Confía en los dioses, cumple tu destino, mantén el balance,
deja tu marca, respeta a lo viviente, haz tu voluntad...
Tal es la naturaleza del camino pagano.
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Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.
La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.
El estudio y la interpretación de los mitos ancestrales es una tarea compleja que requiere un enfoque cuidadoso y respetuoso. Para comprender adecuadamente estos relatos, es crucial evitar prejuzgarlos moralmente o tratar de forzarles significados en función de nuestra propia época y prejuicios. Es fundamental situarnos en la mentalidad y contexto cultural de aquellos que los generaron, reconociendo su singularidad y complejidad. Al adoptar una perspectiva antropológica y tratar de entender los mitos desde la óptica de sus creadores, podemos apreciar su riqueza simbólica y su valor como expresiones de la cosmovisión y la sabiduría de las culturas ancestrales.
En este blog se ha hablado largamente y en varias ocasiones sobre la necesidad de valorar el pensamiento mítico-simbólico al igual que el lógico-racional y de varios aspectos errados que surgen cuando se quiere entender la mitología de las culturas ancestrales.
Sin embargo, he podido ver que, cada día más, en la medida que la sociedad occidental se va despojando de la opresión abrahámica y trata de redescubrir sus raíces pretéritas, se da una total orfandad de criterios para poder comprender los mitos anteriores a la difusión del cristianismo.
No me voy a enfocar aquí en las desviaciones flagrantes que hacen ciertos grupos nacionalistas, etnocentristas, “folkish” o, directamente, racistas, xenófobos, misóginos y homófobos, porque considero que eso es adrede y que es fácil de detectar por la persona promedio, sea esta pagana o no.
Las ideologías extremistas y las personas resentidas en general, siempre utilizarán cualquier cosa que tengan a mano para poder descargar su odio sobre los demás. Esto ocurre dentro del colectivo pagano, tanto como en cualquier otro ámbito de la sociedad y se da con la interpretación de la mitología, así como de cualquier otro aspecto de la cultura humana.
Ahora bien, lo que sí parece necesario es el dar algunas guías para que los que recién comienzan a transitar los caminos del paganismo no se pierdan o confundan entre la maraña de relatos y leyendas.
Como siempre he dicho, lo primero es entender que los poetas griegos y romanos no eran mitógrafos, antropólogos o semiólogos; que usaban a los relatos populares (la verdadera mitología) como fuentes de inspiración para sus obras y que no tenían problema alguno en ampliarlos, deformarlos; agregarles tramas inventadas por ellos o cambiarles los sentidos, como cualquier autor de ficción haría con un relato popular, hoy en día…
Homero, Hesíodo, Píndaro, Virgilio u Ovidio, nos inspiran admiración y respeto por haber legado al mundo piezas únicas en la literatura universal. Pero los mismos, al igual que hizo Shakespeare milenios después, veían a los mitos como materia prima para sus trabajos, de una manera no demasiado diferente a como lo hacen hoy en día Marvel Comics, Disney o Netflix.
Eso, por no referir los casos en que las recopilaciones de mitos ancestrales se dieron a través de monjes cristianos o sucedáneos, como los Eddas nórdicos, el Popol Vuh de los mayas quiché o diversos relatos de los antiguos celtas.
Otro elemento distorsivo de los mitos, ya desde el tiempo de las primeras civilizaciones, fue la política… Incluso, en ciertos casos, fue motor de cosmogonías y teologías. Pero, al sospecharse que se está ante relatos de esa índole, se debe tener especial cuidado de no descalificarlos sólo por esa razón.
Ocurre que, en los orígenes de la civilización, la formación de los primeros estados, gobiernos y sociedades, así como la formulación de las primeras leyes y contratos sociales, fueron entendidas desde ese pensamiento mítico-simbólico al igual que los orígenes de nuestra especie o del mundo.
Eso no hace menos importantes, profundos y significativos a tales metáforas, sólo hay que tener presente que, una vez conformados esos estados, que luego devinieron en naciones e imperios, los mitos pasaron muchas veces, de ser una forma metafórica de consolidar la sociedad, a una herramienta de dominación y opresión.
Robert Graves, al comienzo de su obra “Los Mitos Griegos”, exagera este punto hasta casi descalificar a los mitos como “propaganda política”. Tal cosa, se acerca mucho al reduccionismo y la ceguera que el marxismo tiene para con toda concepción metafórica (que no sea la propia).
Además de todo eso, hoy en día van surgiendo otros errores comunes… Creo que el más recurrente es el de humanizar a los mitos, no en el sentido evemerista, que también se da, sino en el no comprender que, si en alguna parte del relato, una deidad o ser metafísico sufre dolor, no se está queriendo expresar lo mismo que cuando los receptores de dolor de nuestro organismo son excitados y sufrimos por ello. Tampoco que cuando un dios es asesinado, herido o vejado de alguna manera, hay un crimen de por medio…
El concepto de crimen se refiere a criaturas biológicas y sensibles, no a seres metafísicos que, además, no son personas sino fuerzas de la Naturaleza o conceptos significativos de la Vida misma.
Los crímenes o hechos aberrantes son dominio del mundo real, del fenomenológico y físico; carecen de entidad en el plano onírico, el espiritual o metafórico. Para que existan, primero debe existir un ser físico que sufra sus consecuencias.
Los paganos, deberíamos ser tolerantes con el uso circunstancial de los mitos por parte de colectivos o movimientos seculares, tales como el feminismo o la comunidad LGBT+, que en ocasiones toman “este” o “aquel” relato o personaje, para usarlo como emblema, ejemplo o metáfora ideológica.
Eso, a nosotros, no nos afecta y a estas personas les puede servir para sus justas causas (hablando siempre de colectivos o movimientos “razonables”, que los hay de otras clases). Pero lo que no deberíamos hacer, es acostumbrarnos a las interpretaciones alienadas del sentido original y ancestral, por parte de los propios paganos.
Una clave fundamental para entender a los mitos, es tener siempre presente que la única interpretación equivocada que le podemos dar suele ser la literal. Toda forma de fundamentalismo e integrismo surge de ese error. Los mitos tienen información importante detrás de la cáscara de su literalidad, pero si se le presta atención a la forma y no a la esencia, se convierten en un peligro para el pensamiento humano.
También hay que tener en mente que ningún verdadero mito (distínganse a éstos de la leyenda pura y la leyenda histórica; de las lucubraciones teológicas y de los relatos midrásicos o sapienciales de las religiones abrahámicas y dhármicas) posee un sentido unívoco y que, por el contrario, está en quien lo recibe el entender qué representa, qué transmite, desde el remoto pasado.
Otro factor que no debe perderse de vista, es que salvo por los de tipo fundacional, que pretenden “explicar” el origen de alguna nación, proceso humano o conflicto específico, los mitos tienen una cualidad atemporal. No ocurrieron “alguna vez” u ocurrirán “en el futuro”, son metáforas que aluden a eventos cíclicos y perpetuos, a procesos propios del mundo natural o de la naturaleza humana.
Los mitos son concatenaciones de símbolos revestidos de un lenguaje poético, ya sea agregado por la sabiduría popular de muchas generaciones o por los poetas que luego los transcribieron a la literatura.
Como todo lo simbólico, cualquier sentido que se les dé será subjetivo. Puede que, en ocasiones, los mitos gocen de una interpretación consensuada por un colectivo o tradición dada (por un grupo de personas, sea este pequeño o grande), pero incluso si tal comunidad fuera global, ese sentido no sería el único posible.
Así mismo, es necesario tener siempre en mente el que los mitos nunca son la creación de un individuo o de un grupo reducido de personas. Los mismos se generan a lo largo de siglos, a través de muchas generaciones y se originan como cualquier otro proceso cultural, dentro del ámbito de una comunidad definida de personas (de una cultura con un contexto temporal y espacial definido).
Una interpretación correcta, entonces, siempre requerirá de la mayor aproximación posible a ese contexto cultural de origen y, de modo simétrico, de un ejercicio de imparcialidad y objetividad siempre constante, para alejarlos de la cultura y de los sesgos inherentes a la propia historia personal de quien lleva a cabo esa interpretación.
Otro punto fundamental es nunca perder de vista la amoralidad de los mitos… Excepto aquellos relatos que han surgido de la prédica de algún santón o profeta y que, por tanto, no son verdaderos mitos sino historias fraguadas con un fin premeditado, no importa si un mito parece extremadamente violento o cruel o si, por el contrario, resulta sublime y hermoso, si se le da una interpretación moral, uno se está enfocando mal en el asunto, se lo está observando con las gafas del color de nuestros propios prejuicios.
Claro que se dirá que es inevitable volcar prejuicios y sesgos en la interpretación de algo tan metafórico, y alejado en el tiempo, como son los mitos… Y eso es verdad. Pero si no se hace el esfuerzo por entender que las sociedades precristianas no tenían una moral dogmática y que muchos de los supuestos “valores” que todavía hoy se mantienen como «baluartes de la civilización» no son sino prejuicios, tabúes y atavismos de un particular tronco religioso (el abrahámico) de entre los muchos que han existido, jamás se podrá comprender el legado de nuestro pasado.
Estamos acostumbrados a los valores judeo-cristianos, al punto de tomarlos (incluso en ambientes ateos y paganos) como regla de medida para juzgar a todos los de otras culturas y credos.
Una confusión muy frecuente en casi todo ámbito intelectual y en los colectivos espirituales, es pensar que el lento pero sistemático progreso del humanismo a lo largo de los siglos, que ha logrado el estado de derecho, las libertades y el respeto de la Vida que hoy en día mantenemos casi todos, es derivación de los credos hegemónicos.
Si esto fuera cierto, no se habrían quemado brujas y herejes hasta hace poco más de 300 años y no se hubiesen producido cruzadas y guerras santas durante siglos.
Desde luego, nuestra ética humanista y nuestro conocimiento científico del Universo, nos inhibe de muchas de las prácticas y nociones mantenidas en el remoto pasado, pero eso no significa que, al considerar los mitos, podamos o debamos contrastarlos con el puritanismo abrahámico o con la corrección política del siglo XXI, sino más bien tratar de entender qué había detrás de todo el relato, en los tiempos en que el mismo fue concebido o redactado.
No es ilícito o erróneo el decantar valores éticos a partir de un mito o una metáfora de sentido. Lo equívoco es hacer lo contrario, es decir, enajenar al mito de sus atributos o sentidos originales para que cuadren con los valores éticos que profesan quienes los interpretan.
Los mitos son un patrimonio intangible, que el remoto pasado nos ofrece para nuestra reflexión. Sin embargo, tal ejercicio intelectual no debería ser abordado de manera similar a cuando se elaboran conceptos éticos o filosóficos, sino más bien como cuando observamos una obra de arte, una escultura o pintura, por ejemplo. En tales casos, nuestros primeros pensamientos suelen ser de naturaleza emocional y más tarde, quizás, de valoración estética.
Así como hay que ser muy cerrado de mente, muy mediocre y básico, para medir el valor de una pieza de arte por los propios tabúes morales o limitaciones respecto de la comprensión de otras culturas, así también hay que despojarse de todo prejuicio para bucear en las profundas aguas de la mitología.
Un proceder distinto de lo anterior, sólo generará desinformación, ideas peregrinas (e incluso a veces radicales) y sólo agregará otro ladrillo a la pared que nos separa del legado ancestral.
Todos tenemos derecho a creer lo que se nos dé la gana… Ese punto no está sujeto a debate. Sin embargo, hay que diferenciar entre creer lo que a uno le parezca mejor, sobre un tema no mensurable por la historia, la ciencia o la razón, de querer negar lo que fue o lo que es, sólo porque nos gustaría que haya sido o que sea de otra manera.
Esta cuestión tan básica y simple es, a pesar de eso, obviada por muchos paganos noveles que comienzan a transitar alguna de nuestras tradiciones.
En estos días, ocurrió en uno de los grupos paganos que administro en las redes sociales… Un miembro nuevo, comenzó a teorizar sobre “cómo debería ser” la interpretación y las regencias de tal o cual deidad griega desde el punto de vista de las dinámicas sociales y de las problemáticas éticas y existenciales del mundo occidental, del s. XXI…
Ya hemos dicho muchas veces que no es necesario ser reconstruccionista para abordar seriamente una tradición pagana. La persona puede tomar de ella lo que le sirva para afrontar mejor su vida diaria, para darle sentido a la existencia y para desarrollar su espiritualidad, sin necesidad de “copiar al carbón” (lo que, a veces, sería incluso un error, dado que hay aspectos del paganismo que ya son claramente obsoletos en nuestra sociedad moderna, humanista y científica).
Pero, sin perjuicio de lo anterior, lo que una persona no tiene derecho a hacer o bien, que lo deja muy mal parado desde el punto de vista del sentido común y del rigor histórico o académico, es generar una mitología on-demand y pretender que está “reinterpretando” las antiguas tradiciones o que se está basando en ellas, cuando, en realidad, hace todo lo contrario…
Si un cristiano fuera lo suficientemente “peculiar” para tratar de imponer la visión de Jesús de Nazaret que se tiene en la serie de TV de USA “South Park” (donde Jesús es un personaje animado que aparece con frecuencia), no estaría generando una interpretación más moderna de la figura de su salvador, sino inventando un culto nuevo, desde la ignorancia y la carencia de sentido común.
Pasaría lo mismo si un ásatrúar le rindiera culto al Thor de Mavel Comics o un helénico al Zeus o al Herakles de algunas películas de Disney.
Esto que estoy comentando parece un tanto tonto, pero es precisamente lo que muchos hacen, dejándose influir por entretenimientos mediáticos o por factores modernos, ajenos a las tradiciones paganas ancestrales.
Un indicio claro de lo anterior, es cuando aparecen preguntas o planteos del tipo: «¿Qué pasaría si se enfrentaran X dios (o diosa) de Y panteón con W dios (o diosa) del panteón Z?». Otra «perla» de este tipo es la bastante común tendencia de querer agregarle atributos modernos a una deidad ancestral… Que tal dios o diosa podría regir a la comunidad LGBT+, que tal otro (u otra) es el dios (o la diosa) de las redes sociales o anacronismos similares.
Si uno no elimina la noción de que existe un dios único y verdadero o de que hay creencias que son más acertadas que otras en el terreno de lo teológico, va a pasar siempre lo mismo: No importa que se crea en uno o en mil dioses, la tara abrahámica de querer combatir (o corregir) las creencias ajenas no cesarán en la mente del practicante.
No se puede entender a una deidad ancestral sin estudiar primero, y en profundidad, a la cultura que la concibió. Pero incluso eso no es suficiente, hay que tratar de aprender a pensar como lo hacían aquellas personas… Finalmente, luego de años de proceder así, se podrá ir logrando una comprensión aproximada de la teología y los mitos relacionados. ¡Nunca antes de eso!
Y en esto debemos ser muy claros: No se puede practicar ninguna clase de paganismo sin sintonizar esa tradición a la ética humanista y al conocimiento moderno de la realidad (que nos ofrece la ciencia). De otro modo, podemos convertirnos en personajes primitivos y básicos; en fundamentalistas de la peor ralea, con valores medievales y creencias similares a la de los terraplanistas o negacionistas del sol o, incluso peor aún, en extremistas radicales.
Pero, al mismo tiempo y sin conflicto con lo anterior, no se puede irrespetar al pasado; querer perfeccionar lo que llevó miles de años el concebir; tampoco se puede tergiversas la historia.
Cabe destacar que, en esto, no valen las «buenas intenciones». La historia humana está llena de ejemplos sobre «buenas intenciones» que generaron calamidades, matanzas y horribles sufrimientos. No hay idea más peligrosa para los demás y para uno mismo, que pensar que los otros «viven equivocadamente» y uno tiene el «deber de ayudarles» a corregir ese error.
El estudio del pasado conlleva el valor necesario para entenderlo tal como fue, sin endulzar las partes ríspidas ni modificar las que nos hacen ruido, a causa de nuestros valores modernos.
Por ejemplo, si uno entiende que la virginidad de Atenea no era considerada una especie de “virtud de castidad” sino, al igual que su origen como diosa surgida de Zeus y no nacida, un atributo especial relacionado con la polis (la ciudad) que regía (Atenas comenzó en tiempos micénicos y perduró hasta el período romano, habiendo sido casi invencible y centro de urbanización y cultura desde siempre), entonces se comprende que no se puede extrapolar ideas o moralinas de otras religiones a esa condición especial de la diosa.
Si, por otro lado, se observa cómo era el culto y cómo se concebía a Afrodita en la Hélade, quedará claro ésta no rige en Amor en un sentido puritano del término, que su foco principal es la sexualidad (no el “amor” plantónico o como virtud de compasión o empatía) y que incluso las manifestaciones más crudas y excéntricas de la sexualidad moderna serían de su agrado.
No entender estas cosas, es imaginar que se puede orar a Atenea por respeto de los valores tradicionales, cuando fue esta diosa la única en ayudar a Odiseo, que había sido castigado por los dioses por no seguir las leyes y tradiciones o bien solicitar a Afrodita un amor monogámico, políticamente correcto o duradero (cuando la misma se complació siempre en la espontaneidad, casualidad e incluso la “escabrosidad” de los amoríos y de los actos sexuales).
Para abordar el paganismo sin perderse en los mares de las conjeturas, los prejuicios abrahámicos o la insensatez de querer copias cosas perimidas y arcaicas, hay que dar por sentado que mucho de lo ancestral es obsoleto e impracticable hoy en día, pero que no puede ni debe ser modificado; que, sencillamente, debe tomarse de ello lo que sirva al presente y descartarse el resto, pero sin adulterarlo.
Cuando Marco Tulio Cicerón nos habla en su «De Natura Dorum» sobre lo que es la «religión» y nos dice que se trata de la relectura de las tradiciones de los ancestros, nos está indicando eso mismo… El practicar o creer algo sin fundamento, nos lleva a la superstición, el dogmatismo y, a poco de ello, a la barbarie autoritaria (como ocurre con los personajes de ultraderecha que se hacen llamar «paganos»). El olvidar o tergiversas esas tradiciones, nos acerca a la trivialidad, la irrelevancia y la futilidad en los valores y las creencias (como ocurre con los new-agers y los «eclécticos blandos»).
No es igual que se tomen las mejores manzanas del árbol, a que primero se las pinte para que parezcan más bellas o maduras y luego se elija a cualquiera de ellas. Lo primero es sentido común y sabiduría, lo segundo es autoengaño y falacia…
Cuando, en 1822, el historiador y lingüista francés Jean-François Champollion (1790-1832) logró traducir la «Piedra Rosetta» (llamada así por la localidad donde fue hallada y que contaba con un texto trilingüe, en escritura jeroglífica, demótica y griega), que había sido encontrada por las tropas de Napoleón Bonaparte, durante su campaña en Egipto, la cual tuvo lugar a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, se desató, primero en Francia pero luego en toda Europa, una “fiebre” por todo lo relacionado con el antiguo país del Nilo.
No es el propósito de este artículo el analizar pormenorizadamente todo el proceso que, desde entonces y hasta hoy, generó y sigue generando miríadas de grupos místicos, esotéricos, mágicos, ocultistas, etc. pretendidamente relacionados con aquella egregia civilización. Sin embargo, lo primero que convendría dejar en claro es que, durante cerca de 1600 años, nada se había podido leer sobre la historia egipcia y sólo se conocía algo de aquel país, a partir de las muy tergiversadas y tendenciosas narraciones y anécdotas originadas en los cronistas, historiadores y filósofos griegos y romanos.
Por tanto, se debe partir de la base que antes del 1800, no existía ninguna tradición, logia, secta o grupo de estudio secular que hubiese preservado el legado cultural, religioso, espiritual o filosófico del país de los faraones. Así que, todo grupo que pretenda algo diferente de lo anterior, miente o ha caído en la trampa de sus propios sesgos y mitos fundacionales.
Partiendo de esa base, queda claro que la única forma de recuperar para la historia y para nuestra vida espiritual e intelectual, cualquier elemento del Antiguo Egipto, es recurrir a las disciplinas disponibles para el caso, siendo estas la arqueología, la epigrafía, la filología, la antropología y todas las demás ciencias que puedan ayudar con metodologías de estudio y de análisis, a recuperar toda la información posible, que estuvo pérdida durante tantos siglos. Ya que incluso la mayor parte de las fuentes históricas no-nativas (léase, que no fueron traducidas en tiempos modernos directamente desde papiros, estelas o muros con escritos jeroglíficos) deben ponerse en duda y ser tomadas con mucha precaución.
Por otro lado, para poder mensurar correctamente las tradiciones paganas y no-paganas relacionadas con el Antiguo Egipto, hay que establecer primero cuáles realmente están conectadas con esa cultura y cuáles no…
Cosas no relacionadas con el Antiguo Egipto:
1.- La filosofía hermética:
La corriente de pensamiento más antigua atribuida de manera más o menos errónea al Antiguo Egipto, es la filosofía hermética.
Es sabido, por cualquier estudioso serio del tema, que la figura de Hermes Trismegisto es alegórica y literaria, que ni siquiera en la época en que se redactaron los escritos conservados hoy en día, los seguidores de esta tradición creían que tal personaje había existido realmente.
La vinculación entre éste y el dios Thoth (Djehuty, en lengua nativa), es sólo el producto de los sincretismos alejandrinos y de la tendencia de los griegos a buscar equivalencias entre los credos de otras naciones y los propios.
A pesar de incontables especulaciones y conjeturas, las fuentes más antiguas de que disponemos para el conocimiento de la misma son los tratados que conforman el “Corpus Hermeticum”, que fueron redactados casi con seguridad en la ciudad de Alejandría, durante los siglos II a IV d. C.
Este compendio de textos es el producto de lo que pudo (y/o quiso) rescatar el erudito y filósofo cristiano Miguel Psellos, quien nació en Bizancio y vivió entre los años 1017 y 1078.
Los mismos dejan ver una cantidad de influencias muy diversas, desde neoplatónicas hasta estoicas; desde elementos muy diluidos de la teología nativa del Antiguo Egipto, hasta conexiones bastante fuertes y claras con el judaísmo de los tiempos helénicos. Sin embargo, nada en ellos permite ver con claridad conceptos de base, que fueran parte de la teología y la cosmovisión general del Egipto faraónico.
Si se considera todo lo anterior y que, además, los textos originales estaban escritos en griego, datando de una época en la cual incluso el cristianismo ya pululaba por el mundo antiguo, poca o ninguna relación se puede confirmar con la religión y la espiritualidad de la cultura ancestral del Nilo.
En conclusión, la filosofía hermética quizás se generó en territorio egipcio, pero en un Egipto que ya era una provincia romana y cuya capital había sido fundada por los griegos; en donde, además, ya había influencias judías y cristianas y que distaba al menos 700 años de las últimas etapas de la cultura faraónica libre de sincretismos con creencias foráneas.
2.- La alquimia:
La alquimia fue una proto-ciencia que se desarrolló paralelamente en diversas culturas ancestrales (China, India, el Antiguo Egipto, el mundo clásico y luego el islámico, etc.). Con la misma, ocurre algo parecido a lo acaecido con la escritura (esta apareció al menos seis veces de manera totalmente independiente a lo largo de la historia).
Para las culturas antiguas, la obtención de mentales a partir de minerales y luego, con estos, la forja o manufactura de instrumentos, armas, amuletos y abalorios, fue siempre algo misterioso y sagrado. Por esa razón, desde el comienzo, existieron rituales, conjuros y prácticas de tipo mágico y/o religioso, mezcladas con las actividades específicas de la metalurgia.
En el Antiguo Egipto, en donde casi toda actividad de la vida estaba imbuida de rituales, conjuros y de dedicaciones a los dioses, a la metalurgia habría que agregarle la medicina, la cosmética, la arquitectura y otras cosas que requerían de “componentes químicos” para poder desarrollarse.
Ahora bien, tradicionalmente, se ha creído que la alquimia (en árabe: الخيمياء / al-khīmiya = “echar juntos / mezclar”), provenía del Antiguo Egipto, por dos razones: Dado que el nombre nativo de aquel país era kmt / Khem-et, “La Tierra Negra” (el limo oscuro y fértil depositado anualmente por el aluvión del Nilo) y que en las formas tardías de esa lengua (el demótico y el copto) sonaba como “keme”, el término árabe mencionado pareciera implicar que se trataría de un “arte que proviene de Egipto”.
A dicha creencia popular, hay que sumarle el hecho de que los conjuros y la magia sacerdotal nativa se fue mezclando en Alejandría (en tiempos ptolemaicos —s. IV al I a.C.) con ideas griegas sobre los elementos y la química, desarrollándose ahí sí algo parecido a lo que hoy se entiende como “alquimia”.
Pero hay que dejar en claro, de nuevo, una cuestión de enfoque y sentido: En el Medioevo europeo, la alquimia se veía como una práctica que buscaba transmutar los metales en oro, lograr la extensión de la vida humana (incluso la inmortalidad), sanar las enfermedades y, según algunos, desarrollar aspectos espirituales del ser. Vista así, la alquimia nunca existió en Egipto, antes de la llegada de los macedonios y de la fundación de Alejandría.
En tiempos grecorromanos ya sí que tenía un target relativamente similar al enumerado y luego, cuando fue tomado por los árabes, incluso se pareció más… (Siendo estos los que, como ocurrió con tantos otros hechos o conceptos históricos, le adosaron numerosos significados, nacidos más que nada de la propia imaginación y de la correspondencia con las ideas islámicas).
Por tanto, si al referir a la alquimia se piensa simplemente en hacer conjuros y rezar a los dioses antes de fundir metales o crear medicamentos, sí puede decirse que en el Antiguo Egipto existía tal arte (aunque no se inventó allí, dado que en China e India aparecieron prácticas similares, más o menos en las mismas épocas). Sin embargo, si la idea es aludir a una “disciplina metafórica” que busca (en realidad) lograr metas espirituales y usa la metalurgia y la química como algo simbólico, entonces eso nunca existió en tiempos de los faraones nativos (y dudosamente, en época de los ptolemaicos).
3.- El Tarot:
Las primeras noticias sobre mazos de naipes se tienen del s. XIII, o tal vez un poco antes, en la península Ibérica. Es muy probable que estos fueran introducidos por los árabes, sin otra pretensión que ser juegos de mesa.
A finales del s. XIV comenzaron a utilizarse en la Europa cristiana y, a mediados del XV, ya aparece en Italia el primer mazo de tarot propiamente dicho.
Con la conquista francesa de Milán, el tarot se pone de moda en el sur de ese país. Así surge el “tarot marsellés”, que es la primera versión extendida del mismo.
Ahora bien, ¿de dónde sale entonces la idea de que el tarot fue una invención de los antiguos egipcios o una revelación al mundo del propio dios Thoth (o a veces de Hermes Trismegisto)?
La respuesta a la pregunta anterior hay que buscarla en la Francia de finales del siglo XVIII, cuando todavía no se podían leer los jeroglíficos egipcios, pero sí comenzaba a existir cierto renovado interés por aquella civilización.
Por entonces, el escritor Antoine Court de Gébelin (1725 – 1784) quien comenzó siendo un pastor protestante pero luego se convirtió en un febril esoterista y teorizador de la cábala (ya cristianizada), el rosacrucismo, la masonería y el hermetismo, dejó cuenta en su obra “Monde Primitif” / “Mundo Primitivo” (tomo VIII), publicado en 1773, su idea tanto de cómo había sido el origen del tarot, de algunas etimologías (totalmente imaginarias) y del simbolismo “egipcio” de los arcanos mayores.
Este fue el primer autor en afirmar que había existido una suerte de sabio o profeta, antes de los faraones, que luego fue identificado con el dios Thoth y/o con Hermes Trismegisto y que dejó toda su sabiduría en láminas de oro sepultadas, más tarde, en el fondo del río Nilo.
Por entonces, y a causa de la contracultura que se gestaba en ese país, acercándose ya la Revolución y sus cambios de paradigmas, era por demás común el buscar “orígenes” alternativos y explicaciones rebuscadas a las cosas que las tenían fáciles y llanas. Esa fue la razón por la cual, a pesar de que cada arcano mayor del tarot tenía vinculación con figuras o conceptos totalmente ordinarios y triviales del Medioevo, o quizás por eso mismo (debido al progresivo rechazo que se gestaba hacia la monarquía y la iglesia), tales teorías sobre la factura egipcia y «prehistórica» del mismo, fueron tomadas por ciertas sin mayor problema.
El mencionado autor, también fue pionero respecto de la idea de “edades de oro” perdidas y olvidadas por la Humanidad y de características románticas e idealizadas del pasado remoto.
Al ir progresando el s. XIX, estas ideas sirvieron a espiritistas, teósofos y a diversas órdenes ocultistas para lucubrar e inventar nociones todavía más descabelladas y sin fundamento, incluso ya conociéndose (en parte) la lengua jeroglífica.
La realidad es que los antiguos egipcios no tenían nada ni remotamente parecido al tarot, que el dios Djehuti (Thoth) era un ibis y/o un babuino y no un “humano sabio”1 de tiempos predinásticos y que todo el cuento del “Libro de Thoth” es una completa fantasía, creada hace unos 250 años.
4.- La Kaballah:
En hebreo, Kaballah (קַבָּלָה / Qabbaláh) significa “tradición” y es una disciplina que trata (básicamente) sobre la interpretación esotérica / metafísica de la Toráh, así como el Talmud es el conjunto de comentarios hermenéuticos de la misma (más orientado a la ética, la teología y las prácticas religiosas y civiles).
Por lo anterior, es obvio que la Kaballah es una tradición de origen hebreo y que no tiene relación alguna con la religión o las ideas metafísicas del Antiguo Egipto. Sin embargo, vendrá bien explicar la razón por la cual algunos pretenden vincularla con la aquella nación…
Si bien la Kaballah se desarrolló en el s. XIII d. C. (tomando verdadera forma al redactarse el Sefer Ha-Zohar o “Libro de los Esplendores”), en pleno Medioevo (cuando los judíos vivían mayormente en Europa), es cierto que ya existía cierto tipo de “esoterismo” judaico en la Alejandría tardía, de los primeros siglos de la Era Cristiana.
Los judíos vivieron durante siglos en esa ciudad, sin ser molestados por los griegos o los romanos, hasta la llegada al trono del infame emperador Teodosio I (quien reprimió tanto a éstos como a los paganos). En esta diáspora, al tener un ámbito donde desarrollar sus creencias de manera más libre que en Jerusalén (donde el clero ortodoxo era inflexible respecto de la interpretación literalista de la ley mosaica), fueron perfilando cierto misticismo que siglos después daría lugar a la Kaballah.
De nuevo, si por tener sus raíces más remotas en la ciudad de Alejandría, se quiere considerar a la Kaballah como de “origen egipcio”, entonces esa noción es correcta. Sin embargo, es preciso puntualizar taxativamente, que en esa disciplina no existe traza alguna de la antigua religión de Khemet2.
5.- Los rosacruces:
La mayoría de las órdenes rosacruces tienen un mito fundacional, en donde un tal “Christian Rosenkreuz” (nombre claramente metafórico) fundó al primer grupo de los mismos a comienzos del s. XVII. Esto aparece, por primera vez, en la obra anónima de carácter esotérico “Fama Fraternitatis”, publicada en Kassel, Alemania, en 1614.
Al margen de que tal historia es ficticia, sí se puede comprobar la existencia de grupos rosacruces desde hace algo más de 200 años.
Ahora bien, ya en la época victoriana, había una diversidad de logias identificadas con el nombre de “rosacruz”, pero que diferían entre sí por sus doctrinas y pretendidos orígenes (aunque casi todas tenían como “punto de cruce” al mentado y ficcional Christian Rosenkreuz).
Max Heindel (1865 – 1919), escritor estadounidense de origen danés, autor de “Concepto Rosacruz del Cosmos” (una obra muy celebrada por los ocultistas de su época), fundó la “Fraternidad Rosacruz” en 1909, afirmando que los verdaderos orígenes de tal corriente tenían que ver con el cristianismo místico y esotérico y no con las variantes masónicas, clásicas o teosóficas que se veían en grupos similares por la misma época.
Sin embargo, otro aficionado al esoterismo, llamado Harvey Spencer Lewis (1883 – 1939), fundaría en 1915, en la Costa Este de USA a la logia “A.M.O.R.C.” (“Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz”) que, si bien comenzó con cierto parecido a la anterior, pronto se enfocó en desarrollar el mito de un origen egipcio para su doctrina.
Según sus miembros, esta logia fue fundada por Tut-Moses III, el gran faraón egipcio de la dinastía XVIII y luego abordada por el herético Akhenatón… Afirman que la verdadera religión del Antiguo Egipto, practicada por «iniciados», altos sacerdotes y por dicho faraón, era el culto de Atón, siendo el politeísmo sólo la religión popular e “inculta”, y que ellos recogieron las primeras fuentes de su doctrina desde allí.
Si bien no parece preciso aclarar que tal divagante idea no tiene sustento alguno ni a la luz de las fuentes históricas ni de la egiptología moderna, y que el culto de Atón duró sólo unas pocas décadas y fue practicado sólo por una elite vinculada con Akhenatón (contra los 4000 años y la total masividad de la religión tradicional de Khemet), sí vale la pena puntualizar que este grupo no es el único que pretende tales vínculos con el pasado remoto, aun cuando todos ellos se originaron durante los últimos 100 o 150 años.
6.- La Thelema:
Como la mayoría conoce, la Thelema es la religión / tradición ocultista creada por escritor, mago ceremonial y místico británico Aleister Crowley (1875 – 1947).
Thelema es una palabra que proviene del griego θέλημα y que significa «voluntad», «hacer lo que se desea». Crowley no fue quien utilizó este concepto por primera vez, habiéndose inspirado en el escritor y humanista francés François Rabelais (1494 – 1553), quien en su obra de carácter humorístico «Gargantua et Pantagruel» (Libro I, cap. 1.LII), desarrolla la idea de la «Abadía de Thelema», un ámbito en donde todos los que allí se encontraban tenían una sola ley: «Hacer su voluntad».
Ahora bien, la supuesta «conexión egipcia» de la Thelema, tiene relación con que Crowley siempre afirmó que su «Liber AL vel Legis» («Libro de la Ley», escrito basamental de dicha creencia) le fue dictado, durante un viaje que llevó a cabo a El Cairo, Egipto, en el año de 1904.
Se supone que, en un estado similar a un trance, una entidad llamada Aiwass que, según refiere en el propio libro (AL I:7), le dijo ser «ministro» de «Hoor-paar-kraat» (una deficiente transliteración del nombre nativo de Harpócrates / Ἁρποκράτης, que sería Hor-pa-jered, «Horus Niño», o bien Hor-Sa-Aset, «Horus hijo de Isis»), lo contactó y le transmitió las enseñanzas luego volcadas en el libro de su autoría.
En cualquier caso, sea que Crowley fraguara ese origen misterioso para su libro con el fin de darle más «hype», para comenzar la religión que fundó; sea que creyó tener una suerte de sesión espiritista con una antigua deidad o cualquier otra posibilidad, nada de lo expuesto en el citado libro se corresponde con doctrinas, mitos o concepciones egipcias ancestrales. Más bien, Crowley usó libremente los nombres de Horus, Isis, Neith, etc. para crear su propia cosmovisión y teología.
Por otra parte, años más tarde, él diría que Aiwass era su «ángel de la guarda» y/o un ser adorado miles de años atrás en Sumeria.
Crowley mismo, jamás afirmó que se basara, para diseñar la Thelema, en alguna otra fuente (sea egiptológica o histórica), refiriendo siempre a la experiencia de “canalización” descripta arriba como la única que tuvo.
Sin entrar a valorar aquí la obra o las ideas de Aleister Crowley, cosas que sin duda fueron hitos importantes en la historia del paganismo moderno, con lo expuesto arriba, queda clara la nula relación de su Thelema con las creencias originales del Antiguo Egipto.
7.- El ToS o Temple of Set:
El Temple of Set es una orden cerrada, de tipo iniciático, fundada en 1975 por Michael Aquino, militar y politólogo estadounidense que, según afirma, formó parte de los altos niveles de la CoS o Church of Satan, fundada por Anton LaVey en 1966.
Sus miembros, no suelen aceptar vinculaciones con la CoS ni gustan de ser llamados “satanistas”, sino más bien “setianos”. Sin embargo, en lo básico, siguen un tipo de filosofía humanista histriónica, que usa rituales, símbolos y mitos (reinterpretados) para obtener resultados psicológicos y cambios en la conducta y la intelección del practicante.
Con fuere, el caso es que el fundador de esta orden tomó al dios egipcio Seth (Sutej / Sethesh) como emblema contracultural y símbolo de antagonismo hacia las religiones abrahámicas, pero sin pretender, al igual que sucede con el «Satán» de la CoS, que sea una entidad con realidad ontológica (es decir, sin creer que realmente existe).
Más allá de eso y de utilizar alguna que otra palabra tomada de la lengua del Antiguo Egipto, de formas bastante descontextualizadas, no practican nada parecido ni tienen creencias similares a las que existían en aquella cultura.
El Set del ToS no es el netjer (dios) que formaba parte del panteón osírico, es un “diablo” figurativo, al que se le dio el perfil del dios egipcio que, según ellos, fue el primero (diablo) en concebirse.
Lo anterior, además, es un error teológico, porque Seth / Sutej nunca fue el dios del mal o un ser concebido de manera similar a como el cristianismo imagina a Satán.
Seth representa el punto de equilibrio entre el caos y el orden, la fuerza destructiva que debe actuar para que las cosas se renueven. Esto, y el hecho de que el ToS es un colectivo ateo, lo deja completamente fuera de abanico de creencias neopaganas relacionadas con el Antiguo Egipto.
• Nota: Considero innecesario, y quizás abrumador para el lector, el tratar de enumerar aquí las diversas sectas, corrientes, grupos y logias de corte new-age, ufológicas, esoteristas o afines, que sostienen tonterías tales como que Antiguo Egipto fue fundado por los “atlantes”, por los anunnakis o por “alienígenas ancestrales”; que «en realidad» mantenía una religión monoteísta o que eran «portadores de tecnologías o conocimientos místicos» que van más allá de la comprensión de las personas modernas. Tales corrientes de pensamiento (por su carácter de absurdas), escapan a la intención de este artículo y al interés del sitio web donde se publicará.
Tradiciones modernas relacionadas con el Antiguo Egipto:
Antes de enumerar las tradiciones que sí podrían considerarse “conectadas” con el Antiguo Egipto y que son intentos de generar una corriente de espiritualidad basada en las creencias de esa civilización, es imprescindible explicar la etimología de algunos nombres…
El término «Egipto», en español o «Egypt», en inglés, deriva del latín Aegyptus y este del griego Αίγυπτος (Aigyptos), que era como los ptolemaicos (los herederos de Ptolomeo I, el general de Alejandro Magno) llamaban al país… Esto era así porque Aigyptos3 era un personaje africano de la mitología griega (epónimo de los habitantes del Nilo), considerado rey de Arabia y Egipto.
Por otro lado, en la actualidad, llamamos “antiguo” al país que conformó la civilización que existió entre aprox. el 3500 a. C. y el 500 d. C., para diferenciarlo del que siguió existiendo en tiempos cristianos, islámicos y, finalmente, modernos.
Sin embargo, el nombre nativo del Antiguo Egipto, era Khem-et, que significa «La Tierra Negra», porque en medio del Sahara, las márgenes (la rivera) del Nilo eran fértiles, así como el Delta (que desemboca en el Mediterráneo) y el gran oasis del Fayyum, resaltaban con su color «negro» respecto del rojo del desierto (al que se le llamaba deshret = «tierra roja» y desde donde, a través del árabe, llegó a nosotros como la palabra «desierto»).
Lo anterior era el resultado de la inundación anual (originada en las lluvias estacionales del África subsahariana) y del aluvión que esta iba depositando a lo largo del río, lo cual fertilizaba la tierra y la humidificaba continuamente, evitando su desertificación.
Para los habitantes de aquella civilización, Khemet era el centro del mundo, su origen y el lugar donde vivían los netjeru (netjer = dios, netjeru -plural- = dioses).
Muchos paganos, seguidores de las tradiciones del Antiguo Egipto, nos solemos denominar kemitas por lo dicho, como sinónimo de perteneciente o dedicado a Khemet y a los netjeru.
Con el nombre genérico de “kemetismo”, se pueden englobar a todas las corrientes neopaganas que, en mayor o menor medida, se enfocan en la religión nativa de aquella nación.
1.- The Fellowship of Isis (FOI):
“The Fellowship of Isis” (en español: “La Hermandad de Isis”), es una organización internacional, fundada en 1976 por la pintora y escritora inglesa Olivia Robertson (1917 – 2013).
Se trata de una tradición enfocada en la diosa Isis, desde la visión personal de la citada autora, que además ocupó el cargo de “high priestess” de ese culto mientras vivió. En apariencia, la finalidad principal de la misma es revalorar o revivir las tradiciones matriarcales ancestrales y el culto de lo femenino dentro de la divinidad.
Por otra parte, no se trata de un sistema con un panteón específico (exceptuando la figura de Isis), ya que se permite a sus miembros el profesar otras religiones (incluso las no-paganas).
2.- Sociedad Ausar Auset:
La Ausar Auset Society (“Sociedad de Ausar Auset ”), es una organización de corte espiritual, pan-africanista y supremacista negra, que aboga por “restaurar” el esplendor del Antiguo Egipto en la actualidad.
En este culto, se practica una suerte de monismo, en donde se ven a las diferentes deidades egipcias sólo como manifestaciones de una entidad única (similar a lo que vislumbraban algunos teósofos en tiempos victorianos).
La Ausar Auset Society tiene su central en Brooklyn, Nueva York, USA y fue fundada en 1973 por Ra Un Nefer Amen (nacido en 1944, bajo en nombre de Rogelio Alcides Straughn), quien se proclama el “rey de reyes” (sic).
Desde los años 1990s este personaje viene publicando material de audio (cassettes, CDs, etc.) con métodos de meditación tomados de la Kaballah, el Vedanta del hinduismo; del taoísmo, el buddhismo, etc.
Claramente, la finalidad de este grupo es la glorificación personal de su fundador y la radicalización de sus miembros, con un supuesto “sentido espiritual” de fondo, hacia la idea de que el Antiguo Egipto fue una civilización negroide, de origen subsahariano y que, por tanto, la primera nación de la historia fue el logro de ese grupo étnico (con las consecuencias históricas que esto implica).
Nota: Quizás convenga aquí, el precisarle al lector no conocedor de los orígenes culturales del Antiguo Egipto que, en los tiempos predinásticos (antes de la época de los primeros faraones), la cuenca del Nilo y el área de su Delta, fueron receptoras de una gran diversidad de grupos bereberes, provenientes del Sahara Occidental, así como de semitas llegados desde diversas zonas de la “Media Luna Fértil” (del Medio Oriente). A estos grupos, se sumó la migración de tribus nubias (estas sí de étnica negroide), llegándose a conformar lo que puede apreciarse en el arte del Imperio Antiguo (2700 al 2200 a. C.), donde se observa todo tipo de matices en la pigmentación en sus habitantes (desde personas negras hasta muchas similares a los mediterráneos de hoy en día).
Es antropológica y arqueológicamente inviable el afirmar que el Antiguo Egipto fue una “nación negra” siendo, en realidad, multiétnica… Las investigaciones antropológicas han podido detectar la presencia de al menos 17 etnias diferentes en la época del Imperio Nuevo (1550 a 1050 a. C.).
3.- Kemetismo ortodoxo:
El kemetismo ortodoxo (abreviado con frecuencia como “K. O.”) es, probablemente, la primera corriente religiosa en utilizar el nombre nativo del Antiguo Egipto (transliterado kmt y traducido, aproximadamente, como Khemet) para aludir a sus creencias y prácticas.
Los seguidores de esta religión, no se consideran a sí mismo «paganos» y reniegan de cualquier pertenencia al mismo contexto cultural que las demás civilizaciones del Mediterráneo, pretendiendo ser un tipo de espiritualidad africanista.
Se trata de una religión organizada, con estructura sacerdotal y comandada por una persona en particular. Esta persona, quien fundara el culto hacia finales de los años 1980s, es Tamara Logan Siuda.
Tamara Siuda nació en 1969, en New Buffalo, Michigan (USA), en el seno de una familia cristiana metodista. Parece que desde muy joven se interesó por las «revelaciones» del Antiguo Testamento, por ciertos profetas bíblicos y por el concepto de la comunicación con los ángeles.
A comienzos de los años 1980s, parece que fue iniciada en la Wicca (aunque no hay ninguna tradición formal que tenga registro del caso) y años después, cuando era estudiante universitaria en el Mundelein College de Chicago, comenzó a interesarse por la espiritualidad egipcia, participando en foros de AOL (American Online) y luego creando el sitio web «The House of Bast» (luego cambiado a «The House of Netjer», actualmente, sitio oficial del K. O.).
En algún momento, a terminando los años 1980s, fundó la primera versión de lo que luego sería el kemetismo ortodoxo. Finalmente, durante, octubre de 1996, viajó a Egipto junto con algunos de sus seguidores y luego de, según ella afirma, haber «recibido» el permiso de divulgar la fe kemética directamente de los netjeru (dioses egipcios), se proclamó a sí misma, la nueva Nisut-Bity (palabra nativa para «faraón») y cambió su nombre por el de Hekatawy I, «coronándose» como tal (título al que, con el correr de los años, se le agregarían otros, tales como «Su Santidad», Hemet o «santa encarnación», etc.).
A comienzos de los 2000s, Siuda se interesó por el voodoo de Haití, donde terminó por recibir el título de «mambo» luego de ser iniciada en el mismo, durante julio del 2001 y luego en enero del 2006, lo mismo, pero a través de otra rama de esa tradición.
A nivel académico, Tamara Siuda obtuvo un master en egiptología en el Oriental Institute de la ya citada universidad de Chicago; en diciembre del 2007 otro en «Estudios Coptos» vía la Macquarie University de Sydney, Australia y, finalmente, un doctorado en esta misma última especialidad en la Claremont Graduate University, de California, USA.
Como puede verse, la personalidad de la fundadora del K. O., es bastante peculiar, «danzando» entre creencias monoteístas y politeístas; teniendo estudios académicos válidos y, a la vez, títulos espirituales y monárquicos inventados por ella misma; basándose para crear su doctrina tanto en la egiptología como en ensueños personales y tratando de mezclar diversas tradiciones antiguas y no tanto (wicca, voodoo, tradición egipcia, etc.) en algo que cuadre con sus propios proyectos e intereses.
A estas alturas, el lector, tendrá bastante claro por qué muchos de aquellos que nos consideramos kemitas (seguidores de la ancestral espiritualidad egipcia) no queremos ni podemos tener nada que ver con el K. O.
Sin embargo, entre otras cuestiones de menor importancia, existe un concepto doctrinal que deja fuera a todo aquel pagano que se precie de tal: Tamara Siuda marcó como punto fundamental del kemetismo ortodoxo a la «monolatría».
Normalmente, en el estudio de las religiones ancestrales, se suele denominar monolatría al tipo de culto en donde existen muchos dioses, pero hay uno supremo, diferente en naturaleza y calidad a todos los demás (un ejemplo de este tipo de culto sería el que practicaban los primitivos hebreos hacia Yãhwêh, antes de la reforma de Josías, en el siglo VII a. C.).
La monolatría se diferencia del monoteísmo en que el segundo no sólo rinde culto a un dios único, sino que niega la existencia de todos los demás.
En el K. O., la monolatría está basada en la idea del “Netjer” (sustantivo para designar a cualquier dios egipcio en singular, pero aquí tomado como una entidad suprema).
Según esta concepción, el “Netjer” sería el ser supremo, una super-entidad que integra en una sola a todos los netjeru (dioses egipcios) y en el cual debe estar enfocado el culto.
La etimología de netjer, en singular, vendría a ser “poder divino” y la fundadora del K. O., se pone a jugar con esto para implicar que “netjeru” (dioses en plural) sería una palabra con el sentido de “poderes divinos” y no de dioses separados, parte del panteón politeísta más grande que jamás haya sido contabilizado (el del Antiguo Egipto).
Escapa a los límites de este artículo, el entrar en detalle sobre la doctrina mencionada, así como enumerar las enésimas razones por las cuales no tiene sustento alguno en lo que se conoce hasta el presente de la religión del Antiguo Egipto, en base a la ciencia de la egiptología y a toda otra disciplina académica seria que ayude a la comprensión de aquellas creencias.
Sin embargo, siendo Tamara Siuda una persona calificada en la referida disciplina científica, es dudoso que la implementación del culto al “Netjer” sea un error o una confusión de su parte, sino más bien una distorsión adrede, propia de quien nace en el seno del cristianismo y nunca termina de abandonarlo.
Baste con decir que no hay ni una sola inscripción jeroglífica que valide tal doctrina y que todo egiptólogo de renombre entiende que los egipcios eran politeístas, aunque en ocasiones se dedicaran al culto de una deidad en particular4.
4.- Tamera:
Por otra parte, están quienes siguen las tradiciones egipcias de manera más libre y adaptativa (pero, ciertamente, con mucho mejor criterio que el grupo anterior). En algunos casos, dentro de la Wicca y en otros por fuera de ella (aunque usando metodologías parecidas). Esas personas suelen apelar al término «tamera» para definir su sendero.
No está claro a quién se le ocurrió usar, por primera vez5, esta denominación, pero sí qué significa: Ya desde el Imperio Medio, los egipcios tenían un sobrenombre para Khemet… Usaban la palabra Ta-Meri, como lo atestigua el cuento de Sinuhé6, el egipcio que se vio obligado a exiliarse de su país y vivió muchas aventuras entre los asiáticos (semitas).
Este cuento, que data de la dinastía XII (h. 1900 a.C.) y que fue la obra cumbre de la literatura egipcia (usado por los escribas, durante miles de años, para practicar y enseñar a escribir), cuenta que el rey, luego de muchas instancias, termina por perdonar a Sinuhé y lo insta a volver a su país, para que pueda morir en su tierra y así poder llegar al Amenti, el reino de Osiris, en la siguiente vida.
Pero el faraón no usa el término «khemet» sino Ta-Meri, que significa «Tierra Amada» y de donde se origina Tameran (en inglés) o Tamera (en español).
La diferencia entre «tameri» y «tamera» es, casi seguramente, porque se solía usar la fórmula: «Ta-Meri-Râ» = «La Amada Tierra de Râ» como una variante para aludir al propio país.
Quienes aluden pertenecer a la corriente tamera, suelen ser caminantes en solitario de la tradición egipcia y no tienen un corpus homogéneo de creencias o rituales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, permanecen fieles a la esencia de la religión ancestral, sin mezclarla con lo abrahámico ni con lucubraciones extrañas.
5.- Kemetismo independiente:
Finalmente, llegamos al kemetismo independiente o bien, lisa y llanamente, al paganismo reconstruccionista egipcio.
La verdad sea dicha, no tengo la menor idea de si los “independientes” constituimos una gran mayoría o una pequeña minoría, entre los seguidores de las corrientes relacionadas con el Antiguo Egipto (por ser autónomos y estar dispersos a lo largo y ancho del mundo, no tenemos ningún tipo de cuantificación demográfica).
Como sea, todo aquel que se considere un seguidor de esta opción, se basará pura y exclusivamente en el estudio de las fuentes historiográficas y en la egiptología (así como en cualquier ciencia que ayude a esta última a aumentar el conocimiento real y objetivo sobre la civilización del Nilo).
El kemetismo independiente, también reconoce lo que se suele denominar como “gnosis personal”, que sería la experiencia subjetiva, interior e individual de lo que funciona bien para el culto y la “conexión” introspectiva con los netjeru. Sin embargo, se guarda de transmitir cualquier cosa relacionada con esto, como si fuera verdadero conocimiento, ya que es intransferible y propio de cada persona (siendo que X cosa puede servir a algunos y a otros no).
El kemetismo independiente, busca la reconstrucción de la fe del Antiguo Egipto, de la forma más perfecta y rigurosa posible, pero adaptándola a cada región, clima y cultura, siempre con el punto de referencia de la modernidad y el humanismo y sin hacer ningún caso de “líderes” o sectas alucinadas o de doctrinas no basadas en el conocimiento del pasado.
El mismo, por lo general, será un camino en donde no se buscará la «copia al carbón» de rituales, costumbres o de prácticas en general, sino la extrapolación de los sentidos, simbolismos, conceptos y metáforas a los tiempos modernos y nuestra región (territorio) y vida cotidiana.
Obviamente, y por estar sólo conectados entre sí por intereses en común, amistades o simpatías, los kemitas independientes (paganos reconstruccionistas egipcios) mantendrán leves diferencias teológicas, metafísicas e incluso éticas de cómo debe recrearse la religión ancestral de Khemet. Pero eso, lejos de ser un problema, garantiza la pluralidad y diversidad que ha distinguido desde siempre al verdadero paganismo.
Referencias, bibliografía y enlaces :
1.- Algo digno de destacarse es que, para los antiguos egipcios, esas ideas evemeristas sobre el origen meramente "humano" de los dioses, habrían sido muy ofensivas.
2.- El el "Libro de la Salida al Día" ("Libro Egipcio de los Muertos") se nombra a los 14 Ihats, los cuales son una especie de "mansiones", o habitaciones de una mansión, que el difunto debe visitar en su camino al reino de Osiris, mientras transita por la Duat -el mundo inferior. Algunos autores han pretendido que esto tiene relación con la posterior concepción de los sephirots del "Árbol Cabalístico", pero se trata de una afirmación totalmente gratuita, sin evidencia histórica o literaria de ningún tipo, basada sólo en un remoto parecido entre tales ideaciones.
3.- Nono de Panópolis, "Dionisíacas", III 300.
4.- La mejor lectura para comprender este aspecto de la religión del Antiguo Egipto, es "El Uno y los Múltiples", de Erik Hornung (egiptólogo), 1982. ISBN: 978-8498796636
5.- Al parecer, la primera vez que se llegó a utilizar esta denominación en una fuente escrita (pero sin pretender darle nombre a una nueva corriente) fue en el libro "Circle of Isis" (parte I), de Ellen Cannon Reed, 2002. ISBN 1-56414-568-9 (Debo esta referencia a la gentileza de mi amiga Aanata / H. M. García, practicante de la referida tradición):
"I discovered very early in writing this book that typing “ancient Egyptians” became tedious. If it’s tedious to type, it might well be tedious to read. Here’s how I’ve solved the problem: An ancient name for Egypt was Tamera, which means Beloved Land. Throughout this book, I will refer to ancient Egypt as Tamera, and to its inhabitants as Tamerans." // "Descubrí muy pronto al escribir este libro que tipear "antiguos egipcios" se volvió tedioso. Si es tedioso escribir, bien podría ser tedioso leer. Así es como resolví el problema: Un nombre antiguo para Egipto era Tamera, que significa Tierra Amada. A lo largo de este libro, me referiré al antiguo Egipto como Tamera, ya sus habitantes como tameranos."
6.- Es importante no confundir el cuento ancestral de Sinuhé, con la novela homónima de Mika Waltari, publicada en 1945, que trastoca el sentido original del relato y lo sitúa en la corte de Amenofis IV / Akhenatón... y menos aun, con la película "The Egyptian" de 1954 (20th Century Fox), basada en dicha novela, que incluso hace una apología "bíblica" del citado faraón y convierte a Sinhué en un creyente del "monoteísmo".
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