Confía en los dioses, cumple tu destino, mantén el balance,
deja tu marca, respeta a lo viviente, haz tu voluntad...
Tal es la naturaleza del camino pagano.
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Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.
La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.
Cuando, en 1822, el historiador y lingüista francés Jean-François Champollion (1790-1832) logró traducir la «Piedra Rosetta» (llamada así por la localidad donde fue hallada y que contaba con un texto trilingüe, en escritura jeroglífica, demótica y griega), que había sido encontrada por las tropas de Napoleón Bonaparte, durante su campaña en Egipto, la cual tuvo lugar a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, se desató, primero en Francia pero luego en toda Europa, una “fiebre” por todo lo relacionado con el antiguo país del Nilo.
No es el propósito de este artículo el analizar pormenorizadamente todo el proceso que, desde entonces y hasta hoy, generó y sigue generando miríadas de grupos místicos, esotéricos, mágicos, ocultistas, etc. pretendidamente relacionados con aquella egregia civilización. Sin embargo, lo primero que convendría dejar en claro es que, durante cerca de 1600 años, nada se había podido leer sobre la historia egipcia y sólo se conocía algo de aquel país, a partir de las muy tergiversadas y tendenciosas narraciones y anécdotas originadas en los cronistas, historiadores y filósofos griegos y romanos.
Por tanto, se debe partir de la base que antes del 1800, no existía ninguna tradición, logia, secta o grupo de estudio secular que hubiese preservado el legado cultural, religioso, espiritual o filosófico del país de los faraones. Así que, todo grupo que pretenda algo diferente de lo anterior, miente o ha caído en la trampa de sus propios sesgos y mitos fundacionales.
Partiendo de esa base, queda claro que la única forma de recuperar para la historia y para nuestra vida espiritual e intelectual, cualquier elemento del Antiguo Egipto, es recurrir a las disciplinas disponibles para el caso, siendo estas la arqueología, la epigrafía, la filología, la antropología y todas las demás ciencias que puedan ayudar con metodologías de estudio y de análisis, a recuperar toda la información posible, que estuvo pérdida durante tantos siglos. Ya que incluso la mayor parte de las fuentes históricas no-nativas (léase, que no fueron traducidas en tiempos modernos directamente desde papiros, estelas o muros con escritos jeroglíficos) deben ponerse en duda y ser tomadas con mucha precaución.
Por otro lado, para poder mensurar correctamente las tradiciones paganas y no-paganas relacionadas con el Antiguo Egipto, hay que establecer primero cuáles realmente están conectadas con esa cultura y cuáles no…
Cosas no relacionadas con el Antiguo Egipto:
1.- La filosofía hermética:
La corriente de pensamiento más antigua atribuida de manera más o menos errónea al Antiguo Egipto, es la filosofía hermética.
Es sabido, por cualquier estudioso serio del tema, que la figura de Hermes Trismegisto es alegórica y literaria, que ni siquiera en la época en que se redactaron los escritos conservados hoy en día, los seguidores de esta tradición creían que tal personaje había existido realmente.
La vinculación entre éste y el dios Thoth (Djehuty, en lengua nativa), es sólo el producto de los sincretismos alejandrinos y de la tendencia de los griegos a buscar equivalencias entre los credos de otras naciones y los propios.
A pesar de incontables especulaciones y conjeturas, las fuentes más antiguas de que disponemos para el conocimiento de la misma son los tratados que conforman el “Corpus Hermeticum”, que fueron redactados casi con seguridad en la ciudad de Alejandría, durante los siglos II a IV d. C.
Este compendio de textos es el producto de lo que pudo (y/o quiso) rescatar el erudito y filósofo cristiano Miguel Psellos, quien nació en Bizancio y vivió entre los años 1017 y 1078.
Los mismos dejan ver una cantidad de influencias muy diversas, desde neoplatónicas hasta estoicas; desde elementos muy diluidos de la teología nativa del Antiguo Egipto, hasta conexiones bastante fuertes y claras con el judaísmo de los tiempos helénicos. Sin embargo, nada en ellos permite ver con claridad conceptos de base, que fueran parte de la teología y la cosmovisión general del Egipto faraónico.
Si se considera todo lo anterior y que, además, los textos originales estaban escritos en griego, datando de una época en la cual incluso el cristianismo ya pululaba por el mundo antiguo, poca o ninguna relación se puede confirmar con la religión y la espiritualidad de la cultura ancestral del Nilo.
En conclusión, la filosofía hermética quizás se generó en territorio egipcio, pero en un Egipto que ya era una provincia romana y cuya capital había sido fundada por los griegos; en donde, además, ya había influencias judías y cristianas y que distaba al menos 700 años de las últimas etapas de la cultura faraónica libre de sincretismos con creencias foráneas.
2.- La alquimia:
La alquimia fue una proto-ciencia que se desarrolló paralelamente en diversas culturas ancestrales (China, India, el Antiguo Egipto, el mundo clásico y luego el islámico, etc.). Con la misma, ocurre algo parecido a lo acaecido con la escritura (esta apareció al menos seis veces de manera totalmente independiente a lo largo de la historia).
Para las culturas antiguas, la obtención de mentales a partir de minerales y luego, con estos, la forja o manufactura de instrumentos, armas, amuletos y abalorios, fue siempre algo misterioso y sagrado. Por esa razón, desde el comienzo, existieron rituales, conjuros y prácticas de tipo mágico y/o religioso, mezcladas con las actividades específicas de la metalurgia.
En el Antiguo Egipto, en donde casi toda actividad de la vida estaba imbuida de rituales, conjuros y de dedicaciones a los dioses, a la metalurgia habría que agregarle la medicina, la cosmética, la arquitectura y otras cosas que requerían de “componentes químicos” para poder desarrollarse.
Ahora bien, tradicionalmente, se ha creído que la alquimia (en árabe: الخيمياء / al-khīmiya = “echar juntos / mezclar”), provenía del Antiguo Egipto, por dos razones: Dado que el nombre nativo de aquel país era kmt / Khem-et, “La Tierra Negra” (el limo oscuro y fértil depositado anualmente por el aluvión del Nilo) y que en las formas tardías de esa lengua (el demótico y el copto) sonaba como “keme”, el término árabe mencionado pareciera implicar que se trataría de un “arte que proviene de Egipto”.
A dicha creencia popular, hay que sumarle el hecho de que los conjuros y la magia sacerdotal nativa se fue mezclando en Alejandría (en tiempos ptolemaicos —s. IV al I a.C.) con ideas griegas sobre los elementos y la química, desarrollándose ahí sí algo parecido a lo que hoy se entiende como “alquimia”.
Pero hay que dejar en claro, de nuevo, una cuestión de enfoque y sentido: En el Medioevo europeo, la alquimia se veía como una práctica que buscaba transmutar los metales en oro, lograr la extensión de la vida humana (incluso la inmortalidad), sanar las enfermedades y, según algunos, desarrollar aspectos espirituales del ser. Vista así, la alquimia nunca existió en Egipto, antes de la llegada de los macedonios y de la fundación de Alejandría.
En tiempos grecorromanos ya sí que tenía un target relativamente similar al enumerado y luego, cuando fue tomado por los árabes, incluso se pareció más… (Siendo estos los que, como ocurrió con tantos otros hechos o conceptos históricos, le adosaron numerosos significados, nacidos más que nada de la propia imaginación y de la correspondencia con las ideas islámicas).
Por tanto, si al referir a la alquimia se piensa simplemente en hacer conjuros y rezar a los dioses antes de fundir metales o crear medicamentos, sí puede decirse que en el Antiguo Egipto existía tal arte (aunque no se inventó allí, dado que en China e India aparecieron prácticas similares, más o menos en las mismas épocas). Sin embargo, si la idea es aludir a una “disciplina metafórica” que busca (en realidad) lograr metas espirituales y usa la metalurgia y la química como algo simbólico, entonces eso nunca existió en tiempos de los faraones nativos (y dudosamente, en época de los ptolemaicos).
3.- El Tarot:
Las primeras noticias sobre mazos de naipes se tienen del s. XIII, o tal vez un poco antes, en la península Ibérica. Es muy probable que estos fueran introducidos por los árabes, sin otra pretensión que ser juegos de mesa.
A finales del s. XIV comenzaron a utilizarse en la Europa cristiana y, a mediados del XV, ya aparece en Italia el primer mazo de tarot propiamente dicho.
Con la conquista francesa de Milán, el tarot se pone de moda en el sur de ese país. Así surge el “tarot marsellés”, que es la primera versión extendida del mismo.
Ahora bien, ¿de dónde sale entonces la idea de que el tarot fue una invención de los antiguos egipcios o una revelación al mundo del propio dios Thoth (o a veces de Hermes Trismegisto)?
La respuesta a la pregunta anterior hay que buscarla en la Francia de finales del siglo XVIII, cuando todavía no se podían leer los jeroglíficos egipcios, pero sí comenzaba a existir cierto renovado interés por aquella civilización.
Por entonces, el escritor Antoine Court de Gébelin (1725 – 1784) quien comenzó siendo un pastor protestante pero luego se convirtió en un febril esoterista y teorizador de la cábala (ya cristianizada), el rosacrucismo, la masonería y el hermetismo, dejó cuenta en su obra “Monde Primitif” / “Mundo Primitivo” (tomo VIII), publicado en 1773, su idea tanto de cómo había sido el origen del tarot, de algunas etimologías (totalmente imaginarias) y del simbolismo “egipcio” de los arcanos mayores.
Este fue el primer autor en afirmar que había existido una suerte de sabio o profeta, antes de los faraones, que luego fue identificado con el dios Thoth y/o con Hermes Trismegisto y que dejó toda su sabiduría en láminas de oro sepultadas, más tarde, en el fondo del río Nilo.
Por entonces, y a causa de la contracultura que se gestaba en ese país, acercándose ya la Revolución y sus cambios de paradigmas, era por demás común el buscar “orígenes” alternativos y explicaciones rebuscadas a las cosas que las tenían fáciles y llanas. Esa fue la razón por la cual, a pesar de que cada arcano mayor del tarot tenía vinculación con figuras o conceptos totalmente ordinarios y triviales del Medioevo, o quizás por eso mismo (debido al progresivo rechazo que se gestaba hacia la monarquía y la iglesia), tales teorías sobre la factura egipcia y «prehistórica» del mismo, fueron tomadas por ciertas sin mayor problema.
El mencionado autor, también fue pionero respecto de la idea de “edades de oro” perdidas y olvidadas por la Humanidad y de características románticas e idealizadas del pasado remoto.
Al ir progresando el s. XIX, estas ideas sirvieron a espiritistas, teósofos y a diversas órdenes ocultistas para lucubrar e inventar nociones todavía más descabelladas y sin fundamento, incluso ya conociéndose (en parte) la lengua jeroglífica.
La realidad es que los antiguos egipcios no tenían nada ni remotamente parecido al tarot, que el dios Djehuti (Thoth) era un ibis y/o un babuino y no un “humano sabio”1 de tiempos predinásticos y que todo el cuento del “Libro de Thoth” es una completa fantasía, creada hace unos 250 años.
4.- La Kaballah:
En hebreo, Kaballah (קַבָּלָה / Qabbaláh) significa “tradición” y es una disciplina que trata (básicamente) sobre la interpretación esotérica / metafísica de la Toráh, así como el Talmud es el conjunto de comentarios hermenéuticos de la misma (más orientado a la ética, la teología y las prácticas religiosas y civiles).
Por lo anterior, es obvio que la Kaballah es una tradición de origen hebreo y que no tiene relación alguna con la religión o las ideas metafísicas del Antiguo Egipto. Sin embargo, vendrá bien explicar la razón por la cual algunos pretenden vincularla con la aquella nación…
Si bien la Kaballah se desarrolló en el s. XIII d. C. (tomando verdadera forma al redactarse el Sefer Ha-Zohar o “Libro de los Esplendores”), en pleno Medioevo (cuando los judíos vivían mayormente en Europa), es cierto que ya existía cierto tipo de “esoterismo” judaico en la Alejandría tardía, de los primeros siglos de la Era Cristiana.
Los judíos vivieron durante siglos en esa ciudad, sin ser molestados por los griegos o los romanos, hasta la llegada al trono del infame emperador Teodosio I (quien reprimió tanto a éstos como a los paganos). En esta diáspora, al tener un ámbito donde desarrollar sus creencias de manera más libre que en Jerusalén (donde el clero ortodoxo era inflexible respecto de la interpretación literalista de la ley mosaica), fueron perfilando cierto misticismo que siglos después daría lugar a la Kaballah.
De nuevo, si por tener sus raíces más remotas en la ciudad de Alejandría, se quiere considerar a la Kaballah como de “origen egipcio”, entonces esa noción es correcta. Sin embargo, es preciso puntualizar taxativamente, que en esa disciplina no existe traza alguna de la antigua religión de Khemet2.
5.- Los rosacruces:
La mayoría de las órdenes rosacruces tienen un mito fundacional, en donde un tal “Christian Rosenkreuz” (nombre claramente metafórico) fundó al primer grupo de los mismos a comienzos del s. XVII. Esto aparece, por primera vez, en la obra anónima de carácter esotérico “Fama Fraternitatis”, publicada en Kassel, Alemania, en 1614.
Al margen de que tal historia es ficticia, sí se puede comprobar la existencia de grupos rosacruces desde hace algo más de 200 años.
Ahora bien, ya en la época victoriana, había una diversidad de logias identificadas con el nombre de “rosacruz”, pero que diferían entre sí por sus doctrinas y pretendidos orígenes (aunque casi todas tenían como “punto de cruce” al mentado y ficcional Christian Rosenkreuz).
Max Heindel (1865 – 1919), escritor estadounidense de origen danés, autor de “Concepto Rosacruz del Cosmos” (una obra muy celebrada por los ocultistas de su época), fundó la “Fraternidad Rosacruz” en 1909, afirmando que los verdaderos orígenes de tal corriente tenían que ver con el cristianismo místico y esotérico y no con las variantes masónicas, clásicas o teosóficas que se veían en grupos similares por la misma época.
Sin embargo, otro aficionado al esoterismo, llamado Harvey Spencer Lewis (1883 – 1939), fundaría en 1915, en la Costa Este de USA a la logia “A.M.O.R.C.” (“Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz”) que, si bien comenzó con cierto parecido a la anterior, pronto se enfocó en desarrollar el mito de un origen egipcio para su doctrina.
Según sus miembros, esta logia fue fundada por Tut-Moses III, el gran faraón egipcio de la dinastía XVIII y luego abordada por el herético Akhenatón… Afirman que la verdadera religión del Antiguo Egipto, practicada por «iniciados», altos sacerdotes y por dicho faraón, era el culto de Atón, siendo el politeísmo sólo la religión popular e “inculta”, y que ellos recogieron las primeras fuentes de su doctrina desde allí.
Si bien no parece preciso aclarar que tal divagante idea no tiene sustento alguno ni a la luz de las fuentes históricas ni de la egiptología moderna, y que el culto de Atón duró sólo unas pocas décadas y fue practicado sólo por una elite vinculada con Akhenatón (contra los 4000 años y la total masividad de la religión tradicional de Khemet), sí vale la pena puntualizar que este grupo no es el único que pretende tales vínculos con el pasado remoto, aun cuando todos ellos se originaron durante los últimos 100 o 150 años.
6.- La Thelema:
Como la mayoría conoce, la Thelema es la religión / tradición ocultista creada por escritor, mago ceremonial y místico británico Aleister Crowley (1875 – 1947).
Thelema es una palabra que proviene del griego θέλημα y que significa «voluntad», «hacer lo que se desea». Crowley no fue quien utilizó este concepto por primera vez, habiéndose inspirado en el escritor y humanista francés François Rabelais (1494 – 1553), quien en su obra de carácter humorístico «Gargantua et Pantagruel» (Libro I, cap. 1.LII), desarrolla la idea de la «Abadía de Thelema», un ámbito en donde todos los que allí se encontraban tenían una sola ley: «Hacer su voluntad».
Ahora bien, la supuesta «conexión egipcia» de la Thelema, tiene relación con que Crowley siempre afirmó que su «Liber AL vel Legis» («Libro de la Ley», escrito basamental de dicha creencia) le fue dictado, durante un viaje que llevó a cabo a El Cairo, Egipto, en el año de 1904.
Se supone que, en un estado similar a un trance, una entidad llamada Aiwass que, según refiere en el propio libro (AL I:7), le dijo ser «ministro» de «Hoor-paar-kraat» (una deficiente transliteración del nombre nativo de Harpócrates / Ἁρποκράτης, que sería Hor-pa-jered, «Horus Niño», o bien Hor-Sa-Aset, «Horus hijo de Isis»), lo contactó y le transmitió las enseñanzas luego volcadas en el libro de su autoría.
En cualquier caso, sea que Crowley fraguara ese origen misterioso para su libro con el fin de darle más «hype», para comenzar la religión que fundó; sea que creyó tener una suerte de sesión espiritista con una antigua deidad o cualquier otra posibilidad, nada de lo expuesto en el citado libro se corresponde con doctrinas, mitos o concepciones egipcias ancestrales. Más bien, Crowley usó libremente los nombres de Horus, Isis, Neith, etc. para crear su propia cosmovisión y teología.
Por otra parte, años más tarde, él diría que Aiwass era su «ángel de la guarda» y/o un ser adorado miles de años atrás en Sumeria.
Crowley mismo, jamás afirmó que se basara, para diseñar la Thelema, en alguna otra fuente (sea egiptológica o histórica), refiriendo siempre a la experiencia de “canalización” descripta arriba como la única que tuvo.
Sin entrar a valorar aquí la obra o las ideas de Aleister Crowley, cosas que sin duda fueron hitos importantes en la historia del paganismo moderno, con lo expuesto arriba, queda clara la nula relación de su Thelema con las creencias originales del Antiguo Egipto.
7.- El ToS o Temple of Set:
El Temple of Set es una orden cerrada, de tipo iniciático, fundada en 1975 por Michael Aquino, militar y politólogo estadounidense que, según afirma, formó parte de los altos niveles de la CoS o Church of Satan, fundada por Anton LaVey en 1966.
Sus miembros, no suelen aceptar vinculaciones con la CoS ni gustan de ser llamados “satanistas”, sino más bien “setianos”. Sin embargo, en lo básico, siguen un tipo de filosofía humanista histriónica, que usa rituales, símbolos y mitos (reinterpretados) para obtener resultados psicológicos y cambios en la conducta y la intelección del practicante.
Con fuere, el caso es que el fundador de esta orden tomó al dios egipcio Seth (Sutej / Sethesh) como emblema contracultural y símbolo de antagonismo hacia las religiones abrahámicas, pero sin pretender, al igual que sucede con el «Satán» de la CoS, que sea una entidad con realidad ontológica (es decir, sin creer que realmente existe).
Más allá de eso y de utilizar alguna que otra palabra tomada de la lengua del Antiguo Egipto, de formas bastante descontextualizadas, no practican nada parecido ni tienen creencias similares a las que existían en aquella cultura.
El Set del ToS no es el netjer (dios) que formaba parte del panteón osírico, es un “diablo” figurativo, al que se le dio el perfil del dios egipcio que, según ellos, fue el primero (diablo) en concebirse.
Lo anterior, además, es un error teológico, porque Seth / Sutej nunca fue el dios del mal o un ser concebido de manera similar a como el cristianismo imagina a Satán.
Seth representa el punto de equilibrio entre el caos y el orden, la fuerza destructiva que debe actuar para que las cosas se renueven. Esto, y el hecho de que el ToS es un colectivo ateo, lo deja completamente fuera de abanico de creencias neopaganas relacionadas con el Antiguo Egipto.
• Nota: Considero innecesario, y quizás abrumador para el lector, el tratar de enumerar aquí las diversas sectas, corrientes, grupos y logias de corte new-age, ufológicas, esoteristas o afines, que sostienen tonterías tales como que Antiguo Egipto fue fundado por los “atlantes”, por los anunnakis o por “alienígenas ancestrales”; que «en realidad» mantenía una religión monoteísta o que eran «portadores de tecnologías o conocimientos místicos» que van más allá de la comprensión de las personas modernas. Tales corrientes de pensamiento (por su carácter de absurdas), escapan a la intención de este artículo y al interés del sitio web donde se publicará.
Tradiciones modernas relacionadas con el Antiguo Egipto:
Antes de enumerar las tradiciones que sí podrían considerarse “conectadas” con el Antiguo Egipto y que son intentos de generar una corriente de espiritualidad basada en las creencias de esa civilización, es imprescindible explicar la etimología de algunos nombres…
El término «Egipto», en español o «Egypt», en inglés, deriva del latín Aegyptus y este del griego Αίγυπτος (Aigyptos), que era como los ptolemaicos (los herederos de Ptolomeo I, el general de Alejandro Magno) llamaban al país… Esto era así porque Aigyptos3 era un personaje africano de la mitología griega (epónimo de los habitantes del Nilo), considerado rey de Arabia y Egipto.
Por otro lado, en la actualidad, llamamos “antiguo” al país que conformó la civilización que existió entre aprox. el 3500 a. C. y el 500 d. C., para diferenciarlo del que siguió existiendo en tiempos cristianos, islámicos y, finalmente, modernos.
Sin embargo, el nombre nativo del Antiguo Egipto, era Khem-et, que significa «La Tierra Negra», porque en medio del Sahara, las márgenes (la rivera) del Nilo eran fértiles, así como el Delta (que desemboca en el Mediterráneo) y el gran oasis del Fayyum, resaltaban con su color «negro» respecto del rojo del desierto (al que se le llamaba deshret = «tierra roja» y desde donde, a través del árabe, llegó a nosotros como la palabra «desierto»).
Lo anterior era el resultado de la inundación anual (originada en las lluvias estacionales del África subsahariana) y del aluvión que esta iba depositando a lo largo del río, lo cual fertilizaba la tierra y la humidificaba continuamente, evitando su desertificación.
Para los habitantes de aquella civilización, Khemet era el centro del mundo, su origen y el lugar donde vivían los netjeru (netjer = dios, netjeru -plural- = dioses).
Muchos paganos, seguidores de las tradiciones del Antiguo Egipto, nos solemos denominar kemitas por lo dicho, como sinónimo de perteneciente o dedicado a Khemet y a los netjeru.
Con el nombre genérico de “kemetismo”, se pueden englobar a todas las corrientes neopaganas que, en mayor o menor medida, se enfocan en la religión nativa de aquella nación.
1.- The Fellowship of Isis (FOI):
“The Fellowship of Isis” (en español: “La Hermandad de Isis”), es una organización internacional, fundada en 1976 por la pintora y escritora inglesa Olivia Robertson (1917 – 2013).
Se trata de una tradición enfocada en la diosa Isis, desde la visión personal de la citada autora, que además ocupó el cargo de “high priestess” de ese culto mientras vivió. En apariencia, la finalidad principal de la misma es revalorar o revivir las tradiciones matriarcales ancestrales y el culto de lo femenino dentro de la divinidad.
Por otra parte, no se trata de un sistema con un panteón específico (exceptuando la figura de Isis), ya que se permite a sus miembros el profesar otras religiones (incluso las no-paganas).
2.- Sociedad Ausar Auset:
La Ausar Auset Society (“Sociedad de Ausar Auset ”), es una organización de corte espiritual, pan-africanista y supremacista negra, que aboga por “restaurar” el esplendor del Antiguo Egipto en la actualidad.
En este culto, se practica una suerte de monismo, en donde se ven a las diferentes deidades egipcias sólo como manifestaciones de una entidad única (similar a lo que vislumbraban algunos teósofos en tiempos victorianos).
La Ausar Auset Society tiene su central en Brooklyn, Nueva York, USA y fue fundada en 1973 por Ra Un Nefer Amen (nacido en 1944, bajo en nombre de Rogelio Alcides Straughn), quien se proclama el “rey de reyes” (sic).
Desde los años 1990s este personaje viene publicando material de audio (cassettes, CDs, etc.) con métodos de meditación tomados de la Kaballah, el Vedanta del hinduismo; del taoísmo, el buddhismo, etc.
Claramente, la finalidad de este grupo es la glorificación personal de su fundador y la radicalización de sus miembros, con un supuesto “sentido espiritual” de fondo, hacia la idea de que el Antiguo Egipto fue una civilización negroide, de origen subsahariano y que, por tanto, la primera nación de la historia fue el logro de ese grupo étnico (con las consecuencias históricas que esto implica).
Nota: Quizás convenga aquí, el precisarle al lector no conocedor de los orígenes culturales del Antiguo Egipto que, en los tiempos predinásticos (antes de la época de los primeros faraones), la cuenca del Nilo y el área de su Delta, fueron receptoras de una gran diversidad de grupos bereberes, provenientes del Sahara Occidental, así como de semitas llegados desde diversas zonas de la “Media Luna Fértil” (del Medio Oriente). A estos grupos, se sumó la migración de tribus nubias (estas sí de étnica negroide), llegándose a conformar lo que puede apreciarse en el arte del Imperio Antiguo (2700 al 2200 a. C.), donde se observa todo tipo de matices en la pigmentación en sus habitantes (desde personas negras hasta muchas similares a los mediterráneos de hoy en día).
Es antropológica y arqueológicamente inviable el afirmar que el Antiguo Egipto fue una “nación negra” siendo, en realidad, multiétnica… Las investigaciones antropológicas han podido detectar la presencia de al menos 17 etnias diferentes en la época del Imperio Nuevo (1550 a 1050 a. C.).
3.- Kemetismo ortodoxo:
El kemetismo ortodoxo (abreviado con frecuencia como “K. O.”) es, probablemente, la primera corriente religiosa en utilizar el nombre nativo del Antiguo Egipto (transliterado kmt y traducido, aproximadamente, como Khemet) para aludir a sus creencias y prácticas.
Los seguidores de esta religión, no se consideran a sí mismo «paganos» y reniegan de cualquier pertenencia al mismo contexto cultural que las demás civilizaciones del Mediterráneo, pretendiendo ser un tipo de espiritualidad africanista.
Se trata de una religión organizada, con estructura sacerdotal y comandada por una persona en particular. Esta persona, quien fundara el culto hacia finales de los años 1980s, es Tamara Logan Siuda.
Tamara Siuda nació en 1969, en New Buffalo, Michigan (USA), en el seno de una familia cristiana metodista. Parece que desde muy joven se interesó por las «revelaciones» del Antiguo Testamento, por ciertos profetas bíblicos y por el concepto de la comunicación con los ángeles.
A comienzos de los años 1980s, parece que fue iniciada en la Wicca (aunque no hay ninguna tradición formal que tenga registro del caso) y años después, cuando era estudiante universitaria en el Mundelein College de Chicago, comenzó a interesarse por la espiritualidad egipcia, participando en foros de AOL (American Online) y luego creando el sitio web «The House of Bast» (luego cambiado a «The House of Netjer», actualmente, sitio oficial del K. O.).
En algún momento, a terminando los años 1980s, fundó la primera versión de lo que luego sería el kemetismo ortodoxo. Finalmente, durante, octubre de 1996, viajó a Egipto junto con algunos de sus seguidores y luego de, según ella afirma, haber «recibido» el permiso de divulgar la fe kemética directamente de los netjeru (dioses egipcios), se proclamó a sí misma, la nueva Nisut-Bity (palabra nativa para «faraón») y cambió su nombre por el de Hekatawy I, «coronándose» como tal (título al que, con el correr de los años, se le agregarían otros, tales como «Su Santidad», Hemet o «santa encarnación», etc.).
A comienzos de los 2000s, Siuda se interesó por el voodoo de Haití, donde terminó por recibir el título de «mambo» luego de ser iniciada en el mismo, durante julio del 2001 y luego en enero del 2006, lo mismo, pero a través de otra rama de esa tradición.
A nivel académico, Tamara Siuda obtuvo un master en egiptología en el Oriental Institute de la ya citada universidad de Chicago; en diciembre del 2007 otro en «Estudios Coptos» vía la Macquarie University de Sydney, Australia y, finalmente, un doctorado en esta misma última especialidad en la Claremont Graduate University, de California, USA.
Como puede verse, la personalidad de la fundadora del K. O., es bastante peculiar, «danzando» entre creencias monoteístas y politeístas; teniendo estudios académicos válidos y, a la vez, títulos espirituales y monárquicos inventados por ella misma; basándose para crear su doctrina tanto en la egiptología como en ensueños personales y tratando de mezclar diversas tradiciones antiguas y no tanto (wicca, voodoo, tradición egipcia, etc.) en algo que cuadre con sus propios proyectos e intereses.
A estas alturas, el lector, tendrá bastante claro por qué muchos de aquellos que nos consideramos kemitas (seguidores de la ancestral espiritualidad egipcia) no queremos ni podemos tener nada que ver con el K. O.
Sin embargo, entre otras cuestiones de menor importancia, existe un concepto doctrinal que deja fuera a todo aquel pagano que se precie de tal: Tamara Siuda marcó como punto fundamental del kemetismo ortodoxo a la «monolatría».
Normalmente, en el estudio de las religiones ancestrales, se suele denominar monolatría al tipo de culto en donde existen muchos dioses, pero hay uno supremo, diferente en naturaleza y calidad a todos los demás (un ejemplo de este tipo de culto sería el que practicaban los primitivos hebreos hacia Yãhwêh, antes de la reforma de Josías, en el siglo VII a. C.).
La monolatría se diferencia del monoteísmo en que el segundo no sólo rinde culto a un dios único, sino que niega la existencia de todos los demás.
En el K. O., la monolatría está basada en la idea del “Netjer” (sustantivo para designar a cualquier dios egipcio en singular, pero aquí tomado como una entidad suprema).
Según esta concepción, el “Netjer” sería el ser supremo, una super-entidad que integra en una sola a todos los netjeru (dioses egipcios) y en el cual debe estar enfocado el culto.
La etimología de netjer, en singular, vendría a ser “poder divino” y la fundadora del K. O., se pone a jugar con esto para implicar que “netjeru” (dioses en plural) sería una palabra con el sentido de “poderes divinos” y no de dioses separados, parte del panteón politeísta más grande que jamás haya sido contabilizado (el del Antiguo Egipto).
Escapa a los límites de este artículo, el entrar en detalle sobre la doctrina mencionada, así como enumerar las enésimas razones por las cuales no tiene sustento alguno en lo que se conoce hasta el presente de la religión del Antiguo Egipto, en base a la ciencia de la egiptología y a toda otra disciplina académica seria que ayude a la comprensión de aquellas creencias.
Sin embargo, siendo Tamara Siuda una persona calificada en la referida disciplina científica, es dudoso que la implementación del culto al “Netjer” sea un error o una confusión de su parte, sino más bien una distorsión adrede, propia de quien nace en el seno del cristianismo y nunca termina de abandonarlo.
Baste con decir que no hay ni una sola inscripción jeroglífica que valide tal doctrina y que todo egiptólogo de renombre entiende que los egipcios eran politeístas, aunque en ocasiones se dedicaran al culto de una deidad en particular4.
4.- Tamera:
Por otra parte, están quienes siguen las tradiciones egipcias de manera más libre y adaptativa (pero, ciertamente, con mucho mejor criterio que el grupo anterior). En algunos casos, dentro de la Wicca y en otros por fuera de ella (aunque usando metodologías parecidas). Esas personas suelen apelar al término «tamera» para definir su sendero.
No está claro a quién se le ocurrió usar, por primera vez5, esta denominación, pero sí qué significa: Ya desde el Imperio Medio, los egipcios tenían un sobrenombre para Khemet… Usaban la palabra Ta-Meri, como lo atestigua el cuento de Sinuhé6, el egipcio que se vio obligado a exiliarse de su país y vivió muchas aventuras entre los asiáticos (semitas).
Este cuento, que data de la dinastía XII (h. 1900 a.C.) y que fue la obra cumbre de la literatura egipcia (usado por los escribas, durante miles de años, para practicar y enseñar a escribir), cuenta que el rey, luego de muchas instancias, termina por perdonar a Sinuhé y lo insta a volver a su país, para que pueda morir en su tierra y así poder llegar al Amenti, el reino de Osiris, en la siguiente vida.
Pero el faraón no usa el término «khemet» sino Ta-Meri, que significa «Tierra Amada» y de donde se origina Tameran (en inglés) o Tamera (en español).
La diferencia entre «tameri» y «tamera» es, casi seguramente, porque se solía usar la fórmula: «Ta-Meri-Râ» = «La Amada Tierra de Râ» como una variante para aludir al propio país.
Quienes aluden pertenecer a la corriente tamera, suelen ser caminantes en solitario de la tradición egipcia y no tienen un corpus homogéneo de creencias o rituales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, permanecen fieles a la esencia de la religión ancestral, sin mezclarla con lo abrahámico ni con lucubraciones extrañas.
5.- Kemetismo independiente:
Finalmente, llegamos al kemetismo independiente o bien, lisa y llanamente, al paganismo reconstruccionista egipcio.
La verdad sea dicha, no tengo la menor idea de si los “independientes” constituimos una gran mayoría o una pequeña minoría, entre los seguidores de las corrientes relacionadas con el Antiguo Egipto (por ser autónomos y estar dispersos a lo largo y ancho del mundo, no tenemos ningún tipo de cuantificación demográfica).
Como sea, todo aquel que se considere un seguidor de esta opción, se basará pura y exclusivamente en el estudio de las fuentes historiográficas y en la egiptología (así como en cualquier ciencia que ayude a esta última a aumentar el conocimiento real y objetivo sobre la civilización del Nilo).
El kemetismo independiente, también reconoce lo que se suele denominar como “gnosis personal”, que sería la experiencia subjetiva, interior e individual de lo que funciona bien para el culto y la “conexión” introspectiva con los netjeru. Sin embargo, se guarda de transmitir cualquier cosa relacionada con esto, como si fuera verdadero conocimiento, ya que es intransferible y propio de cada persona (siendo que X cosa puede servir a algunos y a otros no).
El kemetismo independiente, busca la reconstrucción de la fe del Antiguo Egipto, de la forma más perfecta y rigurosa posible, pero adaptándola a cada región, clima y cultura, siempre con el punto de referencia de la modernidad y el humanismo y sin hacer ningún caso de “líderes” o sectas alucinadas o de doctrinas no basadas en el conocimiento del pasado.
El mismo, por lo general, será un camino en donde no se buscará la «copia al carbón» de rituales, costumbres o de prácticas en general, sino la extrapolación de los sentidos, simbolismos, conceptos y metáforas a los tiempos modernos y nuestra región (territorio) y vida cotidiana.
Obviamente, y por estar sólo conectados entre sí por intereses en común, amistades o simpatías, los kemitas independientes (paganos reconstruccionistas egipcios) mantendrán leves diferencias teológicas, metafísicas e incluso éticas de cómo debe recrearse la religión ancestral de Khemet. Pero eso, lejos de ser un problema, garantiza la pluralidad y diversidad que ha distinguido desde siempre al verdadero paganismo.
Referencias, bibliografía y enlaces :
1.- Algo digno de destacarse es que, para los antiguos egipcios, esas ideas evemeristas sobre el origen meramente "humano" de los dioses, habrían sido muy ofensivas.
2.- El el "Libro de la Salida al Día" ("Libro Egipcio de los Muertos") se nombra a los 14 Ihats, los cuales son una especie de "mansiones", o habitaciones de una mansión, que el difunto debe visitar en su camino al reino de Osiris, mientras transita por la Duat -el mundo inferior. Algunos autores han pretendido que esto tiene relación con la posterior concepción de los sephirots del "Árbol Cabalístico", pero se trata de una afirmación totalmente gratuita, sin evidencia histórica o literaria de ningún tipo, basada sólo en un remoto parecido entre tales ideaciones.
3.- Nono de Panópolis, "Dionisíacas", III 300.
4.- La mejor lectura para comprender este aspecto de la religión del Antiguo Egipto, es "El Uno y los Múltiples", de Erik Hornung (egiptólogo), 1982. ISBN: 978-8498796636
5.- Al parecer, la primera vez que se llegó a utilizar esta denominación en una fuente escrita (pero sin pretender darle nombre a una nueva corriente) fue en el libro "Circle of Isis" (parte I), de Ellen Cannon Reed, 2002. ISBN 1-56414-568-9 (Debo esta referencia a la gentileza de mi amiga Aanata / H. M. García, practicante de la referida tradición):
"I discovered very early in writing this book that typing “ancient Egyptians” became tedious. If it’s tedious to type, it might well be tedious to read. Here’s how I’ve solved the problem: An ancient name for Egypt was Tamera, which means Beloved Land. Throughout this book, I will refer to ancient Egypt as Tamera, and to its inhabitants as Tamerans." // "Descubrí muy pronto al escribir este libro que tipear "antiguos egipcios" se volvió tedioso. Si es tedioso escribir, bien podría ser tedioso leer. Así es como resolví el problema: Un nombre antiguo para Egipto era Tamera, que significa Tierra Amada. A lo largo de este libro, me referiré al antiguo Egipto como Tamera, ya sus habitantes como tameranos."
6.- Es importante no confundir el cuento ancestral de Sinuhé, con la novela homónima de Mika Waltari, publicada en 1945, que trastoca el sentido original del relato y lo sitúa en la corte de Amenofis IV / Akhenatón... y menos aun, con la película "The Egyptian" de 1954 (20th Century Fox), basada en dicha novela, que incluso hace una apología "bíblica" del citado faraón y convierte a Sinhué en un creyente del "monoteísmo".
Unos días atrás, mientras debatía sobre diversas cuestiones relativas al paganismo con un amigo, me percaté de una cuestión que no había contemplado antes… Se trata de algo que había visto en otras áreas del conocimiento, en la ciencia, por ejemplo, cuando personas de diversas disciplinas o especialidades afirman cosas diferentes, no por ignorancia o porque estén rotundamente equivocadas, sino por no haber abordado la cuestión desde otros ángulos. Vale decir, estoy refiriéndome al sesgo que cada actividad profesional suele generar.
Lo que, como dije, nunca me había puesto a pensar, es que el mundo pagano también tenga ese problema cuando dos o más personas ilustradas en alguna de las diversas formas o corrientes que forman parte de nuestro “universo” de tradiciones, escuelas y sistemas, debaten.
Lo anterior es preocupante, no porque exista disidencia, variedad de opiniones o diversos puntos de vista sobre cuestiones éticas, teológicas, filosóficas o estéticas. El paganismo se caracteriza, y siempre lo ha hecho, por su absoluta diversidad y su casi infinita variedad de expresiones. Sin embargo, el que palabras tan significativas como religión, tradición, mito, símbolo y fe, no se entiendan igual y/o se valoren de manera similar, ya implica una barrera muy difícil de soslayar, para poder entenderse y afirmar, con cierto sentido lógico, que se pertenece al mismo colectivo (aunque sea, en realidad, un “conjunto de colectivos”).
Felizmente, la mayoría de los paganos que son referentes de sus propias tradiciones, grupos locales o escuelas de pensamiento, coinciden en tres puntos teológicos que, según creo, vienen a ser la frontera final que divide a las religiones paganas de las abrahámicas y las dhármicas.
Estos tres puntos, de máxima importancia, son: La negación de la trascendencia (a nivel universal y ontológico, no hablamos aquí de “trascender” estados de consciencia o del ser) y el abordaje de la inmanencia. La idea general de que la Naturaleza es todo lo que es, que nada existe por fuera de la misma; que no existió un “antes” ni existirá un “después” de ésta y que no es cosa creada, sino la fuente de toda la Existencia y, finalmente, la noción de que, se tenga la idea que fuere sobre lo que ocurre luego de la muerte, no se esté dispuesto a hipotecar, condicionar o sacrificar el disfrute y la plenitud de esta vida que conocemos y estamos transitando, por hipotéticas existencias futuras en reinos improbables o estados del ser, que son más el producto de experiencias psicotrópicas que de intuiciones relacionadas con una atenta observación del universo.
Pero aun así, incluso con tales presupuestos más o menos claros, que dejan fuera a los “mixtos” (a los que todavía no han abandonado del todo a las creencias abrahámicas o nadan plácidamente en las corrientes de la New Age), siguen existiendo esas trabas en la comunicación, esa sensación de “pertenecer a mundos diferentes”, porque hay términos y conceptos que no se comparten en cuanto a sus sentidos y acepciones, los cuales son necesarios para poder expresar, verdadera y claramente, ya sean las coincidencias o bien las discrepancias, con absoluta certeza de lo que se está hablando.
Por eso es mi intención, en el presente artículo, el desgranar tanto la etimología como los diversos significados que se le dan a las cinco palabras que referí más arriba, tratando con ello de ayudar a la comprensión entre paganos, ya sea de nuestras concordancias como de nuestras diferencias. Pero, sobre todo, para que dejemos de mantener esta penosa imagen de conjunto de “snobs”, “excéntricos” o “alucinados” que no tiene otra cosa mejor para hacer.
Nadie lo sabe todo sobre un tema y menos sabe todo sobre todos los temas. Pero si se establecen bases mínimas de comunicación, el conocimiento de las personas se vuelve complementario en vez de discordante y lleva a la comprensión en vez de a la disociación.
Definición del término Religión:
Esta palabra, tan simple como parece, encierra el primer gran problema dentro de nuestro ambiente y, en general, en el de las creencias humanas.
Una de las primeras veces que se definió de qué trataba la religión, fue en la obra “De Natura Deorum”, escrita en el año 45 a. C., por el senador, orador, filósofo y estadista Marco Tulio Cicerón. Este libro, de capital importancia para la teología pagana (en general, no sólo la mediterránea), define, en su Libro II, párrafo XXVIII, que el término en cuestión deriva del verbo latino “relegere”, que significa “leer”, “releer”, “recolectar”, etc.
Cicerón, argumenta que la religión es la relectura, la recapitulación de las tradiciones ancestrales. La opone a la superstición, que sería la práctica irreflexiva de cosas sin sentido ni continuidad, más por miedo que por respeto a los dioses o a los ancestros.
No obstante, unos cuatro siglos después, el teólogo cristiano (y “Padre de la Iglesia”) Lucius Caecilius Firmianus Lactantius (conocido simplemente como Lactancio), definió religión acudiendo a otro verbo latino: Religare… que significa «reunir” y mediante argumentaciones teológicas propias de su fe, le otorgó a “religión” la propiedad o característica de “unir al Hombre con Dios” (Divinae Institutiones IV, 28).
Huelga decir que la definición cristiana del término, predominó durante centurias, siendo que hoy en día, tanto creyentes (de diversas religiones) como ateos y agnósticos, acuden a esa etimología para definir de qué va la cosa.
Pues bien, como se comprenderá, hay un abismo entre ambas nociones, aunque uno esté utilizando la misma palabra (en uno u otro caso).
Para un cristiano (y por extensión para todos los abrahámicos, pero también para la gran mayoría de las personas modernas y occidentales), “religión” es algo que compete a “Dios”, incluso cuando se refiere a credos en donde esa entidad no ocupa ningún lugar. Se ve en esa actividad humana, a una cuestión de “conexión”, de seguir unido a un ser único y omnipresente.
Si un pagano no presta atención a esta inercia lingüística, pensará que las “religiones paganas” son algo parecido a “unir a la persona con sus dioses”, o peor aún, con algún ser “absoluto”. Sin conocer, recordar o tomar en cuenta a la mucho más coherente y asertiva definición de Cicerón, la de que, para el paganismo, la “religión” es el seguimiento, el respeto, la continuidad de las tradiciones, los símbolos y mitos, los valores y costumbres de nuestros primeros ancestros.
Entonces, la etimología pagana para “religión”, ya no es buscar una salvación, una iluminación o algún estado extático, psíquico o moral diferente del que se posee de natura, sino el seguir las tradiciones ancestrales.
Más adelante, en este artículo, explicaré por qué esto es tan relevante y cuáles son los beneficios de abordar la religión humana, desde ese punto de vista…
Las complicaciones de la palabra “Fe”:
Fe proviene del latín fides, que puede traducirse a nuestra lengua como “lealtad”. Sin embargo, las acepciones más usadas de la palabra, tienen que ver con la idea de creer algo ciegamente, de estar seguro de algo, aunque no se tenga prueba alguna de ello.
Esta noción, viene reforzada desde que el cristianismo es hegemónico, por la frase bíblica: “… la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve…” (Hebreos 11:1), adjudicada a Pablo de Tarso.
Si esta es la definición correcta o, por lo menos, la primaria, del término “fe”, entonces los paganos no deberíamos tenerla en lo absoluto.
Pero “fe” también significa otras cosas… “Confianza en…”, convicción sobre algo, etc. Es por ese camino en donde ya no desentona tanto con nuestras tradiciones y senderos. Los paganos tenemos confianza en nuestro legado, poseemos la convicción de que el pasado tiene mucho que ofrecernos, si es observado y mensurado de la manera correcta.
Puede decirse que, en cierto sentido, los paganos tenemos fe en los dioses. No obstante, nuestros dioses son las fuerzas de la Naturaleza y la misma no es algo “que no se ve”, sino por demás evidente y presente en todo lo que existe. Así que, desde ese ángulo, podríamos decir que la fe pagana está más en “sacralizar” y divinizar a la Naturaleza y a sus fuerzas, que en creer en cosas que no se ven, que (quizás) no existan o que no pueden ser comprendidas por la Razón.
Claro está que en el neopaganismo (y en casi todo el antiguo también) abunda el “pensamiento mágico”. Léase, el pensar que, por medios no explicables o cognoscibles, algo va a tener un determinado resultado, sólo porque así se lo quiere o porque se imagina de ese modo.
Sin adentrarnos en las peculiares conexiones entre la mente profunda de nuestra especie y la manipulación de la realidad (es verdad que toda cosa que no proviene directo de la Naturaleza, ha sido concebida, en algún momento, por una mente humana), puede decirse que ese tipo de pensamiento, “es así porque así lo creo o lo siento”, “será porque tengo fe en ello”, etc. está obsoleto y es rayano en la superstición, no sólo para nosotros, sino que probablemente el ya citado Cicerón (como persona culta de su época), lo vería del mismo modo.
Pero claro, todavía hay otra acepción más para “fe”, y tiene que ver con el enfoque… El ejemplo más claro de esto es el de un corredor de maratón, que tiene o no fe en terminar la carrera… Si no tiene “fe” en que terminará, es casi seguro que no podrá hacerlo. Si la tiene, también existirán enésimos otros factores determinantes (tanto o más) que esa fe, para que pueda lograr su meta, pero es seguro que, sin la convicción necesaria, no logrará nada.
En este sentido, los paganos sí aconsejamos tener fe en nuestras metas, valores e ideales y, de manera indirecta (lo cual quedará claro cuando explique los términos “mito” y “símbolo”) en nuestros dioses.
Pero es seguro que ningún pagano ilustrado, de la tradición o corriente que fuere, será de los que crean que un cáncer avanzado se curará por “fe” o por orar mucho, o que el trigo de un campo crecerá más alto, sólo porque pensemos obsesivamente en que así será…
El valor del mito y del símbolo:
En esta parte del artículo, y debido a que ya he explicado en muchos de mis contenidos qué es (y cuál es la importancia) del pensamiento mítico-simbólico, me ceñiré a profundizar sólo en los aspectos que creo “peor” entendidos del tema, especialmente, entre paganos…
Los mitos, en tanto que son narraciones o conceptos que siempre implican metáforas de sentido, no pueden ser abordados literalmente por quienes pretendan profundizar en ellos. Vale decir, el sentido literal de un mito no tiene otro valor que el poético o estético.
Lo anterior, es conocido por casi todos, pero puede generar malos entendidos el hecho de saber que hay que buscar el simbolismo implícito en los mitos.
Las metáforas y símbolos que cada mito encierra, no son “verdades sagradas”, no tienen un sentido unívoco (si bien a veces hay uno o más que son convencionalmente aceptados por colectivos enteros).
Las pretendidas “verdades sagradas” de algunas religiones, tienen por origen las enseñanzas explícitas de algún profeta, santón, “salvador” o “avatar”, al que la tradición (o, pocas veces, la historia real) le atribuye tales afirmaciones.
El mito pagano, se origina en la memoria colectiva de una cultura o de la humanidad en sí. Se trata de esquemas de pensamiento, narraciones literarias o conceptos simbólicos, que se diferencian del (así llamado) “mito urbano”, de las leyendas populares, los neo-mitos mediáticos o cinematográficos y los fakes modernos.
La diferencia mayor, mas no la única, estriba en que todas esas otras cosas son creadas por personas específicas, con un fin utilitario determinado o sólo por cuestiones lúdicas. El mito ancestral siempre proviene de un gran número de personas y, su desarrollo, cubre muchas generaciones.
Éstos, no deben confundirse con la literatura poética derivada de los mismos. Es así que la Ilíada no es un conjunto de mitos “tal cual” eran narrados en épocas micénicas, sino una compilación de poemas y narraciones aprovechadas por los poetas (sea que existiera o no Homero como persona real y única responsable de la obra) que desarrollaban de manera artística y no necesariamente fiel, respecto de los que sí eran los verdaderos mitos (los transmitidos de boca en boca por la gente común).
Toda persona que quiera entender de qué se tratan los mitos, tiene que partir de la base anterior. Es cierto que las mitologías se enriquecen con los poetas y la literatura y con el arte en general, de sus respectivas culturas. Pero también lo es que se distorsionan, envilecen y se vuelven “explicativos” y acomodaticios, sea a nivel de propaganda política para apoyar a algún gobernante, sea porque algún pensador les quiere asignar una determinada enseñanza moral, etc.
Toda mitología es amoral, si en ella se encuentran “enseñanzas” explícitas o entendidas del mismo modo por todos, hay que sospechar que fue adulterada por algún interés político, social o religioso, surgido a posteriori de la aparición de la misma.
Por eso, en diversas ocasiones he sostenido que algunas narraciones bíblicas, coránicas y de otras escrituras no-paganas, no sólo comenzaron como mitos (al igual que todas las tradiciones religiosas humanas), sino que, además, mutaron en fraudes históricos, al asignarles pretensión de historicidad o bien darles enseñanzas forzadas, acomodaticias o “midrásicas” de algún tipo.
Esta clase de fenómeno distorsivo, es también muy frecuente entre las religiones dhármicas y, a pesar del negacionismo de algunos al respecto, se dio, durante los siglos postreros del paganismo antiguo, entre las religiones mistéricas, gnósticas; entre algunas filosofías de corte espiritual y en las escuelas iniciáticas greco-egipcias.
Por usar una analogía un tanto trivial, el mito debería ser visto como una mancha de humedad en una pared: Cada persona que la observe, podrá tener pareidolias diferentes y meditar sobre ellas, derivando en emociones, inspiraciones, intuiciones y razonamientos diversos y totalmente individuales.
A lo anterior, algunos paganos solemos llamar “gnosis personal”. Se trata de algo que genera verdadero conocimiento y es útil para el individuo, pero tiene dos características que no se deben perder de vista: Se trata de un tipo de conocimiento intransferible (tal como si fuera el empirismo producto de los sentidos físicos) y nunca puede ser elevado a la categoría de “enseñanza” que vaya más allá del mundo interno de quien la ha vivenciado.
No obstante, el mito tiene metáforas de sentido que podríamos llamar “estándares”: Prometeo muestra que desafiar el statu quo es peligroso; Pandora, que la curiosidad puede tener consecuencias nefastas; el mito osírico expresa el ciclo de la fertilidad y la vegetación, etc.
Estos no son los sentidos literales, pero tampoco los subjetivos y personales de cada quien. Se trata de la intuición de los pueblos antiguos, que dio origen al mito en sí… En ese nivel, la metáfora es una decantación, una sedimentación de conocimiento colectivo y si bien NO PUEDE ser tomado como una verdad sagrada, sí tiene una enseñanza práctica, más allá de las diversas capas de “gnosis personal” que cada uno le pueda encontrar en su vida espiritual o “interior”.
El mito tiene la singular característica de que, si un grupo de individuos se pone a recitar un episodio de la Ilíada, la Eneida, el Ramayana o el Edda Poético, frente a un fuego, quizás todos los presentes se emocionen por igual (si están conectados con la cultura que originó el relato), pero cada uno evocará cosas diferentes, meditará sobre cuestiones distintas y, en definitiva, tendrá una experiencia que no será la misma que las de los demás.
Ese es el uso sano e irremplazable del mito, el que mueve a nuestra especie a niveles en que el pensamiento lógico-racional nunca podrá. Es el que nos impulsa a crear arte, a construir para la eternidad, a dejar legados perdurables a las generaciones que nos sucedan y a luchar por la Justicia y la Libertad, como valores eternos, más allá de la necesidad del simple acontecer y de la transitoriedad de la propia vida.
El mito une sin dejar de diversificar a los humanos, es lo contrario del dogma, origen de todo sectarismo e intolerancia del pensamiento y de su expresión o divulgación… La intelección lógica-racional también nos libera de este último, pero si sólo nos ceñimos a la misma, nos volveremos engranajes de una gran maquinaria, como proponen las ideas que maneja el marxismo u otros tipos de colectivismos o populismos.
El pensamiento lógico-racional, sin el complemento del mito, del mundo de los simbólico, del plano onírico, nos llevará al «1984» de Orwell o incluso, a cosas peores.
La Razón, por sí sola, no puede contra la barbarie. No lo pudo en el pasado ni lo puede actualmente. La Hélade ganó las Guerras Médicas (y con ello salvó al mundo de un oscurantismo temprano) no sólo con la razón de Atenas, sino con los mitos y la mística guerrera de Esparta y de otras polis.
Alejandro Magno, no unió al mundo conocido por entonces, sólo por ser un brillante discípulo de Aristóteles. Lo hizo por encarnar la idea del héroe, del civilizador (el hijo de «Zeus-Ammón») que tenía por destino el hacerlo… y así con tantos otros ejemplos…
Sin la Eneida (sin lo que en ella se narra, no específicamente por la obra de Virgilio en sí) no habría existido la Roma que conocemos… Sin los mitos grabados en estelas y templos, el Antiguo Egipto no hubiese tenido un Estado próspero, estable y funcional durante 3000 años, incluso teniendo el río más fértil y predecible, en su ciclo, de todo el mundo.
El único, o por lo menos el mayor peligro que atañe al abordaje de la mitología para darle sentido y propósito a los colectivos humanos; así como un punto focal y la pasión necesaria para la vida del individuo, es que las personas que no comprenden su verdadera naturaleza, los prostituyan para hacerlos funcionales a sus mezquinas o trasnochadas ideologías o bien a las postmodernas interpretaciones del pasado que surjan de sus afiebradas mentes.
En ese sentido, el mito no debe ser “reacomodado” o reinterpretado, sino tomado como en el mundo del arte abordan los estilos clásicos, no para modificarlos ni copiarlos, sino para servir de fuente de inspiración y creatividad, y marco de referencia para otros nuevos.
Tan inculta y equívoca es la interpretación literal, fundamentalista, de aquellas viejas tradiciones, como la trivial, profana y materialista de aquellos que, sin entender a nuestros remotos ancestros, llevan a cabo juicios morales en base a sus símbolos y metáforas, sin primero contextualizarlas.
Conclusiones:
Toda vida espiritual sana y operativa, conlleva el aprendizaje de conocimiento (intelectual) y de experiencias en donde la emoción y la intuición juegan un papel fundamental. Por ese motivo, la Razón no podrá llevar al practicante a buen puerto sin el concurso o el complemento de la metáfora, el mito y el símbolo. La espiritualidad, para desarrollarse, requiere tanto de la mente consciente como de la inconsciente.
También, en un sentido opuesto, la mera inmersión en lo mítico, sólo puede causar desvaríos sin el filtro del pensamiento lógico-racional. Es por eso que ambos lados de la mente humana, son necesarios por igual.
Por otro lado, para las sociedades modernas, la vuelta al pensamiento mítico-simbólico como una herramienta tan asiduamente utilizada como el lógico-racional, será lo único que pueda garantizar el freno de ideologías cosificantes de la persona humana; de credos dogmáticos, integristas y fundamentalistas, que ponen en riesgo la individualidad, la libertad y la seguridad de todo ser humano de buena voluntad y de la masificación y total pérdida de un propósito y sentido de la vida, para quienes las integren…
Respecto de nuestro colectivo pagano, también es fundamental que establezcamos claramente mínimos terminológicos que sean universalmente aceptados y validados, así como también, el evitar los sesgos por locación, profesión, etnia de origen o gustos intelectuales.
De no ser así, el renacimiento de las antiguas tradiciones, del legado de las grandes culturas del pasado, será sólo una moda, que pasará sin pena ni gloria ni aporte significativo alguno para la Humanidad y para el difícil futuro que le espera a la misma.
Los sueños, su entendimiento e interpretación, han sido siempre un tema fascinante, donde soñamos para “despertar” en otro mundo y tratar de salir rejuvenecidos. Se han tratado sus posibles funciones religiosas, psicológicas y sociales durante el paso del tiempo. En la antigüedad, los sueños hablaban, no sólo para decir algo de la propia persona, sino también del “nosotros” y del cosmos. Hoy en día, los sueños pueden ayudarnos a saber quiénes somos de manera más profunda y a entendernos mejor, aunque a veces no es tan simple encontrar un sentido en espacios donde se permite la fantasía y el desorden. Lo importante es rescatar si la mitología y el modo de ver los sueños en la antigüedad nos puede ser de utilidad actualmente y de qué manera. Para ello, vale la pena revisar algunos ejemplos en diferentes culturas y contextos.
El mundo onírico en las culturas antiguas precristianas
En la cosmovisión mesopotámica se expresaban 3 tipos de sueño: los de mensaje (mensajes divinos revelados a reyes y figuras políticas); sueños sintomáticos (sobre salud física o espiritual del soñador), y sueños mánticos (proféticos). Los sueños constituían elementos que los dioses dejaban en manos de los hombres, para ser un medio de comunicación de su voluntad. El dios Ziqîqu (sueño en acadio), da entrada al pensamiento de un “doble” evanescente que habita un mundo en el que cualquier cosa puede pasar, separado de la persona que habita en la vigilia. Aquí interviene un bârû o intérprete de los signos presentes en el sueño (se sabe que el conocimiento de los sueños se daba frecuentemente ejercido por mujeres), que se puede traducir analizando las visiones oníricas, al igual que prestando atención al “espíritu que sale del soñador” y migra a otro contexto (como pasa en los sueños de Enkidu o el de Utnapishtim en el Poema o Epopeya de Gilgamesh).
Se trata de vivir un sueño/amâru, nathâlu con experiencias desconocidas, teniendo la posibilidad de captar mensajes divinos en momentos relevantes, con la ventaja de que el contenido se entiende claramente en este caso. Los rituales previos o situarse en lugares sagrados, favorecían la comunicación con los dioses. En cambio, estaban los sueños simbólicos de contenido complejo y alterado que no brindan un mensaje directo, por lo que se requería apoyo en su entendimiento. Entre los sueños de Gilgamesh están anuncios como la llegada de Enkidu, quien también sueña con la venida de su muerte, así como el aviso del diluvio a Utnapishtim. Si bien pueden tratarse de recursos literarios en el relato, no dejan de otorgar pistas respecto al modo en que se percibían los sueños.
En el caso de babilonios y asirios, los responsables de los sueños eran muchas veces los espíritus de los muertos, mismos que se podían conjurar con la ayuda de la diosa Mamu, a quien se le construían templos y se esperaba que velara por los buenos sueños. Por su parte, en el caso del Antiguo Egipto, los sueños se veían como un medio de acceso a diferentes áreas de la existencia que permanecen ocultas al estar despierto. Los sueños son también una forma de contacto con los dioses y la habilidad de descifrar su contenido estaba a cargo de los sacerdotes. Los dioses podían hacer solicitudes, responder interrogantes y advertir sobre peligros inminentes por medio de mensajes al soñar.
El Papiro Chester Beatty III, llamado también “el libro antiguo de los sueños” que data del reinado de Ramsés II, se encuentra actualmente en el Museo Británico. Escrito aproximadamente entre el 1330 al 1070 a. C., aunque se ha estudiado que retoma material que se remonta al año 2000 a.C., incluye una lista de sueños y su interpretación. En él se distinguen los sueños positivos y negativos, usando también la antítesis, donde algo que en apariencia es agradable, resulta con un significado nefasto y viceversa. Como ejemplo, el soñador de la muerte se interpreta como una señal de tener una vida prolongada.
El destino para los griegos o “fatum” de los romanos, lleva a pensar en cuán relacionada está la existencia material con la inmaterial, percibida en los sueños. En este contexto griego, Tánatos e Hipnos para la muerte y el sueño, respectivamente, abren la puerta a un viaje que nos traslada a un reino onírico no palpable, donde se hace un viaje de transformación de la psique y de lo que se considere como alma. Descendemos al umbral de “la muerte”, permitiendo que haya una renovación y una conexión con otros estados de la existencia y del conocimiento. Conforme a Homero, el sueño y su cualidad externa se representa por el que visita al que sueña con alguna imagen o figura del sueño; tal figura se entiende como el sueño mismo.
En los tiempos de la Grecia clásica, de acuerdo a Heráclito, el sueño se veía ligado al cierre de canales sensoriales y a la “extinción del fuego del alma”; para Aristóteles, el enfriamiento del corazón era su centro, por lo que también habría un acercamiento a la muerte de cierta forma. Una idea aristotélica cercana a ciertas teorías modernas es la que refiere a las alucinaciones, ilusiones del estado de vigilia y a fantasías de los sueños que son definidos como ”la acción de la imaginación durante el dormir». Sus teorías oníricas se pueden revisar en tres ensayos cortos: Del sueño y los sueños; Del sueño; y De la adivinación mediante el sueño.
Por su parte, destaca Artemidoro de Éfeso al escribir, quizá el más famoso libro del tema en la Antigüedad en el segundo siglo de nuestra era: “La interpretación de los sueños”. En éste, enunciaba a los “sueños de estado” (de ayuda para deducir las preocupaciones y el presente) y a los “ensueños de acontecimientos” (conectados al futuro, conforme a las características de la persona). Vale la pena decir, que las teorías psicodinámicas de mucho tiempo después (siglo XIX), tomaron como precedente a las ideas de Artemidoro y Heráclito, quien expresaba: “para los despiertos hay un mundo único y común, mientras que, cada uno de los que duermen, vuelve hacia el uno particular”.
Es significativo, igualmente, enunciar los mensajes o avisos que se obtienen en los sueños. En la antigüedad tardía se ve también un ejemplo en “Las Metamorfosis” de Ovidio, donde Alcione quema incienso para la diosa Juno en su altar, con el objetivo de que su esposo, el rey Ceix, regrese bien a ella. Sin embargo, ella no sabe que su marido ya ha muerto en una tormenta, por lo que Juno envía a Iris hacia el “palacio del dios Sueño” y así ella reciba un sueño de Ceix en el que le haga saber lo ocurrido en el naufragio. Sueño despierta a su hijo Morfeo, debido a que es el que se asemeja más a los humanos al imitarlos en palabras, vestiduras y movimientos, para que tome la forma de Ceix y le informe a Alcione “… Soy el fantasma de tu marido, que ya no está con vida. Estoy muerto Alcione”.
La narración anterior deja ver, una vez más, que la intervención divina también ha sido parte del mundo de los sueños, recibiendo señales, pero también respuestas a diversas dificultades. Es así que los mensajes interpretados en sueños llegaron incluso a influir para tomar decisiones en la política, aunque mucho del contenido se presentaba indescifrable, o por lo menos, ambiguo y oscuro.
¿Es entonces relevante actualmente el manejo de los sueños en la Antigüedad?
Es importante decir que no es posible pretender que los sueños no afectan de algún modo las decisiones que después tomamos al despertar; el sueño puede sustituir lo insatisfecho e inconcluso, conseguir llegar a espacios normalmente casi inalcanzables de la mente en este “descenso” al mundo onírico lleno de fantasías y miedos a enfrentar. El sueño ha sido mucho más que un fenómeno privado de la mente, ya que deja marcada su huella en la historia cultural humana. Al pensar que un tercio de nuestra vida está dedicado a dormir, y, por tanto, una parte a soñar, no extraña que se haya convertido en un tema significativo, sin olvidar que, actualmente se sabe que los sueños ocupan aproximadamente un 20% del tiempo mientras se duerme. Debe notarse que mucho del pensamiento de la antigüedad sobre el tema, sirvió también como un antecedente de varias teorías psicológicas que se continúan practicando en el presente.
A pesar de que se suele desestimar el modo en que los sueños fueron manejados o entendidos en la antigüedad, en un nivel mitológico se puede ver como no se ha perdido vigencia en esa búsqueda para tatar de “vencer” de cierta forma, esas leyes de espacio y tiempo, donde resulta valioso rescatar esas expresiones de la naturaleza y lo que para la persona simbolizan. Creamos monstruos, nos encontramos con personas lejanas, desconocidas o con cualquier tipo de seres inaccesibles por cualquier razón durante la vigilia.
Nos sumergimos en mundos utópicos que dejan abierta la puerta a la creatividad y a encontrar respuestas, ya que la emoción que se percibe, se puede vivir y sentir tan intensamente, que nos lleve a una transformación interna que tal vez no habría ocurrido de otra manera. La comunicación con divinidades durante el sueño o recibir mensajes de ancestros, puede ayudar a revisar un significado espiritual propio, el cual probablemente se verá potenciado si previamente, antes de dormir, tuvimos contacto directo con la naturaleza o algún ambiente significativo que se conecte con ese dios, antepasado o cualquier otra entidad o idea a explorar. Aún más, esta comunicación “divina” puede ser fuente para producir arte o de creación en una diversidad de contextos (literarios, científicos, etc.), lo que daría una aportación no sólo al propio soñador, sino a los que disfruten de su obra o descubrimiento.
Los sueños destacan su importancia cultural dentro de la vida y el pensamiento desde la antigüedad, empezando porque hacen tangibles conceptos muy complejos y difíciles de representar de otra manera (aunque eso de “tangible” en un mundo onírico que después se trata de recordar, ya resulta bastante extraño). Es decir, lo abstracto del “alma”, la identidad, entenderse a sí mismo, al tiempo cósmico, emociones, etc., traducido en un lenguaje distinto. La vida y la muerte se encuentran, ya sea por la visión de fallecidos, de algún símbolo de que le ocurre o viene a uno (la muerte), e incluso de la figura que la represente.
Ahora bien, no hay que perder de vista que los sueños pueden gobernar al ser humano para bien o para mal, donde, como se ha dicho, pensar o recordar algo que parecía perdido, pero manejado de manera distinta, puede conducirte a realizar una reflexión y cambiar algo al despertar. La posibilidad de experimentar escenas que parecieran estar “presentes” con imágenes, sonido y movimiento, hacen sentirlas tan vívidas como si se estuviese despierto, lo que lleva a organizar la información de otra manera. Los sueños pueden darnos avisos que hemos captado o percibido ya, pero no de forma consciente, así que llegarían a través de otros personajes que de algún modo nos revelarán lo que en el fondo conocíamos o intuíamos, para tener ese acercamiento a lo “profético”. Revelar lo que está oculto desde un estado mental diferente.
No obstante, no hay que caer en el abandono de lo racional o en tomarlos como una evasión que se traduzca en renunciar a vivir cuando estamos despiertos para perdernos en las ilusiones. Asimismo, no se trata de querer interpretar todo sueño como una señal relevante, ya que puede ser simplemente algo aleatorio influenciado por lo que sucede en el día o lo que se percibe del ambiente mientras se duerme, al igual que sueños provocados por miedos o preocupaciones de alguna situación que está ocurriendo o del pasado, que derivara en alguna huella traumática a resolver de manera psicológica.
Es decir, si la experiencia onírica impacta en el pensamiento, posiblemente cambiará el actuar, el modo de expresarse, y podrá llevar a emprender nuevos caminos. Depende de la persona que se aproveche de manera favorable esa nueva inspiración y enfoque onírico ligado a su significado conforme a la vida y experiencias de la psicología personal.
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