Teniendo en cuenta dilemas éticos frente a la pena de muerte, me gustaría saber: Cuál es la posición del paganismo en la cuestión del derecho a la vida y el derecho u obligación de quitarla…
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Cualquier verdadero pagano, fuera de la Antigüedad o de los que vivimos en el presente, respeta, honra y valora a toda vida como sagrada. En tanto que adoramos a la Naturaleza y a sus fuerzas y manifestaciones (los seres vivientes), no sería coherente proceder o pensar de otro modo.
Dicho esto, el respeto a ultranza de la Vida no significa ni ser “pacifistas” (que no es lo mismo que ser “pacíficos”) ni partidarios de algo como el ahimsa (no-violencia, en las religiones dhármicas -como el buddhismo o el hinduismo).
Al mismo tiempo, casi todo pagano se considerará un humanista y por tanto defensor y guardián de los DD.HH. Pero esto tampoco determina que procedamos, sea en momentos de crisis o peligro físico o en casos en donde existe algún peligroso criminal al que neutralizar, como lo hacen los cristianos (poniendo “la otra mejilla” o no resistiéndose al mal).
Para los paganos, el luchar por la Justicia es un deber, ya sea apoyando a la formal (a la vigencia de las leyes y el Estado de Derecho) si ésta funciona de manera adecuada o bien a la natural, si las cosas van mal y la Justicia sólo prevalecerá si los fuertes y valientes defienden a los débiles, a quienes son inocentes y no pueden defenderse.
En el Paganismo no existe la redención y el “arrepentimiento” no es una virtud o atenuante de la pena o el castigo por el daño infringido a otros. Consideramos que cada uno es dueño de su voluntad y absoluto responsable de sus actos. Toda acción, una vez llevada a cabo, queda impresa de manera indeleble en la Eternidad y nada ni nadie, ni dios ni poder alguno, puede cambiarla.
Por esto mismo, para el pagano, el “perdón” es sólo una catarsis emocional (tanto para el que lo ofrece como para quien lo solicita con real arrepentimiento), pero jamás implica reducción o eximición de culpa.
Yendo al punto central de la consulta: No hay un consenso general sobre la pena de muerte dentro del colectivo pagano, a un nivel global. La postura difiere bastante entre cada tradición que se quiera considerar. Por tanto, lo que sigue es en parte mi opinión al respecto (pero basada en la línea de pensamiento que el paganismo ancestral tenía sobre la cuestión y, a la vez, iluminándola con el humanismo moderno y el conocimiento actual sobre psicología y sociología con que nuestra especie cuenta).
No existe ningún Estado sobre la Tierra que sea tan eficiente, incorrupto y meticuloso en la implementación de los procedimientos judiciales, en su imparcialidad y en el uso del método científico para investigar los crímenes, como para poder hacer genérica a la pena capital, por ejemplo, incluyendo a todos los crímenes que deriven en el fin de la vida de la víctima o en daños irreparables hacia su persona física o respecto de su estado mental.
Por eso mismo, creo que la mayoría coincidiremos en que la pena de muerte para criminales comunes es sólo justa, y una buena idea, en la “teoría”, jamás en la práctica.
Si se condenara a muerte a un inocente, en virtud de lo irreversible del hecho, todos los actos de justicia y ajuste de cuentas con los peores criminales no valdrían nada y pondrían a los jueces, juristas e investigadores, al mismo nivel que los asesinos.
Pero además hay otro aspecto en la cuestión: Los paganos no tememos a la Muerte y no nos preocupa qué pueda venir después (porque en ningún caso creemos en recompensas o castigos eternos). Por esta razón, también me atrevería a decir que la gran mayoría de los miembros de nuestro colectivo pensarán que una cadena perpetua, efectiva, sin privilegios o posibilidad de conmutación o libertad condicional, es un castigo mucho peor que ser ejecutado. Creo que esa misma debe ser la pena a que se condene a todo asesinato premeditado, violación o secuestro seguido de muerte o afines.
Ahora bien, una sociedad civilizada, a través de las instituciones de su Estado, debe velar por la seguridad de todos sus ciudadanos. Por ese motivo, la principal razón para impartir justicia y encarcelar a los criminales es sacarlos de las calles, separarlos de las personas honestas, para que las mismas vivan en paz. También es necesario que exista un sentido de justicia para las víctimas y/o sus deudos; un sentido de castigo para el criminal y si el delito fuera leve, tal vez una posible rehabilitación. Pero todos estos otros factores son inferiores en prioridad e importancia al primero: Neutralizar al criminal.
Aunque nunca se aplique la pena de muerte para delincuentes comunes, esto puede ser logrado a cabalidad con un sistema judicial operativo y funcional, que esté manejado por profesionales y separado completamente de los demás poderes del Estado (que ningún político se inmiscuya en el tema) y si tiene los medios económicos, tecnológicos y científicos para investigar, juzgar y condenar adecuadamente.
No obstante, hay individuos que, por su poder, fama, historial criminal o peligrosidad extrema, no pueden ser totalmente neutralizados incluso si se los mantiene en “confinamiento solitario” y de por vida.
Ejemplo de esto son los terroristas de rango internacional, como Osama bin Laden; dictadores genocidas como Muamar Gadafi o Sadam Husein; mafiosos como John Gotti o carteles narcos como Pablo Escobar Gaviria, quienes manejaban sus “negocios” desde la cárcel, incluso sin estar en contacto con otros reclusos, usando sobornos y coerción sobre los guardia cárceles y policías; asesinos seriales como Ted Bundy, quien logró escaparse dos veces de su encarcelamiento y en una de esas ocasiones mató a cuatro mujeres jóvenes de manera atroz, antes de ser recapturado; criminales de guerra como los nazis Hermann Göring o Adolf Eichmann, responsables de millones de muertes y torturas, a quienes de haber sido condenados a algo menos que la muerte habría ocasionado un ultraje para sus incontables víctimas y sus familiares, etc…
Todos esos tipos de lacras humanas deben ser eliminados de la sociedad de manera irreversible y efectiva y la única forma de hacerlo es matándolos.
Al argumento de que el proceder así implica “ser igual que ellos”, se puede oponer la simple lógica y un sentido agudo de la ética: No deben ser violados los DD.HH. de esas personas, se los debe juzgar con imparcialidad y con derecho a una defensa, pero una vez encontrados culpables (lo cual en todos los ejemplos que nombré fue “un trámite”), deben morir conscientemente y con dolor. Sólo así la Justicia puede ser satisfecha, sólo así las víctimas pueden descansar en paz y los que lograron sobrevivir tener la certeza de que la civilización, a pesar de todo, continúa.
Toda vida es sagrada, pero quien dispone de la de otros, en particular si son seres inocentes, pierde el derecho de que a la suya se la respete a ultranza y de ser necesario le debe ser quitada, no por capricho o voluntad de algunos, sino por convicción y decisión de toda la sociedad, representada por los poderes del Estado y por la Justicia, que no es otra cosa que el anhelo de vivir con reglas de convivencia civilizada que tiene una sociedad, plasmada en un organismo operativo para el logro de ese objetivo.
A veces matar es defender la sacralidad de la vida… Como último ejemplo pondré uno que uso con frecuencia: ¿Qué debe hacer un policía armado que se allega a una escena donde un psicópata tiene un puñal en el cuello de un pequeño niño? ¿Tirar a herir? ¡No! Seguramente el criminal usará el puñal por venganza o incluso por acto reflejo… Debe tirar a matar, de manera firme y certera… Y justamente para defender la sacralidad de la vida, que en mi ejemplo se expresa en la vida inocente del niño en peligro y no en la de su victimario.
Concluyendo: Los paganos no creemos en la redención ni que exista forma de compensar actos que implicaron el fin de una vida inocente.
Mayormente, no pretendemos que la pena de muerte sea aplicada en general, por lo ya expresado, pero sí sobre aquellos cuya peligrosidad o maldad no amerita otra cosa, tanto porque cualquier condena menor sería una burla para las víctimas, como por el hecho de que ninguna fuerza penitenciaria o cárcel del mundo los puede contener con seguridad y para siempre.
Defendemos la sacralidad de la vida cuidándola y respetándola, pero como la Vida es el “juego de buscar el mal menor”, a veces, para protegerla en general o en particular (respecto de las víctimas inocentes) hay que llegar a matar… En ocasiones será un soldado o guerrero defendiendo a su país o a la libertad de sus compatriotas; en otras, un verdugo que obrará en nombre de aquellos que ya no pueden hablar u obrar, porque fueron privados de sus vidas por quienes van a ser y deben ser ejecutados.
Por todo esto, aunque la Vida es sagrada, en ocasiones, la pena de muerte es la mejor opción para honrarla y preservarla.