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En ocasiones, las diversas denominaciones relacionadas con el paganismo moderno basado, en mayor o...

     
Tiempo de lectura: ~20 minutos. 5778 palabra(s).

Introducción:

Cuando, en 1822, el historiador y lingüista francés Jean-François Champollion (1790-1832) logró traducir la «Piedra Rosetta» (llamada así por la localidad donde fue hallada y que contaba con un texto trilingüe, en escritura jeroglífica, demótica y griega), que había sido encontrada por las tropas de Napoleón Bonaparte, durante su campaña en Egipto, la cual tuvo lugar a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, se desató, primero en Francia pero luego en toda Europa, una “fiebre” por todo lo relacionado con el antiguo país del Nilo.

No es el propósito de este artículo el analizar pormenorizadamente todo el proceso que, desde entonces y hasta hoy, generó y sigue generando miríadas de grupos místicos, esotéricos, mágicos, ocultistas, etc. pretendidamente relacionados con aquella egregia civilización. Sin embargo, lo primero que convendría dejar en claro es que, durante cerca de 1600 años, nada se había podido leer sobre la historia egipcia y sólo se conocía algo de aquel país, a partir de las muy tergiversadas y tendenciosas narraciones y anécdotas originadas en los cronistas, historiadores y filósofos griegos y romanos.

Por tanto, se debe partir de la base que antes del 1800, no existía ninguna tradición, logia, secta o grupo de estudio secular que hubiese preservado el legado cultural, religioso, espiritual o filosófico del país de los faraones. Así que, todo grupo que pretenda algo diferente de lo anterior, miente o ha caído en la trampa de sus propios sesgos y mitos fundacionales.

Partiendo de esa base, queda claro que la única forma de recuperar para la historia y para nuestra vida espiritual e intelectual, cualquier elemento del Antiguo Egipto, es recurrir a las disciplinas disponibles para el caso, siendo estas la arqueología, la epigrafía, la filología, la antropología y todas las demás ciencias que puedan ayudar con metodologías de estudio y de análisis, a recuperar toda la información posible, que estuvo pérdida durante tantos siglos. Ya que incluso la mayor parte de las fuentes históricas no-nativas (léase, que no fueron traducidas en tiempos modernos directamente desde papiros, estelas o muros con escritos jeroglíficos) deben ponerse en duda y ser tomadas con mucha precaución.

Por otro lado, para poder mensurar correctamente las tradiciones paganas y no-paganas relacionadas con el Antiguo Egipto, hay que establecer primero cuáles realmente están conectadas con esa cultura y cuáles no…

Cosas no relacionadas con el Antiguo Egipto:

1.- La filosofía hermética:

La corriente de pensamiento más antigua atribuida de manera más o menos errónea al Antiguo Egipto, es la filosofía hermética.

Es sabido, por cualquier estudioso serio del tema, que la figura de Hermes Trismegisto es alegórica y literaria, que ni siquiera en la época en que se redactaron los escritos conservados hoy en día, los seguidores de esta tradición creían que tal personaje había existido realmente.

La vinculación entre éste y el dios Thoth (Djehuty, en lengua nativa), es sólo el producto de los sincretismos alejandrinos y de la tendencia de los griegos a buscar equivalencias entre los credos de otras naciones y los propios.

A pesar de incontables especulaciones y conjeturas, las fuentes más antiguas de que disponemos para el conocimiento de la misma son los tratados que conforman el Corpus Hermeticum, que fueron redactados casi con seguridad en la ciudad de Alejandría, durante los siglos II a IV d. C.

Este compendio de textos es el producto de lo que pudo (y/o quiso) rescatar el erudito y filósofo cristiano Miguel Psellos, quien nació en Bizancio y vivió entre los años 1017 y 1078.

Los mismos dejan ver una cantidad de influencias muy diversas, desde neoplatónicas hasta estoicas; desde elementos muy diluidos de la teología nativa del Antiguo Egipto, hasta conexiones bastante fuertes y claras con el judaísmo de los tiempos helénicos. Sin embargo, nada en ellos permite ver con claridad conceptos de base, que fueran parte de la teología y la cosmovisión general del Egipto faraónico.

Si se considera todo lo anterior y que, además, los textos originales estaban escritos en griego, datando de una época en la cual incluso el cristianismo ya pululaba por el mundo antiguo, poca o ninguna relación se puede confirmar con la religión y la espiritualidad de la cultura ancestral del Nilo.

En conclusión, la filosofía hermética quizás se generó en territorio egipcio, pero en un Egipto que ya era una provincia romana y cuya capital había sido fundada por los griegos; en donde, además, ya había influencias judías y cristianas y que distaba al menos 700 años de las últimas etapas de la cultura faraónica libre de sincretismos con creencias foráneas.

2.- La alquimia:

La alquimia fue una proto-ciencia que se desarrolló paralelamente en diversas culturas ancestrales (China, India, el Antiguo Egipto, el mundo clásico y luego el islámico, etc.). Con la misma, ocurre algo parecido a lo acaecido con la escritura (esta apareció al menos seis veces de manera totalmente independiente a lo largo de la historia).

Para las culturas antiguas, la obtención de mentales a partir de minerales y luego, con estos, la forja o manufactura de instrumentos, armas, amuletos y abalorios, fue siempre algo misterioso y sagrado. Por esa razón, desde el comienzo, existieron rituales, conjuros y prácticas de tipo mágico y/o religioso, mezcladas con las actividades específicas de la metalurgia.

En el Antiguo Egipto, en donde casi toda actividad de la vida estaba imbuida de rituales, conjuros y de dedicaciones a los dioses, a la metalurgia habría que agregarle la medicina, la cosmética, la arquitectura y otras cosas que requerían de “componentes químicos” para poder desarrollarse.

Ahora bien, tradicionalmente, se ha creído que la alquimia (en árabe: الخيمياء / al-khīmiya = “echar juntos / mezclar”), provenía del Antiguo Egipto, por dos razones: Dado que el nombre nativo de aquel país era kmt / Khem-et, “La Tierra Negra” (el limo oscuro y fértil depositado anualmente por el aluvión del Nilo) y que en las formas tardías de esa lengua (el demótico y el copto) sonaba como “keme”, el término árabe mencionado pareciera implicar que se trataría de un “arte que proviene de Egipto”.

A dicha creencia popular, hay que sumarle el hecho de que los conjuros y la magia sacerdotal nativa se fue mezclando en Alejandría (en tiempos ptolemaicos —s. IV al I a.C.) con ideas griegas sobre los elementos y la química, desarrollándose ahí sí algo parecido a lo que hoy se entiende como “alquimia”.

Pero hay que dejar en claro, de nuevo, una cuestión de enfoque y sentido: En el Medioevo europeo, la alquimia se veía como una práctica que buscaba transmutar los metales en oro, lograr la extensión de la vida humana (incluso la inmortalidad), sanar las enfermedades y, según algunos, desarrollar aspectos espirituales del ser. Vista así, la alquimia nunca existió en Egipto, antes de la llegada de los macedonios y de la fundación de Alejandría.

En tiempos grecorromanos ya sí que tenía un target relativamente similar al enumerado y luego, cuando fue tomado por los árabes, incluso se pareció más… (Siendo estos los que, como ocurrió con tantos otros hechos o conceptos históricos, le adosaron numerosos significados, nacidos más que nada de la propia imaginación y de la correspondencia con las ideas islámicas).

Por tanto, si al referir a la alquimia se piensa simplemente en hacer conjuros y rezar a los dioses antes de fundir metales o crear medicamentos, sí puede decirse que en el Antiguo Egipto existía tal arte (aunque no se inventó allí, dado que en China e India aparecieron prácticas similares, más o menos en las mismas épocas). Sin embargo, si la idea es aludir a una “disciplina metafórica” que busca (en realidad) lograr metas espirituales y usa la metalurgia y la química como algo simbólico, entonces eso nunca existió en tiempos de los faraones nativos (y dudosamente, en época de los ptolemaicos).

3.- El Tarot:

Las primeras noticias sobre mazos de naipes se tienen del s. XIII, o tal vez un poco antes, en la península Ibérica. Es muy probable que estos fueran introducidos por los árabes, sin otra pretensión que ser juegos de mesa.

A finales del s. XIV comenzaron a utilizarse en la Europa cristiana y, a mediados del XV, ya aparece en Italia el primer mazo de tarot propiamente dicho.

Con la conquista francesa de Milán, el tarot se pone de moda en el sur de ese país. Así surge el “tarot marsellés”, que es la primera versión extendida del mismo.

Ahora bien, ¿de dónde sale entonces la idea de que el tarot fue una invención de los antiguos egipcios o una revelación al mundo del propio dios Thoth (o a veces de Hermes Trismegisto)?

La respuesta a la pregunta anterior hay que buscarla en la Francia de finales del siglo XVIII, cuando todavía no se podían leer los jeroglíficos egipcios, pero sí comenzaba a existir cierto renovado interés por aquella civilización.

Por entonces, el escritor Antoine Court de Gébelin (1725 – 1784) quien comenzó siendo un pastor protestante pero luego se convirtió en un febril esoterista y teorizador de la cábala (ya cristianizada), el rosacrucismo, la masonería y el hermetismo, dejó cuenta en su obra “Monde Primitif” / “Mundo Primitivo” (tomo VIII), publicado en 1773, su idea tanto de cómo había sido el origen del tarot, de algunas etimologías (totalmente imaginarias) y del simbolismo “egipcio” de los arcanos mayores.

Este fue el primer autor en afirmar que había existido una suerte de sabio o profeta, antes de los faraones, que luego fue identificado con el dios Thoth y/o con Hermes Trismegisto y que dejó toda su sabiduría en láminas de oro sepultadas, más tarde, en el fondo del río Nilo.

Por entonces, y a causa de la contracultura que se gestaba en ese país, acercándose ya la Revolución y sus cambios de paradigmas, era por demás común el buscar “orígenes” alternativos y explicaciones rebuscadas a las cosas que las tenían fáciles y llanas. Esa fue la razón por la cual, a pesar de que cada arcano mayor del tarot tenía vinculación con figuras o conceptos totalmente ordinarios y triviales del Medioevo, o quizás por eso mismo (debido al progresivo rechazo que se gestaba hacia la monarquía y la iglesia), tales teorías sobre la factura egipcia y «prehistórica» del mismo, fueron tomadas por ciertas sin mayor problema.

El mencionado autor, también fue pionero respecto de la idea de “edades de oro” perdidas y olvidadas por la Humanidad y de características románticas e idealizadas del pasado remoto.

Al ir progresando el s. XIX, estas ideas sirvieron a espiritistas, teósofos y a diversas órdenes ocultistas para lucubrar e inventar nociones todavía más descabelladas y sin fundamento, incluso ya conociéndose (en parte) la lengua jeroglífica.

La realidad es que los antiguos egipcios no tenían nada ni remotamente parecido al tarot, que el dios Djehuti (Thoth) era un ibis y/o un babuino y no un “humano sabio”1 de tiempos predinásticos y que todo el cuento del “Libro de Thoth” es una completa fantasía, creada hace unos 250 años.

4.- La Kaballah:

En hebreo, Kaballah (קַבָּלָה / Qabbaláh) significa “tradición” y es una disciplina que trata (básicamente) sobre la interpretación esotérica / metafísica de la Toráh, así como el Talmud es el conjunto de comentarios hermenéuticos de la misma (más orientado a la ética, la teología y las prácticas religiosas y civiles).

Por lo anterior, es obvio que la Kaballah es una tradición de origen hebreo y que no tiene relación alguna con la religión o las ideas metafísicas del Antiguo Egipto. Sin embargo, vendrá bien explicar la razón por la cual algunos pretenden vincularla con la aquella nación…

Si bien la Kaballah se desarrolló en el s. XIII d. C. (tomando verdadera forma al redactarse el Sefer Ha-Zohar o “Libro de los Esplendores”), en pleno Medioevo (cuando los judíos vivían mayormente en Europa), es cierto que ya existía cierto tipo de “esoterismo” judaico en la Alejandría tardía, de los primeros siglos de la Era Cristiana.

Los judíos vivieron durante siglos en esa ciudad, sin ser molestados por los griegos o los romanos, hasta la llegada al trono del infame emperador Teodosio I (quien reprimió tanto a éstos como a los paganos). En esta diáspora, al tener un ámbito donde desarrollar sus creencias de manera más libre que en Jerusalén (donde el clero ortodoxo era inflexible respecto de la interpretación literalista de la ley mosaica), fueron perfilando cierto misticismo que siglos después daría lugar a la Kaballah.

De nuevo, si por tener sus raíces más remotas en la ciudad de Alejandría, se quiere considerar a la Kaballah como de “origen egipcio”, entonces esa noción es correcta. Sin embargo, es preciso puntualizar taxativamente, que en esa disciplina no existe traza alguna de la antigua religión de Khemet2.

5.- Los rosacruces:

La mayoría de las órdenes rosacruces tienen un mito fundacional, en donde un tal “Christian Rosenkreuz” (nombre claramente metafórico) fundó al primer grupo de los mismos a comienzos del s. XVII. Esto aparece, por primera vez, en la obra anónima de carácter esotérico “Fama Fraternitatis”, publicada en Kassel, Alemania, en 1614.

Al margen de que tal historia es ficticia, sí se puede comprobar la existencia de grupos rosacruces desde hace algo más de 200 años.

Ahora bien, ya en la época victoriana, había una diversidad de logias identificadas con el nombre de “rosacruz”, pero que diferían entre sí por sus doctrinas y pretendidos orígenes (aunque casi todas tenían como “punto de cruce” al mentado y ficcional Christian Rosenkreuz).

Max Heindel (1865 – 1919), escritor estadounidense de origen danés, autor de “Concepto Rosacruz del Cosmos” (una obra muy celebrada por los ocultistas de su época), fundó la “Fraternidad Rosacruz” en 1909, afirmando que los verdaderos orígenes de tal corriente tenían que ver con el cristianismo místico y esotérico y no con las variantes masónicas, clásicas o teosóficas que se veían en grupos similares por la misma época.

Sin embargo, otro aficionado al esoterismo, llamado Harvey Spencer Lewis (1883 – 1939), fundaría en 1915, en la Costa Este de USA a la logia “A.M.O.R.C.” (“Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz”) que, si bien comenzó con cierto parecido a la anterior, pronto se enfocó en desarrollar el mito de un origen egipcio para su doctrina.

Según sus miembros, esta logia fue fundada por Tut-Moses III, el gran faraón egipcio de la dinastía XVIII y luego abordada por el herético Akhenatón… Afirman que la verdadera religión del Antiguo Egipto, practicada por «iniciados», altos sacerdotes y por dicho faraón, era el culto de Atón, siendo el politeísmo sólo la religión popular e “inculta”, y que ellos recogieron las primeras fuentes de su doctrina desde allí.

Si bien no parece preciso aclarar que tal divagante idea no tiene sustento alguno ni a la luz de las fuentes históricas ni de la egiptología moderna, y que el culto de Atón duró sólo unas pocas décadas y fue practicado sólo por una elite vinculada con Akhenatón (contra los 4000 años y la total masividad de la religión tradicional de Khemet), sí vale la pena puntualizar que este grupo no es el único que pretende tales vínculos con el pasado remoto, aun cuando todos ellos se originaron durante los últimos 100 o 150 años.

6.- La Thelema:

Como la mayoría conoce, la Thelema es la religión / tradición ocultista creada por escritor, mago ceremonial y místico británico Aleister Crowley (1875 – 1947).

Thelema es una palabra que proviene del griego θέλημα y que significa «voluntad», «hacer lo que se desea». Crowley no fue quien utilizó este concepto por primera vez, habiéndose inspirado en el escritor y humanista francés François Rabelais (1494 – 1553), quien en su obra de carácter humorístico «Gargantua et Pantagruel» (Libro I, cap. 1.LII), desarrolla la idea de la «Abadía de Thelema», un ámbito en donde todos los que allí se encontraban tenían una sola ley: «Hacer su voluntad».

Ahora bien, la supuesta «conexión egipcia» de la Thelema, tiene relación con que Crowley siempre afirmó que su «Liber AL vel Legis» («Libro de la Ley», escrito basamental de dicha creencia) le fue dictado, durante un viaje que llevó a cabo a El Cairo, Egipto, en el año de 1904.

Se supone que, en un estado similar a un trance, una entidad llamada Aiwass que, según refiere en el propio libro (AL I:7), le dijo ser «ministro» de «Hoor-paar-kraat» (una deficiente transliteración del nombre nativo de Harpócrates / Ἁρποκράτης, que sería Hor-pa-jered, «Horus Niño», o bien Hor-Sa-Aset, «Horus hijo de Isis»), lo contactó y le transmitió las enseñanzas luego volcadas en el libro de su autoría.

En cualquier caso, sea que Crowley fraguara ese origen misterioso para su libro con el fin de darle más «hype», para comenzar la religión que fundó; sea que creyó tener una suerte de sesión espiritista con una antigua deidad o cualquier otra posibilidad, nada de lo expuesto en el citado libro se corresponde con doctrinas, mitos o concepciones egipcias ancestrales. Más bien, Crowley usó libremente los nombres de Horus, Isis, Neith, etc. para crear su propia cosmovisión y teología.

Por otra parte, años más tarde, él diría que Aiwass era su «ángel de la guarda» y/o un ser adorado miles de años atrás en Sumeria.

Crowley mismo, jamás afirmó que se basara, para diseñar la Thelema, en alguna otra fuente (sea egiptológica o histórica), refiriendo siempre a la experiencia de “canalización” descripta arriba como la única que tuvo.

Sin entrar a valorar aquí la obra o las ideas de Aleister Crowley, cosas que sin duda fueron hitos importantes en la historia del paganismo moderno, con lo expuesto arriba, queda clara la nula relación de su Thelema con las creencias originales del Antiguo Egipto.

7.- El ToS o Temple of Set:

El Temple of Set es una orden cerrada, de tipo iniciático, fundada en 1975 por Michael Aquino, militar y politólogo estadounidense que, según afirma, formó parte de los altos niveles de la CoS o Church of Satan, fundada por Anton LaVey en 1966.

Sus miembros, no suelen aceptar vinculaciones con la CoS ni gustan de ser llamados “satanistas”, sino más bien “setianos”. Sin embargo, en lo básico, siguen un tipo de filosofía humanista histriónica, que usa rituales, símbolos y mitos (reinterpretados) para obtener resultados psicológicos y cambios en la conducta y la intelección del practicante.

Con fuere, el caso es que el fundador de esta orden tomó al dios egipcio Seth (Sutej / Sethesh) como emblema contracultural y símbolo de antagonismo hacia las religiones abrahámicas, pero sin pretender, al igual que sucede con el «Satán» de la CoS, que sea una entidad con realidad ontológica (es decir, sin creer que realmente existe).

Más allá de eso y de utilizar alguna que otra palabra tomada de la lengua del Antiguo Egipto, de formas bastante descontextualizadas, no practican nada parecido ni tienen creencias similares a las que existían en aquella cultura.

El Set del ToS no es el netjer (dios) que formaba parte del panteón osírico, es un “diablo” figurativo, al que se le dio el perfil del dios egipcio que, según ellos, fue el primero (diablo) en concebirse.

Lo anterior, además, es un error teológico, porque Seth / Sutej nunca fue el dios del mal o un ser concebido de manera similar a como el cristianismo imagina a Satán.

Seth representa el punto de equilibrio entre el caos y el orden, la fuerza destructiva que debe actuar para que las cosas se renueven. Esto, y el hecho de que el ToS es un colectivo ateo, lo deja completamente fuera de abanico de creencias neopaganas relacionadas con el Antiguo Egipto.

Nota: Considero innecesario, y quizás abrumador para el lector, el tratar de enumerar aquí las diversas sectas, corrientes, grupos y logias de corte new-age, ufológicas, esoteristas o afines, que sostienen tonterías tales como que Antiguo Egipto fue fundado por los “atlantes”, por los anunnakis o por “alienígenas ancestrales”; que «en realidad» mantenía una religión monoteísta o que eran «portadores de tecnologías o conocimientos místicos» que van más allá de la comprensión de las personas modernas. Tales corrientes de pensamiento (por su carácter de absurdas), escapan a la intención de este artículo y al interés del sitio web donde se publicará.

Tradiciones modernas relacionadas con el Antiguo Egipto:

Antes de enumerar las tradiciones que sí podrían considerarse “conectadas” con el Antiguo Egipto y que son intentos de generar una corriente de espiritualidad basada en las creencias de esa civilización, es imprescindible explicar la etimología de algunos nombres…

El término «Egipto», en español o «Egypt», en inglés, deriva del latín Aegyptus y este del griego Αίγυπτος (Aigyptos), que era como los ptolemaicos (los herederos de Ptolomeo I, el general de Alejandro Magno) llamaban al país… Esto era así porque Aigyptos3 era un personaje africano de la mitología griega (epónimo de los habitantes del Nilo), considerado rey de Arabia y Egipto.

Por otro lado, en la actualidad, llamamos “antiguo” al país que conformó la civilización que existió entre aprox. el 3500 a. C. y el 500 d. C., para diferenciarlo del que siguió existiendo en tiempos cristianos, islámicos y, finalmente, modernos.

Sin embargo, el nombre nativo del Antiguo Egipto, era Khem-et, que significa «La Tierra Negra», porque en medio del Sahara, las márgenes (la rivera) del Nilo eran fértiles, así como el Delta (que desemboca en el Mediterráneo) y el gran oasis del Fayyum, resaltaban con su color «negro» respecto del rojo del desierto (al que se le llamaba deshret = «tierra roja» y desde donde, a través del árabe, llegó a nosotros como la palabra «desierto»).

Lo anterior era el resultado de la inundación anual (originada en las lluvias estacionales del África subsahariana) y del aluvión que esta iba depositando a lo largo del río, lo cual fertilizaba la tierra y la humidificaba continuamente, evitando su desertificación.

Para los habitantes de aquella civilización, Khemet era el centro del mundo, su origen y el lugar donde vivían los netjeru (netjer = dios, netjeru -plural- = dioses).

Muchos paganos, seguidores de las tradiciones del Antiguo Egipto, nos solemos denominar kemitas por lo dicho, como sinónimo de perteneciente o dedicado a Khemet y a los netjeru.

Con el nombre genérico de “kemetismo”, se pueden englobar a todas las corrientes neopaganas que, en mayor o menor medida, se enfocan en la religión nativa de aquella nación.

1.- The Fellowship of Isis (FOI):

“The Fellowship of Isis” (en español: “La Hermandad de Isis”), es una organización internacional, fundada en 1976 por la pintora y escritora inglesa Olivia Robertson (1917 – 2013).

Se trata de una tradición enfocada en la diosa Isis, desde la visión personal de la citada autora, que además ocupó el cargo de “high priestess” de ese culto mientras vivió. En apariencia, la finalidad principal de la misma es revalorar o revivir las tradiciones matriarcales ancestrales y el culto de lo femenino dentro de la divinidad.

Por otra parte, no se trata de un sistema con un panteón específico (exceptuando la figura de Isis), ya que se permite a sus miembros el profesar otras religiones (incluso las no-paganas).

2.- Sociedad Ausar Auset:

La Ausar Auset Society (“Sociedad de Ausar Auset ”), es una organización de corte espiritual, pan-africanista y supremacista negra, que aboga por “restaurar” el esplendor del Antiguo Egipto en la actualidad.

En este culto, se practica una suerte de monismo, en donde se ven a las diferentes deidades egipcias sólo como manifestaciones de una entidad única (similar a lo que vislumbraban algunos teósofos en tiempos victorianos).

La Ausar Auset Society tiene su central en Brooklyn, Nueva York, USA y fue fundada en 1973 por Ra Un Nefer Amen (nacido en 1944, bajo en nombre de Rogelio Alcides Straughn), quien se proclama el “rey de reyes” (sic).

Desde los años 1990s este personaje viene publicando material de audio (cassettes, CDs, etc.) con métodos de meditación tomados de la Kaballah, el Vedanta del hinduismo; del taoísmo, el buddhismo, etc.

Claramente, la finalidad de este grupo es la glorificación personal de su fundador y la radicalización de sus miembros, con un supuesto “sentido espiritual” de fondo, hacia la idea de que el Antiguo Egipto fue una civilización negroide, de origen subsahariano y que, por tanto, la primera nación de la historia fue el logro de ese grupo étnico (con las consecuencias históricas que esto implica).

Nota: Quizás convenga aquí, el precisarle al lector no conocedor de los orígenes culturales del Antiguo Egipto que, en los tiempos predinásticos (antes de la época de los primeros faraones), la cuenca del Nilo y el área de su Delta, fueron receptoras de una gran diversidad de grupos bereberes, provenientes del Sahara Occidental, así como de semitas llegados desde diversas zonas de la “Media Luna Fértil” (del Medio Oriente). A estos grupos, se sumó la migración de tribus nubias (estas sí de étnica negroide), llegándose a conformar lo que puede apreciarse en el arte del Imperio Antiguo (2700 al 2200 a. C.), donde se observa todo tipo de matices en la pigmentación en sus habitantes (desde personas negras hasta muchas similares a los mediterráneos de hoy en día).

Es antropológica y arqueológicamente inviable el afirmar que el Antiguo Egipto fue una “nación negra” siendo, en realidad, multiétnica… Las investigaciones antropológicas han podido detectar la presencia de al menos 17 etnias diferentes en la época del Imperio Nuevo (1550 a 1050 a. C.).

3.- Kemetismo ortodoxo:

El kemetismo ortodoxo (abreviado con frecuencia como “K. O.”) es, probablemente, la primera corriente religiosa en utilizar el nombre nativo del Antiguo Egipto (transliterado kmt y traducido, aproximadamente, como Khemet) para aludir a sus creencias y prácticas.

Los seguidores de esta religión, no se consideran a sí mismo «paganos» y reniegan de cualquier pertenencia al mismo contexto cultural que las demás civilizaciones del Mediterráneo, pretendiendo ser un tipo de espiritualidad africanista.

Se trata de una religión organizada, con estructura sacerdotal y comandada por una persona en particular. Esta persona, quien fundara el culto hacia finales de los años 1980s, es Tamara Logan Siuda.

Tamara Siuda nació en 1969, en New Buffalo, Michigan (USA), en el seno de una familia cristiana metodista. Parece que desde muy joven se interesó por las «revelaciones» del Antiguo Testamento, por ciertos profetas bíblicos y por el concepto de la comunicación con los ángeles.

A comienzos de los años 1980s, parece que fue iniciada en la Wicca (aunque no hay ninguna tradición formal que tenga registro del caso) y años después, cuando era estudiante universitaria en el Mundelein College de Chicago, comenzó a interesarse por la espiritualidad egipcia, participando en foros de AOL (American Online) y luego creando el sitio web «The House of Bast» (luego cambiado a «The House of Netjer», actualmente, sitio oficial del K. O.).

En algún momento, a terminando los años 1980s, fundó la primera versión de lo que luego sería el kemetismo ortodoxo. Finalmente, durante, octubre de 1996, viajó a Egipto junto con algunos de sus seguidores y luego de, según ella afirma, haber «recibido» el permiso de divulgar la fe kemética directamente de los netjeru (dioses egipcios), se proclamó a sí misma, la nueva Nisut-Bity (palabra nativa para «faraón») y cambió su nombre por el de Hekatawy I, «coronándose» como tal (título al que, con el correr de los años, se le agregarían otros, tales como «Su Santidad», Hemet o «santa encarnación», etc.).

A comienzos de los 2000s, Siuda se interesó por el voodoo de Haití, donde terminó por recibir el título de «mambo» luego de ser iniciada en el mismo, durante julio del 2001 y luego en enero del 2006, lo mismo, pero a través de otra rama de esa tradición.

A nivel académico, Tamara Siuda obtuvo un master en egiptología en el Oriental Institute de la ya citada universidad de Chicago; en diciembre del 2007 otro en «Estudios Coptos» vía la Macquarie University de Sydney, Australia y, finalmente, un doctorado en esta misma última especialidad en la Claremont Graduate University, de California, USA.

Como puede verse, la personalidad de la fundadora del K. O., es bastante peculiar, «danzando» entre creencias monoteístas y politeístas; teniendo estudios académicos válidos y, a la vez, títulos espirituales y monárquicos inventados por ella misma; basándose para crear su doctrina tanto en la egiptología como en ensueños personales y tratando de mezclar diversas tradiciones antiguas y no tanto (wicca, voodoo, tradición egipcia, etc.) en algo que cuadre con sus propios proyectos e intereses.

A estas alturas, el lector, tendrá bastante claro por qué muchos de aquellos que nos consideramos kemitas (seguidores de la ancestral espiritualidad egipcia) no queremos ni podemos tener nada que ver con el K. O.

Sin embargo, entre otras cuestiones de menor importancia, existe un concepto doctrinal que deja fuera a todo aquel pagano que se precie de tal: Tamara Siuda marcó como punto fundamental del kemetismo ortodoxo a la «monolatría».

Normalmente, en el estudio de las religiones ancestrales, se suele denominar monolatría al tipo de culto en donde existen muchos dioses, pero hay uno supremo, diferente en naturaleza y calidad a todos los demás (un ejemplo de este tipo de culto sería el que practicaban los primitivos hebreos hacia Yãhwêh, antes de la reforma de Josías, en el siglo VII a. C.).

La monolatría se diferencia del monoteísmo en que el segundo no sólo rinde culto a un dios único, sino que niega la existencia de todos los demás.

En el K. O., la monolatría está basada en la idea del “Netjer” (sustantivo para designar a cualquier dios egipcio en singular, pero aquí tomado como una entidad suprema).

Según esta concepción, el “Netjer” sería el ser supremo, una super-entidad que integra en una sola a todos los netjeru (dioses egipcios) y en el cual debe estar enfocado el culto.

La etimología de netjer, en singular, vendría a ser “poder divino” y la fundadora del K. O., se pone a jugar con esto para implicar que “netjeru” (dioses en plural) sería una palabra con el sentido de “poderes divinos” y no de dioses separados, parte del panteón politeísta más grande que jamás haya sido contabilizado (el del Antiguo Egipto).

Escapa a los límites de este artículo, el entrar en detalle sobre la doctrina mencionada, así como enumerar las enésimas razones por las cuales no tiene sustento alguno en lo que se conoce hasta el presente de la religión del Antiguo Egipto, en base a la ciencia de la egiptología y a toda otra disciplina académica seria que ayude a la comprensión de aquellas creencias.

Sin embargo, siendo Tamara Siuda una persona calificada en la referida disciplina científica, es dudoso que la implementación del culto al “Netjer” sea un error o una confusión de su parte, sino más bien una distorsión adrede, propia de quien nace en el seno del cristianismo y nunca termina de abandonarlo.

Baste con decir que no hay ni una sola inscripción jeroglífica que valide tal doctrina y que todo egiptólogo de renombre entiende que los egipcios eran politeístas, aunque en ocasiones se dedicaran al culto de una deidad en particular4.

4.- Tamera:

Por otra parte, están quienes siguen las tradiciones egipcias de manera más libre y adaptativa (pero, ciertamente, con mucho mejor criterio que el grupo anterior). En algunos casos, dentro de la Wicca y en otros por fuera de ella (aunque usando metodologías parecidas). Esas personas suelen apelar al término «tamera» para definir su sendero.

No está claro a quién se le ocurrió usar, por primera vez5, esta denominación, pero sí qué significa: Ya desde el Imperio Medio, los egipcios tenían un sobrenombre para Khemet… Usaban la palabra Ta-Meri, como lo atestigua el cuento de Sinuhé6, el egipcio que se vio obligado a exiliarse de su país y vivió muchas aventuras entre los asiáticos (semitas).

Este cuento, que data de la dinastía XII (h. 1900 a.C.) y que fue la obra cumbre de la literatura egipcia (usado por los escribas, durante miles de años, para practicar y enseñar a escribir), cuenta que el rey, luego de muchas instancias, termina por perdonar a Sinuhé y lo insta a volver a su país, para que pueda morir en su tierra y así poder llegar al Amenti, el reino de Osiris, en la siguiente vida.

Pero el faraón no usa el término «khemet» sino Ta-Meri, que significa «Tierra Amada» y de donde se origina Tameran (en inglés) o Tamera (en español).

La diferencia entre «tameri» y «tamera» es, casi seguramente, porque se solía usar la fórmula: «Ta-Meri-Râ» = «La Amada Tierra de Râ» como una variante para aludir al propio país.

Quienes aluden pertenecer a la corriente tamera, suelen ser caminantes en solitario de la tradición egipcia y no tienen un corpus homogéneo de creencias o rituales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, permanecen fieles a la esencia de la religión ancestral, sin mezclarla con lo abrahámico ni con lucubraciones extrañas.

5.- Kemetismo independiente:

Finalmente, llegamos al kemetismo independiente o bien, lisa y llanamente, al paganismo reconstruccionista egipcio.

La verdad sea dicha, no tengo la menor idea de si los “independientes” constituimos una gran mayoría o una pequeña minoría, entre los seguidores de las corrientes relacionadas con el Antiguo Egipto (por ser autónomos y estar dispersos a lo largo y ancho del mundo, no tenemos ningún tipo de cuantificación demográfica).

Como sea, todo aquel que se considere un seguidor de esta opción, se basará pura y exclusivamente en el estudio de las fuentes historiográficas y en la egiptología (así como en cualquier ciencia que ayude a esta última a aumentar el conocimiento real y objetivo sobre la civilización del Nilo).

El kemetismo independiente, también reconoce lo que se suele denominar como “gnosis personal”, que sería la experiencia subjetiva, interior e individual de lo que funciona bien para el culto y la “conexión” introspectiva con los netjeru. Sin embargo, se guarda de transmitir cualquier cosa relacionada con esto, como si fuera verdadero conocimiento, ya que es intransferible y propio de cada persona (siendo que X cosa puede servir a algunos y a otros no).

El kemetismo independiente, busca la reconstrucción de la fe del Antiguo Egipto, de la forma más perfecta y rigurosa posible, pero adaptándola a cada región, clima y cultura, siempre con el punto de referencia de la modernidad y el humanismo y sin hacer ningún caso de “líderes” o sectas alucinadas o de doctrinas no basadas en el conocimiento del pasado.

El mismo, por lo general, será un camino en donde no se buscará la «copia al carbón» de rituales, costumbres o de prácticas en general, sino la extrapolación de los sentidos, simbolismos, conceptos y metáforas a los tiempos modernos y nuestra región (territorio) y vida cotidiana.

Obviamente, y por estar sólo conectados entre sí por intereses en común, amistades o simpatías, los kemitas independientes (paganos reconstruccionistas egipcios) mantendrán leves diferencias teológicas, metafísicas e incluso éticas de cómo debe recrearse la religión ancestral de Khemet. Pero eso, lejos de ser un problema, garantiza la pluralidad y diversidad que ha distinguido desde siempre al verdadero paganismo.

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