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Este es un artículo a modo de reflexión, sobre lo erróneo que es hablar de buenas y malas...

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Tiempo de lectura: ~7 minutos. 2056 palabra(s).

Si quieres ser alguien, se tú mismo…

Lucifer (by Gustave Dore)Todo el mundo se llena la boca hablando de «ser buenos», del valor de hacer «el bien» contra «el mal», de ser «bondadosos» con nuestros semejantes y otras muchas expresiones parecidas, que en realidad, son imprecisas y acomodaticias.

¿Qué es «ser bueno», en primer lugar? A esta simple pregunta, una legión de personas responderán: «pues, hacer el bien». Es entonces cuando la pregunta se traslada a otra definición: «¿Qué es el bien?» Y, para ello, la mayoría sólo tiene una respuesta tautológica… «ser buenos» o «hacer lo opuesto al mal». Otros, sin embargo, aludirán a los mandamientos y dogmas morales de su religión y filosofía de vida.

En cualquier caso, nada se define con precisión y si un ser de otro mundo, sin contacto alguno con la cultura humana preguntara estas cuestiones, sería por demás difícil que las comprendiera, al menos no sin antes estudiar nuestras sociedades, mitos, instintos y psicología.

No obstante, no se trata aquí de definir ese insondable «misterio», jamás resuelto por pensador, filósofo o maestro espiritual alguno, de comprender en que radica el «bien y el mal». No se trata de ello, porque tal misterio puede descartarse si se comprende que el par de opuestos que nos ocupa, es sólo una concepción de la mente del Hombre, sin calidad ontológica alguna y, por tanto, que existirán tantas definiciones de «el bien y el mal» como seres humanos pensantes sobre el planeta.

Sería mejor y más productivo, el observar a quienes (supuestamente) hacen el «bien» y mensurar sus razones, motivaciones y finalidades. De ello podría obtenerse una respuesta pragmática y realista sobre estas cuestiones abstractas y nebulosas.

Hay, por lo menos, cinco tipos de «buenas personas», que en realidad sólo lo parecen o que lo son únicamente vistas desde un enfoque particular. Se trata de quienes obedecen a todo parámetro conductual necesario para así ser denominadas, pero por razones o causas totalmente oscuras y carentes de principios sólidos y racionales.

Solemos sentar en el banquillo de los acusados a las personas que «hacen el mal» (según las imprecisas definiciones dadas con anterioridad); por una vez, hagamos lo opuesto: Analicemos a los que «hacen el bien» y podremos obtener de ello muy interesantes conclusiones.

El primer tipo de «buena persona», o lo que es igual de «persona con valores», es el devoto de ciertas religiones moralistas. Uno puede ver que ellos llevan a cabo cada acto de sus vidas regidos por reglas escritas en algún antiguo libro y, si nunca ceden en ello, terminan por ser considerados «santos», «gurúes» o «maestros». Pero, pese a ello, cabría preguntarse cuál es el valor intrínseco de sus acciones para los demás, para el mundo en que viven. No para ellos mismos, porque quizás lleguen a sentirse plenamente realizados a través de tales prácticas y reglas.

Con mucha frecuencia, estos personajes suelen ser sectarios, odiar a otras personas por el solo hecho de no compartir sus creencias y, sobre todo, llevan a cabo sus actos bondadosos con una sola finalidad: Servir a su dios, cumplir sus mandamientos, sin detenerse a pensar jamás en la validez de los mismos, en si tales preceptos tienen un valor intrínseco, más allá del dogma o la tradición.

Estos sujetos, ayudan a otros sólo por servir y glorificar a su dios (o a su partido o Estado, en el caso de ciertas ideologías políticas ateas), pero jamás por razones lógicas relativas a la coexistencia o la sana convivencia entre los seres, nunca con el fin único y último de producir el bienestar en los demás.

Esta clase de «seres bondadosos» pueden, sin dudarlo un momento, condenar a otros sólo porque difieren en un pequeño aspecto de su particular teología y perdonar y tomar como «hermanos» a delincuentes, asesinos y sociópatas, en tanto compartan sus creencias. No hay dificultad en ello, porque el dogma o el escrito sagrado avalan tal proceder.

Un segundo tipo de «buena persona» es el que jamás le haría daño a otro por la simple razón de no atreverse. La razón es, con frecuencia, múltiple: Temor al peso de la ley y a su castigo, temor a una condenación «eterna» si se trata de alguien «creyente» o simplemente, temor a que si se hace algo a otros, los otros harán lo mismo con uno (vale decir, temor a la venganza).

De esta simple apreciación, nacida del instinto de supervivencia, en ocasiones exacerbada por la cobardía, y no de ningún concepto trascendente, es de donde nacieron todos los códigos legales, desde la Estela de Hammurabi hasta los cuerpos legales de los países modernos.

La noción pusilánime de «no modificar» el statu quo, con la esperanza de que los otros tampoco avancen sobre nuestra vida, derechos y propiedades, es básicamente cobardía y muy difícilmente un basamento válido para definir la «bondad», sin embargo ambas cosas suelen igualarse.

Este tipo de personas, parecen nobles y hasta «mártires» cuando reciben agravios sin responderlos, cuando son atacados sin devolver la agresión. Pero dejan muy en claro su condición de cobardes, su predisposición a la inacción, cuando otros seres inocentes son atacados y dañados y ellos, pudiendo evitarlo, no lo hacen.

La tercera clase de «buenas personas», podría definirse rectificando el antiguo refrán de «eres bueno y te toman por tonto», por lo inverso: «Son tontos o ignorantes y los toman por buenos».

Con mucha frecuencia, las personas suelen darse cuenta que quienes ostentan malevolencia parecen ser muy inteligentes o, al menos, perspicaces. Esto no es extraño si se comprende que la ignorancia, el miedo y la estupidez, muchas veces generan terribles males, pero rara vez son culpados por ellos.

Además, el pionero en cualquier área del pensamiento, la ciencia o el arte, siempre es considerado por los demás un «ser malvado». La masa no tolera aristas o sobresalientes, sólo lo romo, lo nivelado y parejo. Pero es verdad, que la persona de escaso vuelo intelectual, a excepción de casos psiquiátricos, suele tener un perfil «bondadoso», de alguien que no hace el mal a sus semejantes.

Las capacidades limitadas, en el ámbito que fuere, son fácilmente confundidas con cualidades nobles, porque quien carece de la inteligencia para planear una agresión, con frecuencia se limita a aceptar los «golpes» de otros. Así mismo, la debilidad física (en especial en el pasado, cuando la lucha directa era más común y casi la única forma de resolver los problemas) puede ser confundida fácilmente con magnanimidad y pacifismo. El ignorante o el débil, suele no hacer el mal, porque desconoce su existencia; suele no incurrir en «faltas morales» porque su consecución está más allá del horizonte de su conocimiento.

Es así como se tiende a ver a los infantes como seres «inocentes» y «bondadosos», que luego la vida «corrompe», cuando (ya desde Sigmund Freud) ha quedado demostrado que los genes y la ambientación psicológica, ya signan nuestra verdadera naturaleza desde la más temprana infancia.

Del mismo modo, se aduce que los que sufren de incapacidad mental o los animales inferiores en inteligencia al humano, como el caso de los perros, son «nobles» por naturaleza, cuando en realidad, su capacidad mental reducida, es lo que les hace «simular» tal condición.

Con frecuencia se dice que la ignorancia es la causa de todos los males y es absolutamente cierto. Pero de los males reales, de las desgracias que se pueden observar en el mundo y en la historia del Hombre. Sin embargo, rara vez el producto de la ignorancia suele ser considerado una transgresión moral o un «pecado» en el sentido que dan a esta palabra las religiones dominantes.

Otra suerte de pseudo-bondad, nace de lo anterior, de la mediocridad y de la falta de visión, pero se da más en lo social. Existe una engañosa confusión entre la solidaridad y la incapacidad de algunos para competir o velar por sí mismos. Algunos consideran a quienes son individualistas como «malas personas», confundiendo un sano egocentrismo, con un egoísmo extremo y psicopático.

Desde un punto de vista sociológico, es fácil de observar como los diversos estratos sociales parecen más «solidarios» conforme más sumergidos están. Pero, es fácil comprender la falsedad de tal virtud cuando alguna de estas personas, por el motivo que sea, cambia su status social y adquiere poder o prosperidad. Entonces abordan todas esas cualidades que tanto deploraban: Individualismo, sentido de la meritocracia, la valoración de la «propiedad privada» y la «libre empresa»,  y separación de la «masa».

La ignorancia, sea definida como falta de inteligencia, de cultura, de experiencia o de todas esas cosas juntas, simula a la «bondad» por ausencia de capacidad de hacer la propia voluntad, de optar, de elegir.

Finalmente, el quinto tipo de «buena persona», es el costumbrista. Aquel que recibió una serie de lecciones y parámetros de cómo vivir en su educación familiar, en la escuela, en su medio social, su iglesia o su club profesional y jamás se pregunta si algo se ello podría ser diferente, si toda esa inmensa y aplastante carga es necesaria o si podría ser más feliz o vivir más cómodamente sin ella.

Estas personas jamás cuestionan nada y son, por ello, las más aceptadas en su entorno. Si vivir como librepensador es sinónimo de ser la «oveja negra», ellos son inmaculadamente «blancos», en el mismo sentido. Nacen, viven y mueren bajo el yugo de sus tradiciones locales, incluso cuando las mismas se limitan a un área que no va más allá de su pueblo o ciudad natal.

El sentido tribal es el que nos dicta que: «lo igual es válido, lo diferente no lo es». Así es como el hombre ha definido a «las buenas costumbres» o «los valores morales», desde los albores de la especie.

El «costumbrista» es, a la vez, el más mediocre y el más apreciado de estos tipos de «buenas personas». Todos los otros son cuestionados por algún sector, pero éste es aceptado por todos, porque todos quieren «pertenecer» a la tribu, al clan, al medio social.

La pregunta que surge es: ¿Hay alguna clase de «buena persona» que pueda ser considerada como tal sin caer en estas odiosas categorías? Probablemente exista una simple respuesta para ello: ¿Por qué no sacar de la ecuación a palabras tan trilladas, ambiguas y genéricas como lo son «Bien» y «Mal» y definir la línea conductual que se quiera seguir, la ética personal, grupal y social, a través del análisis y la valoración de cada aspecto en particular, de la conducta y la condición humana?

De ese modo, se comprendería que virtudes abstractas, siempre válidas e incuestionables como el Valor, la Honestidad, la Veracidad o la Lealtad, deben ser enmarcadas en las circunstancias y ponderadas en cada caso. Siendo que la Vida es infinitamente compleja, ninguna regla moral puede ser totalmente rígida.

Así es como matar, puede ser un crimen en un caso o el medio para salvar a un ser inocente en otro (por ejemplo el policía que dispara para evitar que un asesino masacre a su víctima) y del mismo modo, mentir puede ser un acto válido si con ello se salva una vida o se evita una catástrofe.

La especie humana ha utilizado muchos medios y recursos para pautar su moral a través de los siglos y las eras. Probablemente todos estos estadios fueron necesarios, conformando peldaños en la escalera hacia el logro de una ética racional, basada en la lógica, fundamentada en el naturalismo y el humanismo e iluminada por el conocimiento científico, que permite al Hombre ver mucho más allá de lo que sus capacidades sensoriales y el mero conocimiento empírico le han signado.

Sin embargo, para lograr lo anterior, es imprescindible abandonar el dogma, la ignorancia, la cobardía, la mediocridad y el conformismo y encarar un sentido ético de la vida basado en la propia voluntad y libertad, en la individualidad y en la correcta apreciación, lógica y racional, de la Existencia. De todo ello, sólo puede resultar una concepción en donde el balance y el punto medio entre lo colectivo e individual, entre el Universo y el Ser, se mantengan más allá de cualquier otra consideración.-

Nota: Todos aquellos que lean este artículo y se consideren «buenas personas», traten de pensar para sí mismos, si acaso no cuadran, en mayor o menor medida, en una o varias de las categorías antes descriptas. No necesitan decírselo a nadie, pero puede ser un ejercicio mental muy esclarecedor y refrescante.

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¿Te consideras una buena persona? ¿Encajas en los tipos citados? ¿Cómo crees que se debería definir quién lo es y quién no?

  ⁂  C O M E N T A R I O S  ⁂

«Comentarios del Blog»

 5 comentarios para «Sobre buenos y malos…»

  • El Bien y el Mal

    Una perspectiva druídica

    Desdichadamente, una de las causas capitales de las calamidades provocadas por los seres humanos en este mundo, ha sido y al parecer lo seguirá siendo, la creencia doctrinal de creerse en posesión del Bien. Al presumirse detentadores del Bien, surge la tentativa dogmática de erradicar el mal, o mejor expresado, lo que cada colectivo humano con dichas creencias, ha pensado que era tal cosa.
    Es decir, usando términos más directos, se puede afirmar que gran parte del sufrimiento del mundo, ha sido el resultado de la forma de entender algunos humanos esta dualidad del bien versus el mal. La dualidad mal-bien y su eterna oposición y lucha, ha resultado ser muy atractiva para muchas mentes, ya que es una forma simplista de ver el mundo.
    Ciertamente, está dualidad no es una cuestión exclusiva de las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo, e Islam), puesto que también se dio, con matices diferenciadores, entre las paganas de antaño. Así fue en las religiones mazdeísta y maniquea, aunque en éstas, la dualidad bien-mal estaba equilibrada. Pero incluso se da entre algunas de las consideradas paganas actuales, como por ejemplo en la Wicca, donde se sigue manteniendo este pensamiento binario en muchas de sus creencias esenciales. Así, malo-bueno, dios-diosa, señor-señora, etc. (La ley de tres debes recordar, “malo” tres veces, “bueno” tres veces serás, (según versiones))
    También la Brujería ve a la existencia como una dualidad, una polaridad: positivo-negativo, masculino-femenino, luz-oscuridad, si bien en dichas creencias la polaridad, es también de opuestos complementarios.
    En contraste a estas visiones, pensadores y filósofos de todos los tiempos y tendencias, han intentado transmitir la enseñanza por la cual, se debe superar la dualidad bien-mal. Así, Lao Tsé, Budda e incluso el conocido brujo Aleister Crowley, afirmaron que dicha percepción, era sola una apreciación del hombre imperfecto.
    Si bien, la forma de comprender esta dualidad del Bien y del Mal, con la errónea impresión de su perenne oposición y la escasa o nula percepción de una posible “complementariedad”, ha sido y es, uno de los motivos para que los conflictos inter-religiosos, hayan sido tan arduos de zanjarlos sin belicismos, ni pugnas fanáticas.
    Los practicantes de muchas religiones dualistas, tienden a identificar su propia doctrina como “buena” y tildan a todas las otras religiones y a sus adeptos de “malas”. Y cuando se identifican como “malas”, ya no hay necesidad de explicación, pues llega el momento de guerrear contra el mal y de concentrarse en eliminarlo de la faz de la tierra.
    Cuando ciertos humanos, a este mundo y a otros, los imaginan como un campo de batalla perpetuo entre las fuerzas del bien y del mal, de la Luz y de la oscuridad, de las potencias celestiales contra las fuerzas de los inframundos, entonces es, cuando comienzan los problemas y conflictos.
    Cuando surge la imperiosa necesidad de erradicar el supuesto mal que hay en el mundo y que éste debe ser combatido y derrotado mediante lo que haga falta, nacen las verdaderas calamidades humanas
    Así la historia ha sido testigo de las Cruzadas, de las Guerras Santas, de la Inquisición, de las cazas de brujas, del exterminio de los indios y otros pueblos, de las revoluciones sangrientas al estilo de la revolución francesa o de la revolución bolchevique, de los holocaustos judíos, de las matanzas de palestinos, de los terrorismos islámicos, del I.R.A, hasta de las bombas atómicas, y de un largo etc.
    Pero desde una perspectiva druídica, “Mal y Bien”, son conceptos éticos que no tienen existencia fuera de las mentes que los imaginan. No tienen ninguna esencia propia; son un producto de causas y condiciones relativas. Y por supuesto, el Druidismo está en profundo desacuerdo con los religiosos de todo el orbe, que afirman que toda religión que se precie como tal, debe de tener presente la dualidad bien-mal.
    En efecto, el bien y el mal, no son nociones absolutas sino relativas y circunstanciales. Lo bueno o malo de una acción es entendido por la mayoría de los seres humanos en los límites de su huella sobre nuestras propias vidas y de las vidas de los demás, y no en los términos de reglas de conducta abstractas.
    En general, en el Paganismo se comprende mejor las expresiones actos, acciones y procesos, positivos o negativos, percibiendo que ambos son complementarios y facetas de una misma realidad. Obviamente hablamos de la noción de lo negativo haciendo referencia a parámetros humanos, puesto que como sabemos, lo negativo a nivel de factor Universal, no es peyorativo, ni débil, sino que contrariamente, es un polo de combinación, de unión, de generación de nuevas formas, aspectos y energías.
    Por tanto, podríamos considerar como acciones negativas o equívocas humanas, aquellas que se basan en un egocentrismo o egoísmo mezquino. Así podríamos calificar a las ofuscaciones de nuestras mentes que nos hacen creer que nuestras vidas están fundamentalmente por encima de las de los demás, y que podemos beneficiarnos a sus expensas para conseguir objetivos y metas.
    El humano que no sabe canalizar su negatividad, observa la vida de los demás como un medio a ser usado. Hace suya la frase: “Mi fin, mi meta, justifica todos o casi todos los medios, donde mi ego, mis necesidades, mis satisfacciones, son las más importante y los demás son ajenos a mí, son otros egoísmos, otras realidades separadas de mí, que se me acercan para obtener algo o utilizarme para sus fines”.
    Pero la actitud positiva ante la vida y ante los demás, es lo que forja la conexión entre nuestro “Yo” y el de los otros. De esta manera se comprende porque muchos druidas actuales han afirmado, contrariamente a Maquiavelo, que el fin nunca debe justificar los medios empleados, pero que muchas veces, son los medios empleados los que justifican el fin, porque las acciones pueden ser positivas o negativas según la forma en que se las orienta y encauza y de esta forma justificar o denigrar un fin.
    Siempre algo puede ser mejor que otro algo, pero eso algo a su vez puede ser menos bueno que otro algo y así nos vamos al infinito. Ni siquiera emociones tan fuertes como el odio, ni sentimientos como el amor, son absolutos, pues existen tantos grados y matices en ambos, como estrellas en el Universo.
    El odio puede transmutarse en amor, la cobardía en valentía, la pereza en energía útil. Podemos dispersar o encauzar, lo que reconozcamos como perjudicial en nosotros mismos, como analistas que podemos ser de nuestro Ego desorientado que se manifiesta externamente hacia otros.
    Es el Ego desviado, el que deja de estar al servicio de la índole espiritual del ser, es el que nos hace tomar decisiones y actitudes erróneas y hasta paranoicas. Un Ego desquiciado y negativo, no ve nada más que su propia satisfacción, no escucha más que el monólogo de sus propias especulaciones obsesivas, solo ve el mundo en función de sus intereses.
    Hay que reconducir al Ego, hay que volverlo positivo sin eliminarlo. Inversamente a la aniquilación que proponen algunas espiritualidades de Oriente, el Druidismo opta por la transformación del Ego, para que se convierta en una parte del Yo Superior. Es decir, encauzarlo a no sentirse más el centro del Universo, sino un átomo, una partícula de él. Un ego que se guíe hacia el altruismo, por el que ya no se sienta solitario, sino solidario.
    Por ello, quizá mejor que definiciones como bueno o malo, podríamos identificar lo positivo o negativo en nosotros mismos, en aquellas acciones o pensamientos que como personas emprendemos o pensamos, aunque obviamente también esto sea relativo.
    Las actitudes o acciones puramente egocéntricas y ególatras, podrían ser clasificadas como negativas y dignas de un mejor cauce. También podríamos considerar más que lo bueno o malo, lo conveniente o lo inconveniente.
    De lo conveniente resultaría todo aquello que realizamos o pensamos que nos puede llevar a alcanzar grados de mayor crecimiento personal, hacia cotas más elevadas de conciencia. Y de lo inconveniente resultaría lo adverso, aquello que nos degrada como seres humanos y personas, y que nos confina al estancamiento anímico o incluso nos deporta hacia estados inferiores de conciencia.
    El negativismo que debemos superar es el impulso hacia el desprecio, hacia el odio, hacia la indiferencia, hacia la repulsa y el rechazo, hacia los anhelos de destrucción que residen en todos nosotros. El proceso de reconocer, confrontar y trasformar nuestra propia oscuridad, canalizándola, es el factor clave por el cual podemos fortalecer el funcionamiento de lo positivo en nuestras vidas.
    Lo acertado que tiene reconocer lo destructivo que tenemos, es que podemos aspirar a cambiarlo, canalizarlo, a realizar nuestra propia magia interna. El complejo problema del Bien o del Mal, es más subjetivo que objetivo y como consecuencia, como casi todo lo que atañe a los sujetos, más complejo de lo que se puede intuir superficialmente.
    Aunque efectivamente casi todos tenemos la capacidad intelectual de comprensión, y en consecuencia, podemos entender esos conceptos del bien y mal, como queramos o como mentalmente podamos, según nuestros propios condicionantes. Por ello, no deberíamos juzgar la conducta ajena y encasillarla en uno de los dos conceptos.
    Sin embargo, nadie, excepto nosotros mismos, somos los más indicados para conocer si nuestros actos se inclinan hacia un lado positivo o negativo, pero siempre teniendo en cuenta que estos conceptos se forman en buena proporción dentro de nuestros propios códigos éticos, morales, o conciencias personales y hasta leyes sociales.
    Y aún y así, deberíamos tener en cuenta los factores hereditarios, circunstanciales, culturales, sociales, políticos, biológicos e históricos, que influyen en la catalogación humana, para saber si un acto puede ser bondadoso o malévolo. Y con todo, aún se podría debatir, considerando que para ejecutar un acto considerado maléfico, se debería haber planificado alevosamente, o al menos, ser consciente de que se está cometiendo.
    No se pretende dar a entender, que los humanos estamos excluidos de responsabilidad ante nuestros actos, pero valorar lo que puede ser considerado “bueno o malo” es algo tan complejo que se podría enfocar desde diversos puntos de vista, dada la relatividad de esta cuestión
    En tal sentido, el concepto del bien y del mal, debería cimentarse en coordinar nuestras propias zonas oscuras. Franjas sombrías que tienden a salir, a extrapolarse a veces de manera inhumana, que ni siquiera podrían considerarse salvajes, pues lo salvaje puede ser natural, pero que nuestro prójimo sufre y padece de nosotros.
    No hay mejor juez para discernir lo positivo o negativo de nuestros actos que nuestra propia conciencia. No obstante, se contempla la posibilidad de que los seres humanos puedan tener emociones negativas, que son reacciones poco evolucionadas y oscuras de su propio Yo, y no por ello deberían ser considerados personas malévolas, sino que simplemente “son”, son, seres humanos.
    Sin embargo, aun con dichas emociones, pueden actuar de forma positiva, ayudando a otros seres, siendo solidarios con los demás y con nuestro entorno. Siendo conscientes y procurando siempre crecer y mejorar en conciencia y espíritu. En definitiva, intentando encauzar esa nocividad hacia acciones más armónicas.
    Por otra parte, muchos individuos en el transcurso de la historia humana, especialmente en los últimos siglos desde la aparición del marxismo y otras ideologías similares, se han planteado o replanteado la existencia real de cualquier Divinidad, en función a una serie de preguntas que formuladas, atañen al hecho evidente de la presencia de lo que se considera como iniquidad y maldad en este mundo. Al cuestionar, pero sobre todo al impugnar, la existencia de la Divinidad en referencia a la maldad que existe en el Mundo, muchas mentes se han extraviado y han caído en las redes de este dualismo dogmático, convirtiéndose en frenéticos ateos o en agnósticos indecisos y confusos, al no hallar respuestas satisfactorias, ante las dudas suscitadas dentro especialmente del paradigma cristiano. En éste, el Dios bíblico es despiadado, pero el Hijo de Dios, se personifica como todo Bondad y su cara opuesta, Satán, es todo Maldad. Y justamente, ese Dios todopoderoso, que en el fondo es bondadoso, permite todos los males del mundo.
    La noción del mal, no es un concepto absoluto, ni omnipresente, sino relativo, subordinado a perspectivas individuales o colectivas. Además existen diferentes grados, conceptos e impresiones sobre su existencia, al igual que la noción del bien. Por lo tanto, como conceptos relativos, son percepciones humanas, dependiendo de un cúmulo de factores ya expuestos anteriormente.
    Por otra parte, el Bien y el Mal, son conceptos agrupados en una percepción binaria y dentro del paradigma dualista bueno-malo, tan en boga en el pensamiento occidental desde la llegada del cristianismo. Este dualismo, como se ha mencionado anteriormente, es totalmente extraño al pensamiento y filosofía druídica. El Druidismo entiende que puede haber un error; fallo o falta, cuando algún individuo es incapaz de cumplir, lo que debe cumplir o cuando se equivoca de camino para alcanzar un objetivo, o no emplea los medios adecuados. Por ello, buscar y encontrar en nosotros lo positivo e incluso lo negativo, es sentir la satisfacción de aceptar todo nuestro ser; cuerpo, mente y alma.
    Esta sincera y templada aceptación de nuestro Yo interior, marca el comienzo de una mutación esencial de nuestra vida y del mundo que nos rodea. Identificar nuestra negatividad y sus zonas sombrías, es el inicio. A partir de ello, podemos si lo deseamos, comenzar el cambio, y entonces, podremos empezar a canalizar esas emociones y actitudes evaluadas como negativas.
    Por tanto, aunque resulte dificultoso, no es imposible que el pensamiento del hombre occidental, pueda alejarse de esta dualidad moralista bueno-malo, poniendo en el tablero de juego una tercera ficha como es la «ecuanimidad» que sería el tercer elemento de una Tríada. Incluso, como tercer elemento, cabría poner; Todo el espacio que existe entre ambos y sus gradaciones. Cuando entendemos los amplios intervalos que van de lo negativo-negativo a lo positivo-positivo, es entonces cuando nos colocamos delante de la disyuntiva de la elección; entre un camino, más largo, pero ecuánime y responsable o un estrecho atajo lleno de distorsiones y egocentrismos.
    “El bien y el mal”, a pesar de la reticencia druídica a llamarlos así, y a pesar de todas las gradaciones de uno a otro que pueden alterar sustancialmente este concepto, sigue siendo un pensamiento humano dual superficial, muy alejado de otras polaridades más trascendentales.
    En realidad, la dualidad bien-mal no es menos variable que las circunstancias atmosféricas. Pero aún y así, se puede derivar hacia una tríada, más acorde con los conceptos druídicos, tal y como se ha mencionado previamente: El Equilibrio, la Elección o Alternativa e incluso la Indecisión, que se convierten en opciones para girar nuestras actitudes o actos mayoritariamente, hacia uno u otro lado de la balanza.
    Por tanto, aun reconociendo a las polaridades como partes extremas de una sola Unidad, éstas se alejan del objetivo humano final que la filosofía druídica pretende alcanzar. Uno de ellos, se esboza como superar ciertas dicotomías que los humanos consideran como dualidades absolutas, como es, sin duda, el Bien y el Mal o lo humanamente considerado Bueno o Malo.
    Cualquier concepto dualista aun suponiendo que fuese humanamente real, seguiría siendo relativo. Las polaridades pueden existir, pero tanto el Bien como el Mal, de hecho, sólo existen en nuestras limitadas y condicionadas mentes. ¿Puede existir alguien en el mundo, que sea “bueno” todas las horas del día, todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año? O quizá ¿“malo”?
    Dejando al margen a muchos de los personajes de ficción que la industria hollywoodiense “yanki”, (nunca un barrio de cualquier ciudad fue tan famoso) nos ha vendido como estereotipos de la Bondad y de la Maldad, a héroes al estilo de Luk Skywalker por un lado, como bondadoso, divertido y cómico protagonista y por otro, el antagonista, aburrido y malhumorado Dark Vader como anti-héroe. O figuras como Saruman y Gandalf, o aquella del bondadoso Rey León y del maligno y ladino hermano de éste, con los mismos papeles.
    Y todo ello, sin mencionar, los subproductos cinematográficos al estilo del Exorcista, donde la perenne lucha entre el bien y el mal, cobra actualizado empuje, para inculcar a los más ingenuos, que Satanás existe y que siempre acecha y que las fuerzas del Bien y del Mal, son opuestas, rivales e irreconciliables.
    Todo ello, si se quiere visualmente muy entretenido, pero son simples mensajes condicionantes para ejercer fascinación en las mentes crédulas y poco maduras, donde vuelve a infiltrarse el dogma sobre la dualidad bien-mal, su renovada oposición y lucha, para finalmente, acabar con la destrucción de la maldad o del chico malo de la película.
    Estos conceptos sobre el bien y el mal, se entrelazan con otra extraña pero ya arraigada noción en occidente como es el pecado, del cual se tratará en otro momento.

  • Es curioso lo que escriben. He leido lo expuesto por Oscar e Iolair, y no puedo estar más de acuerdo. El contenido de maldad y bondad ha sido contruido por la sociedad y enseñado desde el aprendizaje a los seres humanos desde que eran niños. Posiblemente ajustados también a ciertos estados de pensamientos peagetianos donde los niños solo reconocen los polos opuestos (los malos son siempre malos, los buenos siempre buenos) aspecto que se vislumbra claramente en las películas y literatura infantil. Los niños a partir de los 7-8 años comienzan a darse cuenta que no todos son polos. El aprendizaje de la bondad y maldad siempre esta dada desde la postura del miedo y el castigo, y la concepción de ser malo o bueno, se da desde la cultura. Muchos de mis pacientes (soy psicóloga clínica) han tenido una valoración negativa de ellos mismos desde pequeños, «yo siempre he sido malo», uno llego a decirme que la profesora le dijo que «el tenía el demonio adentro», y es desde esa temprana edad, mediante el aprendizaje que se crean conciencias cuadriculadas, moldeadas y realmente poco libres. Un paciente me decia «no puedo dormir pensando en que puedo ser homosexual, no quiero, es terrible». La sociedad, desde su familia le enseñaron a rechazar su propia naturaleza como indigna.
    Desde la postura moral se han generado muchos problemas personales que han repercutido en esta sociedad enferma donde no existe coherencia.
    Cuando leia los parrafos de Oscar e Iolair, me preguntaba desde la perspectiva personal que culturalmente se habla de ser bueno, o ser malo, pero nadie se ha preguntado ¿qué es ser correcto con uno mismo?, nuestras acciones pueden ser constructivas o destructivas, y todo eso surge de nuestro ser.
    El termino de bondad y maldad esta enmarcado desde lo cultural pero no desde el aprendizaje interno, lo que conduce, desde mi experiencia y mi saber es que las personas desarrollen confusiones internas y una creciente baja autoestima, que en parte es la causa de muchos de los problemas emocionales.
    Si hay que quitar esos conceptos culturales, hay que también lograr que desde pequeños, los seres humanos comprendan y aprendan sobre valores y ética personal, mucho más importante que las mascaras sociales de ser bueno, o ser malo.

  • Desde el más recalcitrante zoroastrismo al mas mojigato cristianismo por poner solo unos ejemplos de bondad a «conveniencia personal, sectaria o social», lo que poca gente hace es usar un criterio libre de dogmas y/o doctrinas. impuestas por religiones, culturas, sociedades, sectas, como bien apuntas Oscar, toda regla tiene sus excepciones y en este caso la «bondad» tambien tiene sus bemoles, a veces se logran cosas muy «buenas» con actos relativemente «malos» eso es algo que me atrae mucho mi interes meramente académico por disciplinas como la magia del chaos, donde «bueno» y «malo» solo son relativos, algo mucho mas loable y complejo que un orden claramente estricto simple y asfixiante como dos polos opuestos y nada más.

    Un Abrazo!

    • Lo que ocurre, amigo mío, es que ¡la bondad no existe!, lo que existe son los actos humanos, que pueden ser adecuados o inadecuados para cada situación dada. A veces, incluso, un ser «despiadado» puede llegar a generar grandes progresos y uno «bondadoso» podría arruinar el mundo.

      De lo último, te daré dos ejemplos clásicos: Gengis Khan civilizó las estepas del Asia, pese a su barbarie. Mahatma Gandhi tuvo que ser justamente encarcelado por los británicos durante todo el tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial, porque proponía ofrecer «resistencia pacífica» a Hitler… Sólo imagínate a Gandhi como líder de los Aliados y lo que habría sido del mundo si los pacifistas hubieran prevalecido.

      Los actos humanos son actos biológicos o culturales. Los biológicos nunca son malos, lo que ocurre es que hemos aprendido a convivir, entonces ciertas conductas no son «recomendables». Todos estamos dispuestos a respetar la propiedad ajena, a trabajar y no a guerrear para procurarnos posesiones, etc… Porque hemos evolucionado, pero lo que el instinto manda no es «malévolo», es lo natural. Así mismo, hay «actos sociales»: Las religiones y la política son parte de ello y son las cosas que más daño, sufrimiento y barbarie han generado a lo largo de la Historia.

      Yo me rehúso a tratar de definir el «Bien y el Mal», porque como Nietzsche, pienso que tales cosas no existen. Son prejuicios humanos y nada más. Los filósofos se han «masturbado mentalmente» por siglos y siglos, tratando de buscar definiciones al respecto. Cuando la solución es fácil: ¿Te gusta o te hace bien… No genera daños injustificados en los demás o, mejor todavía, los beneficia? Adelante!! Nada puede ser inmoral o inválido si se tiene eso en cuenta.

      Como dije cantidad de veces, la única moral válida debe estar sustentada en el Humanismo y el Naturalismo, iluminada por el conocimiento científico (que nos deja ver más allá de nuestros sentidos y estrechez mental) y enriquecida con las propias tradiciones (pero sin que estas prevalezcan sobre lo anterior). El Humanismo no es más que lo que funciona, da placer, bienestar, conocimiento y progreso a uno mismo y a los demás; el Naturalismo no es más que la lógica acción de respeto y reciprocidad en relación a la Madre Naturaleza y a los demás seres vivos. Luego agrégale la tradición que quieras, mientras no se salga de estos lineamientos, y ya tienes la ética perfecta… No seremos capaces de cumplirla a cabalidad, pero el «norte» será claro y olvidaremos las palabras «Bien» y «Mal».

      Lo que existe en el mundo no es la maldad, no es la «oscuridad» en el sentido diabólico del término, lo que existe es, por parte de la Naturaleza, la inexorable Entropía y por parte del Hombre, patologías mentales y lo más triste de todo: La IGNORANCIA.

      Un abrazo!

  • Mi visión simplista del asulto es que las acciones erróneas se basan en el egocentrismo y el miedo, y las correctas en la empatía y el esfuerzo.

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Frase del Día:

«No pain, no gain…»

— Arnold Schwarzenegger,
(Austrian-American actor, filmmaker, author, politician, and bodybuilder, 1947 – )

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