se combinen, manifiesten a nivel externo y se consoliden para determinar el “género” de la persona, es particular y única en cada caso.
La ceguera de muchos a este respecto, fue el motivo por el cual recién en el siglo XXI, se va dejando en claro la enorme diversidad de géneros, en contraposición a la clásica “dualidad” de los mismos.
3) Inclinación sexual: También parecen existir razones genéticas, al menos como uno de los factores que determinan las preferencias sexuales de cada quien. Hay diversas teorías que adjudican roles importantes a la homosexualidad y la bisexualidad en la evolución biológica –o sea que, en este sentido, parte de las causas de la homosexualidad podrían ser darwinistas.
Pero también existen personas, muchas de ellas homosexuales, que reivindican el haber elegido su condición de tales y otras más, que la explican por alguna vivencia en particular.
Lo que está claro, es que la inclinación sexual parece algo innato… Lo que ocurre después, a lo largo de la vida, es la posibilidad de asumir esta inclinación o no (dependiendo mucho de los factores culturales).
La “elección” de ser o no bisexual, homosexual, transexual, etc. (en contraposición a “heterosexual”) está más que nada relacionada con el “salir del closed” que con la posibilidad de modificar la preferencia real que la persona tenga (la cual, como se dijo, aparenta ser innata en casi todos los casos).
Refuerza esta idea, el hecho de que, durante las últimas décadas, se identificaran un mínimo de 400 especies (además de la humana) en donde la homosexualidad y la bisexualidad son algo común (de hecho, alguno científicos elevan este número a 6000 especies).
Es preciso, sin embargo, el establecer otro espectro de consideración: No existe una sola persona en el planeta, que sea 100% heterosexual u homosexual. De nuevo en este aspecto, se da la infinita gama de grises y es posible que alguien canalice sus deseos e inclinaciones a través de diversas formas de sexualidad, conforme evolucione como persona y se den los acontecimientos de su vida.
Se puede encontrar un marcador genético o una estructura sináptica que determine un aspecto peculiar en el tipo biológico o la psiquis de un individuo. Pero la sexualidad humana es algo muy complejo y jamás se identificará una «causa» unívoca o específica para cada tendencia.
Aquí también, habría que decir que existe un “par de opuestos” arquetípicos, pero que no se dan de manera “absoluta” en ninguna persona, ya que cada quien pertenece a un “gris” intermedio, a veces más hetero, a veces más homo, a veces dual y otras difuso.
Esta “posición” dentro del espectro aludido, puede variar, pero la tendencia general a uno de los “polos” sexuales, no…
4) Rol social: Finalmente, encontramos una última diferenciación… La que signa nuestro entorno, pero que también puede ser en parte voluntaria… El “rol social”, la forma de vivir de cada quien.
Esto nada tiene que ver con el género con el cual alguien se identifique o con sus preferencias sexuales (que, a su vez, pueden ser diferentes a las esperables en una determinada identificación de género). Alguien puede asumir un rol que no es el que prefiere o con el cual se identifica, por los avatares de su vida, la presión social, cultural, religiosa o familiar…
De hecho, este último aspecto es el más determinante en casi todos los casos y es el que más urge depurar y modificar, para que los seres humanos podamos alcanzar nuestra verdadera esencia e identidad durante los días de nuestra vida.
No se puede tener una vida plena sin haber adquirido una identidad de género sólida y libre, sin prejuicios relativos a nuestra morfología biológica y tampoco se puede vivir con sentido y plenitud, si no se practica una sexualidad completamente en sintonía con las propias inclinaciones y necesidades (según las propias necesidades y no conforme a los tabúes imperantes).
En este sentido, el “rol social”, sexual y de género, debería ser idéntico a lo que cada quien prefiera de los puntos (2) y (3) antes citados. Pero, por desgracia, nunca en la historia, en especial de la judeo-cristiana, esto fue así, siendo un logro del humanismo moderno el ir, paso a paso, equilibrando las cosas y logrando un mayor “sinceramiento” y libertad en estos aspectos.
Es algo más que evidente, aunque no todos lo entiendan así, el que no siempre la identidad de género adjudicada por la sociedad a un individuo o la expresión práctica de su sexualidad, se correspondan con su verdadero sentir.
Muchas personas cometen el error de pensar que quienes, por razones traumáticas o de privación de sus derechos como individuos, han tenido que practicar una sexualidad cuya inclinación les es ajena, por eso han de identificarse con la misma.
Este no es el caso, y se puede refutar por dos razones de peso: La homosexualidad, por ejemplo, no surge desde el momento en que se practica el sexo de esa tendencia por primera vez, sino que se tiene ese deseo / impulso / identidad, desde mucho antes (al menos en la mayoría de los casos).
Al mismo tiempo, muchos presuntos “heterosexuales”, que hasta tienen familias e hijos con el sexo opuesto (biológicamente hablando), en realidad son homosexuales que se vieron forzados a vivir como “heteros”, por su educación religiosa, la presión de sus familias u otros factores.
Ni lo uno ni lo otro define la verdadera inclinación sexual de alguien o su identidad de género, sino lo que realmente desea y siente… Que pueda llevar lo anterior a la práctica, con libertad y sin conflictos, es algo que en una pequeña parte dependerá de su voluntad y coherencia existencial y en mucha, del entorno que le tocó en suerte (tanto al nacer como al crecer y madurar).
También hay personas que practican la bisexualidad y la homosexualidad sin ser ninguna de las dos cosas: En el caso de quienes trabajan con su propio cuerpo (prostitutas, taxi boys, etc…), en muchos casos, se llevan a cabo actividades contrarias a las propias inclinaciones y gustos, para satisfacer al “cliente”. Sin embargo, esto no es lo mismo que ser “homosexual” o “bisexual”. Por lo cual, debe quedar claramente definida la diferencia entre “ser y hacer”, en este sentido.
En otro tipo de situaciones, se da que algunas personas tienen relaciones homosexuales en algún momento de su vida (particularmente en el período de exploración que comprende la pubertad y la adolescencia) y, aun así, poseen y mantienen una inclinación heterosexual y terminan por desarrollarse como tales.
De igual forma ocurre lo opuesto: Individuos homosexuales que, de vez en cuando, como curiosidad, exploración o casualidad, tienen relaciones heterosexuales (a veces hasta procrean descendencia), pero esto no define su inclinación ni gustos personales.
De nuevo, la práctica de la sexualidad en sí, no dice gran cosa sobre la condición sexual de cada quien (su inclinación real). Para determinar esto, hay que entender su verdadera libido y naturaleza profunda y en cuanta medida, hasta el momento en que se lo evalúe, dicho individuo tuvo la posibilidad y/o fue capaz de ejercer su libertad y derechos en ese sentido.
No se trata de enfermedades: Ya hace más de un cuarto de siglo (17 de mayo 1990), la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) elimino a la homosexualidad de su lista de patologías psiquiátricas. Pese a ello, todavía existen “científicos” y “médicos” empeñados en encontrar un marcador o causa puntual para lo que en realidad no es una condición dada, sino una “constelación” de preferencias.
Es por este prejuicio homofóbico, que todavía se tratan de buscar genes, alelos o conexiones sinápticas específicas, que generen a estas supuestas “enfermedades” o «anomalías».
Por desgracia, existen muchos profesionales de la salud, con dogmas religiosos (generalmente abrahámicos) que dejan filtrar sus mezquinas creencias al ámbito de su profesión.
Como he dicho muchas veces, un científico no tiene porqué dejar de practicar una religión, si siente que la necesita. Pero cuando ejerce su actividad, debe dejar de lado todo dogma o condicionamiento, ya sea filosófico o moral.
Lejos de ser una condición puntual (mucho menos patológica) cualquier preferencia sexual alternativa a la heterosexualidad, no es sino una característica particular de la persona. Lo mismo vale para las diversas identidades de género y los roles sociales que cada uno asuma.
Todo esto, en conjunto, nos muestra una complejidad y riqueza imposible de mensurar en toda su magnitud. Tal cosa, lejos de ser una preocupación, debería generarnos satisfacción, ya que evidencia lo compleja e interesante que es nuestra naturaleza humana.-
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Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»
En realidad, al menos en Biología, los dimorfismos distan mucho de ser eso, y responden mas bien precisamente a lo que nos permite diferenciar a un hombre de una mujer. Dimorfismo sexual es el fenómeno representado por las diferencias morfológicas entre machos y hembras de una especie, más allá de los caracteres sexuales primarios. Este dimorfismo se ve representado, por ejemplo, en la cola de los pavos reales macho, en la melena de los leones macho, los cuernos del macho cabrío, o la cresta del gallo. En nuestra especie, este dimorfismo puede apreciarse, por ejemplo, en la nuez de adán, la masa muscular, las espaldas anchas o la presencia de vello facial en hombres; o las caderas anchas, el cuerpo curvilíneo, y los rasgos por lo general más delicados en las mujeres.
El punto está justamente en que las formas dimórficas infrecuentes, en nuestra especie, eran todas consideradas patologías o «malformaciones», hasta hace muy poco.
A partir de la reivindicación de los derechos de género, sexuales, etc… hay que diferenciar entre las peculiaridades dimórficas que son producto de alguna enfermedad y que pueden traer consecuencias en la salud del individuo (por lo cual deben ser tratadas) de aquellas que sólo matizan su morfología externa o interna, respecto de la generalidad de individuos de la especie (y por tanto son parte de la propia identidad individual y o una «enfermedad»).
El artículo trata de explicar que existen dimorfismos infrecuentes, que van más allá de la «típica» configuración femenina/masculina del Homo Sapiens.
Por lo demás, creo que huelgan las aclaraciones, porque el artículo explica el resto.
Gracias por comentar. Saludos.