Con frecuencia hemos analizado lo fútil y estéril que es una moral basada en dogmas, costumbres establecidas o valores transmitidos sin previo análisis y crítica lógica. Confío en que la mayoría que lea esto, estará de acuerdo en ello y que, por ende, no se requerirán más comentarios sobre el tema.
Sin embargo, hace poco surgió el caso de alguien que venía publicando contenidos a los cuales definiría como “arenosos”, a falta de un mejor término… Criticando todo el tiempo a diversos colectivos humanos, en ocasiones criticables, pero sin comprender de qué iban los mismos, haciéndolo sólo en base a lo que una visión esquemática y básica genera como sesgos.
Se me ha ocurrido analizar este otro aspecto de la ética, es decir, cuando la misma se basa en tratar de no parecernos a lo que odiamos, pero sin saber cuál es la naturaleza real de nuestro objeto de odio.
No es que encuentre errado odiar a ideas o cosas, creo que algunas son odiables… Además, es preferible no odiar a las personas, pero hay casos excepcionales respecto de los cuales, lo único decente que se puede sentir por ellos es eso, odio…
Sin embargo, lo importante de esto es cómo una exagerada tendencia al principismo, a los valores rígidos y sin la flexibilidad que otorga la comprensión general de que nada es “blanco o negro” en este mundo y menos en la sociedad humana o en sus sistemas de creencias, nos lleva al error, al colapso intelectual y emocional.
Volviendo al personaje que referí, fue su caso el de alguien que durante muchos meses (sino años), publicó cosas en mis grupos de Facebook sobre paganismo y allí se caracterizó por lo comentado más arriba… Sin embargo, nunca se presentó como hostil o desagradable en sentido alguno, por lo cual se lo veía como un miembro más de entre los asiduos y respetables que suelen compartir opiniones en esos ámbitos.
No obstante, algo cambió hace poco, con un post sobre un símbolo controversial, mal entendido y sobre el cual se han originado enésimas interpretaciones peregrinas, ridículas y con frecuencia conspiranoicas.
Debido a que la reacción general, pronta y más abundante de lo habitual, fue manifestar el tedio y fastidio que representaba leer largas retahílas sobre una temática off-topic y que, además, incluso los que estamos hace años estudiando los símbolos y creencias humanas tratamos de no abordar, debido a esa enorme carga de paranoia e ideas locas que ha acumulado el asunto, esta persona “explotó” emocionalmente y comenzó a insultar y a descalificar de manera grosera e irrespetuosa a todos los presentes.
Ahora bien, dejando de lado el caso en particular, ¿qué ocurre con las ideas de las personas que reaccionan así? (Creo que esa es la parte interesante de analizar).
Como Goethe solía decir: “Toda teoría es gris y, querido amigo, verde es el dorado árbol de la vida.”. Es bastante obvio que ninguna ética rígida alcanzará jamás los matices y variaciones de la vida real.
Es por lo anterior, que la persona que busca desarrollar una ética sólida, sin espasmos emocionales, sin traumas o tensión psíquica que termine por llevarlo al colapso o la ruina, abordará siempre la noción del “mal menor”, entendiendo que el “absoluto bien” no existe en la Naturaleza, que eso es sólo una fantasía afiebrada de profetas y santones, que casi siempre llevaron a muchos a la ruina.
El “mal menor”, implica entender que ninguna idea, postura, práctica, creencia, ideología o filosofía de vida es o puede ser perfecta, que todo ha de ser elegido en base a lo que vemos que menor impacto y daño hace y no porque sea lo ideal. De hecho, una ética razonable, operativa y funcional para con la Naturaleza y nuestros semejantes, siempre cuidará de tener a los “ideales” bien atados y domesticados por el sentido común. De ideales desbocados surgieron el nazismo, el estalinismo, la Inquisición y los talibanes, por ejemplo.
Entendiendo que se puede buscar el “mal menor” pero jamás el “bien mayor”, se cae con menos frecuencia en el sesgo cognitivo de la “generalización apresurada” y uno se vuelve más crítico y lógico con la propia lista de valores y principios y, también, con las ajenas (pero ya con fundamento).
Otro aspecto de esto es que no ha de ser posible teorizarlo todo, indicar cada detalle de cómo son las cosas… La Naturaleza, que todo pagano adora, es inefable, cambiante, posee caos y aleatoriedad en su seno y jamás podrá ser abarcada por completo en una teoría filosófica (o de cualquier otro tipo).
Es necesario asumir que no hay chance alguna de racionalizar la totalidad de la experiencia humana y que, por tanto, tampoco la filosofía conductual podrá penetrar o prever cada acción o decisión en cada momento y lugar. Sabiendo esto, no se intentará idealizar las acciones más allá de las posibilidades reales del acontecer ni se buscará una perfección en la conducta o una «pureza» en los actos, deseos o impulsos que, por estar reñida con la naturaleza de nuestra especie, finalmente resulte en un proceso artificial, sobreactuado y antiestético.
De hecho, es probable que, de evolucionar y continuar en esta postura del “mal menor”, uno termine por darse cuenta que no tiene una única y monolítica opinión sobre ciertos temas, sino que surgirá una u otra según sea el ángulo circunstancial en que aparezca en su mente (en relación a lo que esté ocurriendo a su alrededor). Lo mismo habrá de darse en lo que atañe a las acciones, siendo que, probablemente, ante dos ocasiones similares, no se llegue a reaccionar o proceder del mismo modo (y esto, no por ser débil en la propia ética, sino por ser coherente con la infinitud y variedad de la Vida y la Naturaleza).
En la Naturaleza, todo lo que no se adapta y cambia, se extingue, pero también eso implica que nada es “geométrico” (en un sentido perfecto), nada puede enmarcarse en una pulcra teoría, siempre quedarán elementos “sin considerar”, “cabos sueltos”, cosas no tomadas en cuenta.
Es así que si uno recuerda que la vida es “verde” y que todas nuestras teorías sobre ellas van, de entre la simpleza y candidez de los que todo lo ven “blanco y negro” hasta una gran «gama de grises», pero sin poder alcanzar el “color” de lo inefable, de lo random y lo imponderable, iremos volviéndonos más relativos, adaptativos, multifocales en las opiniones y más libres de valores y principios rígidos, que en la Naturaleza sólo resuman fealdad y siempre terminan explotando en lo opuesto que han tratado de sostener.
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»