Civilization does not suppress the barbarism; it perfects it.
La civilización no suprime la barbarie; la perfecciona.(Voltaire – François Marie Arouet, 1694 – 1778)
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Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Tiempo de lectura: ~5 minutos. 1403 palabra(s).
Con cada amanecer, el enorme tulipán azul cielo abre lentamente sus pétalos y su suave aroma invade el aire. Allí adentro, la dulce niña desnuda reposa tranquila en su lecho de polen. El haz de luz con suavidad toca sus pupilas, y es en ese momento cuando los pájaros inician su melodioso canto a su alrededor. Fénix abre poco a poco los ojos. Sus pupilas color verde esmeralda miran a su alrededor. ¡Otro hermoso día de alegría ha comenzado! Se sienta en la posición de loto y eleva lentamente los brazos al cielo, de allí le caen finas gasas verde azuladas que calzan sobre sí, mientras que las mariposas se encargan de arreglarle la túnica. Una vez lista, extiende sus transparentes alas y comienza su vuelo a través de la inagotable pradera. Juega con las plantas y con los animales, se sumerge en el arroyo, salta en la cascada siguiente y se sacude las gotas que rozan su delicada piel; peina su lacio cabello rojo antes de continuar su vuelo. Cuando se cansa, como siempre se recuesta a dormir en un tulipán y se cubre con un pétalo doblado. En su profundo y reparador sueño, no siente que cortan la flor, la ponen en un balde con agua y la cargan en un camión. Tiempo después abren el transporte y bajan el balde en una florería. El dueño paga por la mercancía antes de llevar las nuevas mercaderías a la trastienda, donde coloca el balde, aunque sin querer se le derrama un poco de agua que moja a las flores que dejó en el suelo, como un enorme tapete florido, fuera de los baldes. Fénix estornuda un par de veces, no se da cuenta que se expande una fuerte luz que la rodea y que al apagarse, su tamaño aumenta. Se acerca con temor hasta ella, le roza con las manos las mejillas, está a punto de despertarla cuando suena con furor, afuera en la calle, una bocina. Ella abre los ojos espantada, al ver al muchacho se yergue y retrocede, mira en rededor y se abraza hasta quedar acurrucada en una esquina. – No temas –dice Paulo y le extiende la mano– No quiero hacerte daño. ¿Quién eres? Fénix mira alrededor suyo, pronto encuentra en el suelo algo que le llama la atención, corre hasta allí y toma en sus manos a sus alas, grandes pedazos de tul. – “Mis alas” –murmura sollozando al tiempo que las abraza– ¿Dónde estoy? –se levanta y cruza la puerta, sale de la tienda hasta la calle y se detiene. Mira con horror grandes estructuras grises que se yerguen para alcanzar al cielo, las personas caminan rápido y sin mirar a su alrededor, objetos cuadrados corren sobre un piso gris. No hay plantas, ni flores, ni pájaros, ni mariposas. Todo es gris y todo huele mal. El aire parece pesado, la respiración se dificulta. – Amigos –murmura y se lanza para cruzar la calle. Una máquina va hacia ella, pero no la ve. Cuando está a punto de atropellarla Paulo la estira hacia la vereda. Fénix tiene los ojos abiertos muy grandes y llora. – ¿Dónde está mi casa? Paulo se saca su campera y se la coloca encima. – Vamos a hablar adentro. – ¿Tienes amigos? – Sí, muchos. Están en casa. La puerta de la tienda se abre, entra una señora con un doberman bravo. El enorme animal se suelta de su dueña y va hacia Paulo gruñendo ferozmente. Está por morderlo cuando Fénix le toca la cabeza, el perro se detiene, la mira, le lame la mano y juega con ella. – Es muy lindo –dice al tiempo que le rasca la barriga– aunque le cayó mal ese remedio que le dio el señor de bata blanca. – ¿Cómo supo que veníamos del veterinario? –pregunta la señora. – Me lo está diciendo. La mujer hace caso omiso de la respuesta y recoge las flores que le entrega Paulo, todavía asustado con la escena reciente. – Chau Brandon. – En efecto, ese es su nombre –la señora sale de la tienda con el perro. – ¿En serio te lo dijo el perro? – Claro, ¿no lo escuchaste? –el muchacho se queda pensando en lo extraño de la situación, hasta que ella habla nuevamente– Son bellas las flores –toma en sus manos una orquídea amarilla con motas. – Es una orquídea ecuatoriana. – Lo sé. – No me extraña… – Debo volver a casa –dice al tiempo que se sienta en una silla –me estoy debilitando rápido. – Tal vez si duermes… – Podría ser. Paulo la lleva hasta su dormitorio, la acuesta en su cama y la observa dormir. “Parece un ángel, tan tranquila y serena, no pertenece a este mundo”. Más tarde prepara una canasta con flores y regresa a esperar que despierte ella. – ¿Te sientes mejor? – Un poco, aunque ahora ya sé que debo regresar. – ¿Qué es lo último que recuerdas? – Que me acosté a dormir en un tulipán rosado, luego desperté acá. – ¿En un tulipán? – Antes era chica. – Bueno… No sé si creerte… – Tienes que hacerlo, no tengo mucho tiempo de vida. Lo sé. – De acuerdo, tú apareciste después del último cargamento. Podríamos ir a sus cultivos, es pasando la próxima ciudad. – ¡Vamos! – Es tarde, y tardaremos alrededor de tres horas. No dice nada más, le toma de la mano y lo empuja, en el camino Paulo recoge sus llaves y su campera. Mientra maneja, la dulce joven queda dormida nuevamente y él la tapa con su campera. Sigue conduciendo hasta que estaciona el vehículo a un costado del camino para ver si ese era el lugar indicado, y mientras espera a que aclare más, también él queda dormido. Un poco más tarde, con los primeros rayos del sol Fénix despierta. Al abrir los ojos siente que la alegría le llena el corazón y sacude a Paulo para despertarlo. Rodea la máquina, lo toma de la mano y va corriendo por la pradera. Después de varios minutos llegan hasta una cascada. – Este es mi lugar favorito. Amigos, les presento a Paulo, él me ayudó en la horrible zona gris de la que escuchamos hablar. Un suave viento mueve a las ramas, las mariposas vuelan en círculos y los pájaros elevan su canto. – Te dan la bienvenida –repuso desenfrenada. Paulo no puede hablar. Ni en sueños conoció un lugar tan bello y jamás creyó que pudiera haber algo así tan cerca de donde vivía. – Vamos a nadar. Ella corre y se arroja desde lo alto de la cascada. – ¡No, te vas a matar! Paulo mira hacia abajo, no ve nada. Lleno de miedo desciende con dificultad por las rocas hasta el pequeño lago azul. – ¿Dónde estás? – ¡Volvieron! Con rapidez sale del agua, con el pelo lacio nuevamente, y con sus alas transparentes, grandes y bellas, cubiertas con gotas de agua como si fuera un rocío. Ella se acerca hasta él. – ¿Me crees ahora? – Más que eso –la sorpresa aún no lo deja hablar– ¿Cómo te llamas? – Fénix. – Yo… yo… debo volver –murmuró asustado. – ¿No puedes quedarte conmigo? – Igual que tú, este no es mi hogar. – Déjame al menos darte un regalo. Toma las manos de Paulo y las besa. – Todo lo que toquen, florecerá. – Te ayudaré a llegar a tu casa. – ¿Cómo? – Observa… Sopla sobre sus manos un fino polvo dorado que lo rodea y adormece. Al despertar está dormido en su trabajo, sobre las flores, dudando sobre si todo eso fue un sueño o realidad. En ese momento encuentra una orquídea ecuatoriana marchita tirada en el suelo, la alza para llevarla al basurero y en el instante en que la toma, la flor renace nuevamente. |
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