En ocasiones, pienso que todo el movimiento pagano es fútil, que nunca llegará a ningún lado… La enorme cantidad de distorsiones, trivialidades, “alegres eclecticismos”, pseudociencias, sesgos y errores respecto de la historia y del análisis crítico, que se pueden ver en casi todas las corrientes y tradiciones, pocas veces me dejan tener esperanzas en otro sentido…
Es penoso cuando uno ve gente joven (o no tanto) que recién se inicia en nuestro camino y que no entiende el pasado o no puede vencer la inercia de las creencias abrahámicas. Pero, cuando la falta de sentido de la historia; cuando el desconocimiento de la evolución social y cultural de nuestra especie y del cómo observar, estudiar y aprovechar el legado ancestral, surgen de personas cultivadas, de académicos y/o eruditos en ciertos temas, entonces todo parece perdido.
Es algo ya muy trillado el definir “qué es” el paganismo y en qué consisten cada una de sus tradiciones o corrientes. No es esa la intención de este artículo… No obstante, parece necesario profundizar en el entendimiento de lo que realmente es una religión (asumiendo que todos estarán de acuerdo en que el “paganismo” es un conjunto muy amplio de las mismas y no otra cosa).
Si uno ve a los cristianos, hindúes, buddhistas, musulmanes o lo que fuere, siempre y cuando sean personas que se tomen en serio a sus creencias, observará que no sólo practican rituales, cumplen con celebraciones y leen sus escritos sagrados. Además de eso, y principalmente, tienen una cosmovisión y, más que nada, una filosofía moral, relativa a su credo… Y no hay que llamarse a engaños: El esquema conductual de cualquier religión está basado en la sacralización de su pasado histórico, del respeto por sus principales ancestros y en la contemplación devota de sus mitos.
Si se despoja a cualquiera de esas religiones de la orientación conductual que las mismas formulan, ya no se las podrá reconocer, ya no serán más que galimatías teológicos o filosóficos (ejemplo de ello son la teosofía y el ocultismo victoriano).
Entonces, ¿por qué hay gente que cree que el ser pagano no implica hacer un completo “reset” de todas las reglas morales, tabúes, tonterías ideológicas y costumbrismos ovejunos que se nos inculcaron en la infancia o que nos machacaron durante nuestras épocas de estudiantes? ¿Cómo es que no se comprende que, para la conversión completa y coherente a cualquier corriente del paganismo, se requiere una total reconstrucción de la propia ética, cosmovisión, pensamiento teológico y, en general, de la forma de actuar y ver el mundo? Y si se lo comprende, no hay que perder de vista algo igual de importante: Ninguna supuesta virtud, bien o principio moral, debe tomarse por válido sin una profunda, lógica y desapasionada revisión, ya que casi todo lo que el mundo moderno entiende por tal, es sencillamente el cúmulo de dogmas conductuales nacidos del tronco bíblico y, como opuesto a los mismos, de las ideologías colectivistas ateas del s. XIX y XX.
Pero me detendré aquí, porque no es mi intención (al menos, no esta vez) el ahondar en cuestiones éticas o afines. Mi objetivo, con este artículo, es alertar a quienes realmente pretendan tomar en serio a nuestras tradiciones, que deben pensar y obrar en consecuencia y no sólo cuando estén practicando rituales o en momentos en que se debata sobre religión, tomando un café o una cerveza.
El ser pagano es una actividad 24/7 y debe calar en lo más profundo de nuestros huesos y fluir tan fácilmente en nuestro interior, como la propia sangre.
Nuestro hemisferio occidental está traumado, sufre de prejuicios inversos a los que otrora, lamentablemente, mantuvo a rajatabla. Todo el mundo critica a los países centrales de Europa o América, casi siempre con justa razón, pero rehúsa ver las más supinas atrocidades en las naciones “periféricas”. Todo el mundo sigue hablando de la Inquisición o las Cruzadas, lo cual es enteramente válido, a partir de que destrozaron la vida de millones, pero omite criticar o incluso justifica (a veces con vehemencia) a las muy actuales fatwas y las yihads islámicas o los genocidios por problemas étnicos o religiosos en el Asia, en Europa del Este o el África. Muchos criticaron la guerra de Irak del 2003, pero “bendicen” la cruenta invasión que Rusia está llevando a cabo en Ucrania…
Esto también se extiende a la historia y es particularmente ofensivo y desesperanzador, cuando paganos cultivados atacan a las más altas culturas de la Antigüedad, sólo porque les parece consecuente con sus modernas ideologías de “colmena”, de «corrección política» y de igualitarismo forzado, sólo porque prefieren a las ovejas y no a las águilas o los lobos.
No puede evitarse el captar que extrapolan lo que suelen hacer con el mundo moderno: «Todo lo que provenga de Europa o USA es malo, todo lo del Tercer Mundo es genial o, por lo menos, tiene justificación…» (suelen inferir).
Del mismo modo, se hace a un lado la lapidaria verdad de que, sin aquellas grandes culturas del pasado, sin sus batallas, guerras e incluso su crueldad, no existiría el mundo moderno y quizás viviríamos en una suerte de teocracia global, regida por algún reyezuelo o pontífice que nos diría que pensar y hasta cómo lanzar nuestras flatulencias.
He podido ver (leer o escuchar) enésimas veces, que las mismas personas que se afanan en comprender y contextualizar cosas como los sacrificios humanos o las matanzas entre tribus, comunes en algunas culturas antiguas, sin solución de continuidad, ven a las más ordenadas, urbanizadas y cultas naciones de antaño, casi como si hubiesen sido el III Reich, sólo por ser belicosas y por haber conquistado a otras naciones.
Es ahí donde aparece el pensamiento de colmena… La pesada mochila que dejó a Occidente el cristianismo y, más tarde, el marxismo.
¿Cómo no se comprende que, si una cultura llega a poder elevarse a las más altas cumbres del arte, la ciencia, la técnica o de lo espiritual, es porque primero y durante mucho tiempo, luchó contra todo aquello que le estorbaba o hacía peligrar su paz y tranquilidad, a veces, con la más absoluta dureza e implacable consecuencia?
Tal y como su ceguera ideológica no les permite ver que si tienen la libertad y oportunidad (mediática, de tiempo vital y de ánimo) de criticar a las naciones de mayor poderío comercial y tecnológico, es precisamente porque usan ingenios, servicios y productos inventados, fabricados y gestionados en esos mismos países.
Del mismo modo, muchos han vuelto la vista al pasado, denostando costumbres, formas de organización social y esquemas cívicos que, aunque ciertamente ya no sean válidos u operativos para nuestra actual civilización, fueron fundamentales para el surgimiento de la misma.
Vale decir, si Sócrates se sentó una vez en las escalinatas de Atenas, para conversar y enseñar su sabiduría a sus discípulos; si Platón pudo fundar la Academia y Aristóteles escribir sus magnas obras, fue porque se ganaron las Guerras Médicas, porque Clístenes inventó la democracia; porque Esparta salvó a Europa entera de la tiranía persa y porque todas las polis entrenaban hoplitas para defenderlas. Si la ciencia y la tecnología llegaron a producir maravillas como el Mecanismo de Antikythera, las máquinas hidráulicas de Herón de Alejandría; si el mundo vio surgir a la Gran Biblioteca de esa ciudad, no fue sino por el Gran Alejandro III de Macedonia, que estableció puentes culturales, que llevó la razón y la luz cultural de la Hélade a casi todo el mundo conocido de entonces. Finalmente, si Roma fundamentó el derecho moderno, si nos dio el orden y el Estado tal como hoy lo conocemos, fue porque existieron el Senado, los Césares y las legiones, así como la Pax Romana que éstos llevaron a medio mundo.
Toda la sensibilidad humanista del s. XXI, maravillosa, importante y éticamente elevada como es, no habría logrado nada de lo dicho más arriba.
Cada época y cultura buscaron y, a veces, encontraron la forma de solucionar los problemas de la vida, de lograr la supervivencia y de sobrellevar lo que el Destino les deparaba… Algunas lo hicieron mal y casi ni llegaron a formar parte del recuento histórico; otras medianamente bien y dejaron su legado y otras más, brillaron a través de los siglos y milenios, dándonos la chance de que hoy podamos vivir como vivimos, de que hoy podamos pensar con libertad e ilustración y expresar eso que pensamos.
Si hoy somos tan sensibles, humanistas y “modernos”, fue gracias a todas aquellas culturas y no pese a las mismas. ¡Tengamos pues respeto, agradecimiento y veneración por ellas y no al contrario! Porque son nuestras raíces primeras y la piedra fundamental de nuestro mundo actual.
Para finalizar, sería deseable el recordar dos cosas: La máxima virtud del paganismo clásico era el Areté (la constante autosuperación en todos los niveles), y se trataba de una cuestión individual, no colectiva (no “de colmena”, no colectivista). Por otro lado, la “paz”, tan preciada como es, no es otra cosa que un subproducto, existe legítimamente sólo cuando hay Justicia y Libertad, no se busca, sólo se da, sólo florece cuando esas otras cosas ya existen. Por eso el “pacifismo” es contrario al pensamiento pagano, porque la “paz a la fuerza” sólo puede existir en los desiertos, en las necrópolis y los lugares sojuzgados por los totalitarismos (del color que fueren).
Si se quiere transitar de verdad el camino pagano, si se quieren rescatar los valores ancestrales, que pueden moderar y dar sentido a nuestras presentes (y muchas veces miserables) vidas, hay que hacer algo primero: Respetar y venerar a los grandes héroes y a las grandes culturas que construyeron la historia de nuestra especie… Y no, no sólo a los sabios y pensadores, porque esos sólo aparecieron cuando otros grandes personajes ya habían hecho el «trabajo sucio», dejando en condiciones a las naciones y las ciudades, para que la cultura y el saber pudieran florecer y no extinguirse bajo la tiranía del oscurantismo, la barbarie o la total mediocridad, factores que siempre pugnan por resurgir y prevalecer en nuestra especie.
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Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»