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Hace unos días, en mi grupo Wicca y Neo-Paganismo de Facebook, se dio un particular (y corto)...

     
Tiempo de lectura: ~12 minutos. 3341 palabra(s).

Hace unos días, en mi grupo Wicca y Neo-Paganismo de Facebook, se dio un particular (y corto) debate, que me ha dejado pensando en un problema relativo a la Wicca (y tal vez a otras diversas corrientes neopaganas de corte ecléctico). El contenido del mismo y una reflexión sobre el asunto, es lo que quiero volcar aquí…

La cuestión comenzó con un párrafo un tanto complejo de entender, con el que se solicitaban libros “… wiccanos o paganos…”, en donde se explicarán o enumeraran “… mantras para entrar en trance e invocar a las divinidades…” (sic).

Esta petición, tan simple como parece, muestra una compleja red de confusiones y entuertos, que van más allá de la falta de información o inexperiencia del solicitante, sino que se pueden rastrear hasta la “fuente” a partir de la cual se generó el malentendido, que no es otra que el célebre libro de Scott Cunningham Wicca: A Guide For The Solitary Practitioner | “Wicca: Una Guía Para El Practicante Solitario”.

Cabe aclarar que no es que trate de adivinar, sino que la fuente en cuestión fue citada por el propio miembro que consultó, todo lo cual deja entrever otro asunto: Muchos consultan en ese tipo de grupos para ver si otros reafirman las creencias que ya tienen, no para adquirir nuevos conocimientos y, si tales creencias no son reafirmadas, se van enojados a otra parte (generalmente, a repetir el esquema), no sin antes «aportar las evidencias» que ellos creen incontrastables sobre lo que «se les debería haber respondido».

¿Quién fue Scott Cunningham?

La verdad sea dicha, y a pesar de los numerosos libros escritos por el referido autor, apenas si he leído raudamente algunos de ellos y sólo lo hice con la intención de informarme sobre su obra, no porque entendiera que algo significativo o relevante pudiese emanar de la misma.

Quienes me conocen, saben que mi opinión es que hay más libros de trascendental importancia de los que un ser humano puede leer en una larga vida, por ende, selecciono muy bien mis lecturas (dando siempre preferencia a los clásicos o a los trabajos académicos).

En otra “vuelta de tuerca” de sinceridad, y sabiendo que esto no me granjeará simpatías, diré que aún tiene que llegar el día en que algún amigo o contacto versado en la Wicca, me explique por qué debería ver a Cunningham como diferente a cualquier otro escritor new-age de los años 80s. (Por ahora, ese día no ha llegado).

No obstante, me es un poco incómodo tener que criticar severamente a una persona fallecida a los 36 años, de manera bastante trágica (por complicaciones derivadas del HIV) y que es admirada por cientos de miles de lectores (por no decir que el 90% de quienes me lean aquí, también sentirán aprecio por él). Sin embargo, haciendo un ejercicio de objetividad al respecto de sus aportaciones a la Wicca, hay que decir que fueron, a la vez, populares y cuantiosas, pero también pobres y confusas (en su calidad, su validez y su inexorable nulidad académica).

Scott Cunningham, quien nació en Michigan, USA; en junio de 1956, fue uno de esos típicos escritores de los años 70s y 80s del siglo pasado, que incursionaron en áreas “espirituales”, sea por curiosidad, sea por la rentabilidad del tema, o quizás por ambas cosas…

No hay demasiada información fiable sobre su vida en la red, pero se dice que se matriculó en la Universidad de San Diego, USA, en 1974 (otros afirman que en 1978 -el dato varía según la fuente que se consulte), para estudiar allí la carrera de “literatura creativa”, la cual abandonó dos años después, aludiendo que había producido más textos que sus propios profesores y que ya no tenía más nada que aprender con ellos (hasta allí es donde llegó su educación formal).

También, según la fuente que se consulte, se dice que Cunningham ya había leído sobre la Wicca a comienzos de los años 70s (estando en la escuela secundaria) o bien que fue instruido sobre los basamentos de la misma por una amiga y compañera de estudios, llamada Dorothy Jones.

Como sea, es seguro que ya a mediados de los años 80s, conoció a Raymond Buckland (creador de la Seax Wica) y se convirtió en amigo de éste, así como de otros personajes veteranos de la Wicca o bien de tradiciones afines, tales como Silver RavenWolf y Raven Grimassi.

Sus libros se caracterizan por ser de corte informal, casi parecen apuntes o recetarios, sin referencia alguna de donde proviene cada dato aportado, pero es precisamente eso lo que fascina a los practicantes neófitos de la Wicca, ya que lo que suelen buscar es acceso a datos rápidos y de fácil lectura.

Como dije, Cunningham murió a los 36 años (en 1993) dejando tras de sí múltiples obras, algunas de las cuales vendieron cientos de miles de ejemplares (y si se cuentan las copias piratas en la red, la cifra debería elevarse x5 o x10).

Cerrando esta corta reseña biográfica, quiero proponer al lector atento, que se enfoque en lo siguiente: Si Cunningham entró formalmente en el mundo wiccano a mediados de los años 80s y falleció en 1993, tuvo menos de una década para instruirse y erigirse en “maestro” o «referente» de la misma. Si sumamos esto a que no tenía la menor preparación académica, respecto de historia de las religiones, antropología, mitología comparada o lo que fuere, queda bastante claro el nivel de subjetividad e improvisación que se encontrará en cualquier cosa que éste haya escrito sobre el referido tema.

No obstante, hay quienes argumentarán que el autor que nos ocupa, fue iniciado por verdaderos e importantes referentes de la Wicca de aquella época, lo cual es verdad… Sin embargo, la pregunta sigue siendo válida: ¿Qué preeminencia o autoridad hay que otorgarle a Scott Cunningham por encima de cualquier otro iniciado en cualquier tradición formal de la Wicca, que contara con unos pocos años de experiencia en el tema antes de lanzarse a escribir y publicar toneladas de libros?

Dicho de otro modo: Si se tratara de cualquier otro tema, ¿cuántos de nosotros daríamos crédito a los escritos de un sujeto, con ninguna preparación formal sobre el tópico inherente y que, a la par, llevara menos de una década de experiencia en relación con ello?

Invocaciones y evocaciones:

Volviendo a la razón básica de este artículo (al debate del grupo pagano de Facebook), la primera aclaración que hay que hacer, es qué significa realmente “invocar” a una deidad y si los paganos nos damos a esa práctica…

El consultante refirió lo de “invocar” deidades, por la obvia razón de que Scott Cunningham, en el libro antes citado, usa esa palabra más de 40 veces (por lo menos en la edición original en inglés, en español, jamás he encontrado una traducción mínimamente rigurosa del libro) y dada la confianza y hasta “reverencia” que inspira dicho autor a los wiccans noveles, la idea de “invocar deidades” se le hizo carne…

Pero, ¿qué sería invocar a una deidad? Pues, en general, se trataría de un acto histriónico, dramático (inherentemente sobrenaturalista), que no es utilizado por los paganos modernos (y difícilmente fuera un recurso habitual en la práctica doméstica de cualquier tradición de la Antigüedad).

La palabra invocar o invocación, implica que “algo se presente” delante de quien oficia (por lo menos si el acto tiene un mínimo de éxito en su cometido). Tal cosa, por un lado, suena fantasiosa a una mentalidad racionalista y moderna, pero incluso si nos pusiéramos a pensar como lo harían Homero o Hesíodo, o bien como dejan ver los Eddas nórdicos (por poner sólo dos ejemplos), resultaría en algo “de temer”.

¿Quién querría molestar a Odín o a Zeus llamándolo para solucionar las minucias e insignificancias de la vida de un mortal? (Esto que digo es obviamente retórico, pero ilustra bien lo que trato de explicar).

Ahora, el diccionario Collins de la lengua inglesa, dice del término: “An invocation is a request for help or forgiveness made to a god.” (“Una invocación es una petición de ayuda o perdón hecha a un dios”)1; mientras que el diccionario Oxford, dice: “The act of asking for help, from a god or from a person in authority; the act of referring to something or of calling for something to appear…” (“El acto de pedir ayuda, a un dios o a una persona en autoridad; el acto de referirse a algo o de pedir que ese algo aparezca…”)2.

Sin duda, como él mismo refiere en una parte de su libro (“… shouldn’t be taken too literally …” / “… no debería ser tomada demasiado literal…”)3, Cunningham usa este término de forma muy liberal y figurativa. Por desgracia, la pequeña aclaración parece no bastar para neutralizar la confusión que genera con su continua repetición.

En un plano realista y en concordancia tanto con las posibles acepciones teológicas, antropológicas y culturales en general, sea en la lengua inglesa como en la castellana, la palabra que Cunningham debería haber utilizado es “evocación”.

“Evoke”, según el diccionario Oxford, es un verbo que significa: “evoke something to bring a feeling, a memory or an image into your mind.” (“Evocar algo para traer un sentimiento, un recuerdo o una imagen a la mente»)4.

Es decir, lo que normalmente hace un pagano al llevar a cabo un ritual (sea wiccano o de cualquier otra tradición) es evocar a una deidad (u otro tipo de entidad), a sus mitos, aspectos teológicos, atributos simbólicos, etc. con el fin de lograr algún cambio interno en la propia psicología (ya sean las emociones, recuerdos o estados de ánimo), sin pretender ningún fenómeno “dramático” o sobrenatural como efecto de ello y pensando que todo resultado «mágico» relativo a su práctica, procederá desde su propio ser interno y no de fenómenos paranormales o de prodigios externos.

En el fondo, el libro de Cunningham termina por decir eso mismo, pero al utilizar (enésimas veces) una palabra tan llamativa como “invocation”, también genera el marketing necesario para vender más, fascinando a los neófitos con expectativas fantasiosas…

En cualquier caso, es imprescindible persuadir a los adherentes nóveles de la Wicca, sobre que en el paganismo no se “invocan” entidades al modo de las películas de Hollywood o como se haría con los difuntos en una sesión espiritista.

Respecto de los trances:

Es más complejo de determinar, la razón de que los “trances” (en el sentido de estados psicológicos alterados), hayan sido mezclados con la consulta que motivó este artículo. Sin embargo, Cunningham también habla del tema, “al pasar”, en su libro (como así también de otros fenómenos reales o imaginarios de la mente, tales como la meditación, la concentración, las visualizaciones y los “viajes astrales”).

Ahora, hablar de «trance» en lo que respecta a estados de la consciencia, es similar a hablar de «locura» en términos de la psiquiatría… No cabe, es una palabra coloquial, que no describe o precisa de qué realmente trata el fenómeno.

El uso común de la palabra «trance» alude a algún estado extático de consciencia, lo que equivale a decir a un estado alterado de la misma. Los «estados alterados» son muy variados y también muchos son los métodos para acceder a los mismos.

La Wicca no se caracteriza por buscar estos estados (apunta más a la correspondencia mágico-simbólica que a la experiencia visionaria de tipo shamánica) y, de hecho, en el paganismo en general “práctica ritual” y «trance» (o estado alterado) no se compaginan entre sí, ya que lo primero es un acto que el oficiante de un rito lleva a cabo en estado consciente y, por otra parte, lo que genérica (e inexactamente) podríamos denominar «trance» es un estado en el que no se puede oficiar nada, sino reaccionar de manera inconsciente.

Los estados meditativos o contemplativos propios de los rituales religiosos típicos, no deberían ser confundidos con los estados de trance (al estilo de la “mediumnidad” en el espiritismo, los ataques histéricos del evangelismo neo-pentecostal o las danzas catárticas de las tradiciones afroamericanas).

Vale decir, el «estado de trance», entendido de ese modo, no aplica a la práctica de la Wicca o de cualquier otro tipo de tradición pagana cuyos rituales sean de carácter mágico-simbólico o devocional.

Cuando uno entra en uno de esos estados alterados a los que se suelen denominar “trance”, ocurre una de dos cosas: La persona queda en un estado extático (al estilo de ciertas instancias profundas de la meditación; durante una sesión de hipnosis o por el efecto de la ingesta de alucinógenos) o bien pierde el control de sus actos y comienza a accionar (moverse, danzar, hablar o lo que fuere) a partir de lo que científicamente se podría definir como un trastorno disociativo de conversión, de tipo momentáneo (no por una condición patológica, sino provocado por algún tipo de estímulo especial, como la danza ritual en una ceremonia tribal o el delirio de masas en una iglesia evangélica).

Cual fuere el caso o el estilo de trance, queda claro que es incompatible con llevar adelante un rito o práctica religiosa que tenga como objetivo el obtener un resultado dado, mientras se permanece consciente y sin perder el control de lo que acontece.

¿Los «trances» son incompatibles con el Paganismo o la Wicca?

Para entender cuán compatibles o no son los “trances” y los diversos estados alterados de la consciencia con las prácticas paganas, hay que mensurar varias cuestiones diferentes:

En primer lugar, al hablar de la “práctica solitaria” en la Wicca, de Scott Cunningham, etc. se da por sentado que el practicante no tendrá asistencia en sus actividades mágico-rituales.

En la Antigüedad, había muchas ceremonias religiosas en donde el éxtasis de tipo introspectivo o frenético tenía su parte. Pero esto ocurría generalmente cuando la práctica era colectiva y había un operador (típicamente un sacerdote o sacerdotisa) que controlaba la situación mientras uno o varios participantes caían en estos estados. (Hoy en día, esta dinámica todavía puede observarse en las pocas tradiciones shamánicas que sobreviven sin contaminación new-age o cristiana).

Si se piensa en un estado frenético, donde no hay control motriz completo y no se sabe bien qué se hace (o lo que se hace no es del todo consciente), cuando tal cosa se practica en solitario casi con seguridad conllevará peligro físico para la persona y para el ambiente que la rodee.

Si, por otra parte, el estado es de tipo introspectivo y se logra profundizar en eso verdaderamente, suele ocurrir que al “regresar” a la consciencia normal, la persona no pueda recordar nada (o casi nada) de lo experimentado durante el proceso.

Por esto último, cualquier clase de meditación o experiencia de tipo introspectivo, sin perjuicio de la gran variedad de beneficios psicológicos, espirituales e incluso fisiológicos que pueden conllevar (si se practican con constancia, frecuencia y responsabilidad), no van a tener gran utilidad a la hora de mantener un sendero espiritual pagano (al menos si es de tipo mágico-ritual, como es el caso de la Wicca).

A su vez, el recurrir a prácticas frenéticas, si bien era común en la Antigüedad, en algunas culturas y tradiciones, no parece que vaya a ser operativo en reuniones paganas modernas y mucho menos en la práctica en solitario. En todo caso, habrá que tener mucho cuidado de en dónde y cómo uno se predispone a ello (por obvias razones de seguridad personal, de eventuales procesos traumáticos o incluso de consecuencias jurídicas que el perder el control de uno mismo frente a otros durante un tiempo no determinado, pudiese conllevar).

Por otra parte, hay que desmitificar muchos de estos supuestos fenómenos: La gran mayoría de los estados alterados de la consciencia generan efectos fisiológicos similares al sueño de tipo REM (sigla por el término en inglés “Rapid Eye Movement” / “Movimiento Rápido de los Ojos”): La persona sólo podrá mover levemente los dedos de manos y pies, los ojos se moverán con los párpados cerrados y estará totalmente ajena al ambiente donde se encuentra (típicamente, una persona que, por ej., esté real y profundamente hipnotizada). Pero, en general, lo más distintivo será que si se hace un escaneo cerebral durante el proceso, los verdaderos estados de consciencia alterados van a estar definidos por una marcada diferencia en el registro obtenido, respecto del estado de vigilia (la consciencia normal). En un electroencefalograma, predominarán las ondas thetas y no las betas (propias de la vigilia) y así…

Si definimos como “trances” a este tipo de alteración (fisiológicamente medible) de la consciencia, entonces la mediumnidad no lo es, ni tampoco el tipo de “incorporación” que llevan a cabo los participantes de rituales en las religiones afroamericanas o similares.

En esos casos, lo que opera es la autosugestión o de simple histrionismo, que goza de la complicidad del colectivo en donde se practica. El estado mental de quienes supuestamente están cursando ese tipo de “trances”, va a ser desde un cierto nivel de disociación cognitiva (que les hace creer que realmente “hay alguien más allí”), hasta el simple acting y la pura simulación y si se procediera a escanear los cerebros de dichas personas, más allá de una cierta actividad mayor a la normal, propia de la excitación general de lo que están viviendo, se mostrarían en un estado de consecuencia totalmente promedio (estado de vigilia).

Conclusiones:

En definitiva, lo que he querido transmitir en este artículo, es la todavía enorme dificultad que existe en el ambiente wiccano ecléctico / solitario, de entender de qué va el camino pagano, ya sea a nivel espiritual, mágico o vivencial en general.

Gran culpa de esto lo tiene el “movimiento” creado por Scott Cunningham y su pretensión de “democratizar” o de volver horizontal a la Wicca, permitiendo que muchos comenzaran a practicarla por fuera de las tradiciones orgánicas y establecidas.

Los que me conocen, saben que no soy fan de las formalidades y los protocolos “iniciáticos”, que la más de las veces, ocultan la propia mediocridad mediante un aura de misterio y secretismo, pero es un hecho que nuestra especie, sin un mínimo de orden, derrapa… Termina por divagar en las zonas más impensables y hasta ridículas del pensamiento y la imaginación. Tal como fue el caso que nos ha ocupado en este post…

Pero, concluyendo: Por un lado, no tiene sentido pensar en “invocaciones” (por más que se repita el concepto cientos de veces en los libros de Cunningham). Los paganos no somos sobrenaturalistas y no pensamos que se nos aparecerá un dios porque hagamos un ritual, por ende, lo que hacemos es evocar (no «invocar»).

Por el otro, debería quedar claro lo que la improvisación, a nivel de querer divulgar antes de estudiar y de adquirir una larga experiencia, genera en nuestro entorno… Las lecturas light son requeridas y valoradas por su facilidad de asimilación y su simplicidad a la hora de practicar y de generar “resultados”. Sin embargo, sin bases teóricas firmes, sin un mínimo de rigor académico, sobre los orígenes de las cosas que tomamos como creencias y nociones de vida, no llegaremos a ningún lado.

Finalmente, hay que desmitificar el concepto de “trance” y entender que muchas veces se trata de fakes, acting y complicidades culturales. Que los verdaderos estados alterados de la consciencia son fenómenos puntuales, más que nada buscados en situaciones especiales, o incluso originados espontáneamente, y que no van a redundar en beneficios directos e inmediatos, dentro de la práctica espiritual pagana (especialmente si hablamos de la doméstica y solitaria).

Los “trances” y las experiencias pico, son cosas conocidas y hasta normales en el paganismo. Pero se trata de vivencias que se deberían reservar para ocasiones especiales y bajo la supervisión de gente que NO PARTICIPE de esos estados y que tenga ya una acendrada experiencia sobre lo que esas cosas implican (y sobre cómo lidiar con cualquier efecto indeseado o problema puntual que generen durante su consecución o inmediatamente después).

Las lecturas fáciles y amigables, generalmente no son las más informativas o las más educativas. Esa es una realidad que todo pagano debería tener presente a la hora de elegir qué va a leer…

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