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Reflexiones Paganas
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Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.

La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.


Tiempo de lectura: ~7 minutos. 2015 palabra(s).

Los sueños, su entendimiento e interpretación, han sido siempre un tema fascinante, donde soñamos para “despertar” en otro mundo y tratar de salir rejuvenecidos. Se han tratado sus posibles funciones religiosas, psicológicas y sociales durante el paso del tiempo. En la antigüedad, los sueños hablaban, no sólo para decir algo de la propia persona, sino también del “nosotros” y del cosmos. Hoy en día, los sueños pueden ayudarnos a saber quiénes somos de manera más profunda y a entendernos mejor, aunque a veces no es tan simple encontrar un sentido en espacios donde se permite la fantasía y el desorden. Lo importante es rescatar si la mitología y el modo de ver los sueños en la antigüedad nos puede ser de utilidad actualmente y de qué manera. Para ello, vale la pena revisar algunos ejemplos en diferentes culturas y contextos.

El mundo onírico en las culturas antiguas precristianas

En la cosmovisión mesopotámica se expresaban 3 tipos de sueño: los de mensaje (mensajes divinos revelados a reyes y figuras políticas); sueños sintomáticos (sobre salud física o espiritual del soñador), y sueños mánticos (proféticos). Los sueños constituían elementos que los dioses dejaban en manos de los hombres, para ser un medio de comunicación de su voluntad. El dios Ziqîqu (sueño en acadio), da entrada al pensamiento de un “doble” evanescente que habita un mundo en el que cualquier cosa puede pasar, separado de la persona que habita en la vigilia. Aquí interviene un bârû o intérprete de los signos presentes en el sueño (se sabe que el conocimiento de los sueños se daba frecuentemente ejercido por mujeres), que se puede traducir analizando las visiones oníricas, al igual que prestando atención al “espíritu que sale del soñador” y migra a otro contexto (como pasa en los sueños de Enkidu o el de Utnapishtim en el Poema o Epopeya de Gilgamesh).

Se trata de vivir un sueño/amâru, nathâlu con experiencias desconocidas, teniendo la posibilidad de captar mensajes divinos en momentos relevantes, con la ventaja de que el contenido se entiende claramente en este caso. Los rituales previos o situarse en lugares sagrados, favorecían la comunicación con los dioses. En cambio, estaban los sueños simbólicos de contenido complejo y alterado que no brindan un mensaje directo, por lo que se requería apoyo en su entendimiento. Entre los sueños de Gilgamesh están anuncios como la llegada de Enkidu, quien también sueña con la venida de su muerte, así como el aviso del diluvio a Utnapishtim. Si bien pueden tratarse de recursos literarios en el relato, no dejan de otorgar pistas respecto al modo en que se percibían los sueños.

En el caso de babilonios y asirios, los responsables de los sueños eran muchas veces los espíritus de los muertos, mismos que se podían conjurar con la ayuda de la diosa Mamu, a quien se le construían templos y se esperaba que velara por los buenos sueños. Por su parte, en el caso del Antiguo Egipto, los sueños se veían como un medio de acceso a diferentes áreas de la existencia que permanecen ocultas al estar despierto. Los sueños son también una forma de contacto con los dioses y la habilidad de descifrar su contenido estaba a cargo de los sacerdotes. Los dioses podían hacer solicitudes, responder interrogantes y advertir sobre peligros inminentes por medio de mensajes al soñar.

El Papiro Chester Beatty III, llamado también “el libro antiguo de los sueños” que data del reinado de Ramsés II, se encuentra actualmente en el Museo Británico. Escrito aproximadamente entre el 1330 al 1070 a. C., aunque se ha estudiado que retoma material que se remonta al año 2000 a.C., incluye una lista de sueños y su interpretación. En él se distinguen los sueños positivos y negativos, usando también la antítesis, donde algo que en apariencia es agradable, resulta con un significado nefasto y viceversa. Como ejemplo, el soñador de la muerte se interpreta como una señal de tener una vida prolongada.

El destino para los griegos o “fatum” de los romanos, lleva a pensar en cuán relacionada está la existencia material con la inmaterial, percibida en los sueños. En este contexto griego, Tánatos e Hipnos para la muerte y el sueño, respectivamente, abren la puerta a un viaje que nos traslada a un reino onírico no palpable, donde se hace un viaje de transformación de la psique y de lo que se considere como alma. Descendemos al umbral de “la muerte”, permitiendo que haya una renovación y una conexión con otros estados de la existencia y del conocimiento. Conforme a Homero, el sueño y su cualidad externa se representa por el que visita al que sueña con alguna imagen o figura del sueño; tal figura se entiende como el sueño mismo.

En los tiempos de la Grecia clásica, de acuerdo a Heráclito, el sueño se veía ligado al cierre de canales sensoriales y a la “extinción del fuego del alma”; para Aristóteles, el enfriamiento del corazón era su centro, por lo que también habría un acercamiento a la muerte de cierta forma. Una idea aristotélica cercana a ciertas teorías modernas es la que refiere a las alucinaciones, ilusiones del estado de vigilia y a fantasías de los sueños que son definidos como ”la acción de la imaginación durante el dormir». Sus teorías oníricas se pueden revisar en tres ensayos cortos: Del sueño y los sueños; Del sueño; y De la adivinación mediante el sueño.

Por su parte, destaca Artemidoro de Éfeso al escribir, quizá el más famoso libro del tema en la Antigüedad en el segundo siglo de nuestra era: “La interpretación de los sueños”. En éste, enunciaba a los “sueños de estado” (de ayuda para deducir las preocupaciones y el presente) y a los “ensueños de acontecimientos” (conectados al futuro, conforme a las características de la persona). Vale la pena decir, que las teorías psicodinámicas de mucho tiempo después (siglo XIX), tomaron como precedente a las ideas de Artemidoro y Heráclito, quien expresaba: “para los despiertos hay un mundo único y común, mientras que, cada uno de los que duermen, vuelve hacia el uno particular”.

Es significativo, igualmente, enunciar los mensajes o avisos que se obtienen en los sueños. En la antigüedad tardía se ve también un ejemplo en “Las Metamorfosis” de Ovidio, donde Alcione quema incienso para la diosa Juno en su altar, con el objetivo de que su esposo, el rey Ceix, regrese bien a ella. Sin embargo, ella no sabe que su marido ya ha muerto en una tormenta, por lo que Juno envía a Iris hacia el “palacio del dios Sueño” y así ella reciba un sueño de Ceix en el que le haga saber lo ocurrido en el naufragio. Sueño despierta a su hijo Morfeo, debido a que es el que se asemeja más a los humanos al imitarlos en palabras, vestiduras y movimientos, para que tome la forma de Ceix y le informe a Alcione “… Soy el fantasma de tu marido, que ya no está con vida. Estoy muerto Alcione”.

La narración anterior deja ver, una vez más, que la intervención divina también ha sido parte del mundo de los sueños, recibiendo señales, pero también respuestas a diversas dificultades. Es así que los mensajes interpretados en sueños llegaron incluso a influir para tomar decisiones en la política, aunque mucho del contenido se presentaba indescifrable, o por lo menos, ambiguo y oscuro.

¿Es entonces relevante actualmente el manejo de los sueños en la Antigüedad?

Es importante decir que no es posible pretender que los sueños no afectan de algún modo las decisiones que después tomamos al despertar; el sueño puede sustituir lo insatisfecho e inconcluso, conseguir llegar a espacios normalmente casi inalcanzables de la mente en este “descenso” al mundo onírico lleno de fantasías y miedos a enfrentar. El sueño ha sido mucho más que un fenómeno privado de la mente, ya que deja marcada su huella en la historia cultural humana. Al pensar que un tercio de nuestra vida está dedicado a dormir, y, por tanto, una parte a soñar, no extraña que se haya convertido en un tema significativo, sin olvidar que, actualmente se sabe que los sueños ocupan aproximadamente un 20% del tiempo mientras se duerme. Debe notarse que mucho del pensamiento de la antigüedad sobre el tema, sirvió también como un antecedente de varias teorías psicológicas que se continúan practicando en el presente.

A pesar de que se suele desestimar el modo en que los sueños fueron manejados o entendidos en la antigüedad, en un nivel mitológico se puede ver como no se ha perdido vigencia en esa búsqueda para tatar de “vencer” de cierta forma, esas leyes de espacio y tiempo, donde resulta valioso rescatar esas expresiones de la naturaleza y lo que para la persona simbolizan. Creamos monstruos, nos encontramos con personas lejanas, desconocidas o con cualquier tipo de seres inaccesibles por cualquier razón durante la vigilia.

Nos sumergimos en mundos utópicos que dejan abierta la puerta a la creatividad y a encontrar respuestas, ya que la emoción que se percibe, se puede vivir y sentir tan intensamente, que nos lleve a una transformación interna que tal vez no habría ocurrido de otra manera. La comunicación con divinidades durante el sueño o recibir mensajes de ancestros, puede ayudar a revisar un significado espiritual propio, el cual probablemente se verá potenciado si previamente, antes de dormir, tuvimos contacto directo con la naturaleza o algún ambiente significativo que se conecte con ese dios, antepasado o cualquier otra entidad o idea a explorar. Aún más, esta comunicación “divina” puede ser fuente para producir arte o de creación en una diversidad de contextos (literarios, científicos, etc.), lo que daría una aportación no sólo al propio soñador, sino a los que disfruten de su obra o descubrimiento.

Los sueños destacan su importancia cultural dentro de la vida y el pensamiento desde la antigüedad, empezando porque hacen tangibles conceptos muy complejos y difíciles de representar de otra manera (aunque eso de “tangible” en un mundo onírico que después se trata de recordar, ya resulta bastante extraño). Es decir, lo abstracto del “alma”, la identidad, entenderse a sí mismo, al tiempo cósmico, emociones, etc., traducido en un lenguaje distinto. La vida y la muerte se encuentran, ya sea por la visión de fallecidos, de algún símbolo de que le ocurre o viene a uno (la muerte), e incluso de la figura que la represente.

Ahora bien, no hay que perder de vista que los sueños pueden gobernar al ser humano para bien o para mal, donde, como se ha dicho, pensar o recordar algo que parecía perdido, pero manejado de manera distinta, puede conducirte a realizar una reflexión y cambiar algo al despertar. La posibilidad de experimentar escenas que parecieran estar “presentes” con imágenes, sonido y movimiento, hacen sentirlas tan vívidas como si se estuviese despierto, lo que lleva a organizar la información de otra manera. Los sueños pueden darnos avisos que hemos captado o percibido ya, pero no de forma consciente, así que llegarían a través de otros personajes que de algún modo nos revelarán lo que en el fondo conocíamos o intuíamos, para tener ese acercamiento a lo “profético”. Revelar lo que está oculto desde un estado mental diferente.

No obstante, no hay que caer en el abandono de lo racional o en tomarlos como una evasión que se traduzca en renunciar a vivir cuando estamos despiertos para perdernos en las ilusiones. Asimismo, no se trata de querer interpretar todo sueño como una señal relevante, ya que puede ser simplemente algo aleatorio influenciado por lo que sucede en el día o lo que se percibe del ambiente mientras se duerme, al igual que sueños provocados por miedos o preocupaciones de alguna situación que está ocurriendo o del pasado, que derivara en alguna huella traumática a resolver de manera psicológica.

Es decir, si la experiencia onírica impacta en el pensamiento, posiblemente cambiará el actuar, el modo de expresarse, y podrá llevar a emprender nuevos caminos. Depende de la persona que se aproveche de manera favorable esa nueva inspiración y enfoque onírico ligado a su significado conforme a la vida y experiencias de la psicología personal.

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Tiempo de lectura: ~12 minutos. 3341 palabra(s).

Hace unos días, en mi grupo Wicca y Neo-Paganismo de Facebook, se dio un particular (y corto) debate, que me ha dejado pensando en un problema relativo a la Wicca (y tal vez a otras diversas corrientes neopaganas de corte ecléctico). El contenido del mismo y una reflexión sobre el asunto, es lo que quiero volcar aquí…

La cuestión comenzó con un párrafo un tanto complejo de entender, con el que se solicitaban libros “… wiccanos o paganos…”, en donde se explicarán o enumeraran “… mantras para entrar en trance e invocar a las divinidades…” (sic).

Esta petición, tan simple como parece, muestra una compleja red de confusiones y entuertos, que van más allá de la falta de información o inexperiencia del solicitante, sino que se pueden rastrear hasta la “fuente” a partir de la cual se generó el malentendido, que no es otra que el célebre libro de Scott Cunningham “Wicca: A Guide For The Solitary Practitioner” | “Wicca: Una Guía Para El Practicante Solitario”.

Cabe aclarar que no es que trate de adivinar, sino que la fuente en cuestión fue citada por el propio miembro que consultó, todo lo cual deja entrever otro asunto: Muchos consultan en ese tipo de grupos para ver si otros reafirman las creencias que ya tienen, no para adquirir nuevos conocimientos y, si tales creencias no son reafirmadas, se van enojados a otra parte (generalmente, a repetir el esquema), no sin antes «aportar las evidencias» que ellos creen incontrastables sobre lo que «se les debería haber respondido».

¿Quién fue Scott Cunningham?

La verdad sea dicha, y a pesar de los numerosos libros escritos por el referido autor, apenas si he leído raudamente algunos de ellos y sólo lo hice con la intención de informarme sobre su obra, no porque entendiera que algo significativo o relevante pudiese emanar de la misma.

Quienes me conocen, saben que mi opinión es que hay más libros de trascendental importancia de los que un ser humano puede leer en una larga vida, por ende, selecciono muy bien mis lecturas (dando siempre preferencia a los clásicos o a los trabajos académicos).

En otra “vuelta de tuerca” de sinceridad, y sabiendo que esto no me granjeará simpatías, diré que aún tiene que llegar el día en que algún amigo o contacto versado en la Wicca, me explique por qué debería ver a Cunningham como diferente a cualquier otro escritor new-age de los años 80s. (Por ahora, ese día no ha llegado).

No obstante, me es un poco incómodo tener que criticar severamente a una persona fallecida a los 36 años, de manera bastante trágica (por complicaciones derivadas del HIV) y que es admirada por cientos de miles de lectores (por no decir que el 90% de quienes me lean aquí, también sentirán aprecio por él). Sin embargo, haciendo un ejercicio de objetividad al respecto de sus aportaciones a la Wicca, hay que decir que fueron, a la vez, populares y cuantiosas, pero también pobres y confusas (en su calidad, su validez y su inexorable nulidad académica).

Scott Cunningham, quien nació en Michigan, USA; en junio de 1956, fue uno de esos típicos escritores de los años 70s y 80s del siglo pasado, que incursionaron en áreas “espirituales”, sea por curiosidad, sea por la rentabilidad del tema, o quizás por ambas cosas…

No hay demasiada información fiable sobre su vida en la red, pero se dice que se matriculó en la Universidad de San Diego, USA, en 1974 (otros afirman que en 1978 -el dato varía según la fuente que se consulte), para estudiar allí la carrera de “literatura creativa”, la cual abandonó dos años después, aludiendo que había producido más textos que sus propios profesores y que ya no tenía más nada que aprender con ellos (hasta allí es donde llegó su educación formal).

También, según la fuente que se consulte, se dice que Cunningham ya había leído sobre la Wicca a comienzos de los años 70s (estando en la escuela secundaria) o bien que fue instruido sobre los basamentos de la misma por una amiga y compañera de estudios, llamada Dorothy Jones.

Como sea, es seguro que ya a mediados de los años 80s, conoció a Raymond Buckland (creador de la Seax Wica) y se convirtió en amigo de éste, así como de otros personajes veteranos de la Wicca o bien de tradiciones afines, tales como Silver RavenWolf y Raven Grimassi.

Sus libros se caracterizan por ser de corte informal, casi parecen apuntes o recetarios, sin referencia alguna de donde proviene cada dato aportado, pero es precisamente eso lo que fascina a los practicantes neófitos de la Wicca, ya que lo que suelen buscar es acceso a datos rápidos y de fácil lectura.

Como dije, Cunningham murió a los 36 años (en 1993) dejando tras de sí múltiples obras, algunas de las cuales vendieron cientos de miles de ejemplares (y si se cuentan las copias piratas en la red, la cifra debería elevarse x5 o x10).

Cerrando esta corta reseña biográfica, quiero proponer al lector atento, que se enfoque en lo siguiente: Si Cunningham entró formalmente en el mundo wiccano a mediados de los años 80s y falleció en 1993, tuvo menos de una década para instruirse y erigirse en “maestro” o «referente» de la misma. Si sumamos esto a que no tenía la menor preparación académica, respecto de historia de las religiones, antropología, mitología comparada o lo que fuere, queda bastante claro el nivel de subjetividad e improvisación que se encontrará en cualquier cosa que éste haya escrito sobre el referido tema.

No obstante, hay quienes argumentarán que el autor que nos ocupa, fue iniciado por verdaderos e importantes referentes de la Wicca de aquella época, lo cual es verdad… Sin embargo, la pregunta sigue siendo válida: ¿Qué preeminencia o autoridad hay que otorgarle a Scott Cunningham por encima de cualquier otro iniciado en cualquier tradición formal de la Wicca, que contara con unos pocos años de experiencia en el tema antes de lanzarse a escribir y publicar toneladas de libros?

Dicho de otro modo: Si se tratara de cualquier otro tema, ¿cuántos de nosotros daríamos crédito a los escritos de un sujeto, con ninguna preparación formal sobre el tópico inherente y que, a la par, llevara menos de una década de experiencia en relación con ello?

Invocaciones y evocaciones:

Volviendo a la razón básica de este artículo (al debate del grupo pagano de Facebook), la primera aclaración que hay que hacer, es qué significa realmente “invocar” a una deidad y si los paganos nos damos a esa práctica…

El consultante refirió lo de “invocar” deidades, por la obvia razón de que Scott Cunningham, en el libro antes citado, usa esa palabra más de 40 veces (por lo menos en la edición original en inglés, en español, jamás he encontrado una traducción mínimamente rigurosa del libro) y dada la confianza y hasta “reverencia” que inspira dicho autor a los wiccans noveles, la idea de “invocar deidades” se le hizo carne…

Pero, ¿qué sería invocar a una deidad? Pues, en general, se trataría de un acto histriónico, dramático (inherentemente sobrenaturalista), que no es utilizado por los paganos modernos (y difícilmente fuera un recurso habitual en la práctica doméstica de cualquier tradición de la Antigüedad).

La palabra invocar o invocación, implica que “algo se presente” delante de quien oficia (por lo menos si el acto tiene un mínimo de éxito en su cometido). Tal cosa, por un lado, suena fantasiosa a una mentalidad racionalista y moderna, pero incluso si nos pusiéramos a pensar como lo harían Homero o Hesíodo, o bien como dejan ver los Eddas nórdicos (por poner sólo dos ejemplos), resultaría en algo “de temer”.

¿Quién querría molestar a Odín o a Zeus llamándolo para solucionar las minucias e insignificancias de la vida de un mortal? (Esto que digo es obviamente retórico, pero ilustra bien lo que trato de explicar).

Ahora, el diccionario Collins de la lengua inglesa, dice del término: “An invocation is a request for help or forgiveness made to a god.” (“Una invocación es una petición de ayuda o perdón hecha a un dios”)1; mientras que el diccionario Oxford, dice: “The act of asking for help, from a god or from a person in authority; the act of referring to something or of calling for something to appear…” (“El acto de pedir ayuda, a un dios o a una persona en autoridad; el acto de referirse a algo o de pedir que ese algo aparezca…”)2.

Sin duda, como él mismo refiere en una parte de su libro (“… shouldn’t be taken too literally …” / “… no debería ser tomada demasiado literal…”)3, Cunningham usa este término de forma muy liberal y figurativa. Por desgracia, la pequeña aclaración parece no bastar para neutralizar la confusión que genera con su continua repetición.

En un plano realista y en concordancia tanto con las posibles acepciones teológicas, antropológicas y culturales en general, sea en la lengua inglesa como en la castellana, la palabra que Cunningham debería haber utilizado es “evocación”.

“Evoke”, según el diccionario Oxford, es un verbo que significa: “evoke something to bring a feeling, a memory or an image into your mind.” (“Evocar algo para traer un sentimiento, un recuerdo o una imagen a la mente»)4.

Es decir, lo que normalmente hace un pagano al llevar a cabo un ritual (sea wiccano o de cualquier otra tradición) es evocar a una deidad (u otro tipo de entidad), a sus mitos, aspectos teológicos, atributos simbólicos, etc. con el fin de lograr algún cambio interno en la propia psicología (ya sean las emociones, recuerdos o estados de ánimo), sin pretender ningún fenómeno “dramático” o sobrenatural como efecto de ello y pensando que todo resultado «mágico» relativo a su práctica, procederá desde su propio ser interno y no de fenómenos paranormales o de prodigios externos.

En el fondo, el libro de Cunningham termina por decir eso mismo, pero al utilizar (enésimas veces) una palabra tan llamativa como “invocation”, también genera el marketing necesario para vender más, fascinando a los neófitos con expectativas fantasiosas…

En cualquier caso, es imprescindible persuadir a los adherentes nóveles de la Wicca, sobre que en el paganismo no se “invocan” entidades al modo de las películas de Hollywood o como se haría con los difuntos en una sesión espiritista.

Respecto de los trances:

Es más complejo de determinar, la razón de que los “trances” (en el sentido de estados psicológicos alterados), hayan sido mezclados con la consulta que motivó este artículo. Sin embargo, Cunningham también habla del tema, “al pasar”, en su libro (como así también de otros fenómenos reales o imaginarios de la mente, tales como la meditación, la concentración, las visualizaciones y los “viajes astrales”).

Ahora, hablar de «trance» en lo que respecta a estados de la consciencia, es similar a hablar de «locura» en términos de la psiquiatría… No cabe, es una palabra coloquial, que no describe o precisa de qué realmente trata el fenómeno.

El uso común de la palabra «trance» alude a algún estado extático de consciencia, lo que equivale a decir a un estado alterado de la misma. Los «estados alterados» son muy variados y también muchos son los métodos para acceder a los mismos.

La Wicca no se caracteriza por buscar estos estados (apunta más a la correspondencia mágico-simbólica que a la experiencia visionaria de tipo shamánica) y, de hecho, en el paganismo en general “práctica ritual” y «trance» (o estado alterado) no se compaginan entre sí, ya que lo primero es un acto que el oficiante de un rito lleva a cabo en estado consciente y, por otra parte, lo que genérica (e inexactamente) podríamos denominar «trance» es un estado en el que no se puede oficiar nada, sino reaccionar de manera inconsciente.

Los estados meditativos o contemplativos propios de los rituales religiosos típicos, no deberían ser confundidos con los estados de trance (al estilo de la “mediumnidad” en el espiritismo, los ataques histéricos del evangelismo neo-pentecostal o las danzas catárticas de las tradiciones afroamericanas).

Vale decir, el «estado de trance», entendido de ese modo, no aplica a la práctica de la Wicca o de cualquier otro tipo de tradición pagana cuyos rituales sean de carácter mágico-simbólico o devocional.

Cuando uno entra en uno de esos estados alterados a los que se suelen denominar “trance”, ocurre una de dos cosas: La persona queda en un estado extático (al estilo de ciertas instancias profundas de la meditación; durante una sesión de hipnosis o por el efecto de la ingesta de alucinógenos) o bien pierde el control de sus actos y comienza a accionar (moverse, danzar, hablar o lo que fuere) a partir de lo que científicamente se podría definir como un trastorno disociativo de conversión, de tipo momentáneo (no por una condición patológica, sino provocado por algún tipo de estímulo especial, como la danza ritual en una ceremonia tribal o el delirio de masas en una iglesia evangélica).

Cual fuere el caso o el estilo de trance, queda claro que es incompatible con llevar adelante un rito o práctica religiosa que tenga como objetivo el obtener un resultado dado, mientras se permanece consciente y sin perder el control de lo que acontece.

¿Los «trances» son incompatibles con el Paganismo o la Wicca?

Para entender cuán compatibles o no son los “trances” y los diversos estados alterados de la consciencia con las prácticas paganas, hay que mensurar varias cuestiones diferentes:

En primer lugar, al hablar de la “práctica solitaria” en la Wicca, de Scott Cunningham, etc. se da por sentado que el practicante no tendrá asistencia en sus actividades mágico-rituales.

En la Antigüedad, había muchas ceremonias religiosas en donde el éxtasis de tipo introspectivo o frenético tenía su parte. Pero esto ocurría generalmente cuando la práctica era colectiva y había un operador (típicamente un sacerdote o sacerdotisa) que controlaba la situación mientras uno o varios participantes caían en estos estados. (Hoy en día, esta dinámica todavía puede observarse en las pocas tradiciones shamánicas que sobreviven sin contaminación new-age o cristiana).

Si se piensa en un estado frenético, donde no hay control motriz completo y no se sabe bien qué se hace (o lo que se hace no es del todo consciente), cuando tal cosa se practica en solitario casi con seguridad conllevará peligro físico para la persona y para el ambiente que la rodee.

Si, por otra parte, el estado es de tipo introspectivo y se logra profundizar en eso verdaderamente, suele ocurrir que al “regresar” a la consciencia normal, la persona no pueda recordar nada (o casi nada) de lo experimentado durante el proceso.

Por esto último, cualquier clase de meditación o experiencia de tipo introspectivo, sin perjuicio de la gran variedad de beneficios psicológicos, espirituales e incluso fisiológicos que pueden conllevar (si se practican con constancia, frecuencia y responsabilidad), no van a tener gran utilidad a la hora de mantener un sendero espiritual pagano (al menos si es de tipo mágico-ritual, como es el caso de la Wicca).

A su vez, el recurrir a prácticas frenéticas, si bien era común en la Antigüedad, en algunas culturas y tradiciones, no parece que vaya a ser operativo en reuniones paganas modernas y mucho menos en la práctica en solitario. En todo caso, habrá que tener mucho cuidado de en dónde y cómo uno se predispone a ello (por obvias razones de seguridad personal, de eventuales procesos traumáticos o incluso de consecuencias jurídicas que el perder el control de uno mismo frente a otros durante un tiempo no determinado, pudiese conllevar).

Por otra parte, hay que desmitificar muchos de estos supuestos fenómenos: La gran mayoría de los estados alterados de la consciencia generan efectos fisiológicos similares al sueño de tipo REM (sigla por el término en inglés “Rapid Eye Movement” / “Movimiento Rápido de los Ojos”): La persona sólo podrá mover levemente los dedos de manos y pies, los ojos se moverán con los párpados cerrados y estará totalmente ajena al ambiente donde se encuentra (típicamente, una persona que, por ej., esté real y profundamente hipnotizada). Pero, en general, lo más distintivo será que si se hace un escaneo cerebral durante el proceso, los verdaderos estados de consciencia alterados van a estar definidos por una marcada diferencia en el registro obtenido, respecto del estado de vigilia (la consciencia normal). En un electroencefalograma, predominarán las ondas thetas y no las betas (propias de la vigilia) y así…

Si definimos como “trances” a este tipo de alteración (fisiológicamente medible) de la consciencia, entonces la mediumnidad no lo es, ni tampoco el tipo de “incorporación” que llevan a cabo los participantes de rituales en las religiones afroamericanas o similares.

En esos casos, lo que opera es la autosugestión o de simple histrionismo, que goza de la complicidad del colectivo en donde se practica. El estado mental de quienes supuestamente están cursando ese tipo de “trances”, va a ser desde un cierto nivel de disociación cognitiva (que les hace creer que realmente “hay alguien más allí”), hasta el simple acting y la pura simulación y si se procediera a escanear los cerebros de dichas personas, más allá de una cierta actividad mayor a la normal, propia de la excitación general de lo que están viviendo, se mostrarían en un estado de consecuencia totalmente promedio (estado de vigilia).

Conclusiones:

En definitiva, lo que he querido transmitir en este artículo, es la todavía enorme dificultad que existe en el ambiente wiccano ecléctico / solitario, de entender de qué va el camino pagano, ya sea a nivel espiritual, mágico o vivencial en general.

Gran culpa de esto lo tiene el “movimiento” creado por Scott Cunningham y su pretensión de “democratizar” o de volver horizontal a la Wicca, permitiendo que muchos comenzaran a practicarla por fuera de las tradiciones orgánicas y establecidas.

Los que me conocen, saben que no soy fan de las formalidades y los protocolos “iniciáticos”, que la más de las veces, ocultan la propia mediocridad mediante un aura de misterio y secretismo, pero es un hecho que nuestra especie, sin un mínimo de orden, derrapa… Termina por divagar en las zonas más impensables y hasta ridículas del pensamiento y la imaginación. Tal como fue el caso que nos ha ocupado en este post…

Pero, concluyendo: Por un lado, no tiene sentido pensar en “invocaciones” (por más que se repita el concepto cientos de veces en los libros de Cunningham). Los paganos no somos sobrenaturalistas y no pensamos que se nos aparecerá un dios porque hagamos un ritual, por ende, lo que hacemos es evocar (no «invocar»).

Por el otro, debería quedar claro lo que la improvisación, a nivel de querer divulgar antes de estudiar y de adquirir una larga experiencia, genera en nuestro entorno… Las lecturas light son requeridas y valoradas por su facilidad de asimilación y su simplicidad a la hora de practicar y de generar “resultados”. Sin embargo, sin bases teóricas firmes, sin un mínimo de rigor académico, sobre los orígenes de las cosas que tomamos como creencias y nociones de vida, no llegaremos a ningún lado.

Finalmente, hay que desmitificar el concepto de “trance” y entender que muchas veces se trata de fakes, acting y complicidades culturales. Que los verdaderos estados alterados de la consciencia son fenómenos puntuales, más que nada buscados en situaciones especiales, o incluso originados espontáneamente, y que no van a redundar en beneficios directos e inmediatos, dentro de la práctica espiritual pagana (especialmente si hablamos de la doméstica y solitaria).

Los “trances” y las experiencias pico, son cosas conocidas y hasta normales en el paganismo. Pero se trata de vivencias que se deberían reservar para ocasiones especiales y bajo la supervisión de gente que NO PARTICIPE de esos estados y que tenga ya una acendrada experiencia sobre lo que esas cosas implican (y sobre cómo lidiar con cualquier efecto indeseado o problema puntual que generen durante su consecución o inmediatamente después).

Las lecturas fáciles y amigables, generalmente no son las más informativas o las más educativas. Esa es una realidad que todo pagano debería tener presente a la hora de elegir qué va a leer…

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Tiempo de lectura: ~8 minutos. 2254 palabra(s).


Tenemos un mal concepto de cómo deben ser y suceder las cosas. Que todo lo que nos ocurre sigue un camino lineal, ir a la escuela, elegir algo para estudiar, ir a la universidad, egresar y trabajar en aquello que estudiaste. Fin.

Pero hay quienes, en ocasiones, descubren durante ese camino, que esa carrera elegida no les gusta o no es para ellos, y se cambian, encontrando algo más idóneo a sus intereses y habilidades, un nuevo camino que les sienta mejor.

Esto mismo puede ocurrir en el paganismo. Esto no es un camino lineal, si lo demás no lo es, créeme que esto menos. No hay una meta final y única que no se pueda cambiar nunca, no hay un camino absoluto que no se pueda deshacer. No existe tal cosa como una decisión inquebrantable.

En este relato, pretendo contar mi experiencia, mi perspectiva personal, desde lo que he vivido, porque probablemente a más de alguna persona le sirva esta experiencia, probablemente tú, quien lees ahora, sientas una confusión y necesites una respuesta, quizás hayas sentido algún llamado, un llamado diferente al que habías iniciado, o quizás ya no sientes comodidad en el camino que estás transitando… Quédate y mira si algo de lo que te digo te hace sentido, si te puede ayudar de alguna manera.

Así como muchos que se acercan al paganismo, sentía una necesidad de conectar con mi lado espiritual, aunque en ese momento yo no lo entendía de esa forma. Simplemente sentía un vacío donde debía haber «algo», pero que no sabía que era.

Si bien, soy fiel creyente de que cada persona crea su destino, es verdad que también creo que hay pequeños detalles, cosas que deben ocurrirnos, que deben llegar en algún momento a nuestras vidas que escapan a nuestro control… Y quizás mi deseo de encontrar aquello era tan grande, quizás lo atraje hacia mí de alguna forma, o quizás fueron los mismos dioses quienes escucharon mi anhelo inconsciente, y colocaron un par de piezas en el tablero. Lo cierto es que nunca lo sabré, pero de algún modo las cosas se dieron con gran naturalidad. Y es que esto es clave, las cosas en este camino, siempre se dan con naturalidad.

Una querida amiga de años, me comentó sobre la famosa wicca, había un grupo de jóvenes donde uno de ellos comenzaría a instruir sobre el tema, por si me interesaba, en ese momento pensé «¿por qué no?» no había nada que perder en ello, es cierto que en ese minuto no sabía de qué trataba, pero me dio curiosidad, y fue ahí donde comencé mis estudios con quien consideré mi instructor durante mucho tiempo, y a quien actualmente puedo llamar un buen amigo.

Todo lo que se planteó sobre qué es lo que era esta creencia, calzaba con muchas cosas que ya pensaba, que ya creía y sentía. Para alguien que ya forma parte de la comunidad del paganismo, debe saber perfectamente de que trata, sin embargo, me tomaré la libertad de aclararlo, puesto que nunca se sabe a quién pueda llegar a este texto…

Básicamente la wicca habla sobre el respeto a la naturaleza, y se fundamenta en la creencia de dos deidades, “El Dios” y “La Diosa”, es un sistema religioso duoteísta. Es una religión neopagana, es decir, que es nueva, pero toma conceptos, ideas, festividades, etc. de religiones paganas más antiguas. También cabe aclarar, antes de que alguien lo piense, que nada tiene que ver con el cristianismo, y esto incluye al villano de esa historia. No es una secta satánica, y no se sacrifica ninguna clase de ser vivo. Simplemente son personas que creen en el respeto a la naturaleza (esta característica es compartida por todas las corrientes paganas actuales), que creen en la existencia de deidades, y en los elementos como seres que pueden guiar de alguna manera a las personas. También se cree en la existencia de la magia, e incluso hay muchos practicantes de magia que son wicca, pero no todos los wicca practican magia. Se tiene una regla inquebrantable que dice «mientras a nadie dañes, haz tu voluntad». Es decir, nadie que sea realmente perteneciente al credo wicca, va a hacer algo que dañe a otros deliberadamente, excepto si es en defensa propia claro está.

Volviendo al tema, comencé a participar de esta creencia, y aprender bastante sobre ella, comencé a sentir una conexión con las deidades, que en ese minuto no tenían un nombre definido para mí. Comencé a celebrar festividades, y a divertirme, pero lo que más atesoro, es que comencé a sentir calma. No me había dado cuenta, cuanta angustia podía tener en mi interior hasta que comencé a practicar la wicca, me ayudaba un montón, y me hacía feliz. Supongo que le pasa a cualquiera que tenga una inquietud espiritual y logra llenarla con algún sistema religioso. Irónicamente comencé a sentir más empatía por las personas que profesaban alguna religión, aunque no fuese pagana, pues podía entender qué cosa fue lo que los llevó a eso, la diferencia es que, a mí, así como probablemente a ti, las religiones judeocristianas no te llenan, ni te hacen sentido.

Quiero que sepas que eso está bien, que no tiene nada de malo que no calces con el modelo social religioso, si vienes de una familia cristiana, puede ser muy complejo abrirte a nuevos caminos, puedes quizás experimentar algo de culpa, lo he visto en muchos, pero quiero decirte que aquí, en el paganismo eres libre de ser tú. No debes sentir culpa de ser quién eres, hay asuntos que incluso no son tema para nosotros, te lo aseguro. Pero por supuesto, tontos hay en todos lados… y lamentablemente me di cuenta de que la wicca no era la excepción.

Debes comprender que, por definición, el paganismo no discrimina entre raza, sexo, genero, etc. pero existen algunas personas, que escapando de la jaula que representaba para ellos la religión familiar, terminaron armando rejas en una religión que es libre. Suena paradójico, lo sé, pero es así, tristemente es así. Pero quiero creer, que son los menos, y que la mayoría no les presta atención. Aunque si quiero advertirte que, si te topas con alguien así, aléjate y no le hagas caso, ignorar a esa gente, es lo mejor que puedes hacer, encontrarás a muchos otros, gente sensata y valiosa, dispuesta a abrirte las puertas.

Y ahí es donde sigue mi relato… luego de algún tiempo mi instructor, mi amigo, encontró un sendero particular dentro de la wicca, como sabrás (o quizás no) existen varias ramas de la wicca, llamadas comúnmente como “tradiciones”, todas tienen una base similar, pero cambian sus modos de práctica, y algunas “reglas”. Mi amigo encontró una rama que le hizo sentido, y yo como su “cría”, le seguí. Debo reconocer que me acomodaba esa línea, puesto que siempre he tenido “problemas con la autoridad”, y me fastidia demasiado el tema de las jerarquías. Yo pienso que nadie es mejor que nadie, todos tenemos una función que cumplir, por lo tanto, no me acomoda tener un “jefe” un “líder”. Sí profeso respeto a los más sabios y a quienes me instruyan, pero bajo ningún caso veo un superior, bajo ningún caso creo en la obediencia ciega. Así mismo, si alguien me falta el respeto, no importa quien sea, no le va a ir nada de bien conmigo.

Pues, en esta tradición de wicca, no hay “rangos”, como si puede ocurrir en varias otras, y se puede practicar en solitario o en grupo. A mí me gusta más la soledad en este sentido, pero a mi amigo le gusta la practica grupal, así que estaba dispuesta a apoyarle en ese sentido, aunque ambos teníamos claro, que yo no participaría en tantas reuniones como él. Como él había ingresado primero, continuó siendo mi instructor (porque había que aprender las cosas nuevas propias de esta tradición), y una vez terminada la enseñanza fue que las cosas ya no me acomodaban como antes…

En un principio, ya con deidades específicas, conectando y estando alegre y feliz con ello, así como cualquier pagano que conecta con ciertas deidades, ellos me otorgaron atributos que yo deseaba recuperar, o amplificar, en ese sentido, me ayudaron mucho, y siempre les tendré un fuerte cariño por ello. Pero ya no me acomodaba el sistema duoteísta de la wicca… tuve varios pensamientos en con este respecto, pero hay cosas que me reservaré para mí, siempre es bueno tener algo de privacidad, y tampoco deseo dañar susceptibilidades, solo diré que me estaba convirtiendo en alguien más politeísta, cosa que no es propia de la wicca, por lo que ya no me sentía tan cómoda con el sistema. Y luego me encontré con la gente tonta…

Así es, lamentablemente conocí personas muy desagradables, que encarnaban todo aquello que yo detestaba, y todo aquello por lo que muchos reniegan de su religión paterna y se convierten al paganismo, gente que se cree superior, gente que mira en menos según tu sexo, tu raza, tu género, tu condición social… etc… Me daba vergüenza ajena el solo pensar, que cuando alguien me preguntase de que tradición era, fueran a pensar que yo también era así.

Y así poco a poco, entre factor social, la creencia en sí, sumado a problemas personales (viví una situación personal bastante triste) comencé a no sentirme igual que al principio con la wicca. Si bien, hasta el día de hoy no pienso nada malo del sistema de creencias de la wicca, había entendido, que ésta ya no era para mí, aunque me negara a aceptarlo. Poco a poco, dejé de participar en situaciones que tuviesen que ver con la wicca, ya no tenía deseos de celebrar las festividades (que son muy bonitas, por cierto) y ya no sabía que hacer al respecto, sin embargo, prefería no pensar en ello y seguir con mis cosas del día a día…

Pero bien es cierto lo que te diré, muchos preguntan, si no es que todos nos preguntamos en algún momento, ¿cómo se elige una deidad dentro del paganismo? Y muchos te responderán que no se elige, ellos te eligen a ti, y doy fe de que así es.

Ya me había alejado bastante tiempo del asunto, seguía pensando en el paganismo en sí, y seguía en contacto con mi amigo, que por cierto entendía mi situación, y un día, de la nada, una señal. Un sueño muy particular, donde aparecía una deidad que no tenía idea quien era. Ignoré este sueño por días, pero seguía apareciendo entre mis pensamientos, hasta que decidí que debía saber de qué se trataba, pero ¿cómo? No tenía idea de donde buscar algo que no sabía cómo se llamaba.

Entonces se me ocurrió, hablé con alguien quien sabía que podía tener conocimiento del tema, y pudo contestar mi pregunta. Quedé bien con la respuesta y hasta ahí lo dejé. No seguí pensando en eso, no seguí pendiente de eso, y lo ignoré… Hasta que otro sueño llegó, aún más raro que el anterior. Decidí seguir ignorando todo esto, puesto que a pesar de que me encanta el esoterismo en varias formas, tiendo a ser una persona lógica que no gusta de creer todo de buenas a primeras, no tengo “fe ciega”, y siempre dudo de todo… pensé que estos sueños podrían ser locurillas de mi inconsciente, así que ahí quedó.

Hasta que los sueños comenzaron a ser más.

Me bombardeaban y cada cual con información sencilla pero que yo no tenía como conocer.

Y entendí que era mi llamado.

Podrás preguntarte, «¿era similar a lo que ya habías comenzado?» Y yo te diré; ni por asomo.

Este es un camino nuevo, que jamás habría pensado que transitaría, porque no tiene nada que ver con lo que hice antes. Sí, hay cosas que todas las religiones paganas comparten, pero fuera de eso, nada más es igual. La forma en la que veo las cosas, las pienso e incluso las siento, es distinta. Y siempre acompañado de un sentir familiar. Siento que en este camino estoy en casa, en familia, que es lo más natural del mundo para mí. Las ganas con las que comencé a aprender más sobre el tema ligado a esto eran (son) abrumadoras, dieron fruto más rápido de lo que creí, y el avance es evidente y veloz.

No te diré lo que he seguido, porque cada camino es personal, y aunque quizás lleguemos a coincidir, cada persona vive su sentir, su espiritualidad de forma diferente, y por supuesto tampoco quiero influenciarte, porque si estás entrando a alguna senda, créeme que las señales llegarán, no necesitas que nadie más te diga si es o no es. Cuando ese llamado llegue, te hará sentido, lo sentirás familiar y en calma. Y te aviso, ninguna deidad, con la que conectes de forma natural, dejará que la ignores, oh no…

Simplemente disfruta el momento y confía en tu intuición, si algo ya no es cómodo para ti, no lo fuerces, por algo te sientes mal en ese lugar, hazte caso y sal de ahí, siempre. Pero por ahora, si te sientes bien, sigue ahí, rodéate de aquello que te va llenando, por otro lado, si sientes que llevas mucho tiempo y que no tienes conexión con ninguna deidad, comienza por lo básico, solo “Diosa” y “Dios”, verás que después de un tiempo algo sucederá.

Pero no te apures, el camino no es lineal, y tampoco es una carrera, porque aquello que es, está siempre en camino.

Tut-Seth
Junio, 2022

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