El colectivo neopagano es rebelde por naturaleza, y eso está bien, dado que tal actitud es la fuerza motriz que dio lugar al renacimiento de nuestras tradiciones y a que casi todos nosotros abandonásemos la religión de crianza (o la falta de una) en post de abordar el paganismo.
El problema surge cuando esa rebeldía deja de estar sujeta a los criterios lógicos y pretende ser excusa para la procastinación, la desidia o el desinterés en buscar y encontrar la información correcta y, en suma, se convierte en una inercia que bloquea el aprendizaje y el progreso personal.
Entre muchos paganos modernos, frases como “yo creo que es verdad porque así lo siento” o “es mi forma de verlo”, suelen remplazar (o lo que es peor, tomarse como réplicas) a las argumentaciones rigurosas a nivel de la lógica, de los hechos históricos, de las fuentes mitológicas o del conocimiento antropológico y arqueológico sobre el tema que se trate. Se suele ignorar, o pasar por alto, que estas cosas son a la vez herramientas y basamentos fundamentales para cualquier corriente de pensamiento relacionada con tiempos remotos y con creencias que casi fueron olvidadas por muchos siglos.
Uno de los aspectos en que esto se manifiesta más clara y, a la vez, patéticamente, es en la idea que muchos se van construyendo sobre las deidades ancestrales…
Por supuesto que, y esto va por delante, todos tenemos derecho de “inventarnos” el dios o la diosa que más nos guste o que represente nuestro sentir espiritual, nuestra conexión con la Naturaleza o lo que fuere. Ese no es el problema, y tampoco pretende ser el punto de este artículo…
Si “mi sentir” lo requiriese, me podría inventar a la diosa Neferet Izanami Sarasvati, que sería algo así como la regente de la belleza; de la creación y la muerte y del conocimiento y las artes (mezclando las mitologías egipcia, japonesa e hindú).
Es más, podría ir más lejos y armar un altar con los Avengers de Marvel Comics y, tal vez, rogarle a Scarlet Witch, en su carácter de manipuladora de la realidad, que cambie algún aspecto de mi destino que no me guste; a Ironman (dado que es un tecnócrata hiper-millonario) que me ayude a comprar la nueva versión de Apple Macintosh con una CPU M3 Pro o tal vez rogarle a Black Widow que “me libre de mis enemigos”, de la manera tan eficiente y sexy como sólo ella puede hacerlo…
Pero, claro… Se darían varios problemas con esto: En primer lugar, no sería una tradición religiosa, sino una fantasía personal… ¿Funcionaría a nivel mágico y psicológico? ¡Tal vez sí! (En función de qué grado de alienación llegue a tener respecto de ello, se podría comenzar a argumentar en clave de “magia del caos”, egregores y entidades psicológicas, etc.). Sin embargo, no contaría con siglos o milenios de basamento cultural, de “representaciones arquetípicas” en mi mente profunda; nadie más podría entender a qué le estoy rindiendo culto (bueno, salvo algunos freakies afines) y, por tanto, siempre estaría solo en mis prácticas y, a la vista de la mayoría, lo mío nunca sería tomado “tan en serio” como los que siguen una tradición afianzada a través del tiempo.
Ahora bien, muchos lectores tal vez crean que estoy exagerando (y es verdad, hasta cierto punto, aunque hay cultores de las entidades ficcionales de la literatura de Lovecraft, de la saga de películas y series de Star Wars y de los universos de Harry Potter y Tolkien, viviendo sus vidas por diversos rincones del planeta). No obstante, y es aquí donde quiero enfocar este artículo, sí que hay gente que hace algo muy similar a lo anterior, sólo que sin dejar de utilizar los nombres de las verdaderas deidades ancestrales y algunos de sus símbolos o iconografías.
¿Qué piensan que ocurre cuando alguien afirma que Hécate es una “madre amorosa”, que era la “diosa de las brujas” o cuando se toma a Lilith, una entidad de la mitología hebrea, como una deidad ancestral del paganismo?
¿Y qué se debería pensar de la invención del “dios astado”, como una entidad prehistórica o de la “Triple Diosa” como algo que va más allá de las obras de algunos afiebrados, y poco informados, autores del siglo XIX y XX?
Todo aquel que quiera adentrarse en los senderos del paganismo con seriedad (incluyendo en esto a todas las tradiciones de la Wicca, por más que se transiten en “solitario”), debería sentir amor y responsabilidad por el pasado histórico, tratando de, sino copiarlo tal cual, al menos no distorsionarlo o tergiversarlo.
En un artículo anterior de este sitio, se analizó el tema de en qué consiste el concepto de “religión” (explicándose que se refiere a recapitular y conservar las tradiciones de los ancestros de la mejor manera posible). Ahora, ¿cuánto de religión puede haber en un culto inventado o tomado a partir de autores que no están (o no estuvieron) capacitados ni para escribir una lista de compras?
Es imprescindible que los paganos que recién se inician lean menos a libros de «brujos» e “iniciados” y mucho más a académicos reconocidos (y modernos en sus teorías); a las fuentes ancestrales (reales), que dejaron registradas a las antiguas mitologías y a libros de historia, para no decir burradas como que “las brujas de Salem eran wiccans” o cosas similares, que dan pena ajena y hacen sonreír a los especialistas en el tema.
Cometer este tipo de errores por inexperiencia no es una falla. Alguna vez, nos ha pasado a todos… El problema aquí es cuando se quiere validar esos errores en momentos en que las personas con mayor experiencia nos los corrigen y peor aun, tratar de transmitirlos como si fueran conocimientos.
Mucho ha mejorado el colectivo pagano desde que comenzó la red y se dudaba de las cosas más elementales y obvias, pero algo que no se ha podido superar es la tendencia de algunos a querer enseñar o divulgar antes de aprender y de informarse.
Entonces, ¿Cómo proceder entonces si uno quiere concebir a una deidad a su propio gusto? No hay recetas para ello, pero sí una regla de oro: Por respeto a los ancestros remotos, a las tradiciones y grandes culturas del pasado y a los mismos dioses, ¡pónganle un nombre diferente! No insulten la memoria de cientos de generaciones que adoraron a X deidad, cambiándola a gusto, sólo porque son tan flojos y pusilánimes que no quieren entender cómo realmente se la concebía en los tiempos en que esa deidad tenía templos y miles de adoradores.
Hay muchos que toman al paganismo como un entretenimiento, una herramienta para su ideología política, un juego de rol o un placebo para sus dramas personales… Pero cualquiera que lo tome como religión y/o sendero espiritual, no puede sino respetar el pasado y si opta por abordar el culto de una deidad ancestral, estudiar y analizar cómo esta fue concebida y no inventarle atributos y características, sea por flojera, desaprensión o porque les parece más “cool” lo que la propia mente imagina que lo que en verdad ocurrió.
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»