Con frecuencia, sea en el mundo virtual o el físico, me cruzo con paganos que se creen «especiales», nacidos bajo un signo que los hace diferentes, sólo por transitar el sendero que han elegido, vale decir, el re-descubrimiento o re-interpretación de alguna de las tradiciones legadas por nuestros ancestros pre-cristianos.
Entre los que así piensan, se distinguen muchos practicantes de la Wicca, en especial, los que creen ser «brujos/as», haciéndolo, a veces, en el sentido de imaginar que poseen dotes casi «sobrenaturales».
Desde luego que es perfectamente lícito y válido a nivel lingüístico, el hacerse llamar brujo/a, si la persona practica alguna tradición en donde la magia y el ritual tengan gran protagonismo y, muy especialmente, si la misma tiene raigambre europea.
El punto no es la terminología o la propia identificación con ella, sino la pretensión de que, quien se enrola en ello, goza de facultades o atributos diferentes de los demás mortales. Llegándose al extremo de creer que se poseen «poderes paranormales» o potestad para dominar la «realidad» o a los demás seres humanos.
Lo anterior, y por más que las diversas mitologías y sistemas de creencias gestadas por nuestra especie con el correr de los siglos, lo avalaran, es algo propio de personas pre-modernas y poco ilustradas, que todavía creen en lo sobrenatural pero, que además, buscan compensar su carencia de autoestima mediante ilusorias dotes o facultades.
Esta tendencia, por desgracia se ve reforzada, en especial entre la gente joven, por los estereotipos que del brujo/a (o de los paganos en general) tienen el resto de la sociedad y que, frecuentemente, son plasmados en la ficción cinematográfica, literaria o televisiva.
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Los talentos naturales y el aprendizaje:
Parecería obvio, que ninguna clase de atributo o habilidad, «nace» con el individuo sino que se desarrolla con los años de vida y experiencia, sin embargo, para muchos, esto no lo es tanto.
Es una verdad médica y científica, el que gran parte de nuestras posibles cualidades y talentos en la vida (así como nuestras carencias e ineptitudes) están signadas por los genes. Hoy en día se cree que alrededor del 80% de lo que somos o llegaremos a ser en algún momento, está marcado, de natura, por las combinaciones de los genes y alelos aportados por nuestros padres (y ancestros en general). Tan sólo el otro 20% restante, es una mezcla del ambiente y del «azar», al que eufemísticamente podríamos llamar «libre albedrío».
Pero lo anterior no significa que uno nazca con dotes especiales o diferentes de los demás seres humanos. Si bien, cada uno de nosotros, es único en su genética y capacidades (o falencias), no lo es menos, que son muy pocos quienes sobresalen del resto, en el campo que se quiera considerar.
Lo anterior se da, porque incluso si alguien goza de potencialidades heredadas sobresalientes, de nada le servirán si no las desarrolla, cultiva y practica durante toda su vida.
Si una persona tuviese una genética tal, que le permitiera alcanzar un desarrollo muscular y psicomotriz, que lo pudiera convertir en un atleta olímpico con múltiples medallas de oro, o su equivalente en otros ámbitos deportivos, pero jamás practicara ninguna actividad física o se entrenara con intensidad, de seguro, no lograría ningún objetivo o se haría notar en ese aspecto.
Puede decirse lo mismo de las habilidades mentales e intelectuales… Alguien puede tener un IQ de 200, pero si no se cultiva, si no aprende a usar la razón y hace crecer constantemente su ilustración, no será menos mediocre que otros con la cuarta parte de esa capacidad intelectiva.
Ahora bien, ¿por qué algunos paganos (en especial wiccanos) pretenden ser «especiales» de nacimiento? ¿De dónde han sacado que pueden descollar en el estudio de las creencias ancestrales, la magia o cualquier actividad análoga, sin trabajo, estudio y muchos años de práctica?
Creerse (o incluso «ser») brujo/a, no hará que la persona sea impermeable a las penurias de la existencia. La misma se enfermará, deprimirá o fracasará; se lastimará o será dañada por los demás o por el entorno, al igual que cualquier otro mortal; la lluvia la mojará y el sol la acalorará como a todos los demás (porque, por más que se adorne con epítetos e «iniciaciones», nunca dejará de ser un simple humano…).
Tampoco el creerse tal, implicará un mayor control sobre los avatares del destino, sobre los demás o en relación al propio futuro, prosperidad y felicidad.
Esto será así, sin importar que provenga de una dinastía de «brujos/as», de varias generaciones… Las capacidades potenciales pueden heredarse, pero si no se cultivan con muchos años de esfuerzo, jamás serán más que alelos genéticos desaprovechados.
Si bien es cierto que el practicante de cualquier disciplina espiritual, si es constante y dedicado, irá aprendiendo a vivir con mayor asertividad, aprovechando cada día de su vida y, con ello, llegando (quizás) a tener éxito en lo que se proponga. Tal cosa, no es para nada diferente respecto de lo que le ocurrirá a alguien que use otro tipo de técnicas o recursos, completamente alejados del Paganismo o de la Brujería.
La práctica de la magia u otras disciplinas de corte «espiritual», pueden dotar al individuo de mayor capacidad o posibilidades de éxito en la vida pero, esencialmente, lo harán de manera similar a cómo un empresario con experiencia o un experto en marketing lograría hacer mejores negocios que alguien sin preparación alguna en el tema. Aprender a manejar aspectos sutiles de la mente ayudará al practicante a afrontar mejor las crisis de la vida, pero no por eso le otorgaría la capacidad de llevar a cabo milagros o portentos…
Es preciso entender, que la pretensión de ser «especiales» de algún modo (excepto quizás por el honor de ser continuadores de una tradición ancestral y el natural orgullo que esto conlleva), es una lacra propia de religiones oscurantistas y no de las «apegadas a la Tierra».
El pagano sabe que es una parte más de la Madre Naturaleza, una infinitesimal. Esto no lo incomoda, sino que le da un verdadero y final sentido de pertenencia.
Origen de la pretensión de superioridad:
Los milagros y los estados «superiores» del ser, son conceptos propios de las religiones abrahámicas o de la mística orientalista (respectivamente). En el Paganismo, no se buscan poderes psíquicos (y, por lo general, ni siquiera se cree en ellos), no se tiene fe en «milagros» (a no ser por el mismo hecho de estar vivos, de ser y de existir) y no hay lugar para planteos sobre «estratos espirituales», en donde alguien ha alcanzado un nivel superior al de los demás.
Lo único que cabe distinguir entre las personas, dentro de la óptica del Paganismo, es su nivel de conocimientos y experiencia. Es así que el que más sabe, instruye al que conoce menos o que poco ha experimentado. Sin embargo, esta relación puede variar con el tiempo, ya que alguien que avanzó mucho puede, eventualmente, quedar rezagado y así como alguien que es alumno hoy, puede ser maestro mañana.
Es muy importante entender esto y sacudirnos las lacras judeo-cristianas, de creernos «elegidos». No hay «hijos de un dios» y otros que no lo son, no hay «pueblos elegidos» y otros maldecidos; no hay «santos» ni «pecadores». Pero también, no caer en la trampa de creer que el «ser brujo/a» conlleva las estupideces que, siglos atrás, imaginaban los cristianos sobre el tema…
Aquellos que remedan la mitología cristiana sobre la brujería, le hacen un flaco favor a la dignidad de esta tradición europea y ridiculizan al neo-paganismo, al reducirlo a la caricatura con la que lo vislumbran sus enemigos…
Por tanto, no hay que caer en esos errores, producto de sistemas de creencias pusilánimes, que no se animan a enfrentar la existencia desde el llano, con el cabal conocimiento de que sólo somos una especie más en la Tierra y que la Tierra es sólo un planeta más en el Universo.
Nuestra noción pagana de «conexión con la Naturaleza», no debe ser entendida como un signo de superioridad, sino de pertenencia, de armonía con ésta.
Debido a ello, sería muy deseable que, al transitar cualquiera de los caminos que plantean nuestras tradiciones, no creamos que «nacimos especiales», que «fuimos signados para…» o que «somos diferentes», porque la única diferencia que podremos alcanzar respecto de los demás seres humanos, sean estos paganos o seguidores de cualquier otra creencia o falta de ella, estará dada por lo que logremos en base al estudio, la práctica y el constante enfoque en la meta que nos hemos propuesto.
Resumiendo:
No nacemos paganos, no nacemos brujos, no somos «especiales». Tenemos potencialidades latentes, las cuales con trabajo y constancia, con estudio y dedicación, podemos llegar a evidenciar frente a los demás. ¡Eso es todo!
Los conocimientos no se heredan, se adquieren con el estudio; la experiencia no se transmite, se obtiene con muchos años de caminar por la Vida.
El entender lo anterior, de manera clara y sin auto-engaños, es fundamental para progresar en el sendero que hemos emprendido.
Los paganos somos sólo humanos… No caigamos en las mismas ridículas actitudes de quienes pertenecen a credos que, en un momento dado, hemos abandonado o rechazado. Vivamos nuestro paganismo con un verdadero sentido de lo que somos y de nuestra pertenencia y conexión con la Madre Naturaleza. Entonces eso y no otra cosa, será lo que nos distinga de los demás…
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Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»