Unos años antes de los descubrimientos de Qumran (Rollos o Pergaminos del Mar Muerto), en diciembre de 1945, dos hermanos, campesinos egipcios, en un lugar del Alto Egipto llamado Nag Hammadi, donde el Nilo hace una curva en su cauce, se encontraban buscando fertilizante para cultivar. Uno de ellos, llamado Muhammad Alí, cavando, pegó con su pala contra un objeto duro, perfectamente oculto entre unas piedras. Al retirar la tierra y las rocas, se encontró con una vasija de terracota cuidadosamente cerrada con una especie de plato. Al principio, Muhammad dudó en abrirla por la superstición de que pudiera contener a un genio y éste pudiera dañarlo. Más tarde, dándose valor ante la esperanza de encontrar oro, la abrió, pero en lugar del precioso metal había unos libros encuadernados en piel de gacela.
El lugar preciso del descubrimiento era conocido en la antigüedad con el nombre de Chenoboskeion (en copto: «pastizal de gansos»). En la zona, Pacomio (considerado «santo» por la Iglesia Católica, la Copta y la Ortodoxa, 287 – 346 d.C.) fundó el primer monasterio cristiano del Alto Egipto en el año 320 d.C.
Unos años después, en 367 d.C., los monjes locales copiaron más de 45 escrituras religiosas cristianas y paganas en 13 códices (libros encuadernados en cuero). Al modo de Qumrán, toda esta colección fue sellada dentro de vasijas y resguardada en las cercanías por temor a la persecución a la que los gnósticos eran sujetos por esa época.
Los «gnósticos» eran una de las muchas variantes del Cristianismo primitivo, el cual, lejos de ser homogéneo como comúnmente se cree, era una suerte de «federación» de comunidades independientes, cada una con su estilo de vida y su particular forma de interpretar las enseñanzas de Jesús de Nazaret.
La progresiva centralización del poder eclesial en Roma primero y luego en Bizancio, que culminó bajo el reinado de Constantino I y su conversión al Cristianismo (313 d.C.), derivó en un sistemático proceso de eliminación de estas iglesias «alternas» (respecto de la de Roma). Entre ellas, los gnósticos fueron particularmente perseguidos y finalmente desaparecieron.
Los libros eran de al menos 1600 años de antigüedad y eran en su mayoría cristianos, pese a que, entre ellos, se encontraba una copia de «La República» de Platón y otros textos clásicos. Estaban escritos en copto, una lengua todavía sobreviviente y que era una derivación de la hablada por los faraones en su etapa helenística (s. IV al I a.C.).
Todos eran traducciones de originales griegos al idioma local. La colección constaba de un total de aproximadamente 1100 páginas. (Tal vez más, porque rumores sobre lo ocurrido en las primeras horas luego del descubrimiento afirman que los campesinos en cuestión, desconociendo el valor de los textos, ¡echaron a varios libros al fuego para calentarse esa noche!)
A diferencia de la de Qumrán, los mismos eran de singular relevancia para el esclarecimiento de los orígenes del Cristianismo y de las directas enseñanzas de su fundador. Esto fue entendido desde un primer momento por los estudiosos, pero «increíblemente», todavía hoy, luego de más de 50 años, el tema no ha sido tratado con seriedad y profundidad por las autoridades religiosas y por la opinión pública en general.
Los textos más «célebres» de esta colección son el «Evangelio de Dídimo Tomas» (inédito), el «Evangelio de María Magdalena» (del que antes se conocía solo un pequeño fragmento) y el “Evangelio de Felipe” (inédito y donde se dice que «Jesús besaba a María en…» (Fragmento irónicamente perdido por un agujero en el papiro).
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