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Reflexiones sobre un artículo generado por un anti-animalista y apologista de la crueldad animal....

     
Tiempo de lectura: ~12 minutos. 3548 palabra(s).

Algo así como un mes atrás, se publicó en una página de Facebook, relacionada con denuncias sobre abuso y maltrato animal, un artículo caratulado por el autor del post como «desafortunadas declaraciones de un periodista» (pero que, según creo, se catalogaría mejor como «las diatribas de un imbécil»). Dicho artículo (el del «periodista») tenía la clara intención de menoscabar e insultar a los defensores de los derechos animales pero, además, buscaba algo más terrible: Poner en duda la calidad de seres sensibles y con derechos, que los animales no-humanos, poseen.

La presente nota tiene por finalidad refutar a ese triste personaje, un don nadie de entre aquellos que creen ser «comunicadores». Un pseudo-periodista, con aspiraciones literarias, que se dedica a «parodiar» la vida.

El sujeto en cuestión, publica sus diatribas en un periódico de Uruguay, el cual no citaré, así como no daré ninguna referencia sobre él mismo o su «artículo», porque realmente no es parte del staff del periódico, sino un marginal de las letras, que escribe en uno de esos tantos blogs anexos que los medios de comunicación on-line suelen tener. No lo haré, porque su evidente intención, es buscar fama a través de la pose de «periodista maldito». Pero, como se explicará más adelante, no es ni lo uno ni lo otro, sino que tan sólo llega a la categoría de resentido. Así que no contribuiré a su «fama».

No obstante, he guardado todos los datos del posteo original y toda la información pública, disponible en la red sobre el sujeto. De tal manera que, si alguno de los lectores de la presente nota, quiere conocerlos, no tiene más que contactarme.

Lo que sí pretendo hacer público, es la refutación a sus idioteces, no porque el accionar del sujeto pueda dañar la obra de las millones de personas que en este mundo se dedican a proteger y cuidar; a salvar y defender la vida animal (no-humana), sino porque las declaraciones del «imbécil», son muy representativas de ciertos personajes reaccionarios.

Me refiero, a los emanados del sistema de creencias judeo-cristiano, pero con la pretensión de «modernidad» y de cierto grado de «secularidad» (falsa y afectada, hay que decir). Hablo del típico reaccionario contra los derechos animales, ese tipo de humano que se «pone nervioso» cuando lo comparan con otras especies o cuando le dicen que no hay razón alguna para pensar que somos (nosotros, los humanos) radicalmente diferentes de los demás seres vivientes (aún cuando esas razones, se expresen a través del más riguroso conocimiento científico).

En fin, se trata del balbuceo de un «imbécil», pero también de una muestra útil de la ideología predominante en ciertos sectores antagónicos a la causa de la defensa de los derechos animales, por lo cual, será muy interesante desmenuzar el artículo, párrafo a párrafo.

Vamos a ver:

«Lo que no les perdono es haber matado la ironía con la que finaliza la canción ‘Callejero’ de Alberto Cortéz. El tipo canta maravillas sobre el perro, dice que aunque fue de todos nunca tuvo dueño, que era una metáfora de la aventura que en el diccionario no se puede hallar, que se bebió de golpe todas las estrellas se quedó dormido y ya no despertó. Y cierra con un nostálgico ‘al fin y al cabo, no era más que un perro’.»

Según esta persona, una referencia poética y tergiversada, de una canción popular, de un autor conocido (pero que tampoco ha llegado a merecer el mármol), es suficiente argumento para comenzar su «artículo».

Si de eso se trata, si queremos imprimirle al asunto la ambigüedad, subjetividad y relativismo de una cita de la cultura popular, yo podría citar otras igualmente «pintorescas» y mucho más conocidas: ¿Acaso por el hecho de que en las novelas de Anne Rice, los humanos son (literalmente) la comida de los vampiros, vamos a tomar con seriedad cuando Lestat le dice a Louis: «Anda, tómala… Sólo son nuestra comida…» (refiriéndose a los humanos en general y a una joven que tenían frente a sí en particular)? ¿Quizás, sea preciso considerar que en la obra de H. P. Lovecraft, los humanos son sólo el producto de un «error o broma» de los «Antiguos» (aquella raza de semidioses llegados de las estrellas)?

Si la consigna es jugar con la ficción popular, ya sea que se tomen canciones, novelas, cuentos u obras teatrales como fuente, entonces podemos justificar cualquier cosa. Hasta que los microorganismos son más relevantes que nosotros en la evolución, como en «The War of The Worlds» de H. G. Wells, pues terminan con la amenaza marciana, mientras los humanos habían fracasado en ello miserablemente.

¿A quién le importa que una canción diga «… al fin y al cabo, no era más que un perro…»? Habría miles de ejemplos similares en donde se podría aludir a que: «… al fin y al cabo, no era más que un hombre (que un humano)». Por cierto, no creo que le importe a nadie que tenga un sentido ético y amplio sobre lo que es la vida, porque ha de conocer que TODA VIDA es «nada más, ni nada menos» que irremplazable y, por tanto, sagrada.

«Desde que los fundamentalistas de las protectoras de animales salieron a linchar gente por las redes sociales, esa ironía suena más a una verdad evidente que a un recurso poético. Porque estos talibanes defensores de los bichos no hacen otra cosa –como sucede con todos los fanáticos- que despertar inquina contra lo que defienden.»

Aquí el imbécil, en su miserable nihilismo, no falto del condimento de su cultura natal pro-cristoide (y por tanto carente de respeto por cualquier vida no-humana), confunde dedicación, con fanatismo; convicciones morales, con fundamentalismo y ética, con dogma… ¿Será que refleja en otros las propias miserias?

Yo no voy a negar que, en ocasiones, he llegado a ver fanatismo en algunos veganos, animalistas y ecologistas… Pero son los menos, la mayoría dedica su vida a una causa digna y justa. Fanático no es el que lleva una causa justa hasta las últimas consecuencias, sino aquel que no entiende razones, que se basa en la superstición y el dogma y, frente a la razón y la realidad, tapa sus oídos… ¿Quién será el fanático en este caso? Lo dejo a consideración de los lectores…

De lo que sí el imbécil tiene toda la razón, es que toda causa justa levanta polvo y genera controversia; toda lucha por la justicia hace que los viles, los miserables y ruines, se levanten como ejércitos de enajenados para combatirlas. Pero yo me pregunto: ¿Eso sería algo para descalificar a las mismas o más bien da un indicio cierto de su validez y nobleza?

«Y son pesados, muy pesados y reiterativos. Es impresionante la cantidad de fotos de animales domésticos y de los otros que abundan en el Facebook. Tiendo a creer que tal insistencia debe tener una explicación lógica que no supone el simple cariño por los animales. Demasiados perros, gatos, ardillas, elefantes… Esto debe tener algo que ver con un cambio en los vínculos entre las personas que no alcanzo a comprender.»

Aquí el «imbécil» expresa la recurrente miopía de las clases incultas, de las personas mediocres, de las mentes mal nacidas: Creer que a los «animales» (no-humanos, porque el sujeto parece no saber que nosotros también lo somos) son cosas a las que «deberíamos» tener «cariño», afección, pero nada más… No cabe en su resentida y torpe cabeza, que para millones de personas en el ancho mundo, terminó la oscura era del antropocentrismo, del especismo, de la creencia en que el Hombre es el centro del Universo y que su vida es la única que tiene valor.

Confunde la, a veces, frívola costumbre de compartir cosas en Facebook, u otras redes sociales, con presuntos problemas entre las relaciones humanas, sin entender que el humano que logró abrir su mente, ha expandido a todo ser viviente su sentido de respeto, justicia y equidad (en la medida de lo posible, porque no es igual el contacto, la conexión o la interacción que podemos tener con un virus, una cucaracha o un hongo que el que desarrollamos con un perro, un gato o un caballo).

El imbécil, confunde de este modo a la expansión y la evolución de la consciencia humana, con una patología… Triste, en verdad, porque los de su clase lo ven así. Como he dicho, su artículo tiene el valor de representar un paradigma, una concepción de la vida que cierta parte de la sociedad humana sostiene desde siglos atrás.

¿Qué somos molestos? Pues sí, al igual que lo son todos aquellos que claman por justicia, libertad y equidad ante los ojos de los frívolos, los chatos de mente, aquellos que juguetean con la vida sin llegar a ninguna parte y obstruyendo el camino de los demás. Pero será mejor que el imbécil se prepare, porque ¡recién estamos comenzando a «molestar»!

«Hasta no hace mucho tiempo cuando, entre gente decente, alguien decía «cuanto más conozco a las personas más quiero a mi perro» se lo consideraba un canalla. Hoy está bien visto.»

Nuestro amigo parece no conocer la naturaleza humana o, conociéndola, se regodea en ella… Siempre han sido considerados «canallas» los que han dado muestras de cinismo (en el sentido filosófico de la palabra), aquellos que ven «la realidad tal cual es y no como debería ser»; personas como Diógenes de Sinope, Friedrich Nietzsche, Lord Byron, Oscar Wilde, Jim Morrison, entre otros cientos, fueron considerados así por mostrar al mundo la realidad de la vida.

No tengo dudas que, quien conozca la verdadera naturaleza del Hombre, ha de valorar mucho más el puro instinto y la honestidad primal de las (mal llamadas) «bestias». Pero el imbécil no lo entiende, porque sólo nada en la superficie, jamás aprendió ni aprenderá a bucear (¡Pero no lo culpen! Carece del equipamiento neuronal para ello).

«Y, como no podía ser de otra manera, estos antropomorfos más cercanos al mono que al homo erectus terminaron acosando por internet a los adolescentes que habían apaleado un perro. Y festejaron cuando se le paralizó el corazón a uno de ellos.»

El imbécil, parece estar descontento con que existan personas que busquen la justicia, que celebren cuando ésta se aplica, ya sea por la vida, la Ley o los organismos del Estado implementados para ello. Parece no comprender que sin Justicia no hay sociedad, que sin castigo para los criminales, los seres inocentes (no sólo los no-humanos), sufren las consecuencias.

¡Por supuesto que festejamos cuando un criminal sufre por haber hecho sufrir primero! ¿Qué si es venganza? Pues aquí no se trata de una cuestión puramente terminológica. Esto tiene que ver con ser sensible a la crueldad, a la infamia, la injusticia y la vileza o cerrar los ojos a ella.

Este bastardo (me refiero a nuestro querido «imbécil»), es de los que dicen: «déjalo, es normal a esa edad» (al ver a sus hijos torturar a un pobre animal) o «es preferible que haga eso y no que agreda a una persona» (siendo este, el miope razonamiento de alguien que no conoce que, a la larga, el pequeño psicópata cambiará de especie y se enfocará en uno de sus semejantes).

«Es decir, son inimputables sin ser menores de edad. Es inútil que se les diga que la vida de una rata y la de un ser humano son diferentes hasta en la forma de roer. No entienden. Están ocupados repartiendo Wiskas entre el perrerío y negándole monedas a los mendigos».

El imbécil no comprende… No entiende que no se trata de quien es más evolucionado, si la rata o el humano… Todos sabemos que nosotros lo somos. El problema es que, él y sus correligionarios no entienden que eso es irrelevante, que la vida es valiosa sea del tipo que fuere, tenga el nivel evolutivo que tuviere. Que cada ser es irrepetible, que todo lo que tiene sensibilidad puede sufrir, que todo lo que tiene percepción puede sentir y que todos los seres merecen respeto por ello.

¿Quién le habrá dicho al imbécil que negamos la moneda al mendigo? La diferencia estriba en que cualquier persona razonable, a menos que esté imbuida de un ciego dogmatismo, tratará de verificar si el mendigo merece o no tal ayuda, si se trata de un abusador o una persona realmente indigente, si se trata de un marginal o de un necesitado.

Por el contrario, no existe ninguna de estas diferenciaciones entre los animales ferales; los gatos, perros, etc… Todos son necesitados y víctimas de la sociedad humana, ninguno gasta la ayuda que le damos en vicios ni deja de mostrar sincero agradecimiento por ella.

Lo que el imbécil no entiende, es que nosotros somos los culpables (todo miembro de nuestra especie, quiero decir) de lo que les ocurre a millones de pobres animales en cada ciudad a lo largo del mundo; que miles de años atrás, substrajimos de la Naturaleza algunas especies y, al domesticarlas, las sometimos al más cruel de los destinos, el ser dependientes del Hombre.

Eso es lo que los animalistas tratamos de palear, de reparar, de concientizar. Pero, claro está, ¿Cómo se puede pensar que un humanoide, devenido en periodista frustrado, ha de entender estas cosas? ¿Verdad que es un imposible?

««Bien merecido. Bien muerto está. Todo vuelve», escribió una comadreja zen con cara de señora que pedía a gritos el rifle sanitario de alguna sociedad protectora de las lacras sociales».

Pues si tuviera frente al imbécil le diría: «Bien, yo creo en la causa y efecto, pero no estoy seguro de que «todo vuelva», por eso mismo, me pongo a trabajar en ello». Desde luego, él vería como un acto criminal el castigar a un abusador de animales, a un miserable torturador o abandonador, el hacerles pagar las consecuencias, el arruinar sus inmundas vidas. Porque no tiene una verdadera ética para con la Vida, sino la aprendida en su particular grupúsculo social, en su banda de energúmenos.

«Inútil es apelar a los argumentos religiosos para comentarles que, probablemente, una jirafa no tenga alma. Irritos, nulos y sin ningún valor para siempre son los fundamentos y las pruebas científicas que demuestran que un perro nunca será leal porque, para que ello suceda, es preciso tener conciencia del valor moral de la lealtad.»

Aquí es donde llegamos a la parte interesante del asunto, donde el imbécil muestra sus credenciales, el carnet de afiliación y todo queda bien claro…

¿Argumentos religiosos? ¿El imbécil no conoce acaso, ni por casualidad, ni en virtud de su pretendida amorfa cultura periodística, que existen más religiones en el mundo en donde se cree que todos los seres vivos tienen alma que en las que sólo se cree que el Hombre la posea? ¿Acaso nuestro mequetrefe no sabe que sólo el Cristianismo y el Islam gozan de esa miope forma de pensar?

Por otra parte, ¿qué ha de importarnos que un ser tenga o no alma? Yo no sé si la poseo… Creo que sí, pero no estoy seguro ni tengo a mi alcance la demostración de su realidad. ¿He de negar por ello amor a otros seres? ¿Podré matar y torturar a cualquiera, sólo con esta excusa? ¿Acaso un genocida se convertiría en un estadista si se comprueba que el «alma» (humana) no existe?

El imbécil perdió su enfoque… No es el «alma» lo que importa, es la VIDA lo que cuenta… Cada ser merece respeto, libertad y una vida digna sólo porque existe, porque es parte de la Naturaleza, no porque pueda o no poseer una entidad metafísica, la cual puede o no ser real. La verdadera ética, no puede basarse en algo que, tal vez, sea sólo un producto del sueño de los hombres.

Al mismo tiempo, nos habla de «pruebas científicas» y juega con la ambigua noción de «lealtad»… Lo que el imbécil no sabe o no quiere admitir, es que la «lealtad» es un invento humano, sólo una pretensión para fingir el origen intelectual o «moral» de algo natural, del sentido de fidelidad al grupo, a la manada, a la tribu. Algo que todos los animales sociales poseen y que en modo alguno es una «virtud humana», no es algo que emane del intelecto o la supuestamente exclusiva «consciencia de sí mismo» de que nosotros, los homo sapiens, gozamos, sino de algo que nos llega desde muy atrás en la evolución.

El perro, así como otros animales, no es ni deja de ser «fiel», pero sí es consecuente, concomitante al trato que recibe de nosotros. Un animal humano es capaz de traicionar, porque la traición es una vileza surgida de la intelección. Un gato o un perro, reaccionarán acorde a nuestro trato, a lo que nosotros merezcamos recibir de ellos. De ahí la belleza y el mérito de estos seres, no de la tan mentada «lealtad» concebida por el Hombre en su ceguera especista.

«Ellos ladran en nombre de los cuadrúpedos. No les importa la miseria en la que viven otros seres humanos. Porque para ser bueno hay que ser inteligente y ellos rebuznan en defensa de los burros. Y son bestias pardas de entrecasa que claman por los animales sin hogar.»

Otra pseudo-virtud del sistema de creencias hegemónico: La «bondad»… Esa ambigua e imprecisa cosa a que algunos aluden cuando no tienen la ética suficiente para fundamentar sus acciones o cuando no tienen el valor de sincerar sus vilezas.

Pero por supuesto que gritamos en nombre de los que no tienen voz, porque creemos en la Justicia. Lo que quizás no sea tan real, es que no nos importe el destino de otros humanos, sólo que este pobre imbécil no conoce lo que sus mismas afirmaciones determinan: El Hombre, en función de su consciencia de sí mismo, es responsable de su destino, de su éxito o fracaso, de su bienestar o miseria. ¡Otros animales no…! Estos, suelen ser víctimas impotentes de nuestra maldad, de nuestra ignorancia y desidia. Por eso es que, algunos de nosotros, nos dedicamos (mayormente) a defender a los animales no-humanos, sin que por ello dejemos de atender algún reclamo de quien toca a nuestra puerta y es un verdadero indigente o necesitado.

«Son ellos los responsables, más o menos directos, de la muerte física de un botija al que ya habían hecho desaparecer de la sociedad. Y son ellos los culpables de rebajar a mero lugar común la ironía de un artista que nunca reparó en esta gente a la que, para que se dejen de jorobar, hay que marcarles a fuego que, lo que les despertó la fiera que llevan adentro, al fin y al cabo no era más que un perro.»

Recurrentemente, vuelve a lo mismo. Pero hay que hacerle entender algo: ¿«al fin y al cabo no era más que un perro»? ¿Y acaso el imbécil no sabe que él, su madre, su padre, sus hijos y amigos (al igual que nosotros y todos nuestros seres queridos) no son más que simios bípedos y parlantes… seres que han subido tan solo un escalón más en la evolución? Evolución que, cabe recordar, no ha terminado… Algún día, nuestra especie dejará de ser la cúspide de la misma y será remplazada, tal como ocurrió con los dinosaurios hace 65 millones de años.

¿Qué haría el imbécil si fuera transportado al futuro, quizás a 200 millones de años hacia adelante, y encontrara que una especie de super-cucarachas fuera la que dominara el planeta, siendo los humanos un recuerdo fósil o los esclavos de las mismas? ¿Qué diría el imbécil, si algún día (y esto no presupone validar las locuras de los ufólogos), una especie varios millones de años más antigua nos visitara desde los lejanos confines del Universo y nos tomara como comida, mascotas, presas para la cacería deportiva, víctimas de juegos grupales o pasatiempos a quienes torturar? ¿Él creerá que es algo imposible? La Ciencia dice lo contrario… El conocimiento real de las cosas, explica que somos sólo una especie más. La dominante, sí… Pero sólo por ahora.

No voy a dignificar a este personaje, a este aprendiz fallido de poeta o periodista, con el calificativo de «enemigo». Porque para que lo fuera de la causa del animalismo, el ecologismo o el veganismo, debería tener una estatura moral, intelectual o un valor personal del cual carece.

Sin embargo, les dejo estas reflexiones en base a su «artículo», porque es preciso que todo aquel que se interese por la causa de la defensa de la Vida, de los animales no-humanos, de la ecología, de los seres vivientes en general, sepa la realidad: Existe esta clase de engendros, de reaccionarios dogmáticos, que creen que algún dios los creó con «un alma» y que por eso tienen y tendrán siempre el derecho de hacer lo que les venga en gana con toda otra forma de vida, que nada viviente fuera de su especie vale la pena y que se encolerizarán cada vez que otros evidencien ideas en contrario.

Pero no se preocupen, el ruido que producen es lo que nos dice que vamos por buen camino. 20 años atrás, nadie hubiera generado un «artículo» como el del imbécil, porque no había un movimiento animalista visible al cual atacar. Así que sigamos adelante, cada vida que salvemos es nuestro premio, uno que festejaremos con la discordante música generada por los gritos de imbéciles como el que ha motivado esta nota.-

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