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El Hombre Posmoderno, debido al gran caudal de información que maneja y a la posibilidad de estar al tanto de todo lo que pasa en el planeta, a encontrado la perfecta forma de no solucionar nunca nada…
Los culpables de todos los problemas del mundo, siempre son cosas ajenas a él mismo… A veces míticas (no es raro ver por allí a personajes que culpan a los alienígenas de sus miserias), a veces reales; siempre estereotipadas.
En otras ocasiones, son colectivos u organizaciones reales, como las corporaciones, los políticos, los bancos, los gobiernos; algunas clases sociales, etc…
También suele elegir como «causa de todos sus males» a un sistema de creencias, grupo humano, cultura o etnia que no comprende y/o a la que no pertenece…
Cualquier cosa sirve, mientras desvíe su atención de él mismo.
Esto es así, porque el Hombre Posmoderno, dejó de ser un individuo para convertirse en un receptor de prejuicios sociales, que sintoniza de manera más o menos aleatoria, el canal, la frecuencia o el medio a través del cual su cerebro se llenará de desinformación.
Esa es la «receta mágica» que lo libera de toda responsabilidad, que lo hace resignarse a todo y le permite no hacer nada, vivir como una víctima y creer que está en lo cierto; para gritar y quejarse continuamente, pero siempre evitando tomar las riendas de su propio destino.
Protesta contra fantasmas, pero no se ocupa de lo que tiene frente a sus narices. Es «revolucionario», pero desde su tablet o smartphone. Odia el dinero, porque no lo tiene. Odia la modernidad, porque no la comprende. Odia a el conocimiento, a la Ciencia y al progreso, porque no tiene las luces para formar parte de ello.
El Hombre Posmoderno, cree que nació con el derecho de reclamar, que la «justicia social» crece en los árboles y el camino a la «liberación» es irrespetar, destruir o confiscar la propiedad privada.
No tiene sueños, metas ni proyectos, porque está demasiado ocupado en destruir las metas, sueños y proyectos de los demás.
En su afán por pertenecer sin ser y por obtener sin merecer, pierde su vida en vano y se condena a él y a su generación al más patético de los ridículos.
¿Logrará la Humanidad superar esta era de estupidez? Probablemente sí, pero nadie que viva hoy alcanzará a ver ese cambio durante su tiempo vital.-