Confía en los dioses, cumple tu destino, mantén el balance,
deja tu marca, respeta a lo viviente, haz tu voluntad...
Tal es la naturaleza del camino pagano.
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Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.
La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.
Sia estaba ciertamente absorta en el paisaje, en los diez veranos que sus marrones ojos habían visto volar ningún placer, por queridos que le fueran los caramelos, podría jamás superar el disfrute que le causaba la observación.
Desde las cosas más simples como la belleza en el brillo de una gota de tinta antes de estrellarse contra el papel hasta las paredes labradas en la casa de la abuela Lo, siempre pensando en el brillo, en los reflejos cantarines y en esa irrefutable belleza que nadie más parecía ver.
A mamá siempre le había preocupado su silencio, se preocupaba cada vez que la veía con la vista absorta en un objeto «inanimado», se preocupaba por su falta de amigos… No entendía, no, no entendía ni entendería jamás nada sobre las historias silenciosas que cantaban las paredes viejas, los árboles, nunca había escuchado los cuentos alegres de las flores y jamás sabría nada de las viejas e increíbles historias que contaban los muebles antiguos de la casa. De la misma forma, Sia jamás entendería las bromas tontas que a sus compañeros parecían entretener ni por qué debería jugar con absurdas muñecas de plástico cuyas historias jamás serían capaces de igualar en sentido alguno a las que contaban las paredes, los árboles y el mundo en general.
El viento sopló de nuevo y Sia se apretó el abrigo rompiendo por un segundo el hechizo del paisaje que la había cautivado. Afortunadamente, en cuanto forzó su mente a quedarse en blanco el paisaje volvió a hechizarla, fijándole los ojos en la flamante puesta de sol en ese claro en el bosque al que su familia siempre iba a acampar.
Los relieves se alzaban orgullosamente desprolijos con sus flores y su pasto suave. El larguirucho árbol joven que ululaba a la par del viento (Sia se lo imaginaba más como una bailarina que bailaba al ritmo del viento) y el arrollo que corría imparable como una corriente infinita de historias reflejando el rojo rosáceo del cielo.
El claro, de día, le hablaba de vida, de los espíritus que habitaron un día ese mismo bosque, de sus juegos, canciones y bailes hasta la puesta del sol. Sin embargo, en ese momento, el sonido del arrollo, el frescor del ambiente, el pasto húmedo, el cielo ya rojo e incluso la lona sobre la que estaba recostada, le hablaban de melancolía y de olvido.
Cantaban tristemente la caída de esos queridos espíritus, cantaban sobre la libertad que les había sido arrancada por culpa del olvido de los hombres; cómo poco a poco habían perdido las fuerzas, y en un momento ya no pudieron separarse de sus árboles, quedando petrificados y dormidos en sus formas actuales, solo capaces de hablar a quienes estaban dispuestos a escuchar el eco de sus sueños.
Sia se contagió de su tristeza y quiso llorar, pero ya estaba grande para eso y por mucho que quisiera hacer algo no podía. Para eso, sí que era demasiado chica.
«¡Sia! ¡A comeeer!» llamó mamá. Sia se paró y recogió la lona del suelo.
No se molestó en responderle, mamá sabía que ya iba. Sin embargo, los árboles merecían algo mejor que silencio ¡Debían de estar hartos de toda esa quietud! Luego de haber vivido en movimiento, juego y ruido constante debía ser terriblemente deprimente estarse quietos para siempre.
«Adios, prometo que voy a ayudar. Por ahora, yo no me olvido de ustedes así que despiertense aunque sea un poquito por mí. No es mucho pero es el pedacito de vida que puedo regalarles.»
El viento sopló mientras Sia iba a comer, la corteza del árbol bajo el que se había recostado se resquebrajó un poco más, agitada por el viento, y desde entonces si uno lo veía con imaginación la corteza del árbol parecía una sonrisa.
Durante los últimos tiempos, mucho se viene debatiendo sobre si la Wicca es una religión o no… Sin embargo, tal debate resulta ocioso, «bizantino», en virtud de que, como todo proceso de corte espiritual, la misma se ha expandido y ha abordado horizontes que están mucho más allá de lo que aspiraban sus fundadores.
Se le suele dar demasiada importancia a aspectos «técnicos» y/o anecdóticos, sobre las tradiciones wiccans y los hechos fundacionales de las mismas, cuando, en realidad, tales cosas, desde lo antropológico (léase: desde el análisis del origen de las religiones y de «qué es» una religión) tiene muy poca relevancia.
Las religiones, son procesos culturales con vida propia. Casi ninguna de las históricas (entiéndase por tales a las que fueron fundadas o comenzaron puntualmente, contra las naturales, que tienen un origen impreciso, por decantación cultural), lo fueron como una «religión» en sí, quizás con la excepción del Islam.
La mayoría de las mismas, nacieron como escuelas filosóficas (el Buddhismo, por ejemplo); reformas de sistemas religiosos preexistentes (como el Cristianismo respecto del Judaísmo) o filosóficos anteriores; sistemas mágico-rituales (como la Wicca original), etc… Pero luego, con el paso de las décadas y los siglos, devienen en otra cosa, van más allá del alcance o sentido que se les dio en su fundación (o de los deseos de sus referentes originales).
El ejemplo más dramático de lo anterior, es el del Cristianismo: Un movimiento nacido en torno a un semi-legendario rabí de Galilea, que fue pacifista pero anti-romano, y que terminó con la muerte por crucifixión de éste, para luego, unos 300 años después, devenir en la religión oficial del Imperio que ajustició a ese individuo y al cual, aquél, había combatido con su prédica.
El ejemplo citado, deja en claro el cómo una idea o metodología de corte religioso o espiritual, puede ser re-comprendida de diversas maneras a través del tiempo y convertirse en algo virtualmente irreconocible a los ojos de quienes iniciaron dicho proceso.
La Wicca todavía no es un fenómeno de masas, pero ya (desde hace décadas) ha dejado de ser un sistema controlado por grupos o instituciones («convens», para el caso). Esto, con frecuencia, resulta algo difícil de entender para algunos seguidores de la misma formalmente iniciados, con «linajes» reconocibles y legítimos, lo cual genera conflictos innecesarios y áridas e interminables discusiones.
Con lo anterior, no estoy planteando ningún juicio de valor, sino dejando en claro un hecho incuestionable, por ser evidente: La realidad es que la Wicca devino en una religión, que va mucho más allá del sistema mítico-simbólico y mágico-ritual, creado por Gerald Gardner (entre otros) en los años ’50s del siglo pasado. Tratar de refutar esto, es querer tapar el sol con un dedo.
Por otra parte, es indudable que la influencia de Scott Cunningham (1956 – 1993), fue determinante en el fenómeno de la conversión de la Wicca en una religión de tipo ecléctica y sin jerarquías o instituciones unívocas. Sin embargo, la evolución de la misma continuó mucho más allá, por lo cual tampoco puede considerarse a la obra de dicho autor, como el único factor significativo en este proceso.
En el mundo ya existen varios millones de seguidores de la Wicca, entre los cuales, los iniciados o en proceso de iniciación, no deben pasar de los 20 o 30 mil (y esto, siendo muy «optimista» con la proporción estimada). Allí es donde debe enfocarse el análisis del porqué y el cómo, la misma se convirtió en una religión, y no en cuestiones dialécticas.
Así que, para estudiar el fenómeno, ya no interesa enfocarnos en el origen, a menos que la pregunta sea: «… ¿Era la Wicca una religión en sus comienzos? …», a lo cual, hay que responder con un absoluto no, pero también agregar que tal cosa (salvo por el interés histórico) es irrelevante hoy en día.
La pregunta vigente e importante, es: «¿Hoy, en el 2016 de la era común, es la Wicca una religión?». La respuesta a lo anterior es sí, sin lugar a dudas…
Pero, para profundizar un poco más, ¿Qué hace falta para que algo sea definido como «religión»? La respuesta más simple y a la vez universal, podría ser: «Cualquier sistema de creencias que contenga tradiciones de corte espiritual con un denominador común y una mínima estabilidad en su transmisión, que le permita perpetuarse en el tiempo».
Las religiones se caracterizan por tener creencias generales (comunes a todos sus miembros -no necesariamente un corpus dogmático, eso sólo se da en las de tipo «revelado»); el ejercicio de rituales, la celebración de festividades anuales y el mantenimiento de algunos parámetros éticos más o menos claros.
Eso es todo lo que se necesita para que «algo» pueda ser catalogado como una religión, siendo evidente que la Wicca cumple con estos parámetros a cabalidad.
Pero, ¿Qué son entonces las tradiciones wiccans? … Bien, la explicación más sencilla sería pensar en ellas como en un fenómeno análogo a lo que las iglesias son para el Cristianismo… Subsecuentes segmentaciones y/o re-interpretaciones de una doctrina o sistema original. Todas provenientes de lo mismo, pero cada una entendiendo y practicando a su manera los conceptos y bases iniciales y sin que ninguna de ellas pueda decir (con razón) que practica la forma más pura y auténtica de dicho sistema de creencias.
Las religiones no tienen porque ser institucionales para ser consideradas tales. De hecho, casi ninguna lo es. La configuración más típica, siempre fue la de cultos aislados, desde la familia y el clan, hasta la nación entera, que a la postre se institucionalizaron y no al revés. Siendo siempre la organización oficial o formal, una especie de sesgo, funcional al poder y a las elites, de lo que era la religión original en sí.
No obstante, es importante diferenciar «qué es Wicca y qué no lo es», para que no termine siendo «cualquier cosa». Pero, esa guía, no puede venir sólo de lo histórico, que es importante pero siempre se termina trascendiendo… Por ejemplo, los druidas ya no sacrifican humanos como antaño y los judíos han abandonado la costumbre de matar a los que cultivan dos tipos de grano en un sólo terreno, como les ordenaba la Toráh.
La guía, para toda creencia y filosofía de vida pujante y eficiente, tiene que provenir del sentido común y de la coherencia del sistema, en sí mismo… En el caso de la Wicca, su depuración constante de sus raíces kaballisticas, mágico-ceremoniales y de sus atisbos de moralina cristiana, la han hecho progresar significativamente.
Finalmente, existe un argumento de índole social (estadístico) que podría bastar, por sí mismo, para zanjar cualquier confusión a este respecto: La Wicca es una creencia espiritual y cerca del 95% de aquellos que la profesan, piensan en ella como en su religión. y, a su vez, no están afiliados a un coven oficial de ninguna tradición… Es tan sencillo como eso… Entonces, ¿para qué complicar?
Lo que sigue, es como el «A, B, C…» en la Wicca en particular y el Paganismo en general… Sin embargo, hay gente que insiste en complicar el concepto y forzar interpretaciones mixtas o sincréticas respecto de otras religiones (generalmente las hegemónicas en Occidente).
Hay que entender, de una vez y para siempre, que el concepto duoteísta es irreductible: La Wicca es, y esto ya desde Gerald Gardner, un sistema mítico-simbólico-mágico que intenta sintetizar al politeísmo ancestral en una pareja divina.
Esta concepción es útil y accesible, para todos aquellos que no quieren (o no pueden) pasar media vida estudiando las diversas mitologías y teologías paganas del pasado ancestral.
Sin embargo, la síntesis mencionada no admite un paso subsecuente: No hay forma en que se pueda imaginar a un «dios único», «fuerza primordial» o «Gran Espíritu», detrás del Dios y de la Diosa Wicca.
Lo anterior no es un punto de vista, sino un concepto lógico: La idea de que, para que exista «acción» en la Naturaleza, en la Vida y el Universo, siempre deben estar presentes estos dos polos arquetípicos (lo masculino y lo femenino). No hay fertilidad (NO HAY VIDA), sin la dualidad de géneros.
Estas dos entidades, además son inmanentes (parte de la Naturaleza y no cosas «extra-cósmicas»). Si no fuera así, la Naturaleza no podría ser sagrada para nosotros. La premisa es sencilla: Si hay un dios o entidad trascendental por fuera de ella, entonces la misma es su «creación», es una «cosa» y no el «origen de todas las cosas». Nada puede ser causa y efecto al mismo tiempo. Si hay algo que trascienda a la Madre Naturaleza, entonces la misma no es divina ni sagrada y no merece adoración.
Esa es la causa por la cual, imaginar entidades «trascendentes», va con la más elemental fundamentación del Paganismo, cual es el culto a la Naturaleza, la religión basada en la Tierra.
Pero hay más: En toda tradición pagana, lo que se concebía como lo que estaba «antes que los dioses», era el Caos Primordial, la antítesis del Cosmos, del Orden Universal. Podemos pensar en ello como en un estado potencial de la Existencia, pero no como en un dios, ya que carece de atributos específicos para serlo.
Estas sencillas nociones, son opacadas por personajes impresentables, que pretenden «vender» una Wicca Light, «pasteurizada», «políticamente correcta», en la cual las aristas paganas estén limadas, para no hacer enojar a los cristianos o, peor aún, para cooptar el pujante crecimiento de nuestras tradiciones y volver a las personas al redil de su «Cristo».
¡No! ¡No se puede poner en el lugar de los dioses ancestrales a Cristo, ni a la Virgen María en el lugar de la Diosa. No cuadra, no tiene sentido. Jesús de Nazaret, si es que en verdad existió, fue un carpintero de Galilea devenido en rabí y con aspiraciones mesiánicas y «María», no fue sino su madre (o sea, una mujer común y corriente de la Palestina romana, del siglo I).
Tampoco se puede aludir a que «El Cristo» o el Pantokrator («Rey del Universo») de la época de Constantino, Teodosio o Justiniano, puede ser visto como una entidad equivalente a lo que los wiccanos vislumbran en el Dios (solar, de la cacería)… Esto no puede ser, por algo muy sencillo: El dios de los bizantinos era misógino, excluyente y anti-natural (Por tanto no puede hacer el papel de deidad masculina de la fertilidad, el poder solar y la sexualidad). Su «Madre» era (y sigue siendo) vista como una sierva del dios masculino y patriarcal, NUNCA como su igual. Por tanto, es ocioso continuar con este punto…
Finalmente, tampoco el «Absoluto», en el caso que se crea en ello, es equivalente a un dios… Esta es una vieja trampa judeo-cristiana, el equiparar lo que podríamos llamar «el dios de los filósofos», con su propia divinidad acotada y tribal.
Tanto en Oriente como en la filosofía grecorromana, lo absoluto es algo de lo que nada se puede decir. No es causa de nada ni origen de algo, sencillamente es «eso», lo que se vislumbra como la esencia última de la Existencia (pero nada más).
No cabe equiparar conceptos sobre lo Absoluto, con un dios único, con una monolatría o henoteísmo solapado (detrás del duoteísmo wiccano). En este sentido, es preciso recordar que la «totalidad» (el Todo Cósmico), para todo pagano, no es otra cosa que la Naturaleza en sí misma (su expresión última, su manifestación final).
En la Wicca no hay un «dios único» y esta parte debe quedar bien clara: Ni la misma, ni ninguna otra tradición pagana en general, ve al Dios (o a los dioses) y a la Diosa (o a las diosas) como expresiones de una misma cosa, como emanaciones de una entidad primordial o algo similar.
No hay un monoteísmo detrás del duoteísmo wiccano o del politeísmo pagano… Es así de sencillo. Quienes todavía lo ven, o lo aprecian a pesar de las evidencias históricas y del sentido común, sufren de una seria distorsión cognitiva.
Algunos quieren complicar esto, y tratan de llevar «agua a su molino» o bien no han tenido el valor de abandonar su religión natal y ser coherentes y consecuentes con su presente (supuesto) paganismo.
En la Wicca hay un Dios y una Diosa y nada por encima de éstos. Se trata de deidades, no de profetas, carpinteros galileos o improbables vírgenes. Las tradiciones paganas no se pueden mezclar con las judeo-cristianas… ¡Y esto es así, no porque esté prohibido, sea malo o alguien se enoje…! Es por un mínimo de sentido común que, claro está, no es de esperar que sea el «más común de los sentidos».
La Wicca tiene dos dioses y, los mismos, no son el origen del politeísmo pagano sino todo lo contrario, son su síntesis. Por tanto, en la misma no cabe el monoteísmo y mucho menos las nociones abrahámicas del mismo.
El romper completamente con los engramas y condicionamientos de la crianza cristiana, es el mayor desafío que debe afrontar todo wiccano y/o pagano. No caben dilaciones, no sirven las excusas… Se trata de un largo proceso de «descontaminación», pero cuanto antes se asuma y comience, será mejor y más benéfico para el practicante.
No hay Wicca sin duoteísmo, no hay Paganismo sin politeísmo. ¡Si no se aprende esto, nunca se avanzará en el sendero que se ha emprendido…!
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