¿Existió una Gran Diosa Madre en la Prehistoria?
Las creencias a este respecto se originaron en gran medida (y en primera instancia) a partir de los trabajos de Margaret Murray (1863 – 1963), pero esta antropóloga y folklorista británica, ha quedado desacreditada a medida que ha progresado el estudio del pasado y se ha ido verificando lo parciales, subjetivas e incluso fraudulentas que eran sus fuentes y teorías.
Murray escribió «The Witch-Cult in Western Europe», libro que fue publicado en 1921 y en donde teorizaba sobre una religión pagana ancestral (neolítica), que (supuestamente) rendía culto a una Gran Diosa Madre y a un dios astado (cornudo), al que ella (pero particularmente otros ocultistas y pseudo-científicos posteriores) conectó con deidades semi-zoomórficas de las culturas europeas históricas, como Pan (dios griego de la Naturaleza) o Kernnunos (o Cernunos, parecido a Pan, pero dentro de la cultura celta).
Sobre la existencia histórica del «dios astado», no existe consenso alguno. La mayoría de las representaciones rupestres y líticas que se adjudican a su figura, podrían ser shamanes realizando algún ritual, espíritus de la naturaleza (vinculados a la cacería) o cualquier otra cosa. En todo caso, de haber sido deidades, tendría que entenderse lo mismo que para el caso de la «Diosa Madre»: Eran innumerables culturas diferentes, que protagonizaban (más o menos a un tiempo) una etapa específica de la evolución religiosa y cultural de nuestra especie, en este caso, relativa a la cacería organizada y la recolección. El culto a las diosas madres fue una clase o tipo de religión, que se dio durante miles de años, pero no una religión en sí y menos una centralizada y organizada.
Otra de las lucubraciones erróneas de esta escritora fue el conectar a las «brujas» medievales (o sea a personas de origen cristiano pero excéntricas y con conocimientos naturales y/o fuertes rechazos por la autoridad religiosa dominante) con el paganismo ancestral y, más todavía, con esa religión prehistórica e imaginaria que ella había concebido.
No existe evidencia antropológica, arqueológica o histórica alguna, que pueda vincular a las brujas medievales y de tiempos más modernos, con los cultos paganos ancestrales (menos aún si se los pretende retrotraer hasta la prehistoria). Se puede hablar de remanencias culturales, de sincretismos velados, pero no de continuidad o de influencias directas e ininterrumpidas.
Hoy en día, todas las teorías de Murray, están totalmente desacreditadas por la corriente principal de la arqueología y la antropología, por lo cual, fundamentar cualquier filosofía religiosa o reconstruccionismo de antiguas tradiciones en base a su obra, es por demás equívoco.
La realidad es que, en el paleolítico, se dieron enésimos cultos relacionados con la Luna, la cacería y la fertilidad, pero no hay evidencia alguna de que los mismos estuvieran correlacionados o centralizados.
Las «Venus» paleolíticas y neolíticas (estatuillas de mujeres con atributos reproductivos exagerados), no evidencian un culto único (incluso algunos académicos piensan que tenían finalidades eróticas y no religiosas). Más exactamente, muestran el interés que en esos tiempos se tenía por la fertilidad y la reproducción, ya que era algo poco entendido y, a la vez, muy deseado.
“La Gran Diosa Madre”, es un término antropológico para definir a un tipo de religión (o sea miles de cultos sin conexión comprobada entre sí) que se dio en el paleolítico tardío y en el neolítico. Así es como, actualmente, se entiende el problema en los medios científicos y académicos.
Sin embargo, existe otra autora de renombre (mayor todavía al de Murray) que ha traído confusión y teorías equívocas a este asunto. Se trata de la arqueóloga lituana Marija Gimbutas (1921 – 1994), quien es muy admirada y respetada en el ambiente neopagano (en especial entre los wiccans, así como también en el movimiento feminista y en el lésbico).
Para ser justos, hay que aclarar que el trabajo de campo de Gimbutas es admirado y considerado impecable por los académicos del área, sin embargo, no así sus teorías aventuradas y peregrinas sobre los matriarcados y cultos de una «Diosa Madre» única y global a toda la Europa de la prehistoria.
La teoría menos aceptada de esta arqueóloga fue la que plantea que existió una gran invación anterior a la indoeuropea, de toda la Europa continental, protagonizada por lo que ella llamó el pueblo «Kurgan» o «kurganes». El mismo es una generalización, que engloba a varias tribus diferentes provenientes de la zona del medio y bajo Volga (área llamada «Estepa Póntica»). El término «kurgan» es ruso, pero al parecer de origen turco, y deriva del nombre de ciertos túmulos funerarios muy característicos de toda la zona donde estas tribus vivieron originalmente (los mismos poseen diversos tamaños, son muy abundantes en las estepas y, en algunos casos, tienen tumbas de madera en su interior).
Los pueblos «kurgan» jamás existieron como una unidad o, por lo menos, no existen pruebas al respecto (menos aún existen evidencias de invasiones masivas hacia el Oeste, antes del advenimiento de los indoeuropeos). Gimbutas pretendía que diferentes culturas del área formaban un sólo colectivo humano, de tipo nómade, dedicado al pastoreo, la guerra y la cría de caballos.
Su teoría, enlaza a las culturas yamna (3200-2300 a.C.) andrónovo (2300-1000 a. C.) srubna (1500-800 a. C.) y escita (s. VIII a I a.C.), esta última muy conocida en tiempos históricos, y la hace responsable por la destrucción total del culto de la «Gran Diosa Madre» y de una supuesta civilización matriarcal que alcanzaba casi toda la Europa continental (todo esto, antes de que los indoeuropeos llegaran a Europa).
Una de las fallas más evidentes en sus teorías, es que una de las tribus de esta familia de etnias de origen iranio, llamada saromasiana, (cultura nómade, del sur de la actual Rusia, en la frontera con Kasajstán) enterraba a mujeres guerreras con grandes honores, al menos hasta el siglo V a.C. (en los tiempos en que Herodoto registró la historia de las «amazonas», de seguro basándose en estas guerreras de las estepas del este).
La mitad de los túmulos excavados, datan del siglo VI a.C. y mostraban enterramientos pertenecientes a personas del sexo femenino. Luego cayeron en el patriarcado, pero su mera existencia demuestra que no todas las tribus de las estepas eran patriarcales, hostiles y antagónicas a lo femenino (menos aún si se atrasa el reloj a los tiempos neolíticos). Todo esto salió a la luz en 1994, cuando la arqueóloga de origen estadounidense, Jeanine Davis Kimbal, llevó a cabo trabajos de excavación en la zona.
Esto no sólo mostraría sociedades de tipo matriarcal muy entrada la edad del hierro, sino que además se trató de un grupo cultural que formaba parte de lo que Gimbutas denominó «pueblos kurganes» (los presuntos destructores del «culto de la Diosa»)
Particularmente, dos de los libros de Gimbutas: «The Language of the Goddess» (1989) y «The Civilization of the Goddess» (1991) recibieron una gran acogida en los ambientes neopaganos light, en la new-age y en el movimiento feminista (del cuál dicha autora era activista). Ambas obras están plagadas de ideologismos de género y de ideas subjetivas.
La mayoría de los arqueólogos, la consideraban como alguien cuyo trabajo de campo era valioso y con indudables y profundos conocimientos de los tiempos neolíticos y de la edad del bronce europea, pero que sin embargo carecía de rigor crítico y científico, que era aventurada en sus teorías y se dejaba llevar por su ideología feminista. En general, se la consideraba y considera hoy en día, como una excéntrica, al menos en los ambientes académicos.
De todo esto, hay que clarificar algunos conceptos:
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Existieron diosas «madres» en los tiempos neolíticos (y probablemente paleolíticos, pero no hay seguridad sobre esto último), antes de la instauración de la agricultura y la urbanización centralizada y la consecuente estructuración de panteones divinos y estratificación de los roles humanos.
- Estos cultos eran individuales, separados entre sí y sólo tenían en común la tendencia de adorar a una diosa madre como deidad principal (raramente única). Es similar a cuando los antropólogos hablan de «totemismo» o «shamanismo» para referirse a un TIPO de religión, no a UNA religión en sí.
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Las diosas de las civilizaciones y culturas antiguas no eran la degeneración de un culto inicial y único de una «Diosa Madre». Por el contrario, la evolución cultural y los siglos, fueron unificando cultos diversos y fusionando sus atributos en deidades de mayor importancia, como la Isis egipcia o la Artemisa griega (ambas antiquísimas, pero cuya permanencia produjo que fueran evolucionando paulatinamente y adquiriendo los atributos de otras diosas de menor importancia).
Cuando los cultos neopaganos hablan de la «Diosa», en general se refieren a una entidad femenina que sintetiza a TODAS las antiguas diosas en una única figura. Es erróneo pensar que los cultos paganos a deidades femeninas, se basan en una única deidad original y ancestral, más bien es lo contrario: La moderna síntesis que hacen la Wicca y otras formas neopaganas, trata de tomar el legado de todos aquellos cultos y unificarlos en un sistema simple y accesible a todos.-