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Un par de semanas atrás, participe de un debate espinoso, ¿Es posible que exista una relación...

     
Tiempo de lectura: ~8 minutos. 2135 palabra(s).

Un par de semanas atrás, ante una pregunta de un miembro, debatimos en uno de mis grupos de Facebook, un tema bastante espinoso: ¿Es posible que exista una relación de pareja estable entre personas de dos religiones diferentes?

Responder, en alguna medida, a ese interrogante, es la intención de este artículo. Pero, antes que nada, como casi todo en la vida, sólo tendrá sentido analizar el tema, si se lo contextualiza correctamente…

Hoy en día, gran parte de la Humanidad (o mejor sería decir, gran parte del Mundo Occidental), no practica la religión que profesa de manera fundamentalista, muchas veces, incluso, sólo la mantiene por costumbre, tradición familiar o por el mero peso de las enseñanzas de crianza (sin que ocupe un lugar significativo en la vida diaria).

En estos casos, es obvio que la respuesta al interrogante que nos ocupa será algo como: “¡Sí! Mientras exista madurez y respeto por partes de ambos miembros de la pareja… etc.”

Pero esta afirmación carece de sentido por dos motivos: Primero que nada, cuando el juicio lo emite una persona que no se toma demasiado en serio a su propio credo, suele extrapolar esa forma de pensar en los demás y, a priori, cree de antemano que no será un problema para el otro o para los demás (sólo porque no lo es para sí mismo).

En segundo lugar, debe considerarse que, si la pregunta surge, es porque uno o ambos lados de la pareja en ciernes, no es un creyente pasivo o “light” y sí ocurre que, el que plantea el interrogante, está presionando o, por lo menos, está preocupado por el asunto.

Vale decir, entre dos personas que sólo afirman pertenecer a alguna religión “por tradición”, casi nunca importará el tema, por más diferentes que sean ambas (mientras, como se dijo, exista sentido común, respeto y madurez entre las personas).

Por tanto, la respuesta corta pero realista a este asunto, sería: «¡posible es… pero es muy, pero muy difícil!». Sin embargo, para no quedarnos con algo tan genérico, conviene profundizar…

Existen cuatro variables significativas en este asunto, obviar alguna de las mismas implicará generar opiniones sesgadas o basadas más en la corrección política que en la realidad. A saber:

1.- Cuán en serio se toman la propia religión (o irreligión) los miembros de la pareja.

2.- De qué combinación de religiones se esté hablando…

3.- Qué proyecto de pareja se plantea… (¿Intentará ser para «toda la vida»? ¿Casual? ¿Seria, pero «por el tiempo que dure»? Etc.).

4.- La presión que exista por parte de los familiares de los miembros de la pareja y de qué planes tenga la misma en relación a la posible descendencia…

El primer punto es el capital en todo el asunto: Es fácil estar con alguien de otra religión (o que no tenga ninguna) si esa persona le da más o menos igual el aspecto espiritual de la vida y sólo profesa X cosa porque así lo criaron, por la fuerza de la costumbre o lo que fuere.

No lo es tanto si esa persona cree que su religión es el camino correcto (cuando no «el único verdadero», lo que sucede con todas las creencias abrahámicas, e incluso con algunas otras ajenas al tronco bíblico).

En este sentido, los paganos deberíamos tener mucho cuidado, porque la natural tolerancia de quienes profesamos tales tradiciones podrá hacer parecer que las cosas, a pesar de estos problemas, van bien, pero se corre el riesgo de que la otra persona termine por ser quien «decida» y el pagano o la pagana sólo conceda, transija y se deje avasallar.

Nunca podrá haber una relación sana entre alguien que cree que “cada quien sigue su camino” y otra persona que cree que “existe un solo y único camino verdadero” (y, frecuentemente, que los que no lo siguen, son una categoría indeseable de humanos, por decir poco). Si se mantiene un lazo semejante, siempre será tóxico y conflictivo.

El segundo punto también es de mucho peso: Por ejemplo, un hindú con un pagano no van a tener problemas… Casi siempre, ambos creerán que todos los dioses son dignos de adoración… Tampoco va a ser complicado entre un ateo o agnóstico (de mente abierta) y un pagano o pagana (que no sea un fanático de su tradición). Ambas personas verán la cuestión de manera tolerante y pragmática…

Pero hay que ser muy soñador o surrealista para creer que un pagano o pagana puede formar una pareja armónica y con algún nivel de “futuro”, con un cristiano o cristiana fundamentalista o con un musulmán o musulmana promedio… (Por poner sólo un par de ejemplos).

Si la otra persona practica en serio su religión y esa religión es cerrada, no hay forma de convivir, no importa cuánto se esfuerce el “lado tolerante” de la pareja… El lado que no lo es, jamás concederá nada ni llegará a acordar un marco razonable de convivencia.

En este sentido, también hay que tener cuidado, porque durante los primeros tiempos puede parecer que sí, que la convivencia funcionará. En algunos casos, las personas fundamentalistas «planean» ser tolerantes al comienzo, para luego acometer con continuos y enfáticos intentos de conversión del otro, a quien casi nunca verán como a alguien «malvado» sino como extraviado o perdido y, a ellos mismos, con la misión de «salvarlo».

El tercer punto también es fundamental: Obviamente en una pareja casual (y por casual no debe entenderse sólo algo de un par de semanas, sino todo tipo de pareja relativamente temporal, que no aspira a una convivencia real), no tendrá demasiados problemas.

Pero si se quiere convivir en serio, hay que pensar muy bien las cosas… Aunque se sea joven, es bueno recordar que un día todos moriremos y tendremos un funeral y es quien está a nuestro lado quien dictaminará qué ritos se lleven a cabo, cómo se dispondrá del difunto, etc. Pero incluso, sin llegar tan lejos, ¿cómo se gestionarán las celebraciones anuales, las vacaciones, las salidas casuales? Y sobre la cuestión alimenticia: ¿qué se comerá, que será lícito beber, etc.? O sobre las amistades y demás relaciones: ¿Quiénes serán los “aprobados” por ambos miembros de la pareja; quiénes tendrán que desaparecer de la escena porque «no son admisibles» por los dogmas del lado “intolerante” de la cuestión? Respecto de las efemérides religiosas: ¿Se celebra esto o aquello? Si la celebración del otro colisiona con valores básicos de la propia fe, ¿cómo se procederá? y un muy largo etc.

Un aspecto muy importante de lo anterior es la asistencia a rituales de otros credos… Parece algo trivial y de lo cual se podría decir que “nadie se muere por concurrir a los mismos y que con ser respetuoso alcanza”. Pero eso es una falacia (al menos lo es la más de las veces).

Tal vez uno no tendrá problemas en asistir a los mismos, pero… ¿Qué se espera que se haga en tales casos? (Qué espera el otro miembro de la pareja).

No creo que nadie vaya a tener problemas en quedarse parado en un rincón de un templo de una fe ajena, en esperar que termine la ceremonia, etc. Pero, la más de las veces, la presión de parte del “otro” y de las familias y de la comunidad en general, terminará por forzar a la persona (al pagano o de la religión minoritaria) a hacer acting y “seguir la corriente” del ritual, sea por temor a las consecuencias de no proceder de tal modo, por querer complacer a la pareja o el motivo que fuere.

De nuevo, muchos van a afirmar que “tal acción no cuesta nada y que si hace feliz al otro, es válida…”. Sin embargo, ¡sí que cuesta! Cuesta el traicionar los propios valores, el ser totalmente incoherentes con la propia espiritualidad, el faltarle el respeto a la religión relativa al ritual que se está celebrando y, todavía más importante, a los propios dioses (en el caso de que se los tenga).

Respecto del cuarto punto: Está el «problema familiar». Si la otra persona tiene una familia «creyente» (en lo que sea), y esa familia tiene influjo sobre ésta, lo mejor es huir raudamente.

Nunca se podrá mantener una pareja sana con alguien así, incluso si ambos lados profesan la misma religión (o falta de ella). Pero si las creencias son divergentes (y ni que hablar si uno de los lados es pagano o de un credo que no goza de aceptación por la comunidad en general) es, literalmente, una receta para el infierno.

Y finalmente, también como parte de esto último, si bien muchas personas modernas (sea por designio o elección) no llegamos a reproducirnos, para muchas otras, el imperativo biológico sigue siendo fundamental… Entonces, ¿Qué ocurrirá si se piensa en tener descendencia? ¿Qué se les enseñará a los hijos?

Algunos creen tener respuestas rápidas para esto… Una de ellas será: “Ambas creencias, que cuando crezca el niño (o niña) elija…”. Lo cual será una infalible receta para confundir a los niños y que éstos terminen creyendo cualquier tontería o requieran terapia psicológica.

Otra respuesta común, será: “Ninguna… Que cuando crezca elija si quiere profesar alguna creencia…”. En tal caso, esta otra opción será una receta inexorable para que los abuelos, los tíos; el cura del barrio, el pastor de la vuelta; para que la TV, la Internet, los amigos, los vecinos, los compañeros de estudio, o cualquier otra cosa, decida qué tipo de espiritualidad vivirá -de por vida- ese niño o niña.

Es decir, y esto debe quedar claro, todo pagano o pagana que decida “no enseñarle” su tradición a sus hijos, por buscar una solución de compromiso con su pareja abrahámica (o atea marxista, o cultora de cualquier religión cerrada), debe asumir que no le podrá heredar sus valores o su cosmovisión a sus hijos… Algunos creerán que esto es bueno, pero, de nuevo, no es así… Todos necesitamos bases sólidas antes de llegar a la adultez, donde podremos revalidarlas o descartarlas (como, con frecuencia, hemos hecho los paganos con la crianza cristiana que recibimos).

Quienes no reciben guía en la niñez e información coherente no sólo sobre el mundo real, sino sobre todo tipo de aspectos relativos a las complejidades de la vida humana, será una persona traumada, confundida y que terminará creyendo lo que el azar o el destino le ponga delante de sus narices. ¡Se debe tener muy en cuenta todo esto!

Puede afirmarse que, dado el hecho de que cualquier forma de paganismo bien llevada es 100% tolerante y abierta, no seremos nosotros quienes causemos problemas «por temas de religión». Sin embargo, la pregunta del millón es: ¿Es el lado pagano que tendrá que renunciar a parte de sus prácticas, de sus convicciones éticas, de su forma de vida por estar con alguien? Y si se llegara pensar que sí, porque se cree que el otro es merecedor de tal sacrificio, ¿acaso la otra persona hará otro tanto o tal acto será unilateral? (lo cual sería, además de injusto, carente de toda posibilidad de mantenerse a largo plazo, porque es propio de la naturaleza humana el cansarse de la “unilateralidad”).

Concluyendo: No siempre se podrá tener la suerte de conocer a alguien de la misma tradición religiosa (esto es mucho menos probable cuando uno profesa alguna forma de paganismo o cualquier otra religión minoritaria). Sin embargo, en gran parte de las ocasiones, la “religión” no ocupará gran parte de la mente del otro miembro de la pareja y, entonces, las diferencias no serán un gran problema. Pero en toda otra ocasión, y a pesar de que quien está enamorado va a tratar de ver el tema de manera optimista e ingenua, pensando que “todo tendrá solución”, la más de las veces será algo que sólo traerá dolor, miseria y amargura a la vida emocional y espiritual de la persona (a veces a ambos lados de la pareja), a mediano o largo plazo.

Para finalizar, conviene recordar que las parejas casi siempre son pasajeras, con suerte, duran toda la vida, pero el compromiso con los propios valores, con el camino intelectual y espiritual que se ha elegido y, en casos de que se tengan, con los propios dioses, es algo eterno… Dado que la vida es única e irrepetible y sólo se tiene una oportunidad de vivirla, no habrá chance de “revisar” este problema, una vez que las decisiones de fondo fueron tomadas y que los años pasaron…

En el mundo moderno, con sus constantes cambios y problemas, la convivencia es bastante difícil. Cuando a ello se le agrega el stress de diferencias profundas en los valores, las creencias y las prácticas comunes (de todos los días), el tema se vuelve virtualmente inviable.

Estará en cada persona el lanzarse a tal precipicio, pero siempre convendrá recordar que no hay forma de prever las consecuencias de semejante acto…

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— Oscar Wilde,
(1854 – 1900, escritor británico)

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