Confía en los dioses, cumple tu destino, mantén el balance,
deja tu marca, respeta a lo viviente, haz tu voluntad...
Tal es la naturaleza del camino pagano.
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Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.
La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.
Un viejo amigo se quejaba tiempo atrás de la existencia de los cementerios… Él manifestaba su disgusto, al pensar en la idea de que millones de personas vivas y con un futuro por delante, se allegaran, con frecuencia, al lugar donde moraban sus antepasados para derramar lágrimas por ellos. La imagen de estos eternos rituales «sin sentido», donde lo único que lograban era salir de la necrópolis amargados y tristes, era por demás perturbadora… (Eso, por lo menos, es más o menos lo que él pensaba).
Antes de refutar su argumento, hay que dejar en claro que, hoy en día, los cementerios se han convertido en una atroz «industria de la muerte», ya no son aquellos lugares de «descanso eterno». La triste realidad es que, al visitarlos, uno puede shockearse con la noción de como se entierra a alguien de manera similar que cuando se renta (alquila) un departamento.
En América Latina, al menos, los enterramientos son casi superficiales (las tapas de los ataudes quedan a no más de 30 cm de la superficie) y «optimizados» para poder ser inhumados a los pocos meses o años, según sea cuando el familiar o allegado, deje de pagar la «renta» de la sepultura. En nuestros países (y salvo por cementerios privados muy caros y reservados para las elites), no existe el concepto de «six feet under» (seis pies o dos metros bajo tierra), al estilo de USA y mucho menos la noción de «descanso eterno», existente hasta los tiempos victorianos.
Cinco años, con opción a otros tantos, si se paga por ello, es el «límite de la Eternidad», en nuestros días… Ningún difunto, en todo caso, pasa más de 20 años sepultado, sin ser perturbado por la burocracia o los «cuidadores» de tumbas.
Por otro lado, todos los presentes en los funerales, saben que las estúpidas palabras del oficiante del «servicio», son mecánicas y vacías de significado, porque en algunos años la tumba será abierta y los restos llevados a la fosa común, si es que no terminan siendo utilizados con fines médicos o, peor aún, tirados a la basura.
Pero, de todas formas y según mi entender, la existencia de los cementerios no sólo no desaparecerá jamás, sino que es parte intrínseca de nuestra cultura humana y una de las primeras diferenciaciones sobre las demás especies animales.
Es sabido hoy, que los neandertales enterraban a sus muertos y, muchos creen, que en la última etapa de evolución del homo erectus, ocurría lo mismo. Esto puede llevar los enterramientos hasta 200 mil años atrás (o incluso más y, en cualquier caso, hay pruebas absolutas que datan de hace 60 mil años).
Necesitamos de las necrópolis para mantener contacto con el «mundo de los muertos», para permitirnos una esperanza de continuidad… Pero hay una razón mucho más arcaica y profunda: Los cementerios fueron creados para mantener a los muertos «lejos de los vivos», para diferenciar de manera inequívoca, donde termina un «reino» y donde comienza el otro.
En tiempos modernos, está extendida la creencia de que los cementerios, tal como los conocemos (es decir, virtuales «ciudades de los muertos»), son un producto de la era Victoriana, derivado de la necesidad de evitar plagas y enfermedades producto de los malos y hacinados enterramientos. Lo cual era común, en tiempos medievales y pre-industriales, cuando se solían llevar a cabo en los terrenos aledaños a las iglesias cristianas. Sin embargo, tal cosa es propia de dicha religión y sólo fue común durante unos cuantos siglos.
Desde los tiempos más antiguos, los lugares de enterramientos se separaban muy bien de los de residencia de los vivos. Testimonio de ello son infinidad de yacimientos arqueológicos de culturas ancestrales de todos los rincones del mundo. Incluso en las grandes metrópolis de la Antigüedad, donde existían los mismos problemas demográficos de hoy en día, como los casos de Roma y Alejandría, se recurría al uso de catacumbas o instalaciones similares, nunca de cementerios «temporales» (por usar un eufemismo).
Pero volviendo a la reflexión de mí amigo, en cualquier caso, no creo que el problema sean las necrópolis en sí, sino los sistemas de creencias inherentes. En algunas culturas, como en la China y el Japón, se suele ir a los cementerios para «presentar» a los nuevos miembros de la familia a los que ya son difuntos. Esto no se hace con tristeza, sino con alegría, como si fuera una reunión o celebración más.
En muchas culturas antiguas, así mismo, los cementerios no eran el lugar de pena y llanto que son el día de hoy, sino sitios de inspiración, recordación y gloria. Todo depende de la mentalidad de los deudos, de la cultura a la que pertenezcan.
Las emociones y las creencias no cambian con el ejercicio del culto a los muertos, sólo se ponen en evidencia. Así es que, las personas que salen del cementerio llorando, y no me refiero a las que acaban de enterrar a su ser querido, sino a las que lo perdieron años atrás, no tienen un sentido real de lo que es la existencia, ni de cómo son sus ciclos y procesos.
Aquellos que sufren frente a la tumba de sus difuntos, como si hubiese transcurrido sólo un día desde la muerte de los mismos, es porque en sus casas, todo el tiempo, penan por ello también… No lo dicen, no lo muestran, pero esos sentimientos no los abandonan. Se trata de una incapacidad para elaborar el duelo, producto de fallas en la forma de encarar la vida moderna, pero sobre todo, en cómo han sido educados a nivel espiritual (por decenas de generaciones).
Los cementerios son (o deberían ser) lugares de paz y serenidad, donde uno se encuentra con la realidad de la existencia… En ellos hay una suerte de tristeza inmanente, pero no creo que sea diferente, ni especialmente peor, que la que uno percibe en cualquier otro tiempo y lugar, si acostumbra a tener mínimos momentos de introspección.
Lo malo para algunos y bueno para otros, es que los cementerios nos recuerdan a la Muerte y al hecho de que todos moriremos… lo malo para algunos es que no quieren recordarlo, que quieren vivir la vida sin conocer o asumir su evento más importante: El día de su culminación.-
Ósnotr maðr hyggr sér alla vera viðhlæjendr vini þá þat fiðr er at þingi kømr at hann á formælendr fá.
The unwise man thinks them all to be his friends, those who laugh at him; then he finds when he comes to the Thing (assembly) that he has few supporters.
Un hombre ignorante piensa que son sus amigos, los que ríen con él; entonces él encuentra, cuando llega a la Asamblea, que tenía pocos partidarios.
(Hávamál, stanzas #25, c. 800 d.C.)
(Havamal, estrofa #25, h. 800 d.C.)
Unos años antes de los descubrimientos de Qumran (Rollos o Pergaminos del Mar Muerto), en diciembre de 1945, dos hermanos, campesinos egipcios, en un lugar del Alto Egipto llamado Nag Hammadi, donde el Nilo hace una curva en su cauce, se encontraban buscando fertilizante para cultivar. Uno de ellos, llamado Muhammad Alí, cavando, pegó con su pala contra un objeto duro, perfectamente oculto entre unas piedras. Al retirar la tierra y las rocas, se encontró con una vasija de terracota cuidadosamente cerrada con una especie de plato. Al principio, Muhammad dudó en abrirla por la superstición de que pudiera contener a un genio y éste pudiera dañarlo. Más tarde, dándose valor ante la esperanza de encontrar oro, la abrió, pero en lugar del precioso metal había unos libros encuadernados en piel de gacela.
El lugar preciso del descubrimiento era conocido en la antigüedad con el nombre de Chenoboskeion (en copto: «pastizal de gansos»). En la zona, Pacomio (considerado «santo» por la Iglesia Católica, la Copta y la Ortodoxa, 287 – 346 d.C.) fundó el primer monasterio cristiano del Alto Egipto en el año 320 d.C.
Unos años después, en 367 d.C., los monjes locales copiaron más de 45 escrituras religiosas cristianas y paganas en 13 códices (libros encuadernados en cuero). Al modo de Qumrán, toda esta colección fue sellada dentro de vasijas y resguardada en las cercanías por temor a la persecución a la que los gnósticos eran sujetos por esa época.
Los «gnósticos» eran una de las muchas variantes del Cristianismo primitivo, el cual, lejos de ser homogéneo como comúnmente se cree, era una suerte de «federación» de comunidades independientes, cada una con su estilo de vida y su particular forma de interpretar las enseñanzas de Jesús de Nazaret.
La progresiva centralización del poder eclesial en Roma primero y luego en Bizancio, que culminó bajo el reinado de Constantino I y su conversión al Cristianismo (313 d.C.), derivó en un sistemático proceso de eliminación de estas iglesias «alternas» (respecto de la de Roma). Entre ellas, los gnósticos fueron particularmente perseguidos y finalmente desaparecieron.
Los libros eran de al menos 1600 años de antigüedad y eran en su mayoría cristianos, pese a que, entre ellos, se encontraba una copia de «La República» de Platón y otros textos clásicos. Estaban escritos en copto, una lengua todavía sobreviviente y que era una derivación de la hablada por los faraones en su etapa helenística (s. IV al I a.C.).
Todos eran traducciones de originales griegos al idioma local. La colección constaba de un total de aproximadamente 1100 páginas. (Tal vez más, porque rumores sobre lo ocurrido en las primeras horas luego del descubrimiento afirman que los campesinos en cuestión, desconociendo el valor de los textos, ¡echaron a varios libros al fuego para calentarse esa noche!)
A diferencia de la de Qumrán, los mismos eran de singular relevancia para el esclarecimiento de los orígenes del Cristianismo y de las directas enseñanzas de su fundador. Esto fue entendido desde un primer momento por los estudiosos, pero «increíblemente», todavía hoy, luego de más de 50 años, el tema no ha sido tratado con seriedad y profundidad por las autoridades religiosas y por la opinión pública en general.
Los textos más «célebres» de esta colección son el «Evangelio de Dídimo Tomas» (inédito), el «Evangelio de María Magdalena» (del que antes se conocía solo un pequeño fragmento) y el “Evangelio de Felipe” (inédito y donde se dice que «Jesús besaba a María en…» (Fragmento irónicamente perdido por un agujero en el papiro).
Proyecto de reconstru-cción, divulgación y redes-cubrimiento de todas las tradiciones paganas ances-trales y del legado que ofrecen a la Humanidad.
Esta página, tiene por objeto la difusión y redescubrimiento del Paganismo. Además, el promover, difundir y defender el Paganismo, como religión, forma de vida, filosofía, sistema ético y modo de ver la Vida. Divulgar su naturaleza y contenido, redescubrir sus antiguos valores, historia, mitología y conceptos éticos. Crear un ámbito de debate abierto, donde todo esto pueda generarse con libertad y seriedad.
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Me gusta lo desconocido, el Erebus... Me complazco en las diferencias, en la pluralidad, en la variedad. Me interesa la realidad tal cual es, pero presto atención a la verdad de cada quien. Estoy en una búsqueda que sólo terminará cuando muera.
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