La gente que resigna sus pasiones, propósitos y anhelos, con los cuales vivió las primeras décadas de su vida; que dejó de escuchar la música que la marcó en su juventud y que olvidó los ideales que le motivaban al despertar, cada mañana, no ha madurado, ha concedido, se ha fosilizado, resignó su esencia y programó su mente con los valores e intereses de otros…
Tales personas, se doblegaron ante la mediocridad general, ante el costumbrismo ovejuno, ante repugnantes y falaces ideologías, porque les valió más su predecible rutina y su nicho de confort y seguridad, que su identidad y sus principios.
Madurar no es abandonar la propia identidad ni lo que fue importante en los buenos años de la vida, es reconciliarse con el ciclo de la vida y la muerte, es abandonar los lazos y apegos inútiles, sacudirse a parientes, parejas o allegados tóxicos y triviales para la propia vida y enfocarse en dejar un legado antes de partir de la misma. Madurar no es cumplir el rol que otros pretendieron signarnos, tal cosa es, por el contrario, el mayor de los fracasos.
El que vive cumpliendo un rol asignado por otros, no vive, subsiste y el día en que sus ojos se cierren por última vez, sentirá el vació y la desazón de haber vivido en vano y cuando el abismo de la Muerte se abra delante de sus ojos, también surgirá otro detrás… El de una vida que se vivió sin razón, sin sentido y sin propósito.
La vida en sí, no tiene sentido, no tiene un significado global y universal, pero nosotros podemos darle uno propio, nacido de nuestra libertad, individualidad e identidad irrepetible y ese sentido y propósito, ha de reverberar en la eternidad marcando la evolución del Cosmos con un ser único y singular (cada uno de nosotros), siempre que ese significado haya sido elegido con sinceridad, con valor y con fidelidad hacia uno mismo.
Sin embargo, si el propósito nos lo da otro, si el sentido nace de una tradición, dogma o costumbre dada, sólo la sombras del olvido esperarán a esa persona…
Porque cualquiera tiene el valor de cumplir con las expectativas de otros, ser exitoso y bien ajustado a la sociedad. El premio se antoja grande y fácil de obtener en esos casos: La aceptación, el reconocimiento dentro del rebaño e incluso el privilegio de ser parte de la “elite” del mismo.
Pocos, sin embargo, pueden vivir teniendo el valor de ser lo que su voluntad consciente les ha dictado, incluso hasta las últimas consecuencias. Sólo algunos son capaces de renunciar al rebaño y vivir como lobos o águilas, viendo desde lejos, y en la soledad, la triste danza del colectivo domesticado.
Hay que considerar que, en 100 años, nuestros nombres serán olvidados, pero las marcas que hemos dejado en el mundo, no… Cada uno de nuestros actos quedará integrado a las cadenas causales del Universo, para siempre.
No hay nada ni nadie en la vida que justifique el torcer nuestro destino. Nada ni nadie, ni mortal ni inmortal, ni real o imaginario, merece tal sacrificio.
Somos islas en un mar infinito, llamaradas fugaces en medio de la eterna oscuridad. Nuestras vidas pasarán, nuestro legado, no… Incluso si el mismo se convierte en anónimo, perdurará a través de las cadenas causales que conectan al primer instante del universo con el último. Pero para ello hay que tener el valor de vivir como dicta nuestra voluntad y sentido de la vida y no con las normas, dogmas y supersticiones o costumbres que otros nos inculquen o traten de forzar a seguir.
La Vida no es un camino de búsqueda de la felicidad, la Vida es un sendero de búsqueda de la trascendencia, a través de las marcas que dejamos y que preferentemente no deben ser cicatrices, ni en la Madre Tierra ni en los demás.
Quien logre vivir así, no temerá a la Muerte, no pensará que su vida fue en vano o que la existencia no tuvo sentido. Quien logre vivir de ese modo, trascenderá su propia miserable animalidad y cambiará el instinto de reproducirse como conejo o de triunfar como personaje de una historieta y se sentirá dueño de sí y, un día, recibirá a la Muerte, como una amiga, que le dará la paz y el descanso al final de la jornada. Así la verá y no como el horror de lo inexorable o lo desconocido.
La voluntad es la única ley para el humano que se ha podido sacudir los dogmas, las moralinas y las ideologías.
Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo. Es mejor ser dueño de sí y ser infeliz, que feliz y marioneta de otros.
Cuando el día de cerrar los ojos llegue, cuando la dulce Parca nos llame, sentir que nadie nos doblegó, que a nadie nos sometimos y que transitamos nuestro camino sin las limitaciones impuestas por otros, nos hará dar el último suspiro con una sonrisa en los labios, sabiendo que hemos vencido en el camino de la vida.
El temor a la Muerte no tiene sentido alguno, pero el vacío que nace de una vida sin profundidad, sin deseo de comprender la naturaleza del Universo, de la Vida y de nosotros mismos, transcurriendo cada jornada en triviales convencionalismos, sólo para un día fenecer, debería ser el mayor terror que podamos presagiar, para cuando el postrero momento nos llegue…
El valiente no desdeña el temor a la Muerte porque desee morir, no la teme porque nunca se doblegó ni dejó de ser él mismo y su fin sólo será el corolario de su aventura existencial.
Vivir de otra manera, es para ovejas de un rebaño, no para las águilas que surcan los cielos de la eternidad…
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 46 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (27 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»