El «FALSO» que puede visualizarse en la imagen, a modo de «tachadura», se lo agregué yo, en caso de que alguien la comparta o difunda en la red, sin el comentario que haré a continuación…
En su momento, sólo modifiqué a la misma y la postee en mi perfil de Facebook, con un corto comentario y, únicamente, me percaté de que había sido compartida desde una página de esas que equiparan a la «tecnología» con el «neo-liberalismo» y todos los males de la Humanidad, que afirmaba que la modernidad era algo funesto y otras bobadas semejantes… (Esa fue otra de las razones por las cuales hice copia de la imagen, en vez de «compartirla», pues no tuve la intención de publicitar tal antro de desinformación).
La cuestión fue que, más allá de la indignación que me produjo la declaración aparentemente «catedrática» del sujeto que generó el cartel (en su origen), lo que más me horrorizó fueron algunos de los comentarios suscitados en la página donde la imagen se encontraba.
Uno de ellos en particular, expresaba que, ya no solamente, los niños «no necesitan un celular o teléfono móvil», sino que: «… Un niño no debe tener celular, ni tablet, ni computadora, ni iPod, ni PlayStation… etc…» y continuaba con esa típica y resentida retahíla de quienes no tienen cultura ni tampoco la humildad para reconocer su carencia.
Me pregunté entonces, si se trataba de alguien perteneciente a la comunidad amish o algún stalinista o bien neo-maoísta, que quería criar a sus hijos cultivando campos de arroz y usar las escuelas para recitar poemas, en honor al líder gobernante de turno (¡No lo digo en broma!).
Más allá de ello, pasado el momento y compartidos algunos comentarios con mis amigos y contactos de la red, olvidé el tema… Sin embargo, antes de pasar a otra cosa, tuve el impulsó de guardar la imagen (por lo general guardo todo lo que pudiera tener algún interés documental, testimonial o que posea una calidad probatoria de algún concepto, que en el futuro pueda usar en mis artículos, reflexiones, etc…).
Por otra parte, la verdad es que pensé que el título de «doctor», del sujeto que firma el cartel, era relativo a la medicina (o bien la psiquiatría infantil, la pedagogía o algo parecido). Imaginé, en esos momentos, que estaba frente a unos de esos vejetes, adustos y ajenos al progreso tecnológico, que se niegan a vislumbrar un mundo diferente al que los vio nacer.
Parece que, por alguna razón, la cual imagino, pero no viene al caso explayar aquí, los médicos suelen ser conservadores en lo cultural y, más aun, en cuanto a la educación de los niños (bueno, al menos los de mi generación o de tiempos más pretéritos).
El caso es que, el día de ayer, vi el cartel entre las miles de imágenes guardadas en el disco rígido de mi laptop y, sólo por curiosidad, decidí indagar respecto del sujeto en cuestión… (Como pueden observar, el cartel posee signatura).
Para mi sorpresa, terminé por percatarme, a través de una rauda lectura de su página en Facebook y de un blog que posee, que no era un médico, ni siquiera alguien relacionado remotamente con la salud, la pedagogía o la educación infantil.
Entonces, algo en mi interior, me dijo: «¡Con razón…!» … y hasta me brindo una cierta satisfacción… Se trataba de un «doctor» en teología, educado en universidades católicas y adventistas, tanto de Chile como de Argentina, y devenido en pastor de esta última fe (erudito, eso sí, como él mismo se auto-proclama).
Ahora todo estaba claro… Más aun, luego de leer la página, en donde había enésimos carteles de orden similar, con frases que harían avergonzar, y hasta palidecer, incluso a un Pablo Coelho o a un José Narosky por su obviedad, moralina y cursilería.
Me sentí feliz de pensar que, por lo menos, tales afirmaciones no surgieron de un cerebro adherente al método científico o que ejerciera una profesión subordinada al mismo.
En cualquier caso, lo que interesa de todo esto y lo que quiero comentar aquí, es el contenido mismo del «cartel», porque de verdad me parece preocupante…
Quisiera demostrar, con el simple uso de la lógica y el sentido común, cuán errado está este personaje y cuánto, todos aquellos que adhieren «alegremente» y compartieron el cartel original, sin pensar en el daño que hacen con el ejercicio de tal acto.
Así que, invito a todos los lectores a analizar cada una de las declaraciones vertidas en la citada imagen:
1) «Un niño necesita desarrollar la creatividad, no aprender a digitar un celular».
Primero que nada, no existe la «Creatividad», expresada con mayúsculas. Existen la capacidad de ideación e imaginación, que mezclando conceptos, recuerdos; imágenes y percepciones de toda índole, nos permite a los humanos, el recrear una nueva manifestación cultural, una nueva pieza de arte; un trabajo cualquiera o formular una simple premisa o declaración, que al no ser tenida como preexistente, la aceptemos por «creada» (no repetida o sólo «reformulada») y por tanto, emanada de una «mente creativa».
En realidad, la creatividad es sólo una propiedad emergente del cerebro, que manifiesta la habilidad de compilar información asimilada con anterioridad de maneras novedosas.
Ahora bien, ¿Quién dijo que el aprender la lógica inherente a un dispositivo electrónico de vanguardia (máxime si es comunicacional), no incrementa la creatividad de las personas (tanto de los adultos como de los niños)?
Nada, de entre las cosas inventadas por el Hombre, contribuye tanto al desarrollo de nuevas conexiones neuronales como la adquisición de habilidades en el campo de la informática. Le siguen de cerca el aprendizaje de un nuevo instrumento musical o de un idioma que antes se desconocía. Pero la dinámica del mundo informático y digital, por ser extremadamente exigente y renovarse todo el tiempo (a gran velocidad), mantiene nuestros cerebros sanos, lógicos y creativos.
Desde luego, un niño debe aprender otras cosas, además del uso de un celular, ¿pero quién ha dicho que una cosa quita la otra?
2) «Un niño necesita aprender a dialogar cara a cara, no a enviar emoticones».
Ígnora declaración, la de este sujeto… ¿Acaso el niño sabría que emoticono utilizar, si no conoce previamente la emoción o el sentimiento inherente?
Los chats no remplazarán nunca a los diálogos «cara a cara», en vivo y en directo… ¿Pero desde cuándo es malo estar en contacto con nuestros amigos, con la gente que se ama; con quienes tienen intereses en común con nosotros o con personas nuevas, que pueden hacernos crecer intelectual o emocionalmente, por estos medios electrónicos, cuando la distancia o las limitaciones personales, sociales o geográficas, no nos permiten ese diálogo directo?
¿Qué diferencia existe entre utilizar los canales virtuales de diálogo y el intercambio epistolar (en papel) propios de los siglos XVIII al XX? ¿Acaso no nacieron fenómenos culturales sumamente relevantes e importantes a través de aquel medio de comunicación?
En verdad es triste, que un sujeto cegado por sus dogmas e ideologías conservadoras, reúse el entender que un niño necesita adecuarse al mundo moderno desde su más tierna infancia, desde que su intelección comienza a manifestarse, o quedará rezagado para desempeñarse en su futuro como adulto.
3) «Un niño debe aprender a jugar en la naturaleza (nótese que la escribe con minúsculas), no convertirse en un robot, pegado a una tecla».
Me pregunto si algunos creen que los teléfonos celulares (móviles) pesan 100 kilogramos o tienen una cadena que inmoviliza a sus usuarios… ¿Qué antagonismo existe entre «jugar en la naturaleza» y tener en el bolsillo un dispositivo digital móvil?
Por supuesto que los niños deben jugar al aire libre, en la Naturaleza… Pero para lograr esto, no hay que restringir el uso de celulares o tablets por debajo de ciertas edades, sino brindar mayor seguridad urbana; evitar hacerles perder tiempo a los más jóvenes, aprendiendo cosas irrelevantes para sus vidas futuras o forzándolos a llevar a cabo 20 cursos diferentes «porque así serán más educados que el hijo del vecino».
Para poder jugar en la Naturaleza, los niños no necesitan ser despojados de sus PDA de juegos, tablets o teléfonos celulares; reproductores de MP3 o de videos, sino tener seguridad en los parques y tiempo suficiente para ello. También deben ser incentivados y acompañados (cuando la corta edad de los mismos lo requieran), al campo de juegos, parque o, donde fuere, que realizarán tales actividades recreacionales y «naturales».
4) «Un niño necesita actividad física, no estar sentado con el chat en la mano».
Esta tiene que ser la única razón para que alguien declare lo anterior… De otro modo, yo podría decir: «Un niño necesita hacer actividad física, no ir a la iglesia, conversar con sus padres o incluso ir a la escuela». En realidad no hay diferencia… Porque ambas cosas son un sofisma: Ningún niño tiene porque limitar su nivel y tiempo semanal de actividad física porque pase todas las horas que desee, haciendo chat con sus amigos. Sencillamente son los padres, los que tienen que usar el sentido común a la hora de establecer horarios para cada cosa en las vidas de sus hijos. En lo posible sin tabúes, dogmas o sin transmitirles las propias y malditas neurosis, que fueron adquiriendo a lo largo de sus vidas.
Un niño puede hacer toda la actividad física que sea necesario, que le convenga a su cuerpo y que le permita fortalecerse e interactuar a ese nivel con los demás, teniendo su tablet y/o teléfono celular en su mochila o bolso de gimnasia. Es así de simple… Lo mismo vale para el caso en que lleve a cabo excursiones o viajes al cuidado de sus mentores o maestros de escuela (de hecho, es una excelente medida de seguridad que porten un celular entre sus pertenencias, y si está conectado a Internet, ¡tanto mejor!).
5) «Un niño debe aprender a expresar sus emociones y dialogar, no enviar caritas tristes o alegres».
Ahora es obvio… Aquí va quedando clara la idea: «Debe aprender a expresar las emociones» que el «canon» permita, que sus «mayores» autoricen y que sus dogmas religiosos toleren. ¡No vaya a ser que el chico salga un tanto más lógico que el rebaño o que, por el lado opuesto, pueda ser más sensible y aprender que existen otros caminos y realidades en la vida!
Un niño no aprende a expresar sus emociones o se acostumbra a bloquearlas por leer más, por chatear más; por usar una computadora (ordenador) o por jugar con su PlayStation. Todas esas actividades son nuevas alternativas que enriquecen su vida, con la única condición que se vigile el hecho de que no se conviertan en adictivas o compulsivas… Pero esto no estará dado por la actividad tecnológica en sí, sino por el ambiente familiar y social de que goce (o sufra) y la funcionalidad de la educación que reciba.
Toda herramienta creada por el Hombre, digital o no, conectada a la red o no, virtual o no, puede ser utilizada para mejorar la calidad de vida de las personas o para arruinárselas. Puede ser aprovechada, para incrementar la inteligencia (el usar dispositivos electrónicos sube nuestro IQ en varios puntos), memoria y capacidad de análisis lógico o bien puede alienarnos, según sea el nivel de asertividad con que se utilicen.
No veo por qué razón el niño, por fuerza, dejará de hacer todo lo que se recomienda en el cuadro por tener un celular y tampoco que los que no lo tienen (automáticamente, por su carencia) vayan a llevar a cabo todo eso…
Hay niños que no hacen ejercicio, no socializan, no expresan emociones, etc… Porque viven marginados, porque no se los ha criado correctamente, porque son carenciados y/o porque tienen problemas psicológicos. Nada de esto tiene que ver con un dispositivo tecnológico, sino con otros muchos factores.
Por otro lado, hay cosas que no se consideran en el cuadro:
1) Un niño necesita socializar y adaptarse a los estándares de su sociedad desde pequeño o será un marginal cuando adulto (Léase: un «loser»). Nada mejor para ello que aprender el uso de computadores, celulares, tablets y demás ingenios de la tecnología moderna, desde sus primeros años de vida.
2) La sociedad actual, es extremadamente insegura (incluso dentro mismo de las escuelas). La posesión de un celular, puede hacer que un niño llame a sus padres o familiares desde cualquier punto, lugar o situación, lo cual incrementa su seguridad personal enormemente. (En determinadas circunstancias, que el infante posea un teléfono celular funcional, puede salvarle la vida o puede evitarle terribles traumas, producto de posibles abusos o ataques del tipo que fuere).
3) El uso de dispositivos digitales incrementa el IQ (de niños y adultos) en varios puntos (como ya expresé más arriba), debido a que constantemente crea nuevas conexiones sinápticas.
4) El estar «conectados», tanto para niños como para los adultos, nos ofrece la posibilidad de interactuar más y mejor con las personas que amamos o con quienes son afines con nosotros; el conocer nuevos amigos y personas que comparten intereses en común o bien, incluso, en conocer que existen personas hostiles, sin la necesidad de «chocar» con ellas en el mundo físico.
Obviamente, un niño debe tener amigos, hacer ejercicio, jugar y estudiar, pero (hoy en día), ¡también debería tener un celular…!
Los padres y maestros de las nuevas generaciones, deberían entender dos cosas muy simples: El conocimiento es poder; libera a las mentes, da vuelo a las personas, enriquece la vida y expande la consciencia.
La información, es el medio por el cual el conocimiento se adquiere y cuanto más abundante sea la misma, mayor será el conocimiento promedio de una generación.
Pero por otra parte, y no menos importante, el ciberespacio ha conectado a los seres humanos, de maneras nuca antes vistas. Permite que las personas jóvenes aprendan en días, lo que les llevó años (o una vida entera) a las generaciones que los precedieron en el camino de la vida.
Existen inconvenientes en el mundo virtual y con los medios de comunicación modernos, pero esto era igual en tiempos de las carretas, los caballos y la manufactura de herramientas de piedra. Siempre existen riesgos, pero hay que sopesar el factor riesgo/beneficio antes de condenar o criticar una nueva tecnología o posibilidad de interacción.
Los «dinosaurios» culturales desaparecerán, es cosa de que pase el tiempo y SE MUERAN. Darán paso a personas con mentes más abiertas y con paradigmas educativos y éticos más acordes con el Humanismo del siglo XXI y no con valores y moralinas propias de creencias en decadencia y que ya no se ajustan a lo que el Ser Humano, ha logrado y en lo que se ha convertido.
La próxima vez que vean este tipo de carteles o escuche (o lean) a alguien manifestarse en contra de los nuevos medios de comunicación e interacción entre las personas, pregúntense: ¿Queremos criar a nuevas generaciones de orates, de personas básicas y sin visión de futuro o perspectivas amplias de lo que es el mundo o bien queremos hacer evolucionar a nuestra especie, tratando de que cada nueva generación suba un escalón en el progreso cultural, intelectual y tecnológico?
No son las nuevas tecnologías las que provocan traumas, disfunciones o conductas patológicas en las nuevas generaciones. Es la desesperanza, el miedo, el stress y la presión que sufren por parte de sus mayores. Así como la falta de atención y la impericia en su educación y en la ineficaz transmisión de verdaderos valores humanistas, espirituales y naturalistas, sin hacerlos pasar primero por el prisma de los prejuicios, los dogmas y los atavismos de las mentes fosilizadas. Es el no mantener lejos de estas, a los absurdos dictámenes de libros antiguos o pensadores obsoletos, que vivieron en el tiempo en que nos iluminábamos con antorchas y pastoreábamos ganado en las estepas y los desiertos.
Un niño que pueda gozar de los beneficios de la tecnología, desde temprana edad, podrá tener más chance de lograr una vida plena, fructífera, productiva y significativa, que uno que no lo posea. No es algo determinante, pero sí un factor que ayuda en una u otra dirección, de manera evidente.
Está en la ética de cada padre, mentor, maestro o profesor, el bloquear a los niños, alienarlos del mundo moderno, forzarlos a seguir sus dogmas y «buenas costumbres» o darles la oportunidad de que aprovechen el progreso, se comuniquen desde muy jóvenes y aprendan que el mundo es una aldea global y no el terreno que cubre su tribu o el barrio de la ciudad donde viven.
Es esto último y no la abstinencia o prohibición de la tecnología, lo que marcará la diferencia.-
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»
Excelente artículo, Óscar, como siempre. El problema no está en la tecnología si no en el uso que se hace de ella. Enseñar a los pequeños todo lo que internet nos ofrece, esta gran fuente de conocimiento, y cuidando que no caigan en las garras de los pervertidos y sociópatas que tras sus ordenadores buscan corromper y violar.
Todo en uso extremo tiene efectos negativos,existen padres que les dan el celular a sus hijos porque no les quieren dar la tención que menor en primera instancia busca, pero que es reemplazado por un dispositivo electrónico, desde ese momento ya no es algo positivo;está demostrado que los primeros años de un niño son para fortalecer laxos emocionales con su familia y su entorno más cercano, por los mismo que el niño no nace pidiendo un dispositivo electrónico sino que es el adulto que le atribuye estás costumbres asi como el ejemplo que se le da día a día.
Estoy de acuerdo con su punto de vista pera tendría que ampliar el contexto en el que lo analiza.Saludos