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Reflexiones Paganas
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[Reputación del Sitio]

Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.

La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.


Tiempo de lectura: ~1 min. 114 palabra(s).

El Umbral es una colección de cuentos que buscan mayormente llevarnos al límite de la vigilia, para que nos preguntemos si es un sueño o es la realidad, hasta dónde va a llegar cada uno, cuál es el límite exacto?

Si se consigue que el lector pueda dudar por lo menos un instante, sobre dicho principio y final, este website habrá valido la pena.

El Umbral está pensado como un sitio independiente, dentro de Reflexiones Paganas. El usuario podrá encontrar aquí toda la serie de cuentos, sin necesidad de buscarlos a través del blog y guardando la URL (enlace), podrá tener acceso a los mismos de manera directa.

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Tiempo de lectura: ~5 minutos. 1339 palabra(s).

– Así que se llama José Luis. Yo soy Josefina. Tengo 75 años -la mujer extendió la mano y saludó al nuevo compañero- ¿Le trajeron sus hijos?

– No -murmuró mientras vaciaba su valija- Era el chófer. En realidad, es el hijo más joven del que era mi chófer, antes.

– Ah… ¿Y cuántos años tiene? -se sentó en una silla de la habitación.

– Tengo 70. ¿Podríamos dejar esta conversación para después? Tengo mucho por hacer -comentó en tono molesto.

– Está bien. Si quiere hablar, puede buscarme por el patio. Me gusta sentir el sol -se levantó y arrimó la puerta.

José Luis cerró con fuerza la valija y se sentó al borde la cama, los pensamientos fluían como una catarata.

«¿Qué hice mal? ¿Qué hice mal?» y comenzaron a pasar los minutos y las horas hasta que finalmente pudo terminar de vaciar su valija, justo a tiempo para la  hora de la cena.

Esa noche comió aparte, mientras que los demás compartían las mesas.

La comida era terrible, así que prefirió dejar el plato y dedicarse a observar.

Unos lucían deprimidos; habían otros que tenían la vista perdida e incluso dos o tres a quienes alimentaban las enfermeras; algunos hablaban bajito y finalmente estaba ese molesto grupo que no paraba de hacer bullicio.

Ahí se encontraba la mujer de la mañana, que tan descaradamente entró en su habitación.

Prefirió levantarse antes que lo viera y viniera de nuevo, aunque cuando estaba por salir del comedor, lo detuvo una de las enfermeras.

– Tendrá que comer. Hoy es su primer día y entendemos que le cueste un poco alimentarse, sobre todo a alguien como Usted, pero mañana tendrá apetito y aquí los horarios se respetan.

Refunfuñó y fue a acostarse.

Esa habrá sido probablemente una de las noches más largas de su vida.

Soñaba con el banco, la bolsa de valores, los niños que crecían y las increíbles vacaciones que tuvieron, los lifting de su esposa y el inesperado divorcio…

Para la salida del sol casi no había dormido, por lo que se sentó en su cama, se cambió y salió al patio.

Caminó un poco y encontró sollozando a la misma mujer. No sabía si acercarse o no, así que prefirió alejarse cuando ella lo escuchó y volteó.

– No sabía que había alguien -murmuró secándose los ojos y dibujando una sonrisa.

– Es que no pude dormir.

– Eso es normal aquí… En vez de llamarlo Casa de Reposo, debería ser «Casa de los Recuerdos Insistentes».

Sonrieron.

Decidió acercarse un poco.

– ¿Estaba triste por esos recuerdos?

– ¿Usted no? No conozco a ninguna persona de aquí que no sufra por la memoria. A veces pienso que sería mejor ser como los otros, los que parecen estatuas, no recordar, no ver, no sentir. Pero dejemos esto. Está Usted muy conversador esta mañana.

– Sí, la verdad es que la noche fue muy larga.

– Siempre es así. ¡Ojalá y pueda pertenecer a nuestra camada!

– ¿A qué se refiere?

-Anoche nos habrá visto. Somos un grupo que preferimos ver el lado positivo, cada uno a su manera.

Está Don José, por ejemplo, es el mejor contador de chistes que conozco; y Sarita… es fascinante, se sabe todas las telenovelas. Marta nos mantiene al día sobre la farándula y Carmen siempre tiene con ella alguno de esos libros de autoayuda (se sabe la frase correcta en el momento preciso).

– Qué interesante, y Usted, ¿qué hace en ese grupo?

– ¿Yo? Yo solo estoy ahí con ellos y disfruto de su compañía. Estuve muchos años sola, así que ahora valoro mucho más estar con personas con quienes me siento a gusto.

– ¿Es decir que Usted es soltera?

– ¡No! ¡Jamás! Soy viuda, en paz descanse mi esposo. Y ya adelantándome a su pregunta, tengo una hija -su rostro se obscureció por un instante- Vive en Argentina. Fue a trabajar hace varios años; está bien, no gana mucho pero tampoco le falta nada gracias a Dios.

– ¿Y Usted por qué no va con ella?

– Irme sería caro… es decir, hay que pagar el pasaje y a alguien que vaya conmigo. Somos solo las dos, no tenemos otros parientes. Así que, para que no me quede sola, y como ella se preocupa mucho por mi, decidimos que venir aquí sería lo mejor para todos.

– Pues tienen razón…

– Su rostro no parece estar de acuerdo. No necesito que me tengan pena. Yo di a mi hija todo lo que pude, amor, dinero, horas de atención… el que esté aquí no debe ser visto necesariamente como algo negativo.

– Yo no dije eso señora.

– Pero yo sí -estaba a punto de marcharse cuando él la tomó del brazo.

– Al contrario, ahora que lo pienso mejor, y me arrepiento muchísimo, yo creo que solo di a mis hijos dinero. Un niño y una niña, ahora ya adultos. Trabajé muchísimo, jamás les faltó nada, y nuestras vacaciones, uff! eran sagradas y maravillosas.

– ¡Qué buen padre es! No debería reprocharse el haber trabajado tanto.

– Ahora viéndolo desde otro punto de vista, yo creo que debería haber dejado un poco más de lado el trabajo y las obligaciones (siempre me preocupaba el futuro, hasta que este me encontró!). Tal vez así me habrían dejado vivir con por lo menos uno de ellos. Tienen casas enormes.

– ¡Oh, no sea tan duro con Usted mismo! Se preocupó por darles lo mejor.

– ¿Y de qué sirvió?, para qué me echaran de la casa porque se cansaban de escuchar mis plagueos?.  Pero por lo menos, hablando ahora con Usted, veo que dar tanto amor tampoco es suficiente.

Ambos callaron.

– Y tal vez no José Luis. Tal vez nos equivocamos y no pasa por ninguno de esos dos extremos. Por mi parte, por lo menos no me arrepiento de haber dado todo lo que pude…

Siguieron conversando un poco más y se despidieron, regresando cada uno a su habitación.

Esa tarde hubo mucho movimiento en el lugar, José Luis se acercó a Don José y le preguntó que sucedía; el mejor contador de chistes del hogar lo miró con rostro compungido y le murmuró suavemente.

– Falleció Josefina. Ella fue quien nos unió a todos, por Dios, ¿qué haremos sin ella? -se alejó a pasos lentos, derramando lágrimas sin cesar- No sé porqué me sorprende tanto, todos sabíamos que tenía un problema grave en el corazón.

«Querida Sol:

Antes que nada te comento que una de las enfermeras de acá me está ayudando a enviarte este email, la verdad es que yo no sé manejar nada de esto.

Quería que supieras que siempre te llevaré en mi corazón.

Eres mi única nieta (tal vez después tu tía tenga hijos, quién sabe), ya tienes 14 años y yo casi no te he visto desde que dejaste los pañales.

Lamento mucho que tu padre haya decidido seguir mi ejemplo y dedicar tanto tiempo y energía en su trabajo. Sé que con el correr de los años se dará cuenta que es un error.

También siento haber estado de acuerdo en que vayas a un colegio de doble escolaridad, y que luego tengas clase de inglés, danza y otras tantas cosas más, para reforzar… Solo ahora me doy cuenta que hay momentos que no deben ser substituidos jamás.

Espero en fin, cuando seas madre, que puedas comprenderme y perdonarme, y sobre todo, que no cometas los mismos errores que tu padre y yo, comete tus propios errores, pero nunca, jamás, dejes de lado a las personas que te importan, porque no sabes en qué momento pueden partir«.

– ¿Eso es todo Señor?

– Sí, muchísimas gracias.

La enfermera envío la carta y apagó la computadora.

– ¿Está seguro de lo que hará?

– Por supuesto -tomó su valija y salió caminando a pasos lentos- tanto trabajé tantos años, por lo menos ahora, y por lo que me reste, me dedicaré a hacer las cosas que había postergado.

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Tiempo de lectura: ~7 minutos. 2080 palabra(s).

La verdad duele, la realidad molesta y, en general, las personas prefieren vivir al margen del dolor y las molestias. Por tal razón, es natural que muchos sufran de lo que en psicología se llama «distorsión cognitiva», es decir, de discrepancias entre lo que, a todas luces, es fácil de observar y percibir como real y las propias ideas o conceptos sobre lo que ocurre.

A esto se suma la simple y llana ignorancia en la que muchos viven… Sin embargo, como esta reflexión no va dedicada a quienes nunca la leerán sino a aquellos que, con cierto grado de probabilidad, lo harán en un futuro cercano, me enfocaré en los que están comprendidos en el primer caso.

De lo que quiero hablar es de lo que suele llamarse «eutanasia» y que se practica sobre animales no-humanos, generalmente caninos y felinos.

Existen muchas personas que creen, al ver animales abandonados por las calles u otros que viven en condiciones terribles, dentro de casas pequeñas, de bajos recursos o bajo el «cuidado» de individuos insensibles, perversos o, de tan baja ralea, que no les importa el sufrimiento de otros seres, que es mejor que «los duerman», que «terminen con su sufrimiento».

La cuestión tiene varias aristas equívocas, aquí sólo planeo comentar un par de ellas: En primer lugar, existe el hecho de que se tome a la vida de otras especies como «menos importantes» o inferior en significancia, dignidad o relevancia (no digo «trascendencia» porque aquí, lo «espiritual», no tiene nada que ver y prefiero mantenerlo fuera del asunto) que la humana… Esto se suele creer, tal como si existiera algo más que un pequeño paso evolutivo entre otros animales y nosotros.

Esa mera idea, ya es chocante, degradante. Es propio de ignoras mentes, que sólo viven bajo el signo de su sistema de creencias nativo, sin preguntarse más, sin absorber la realidad que los rodea. Cosa que nunca fue excusable, pero que ahora, debido a los ingenios de la modernidad y a que la tecnología de la información ha penetrado en nuestras recámaras, bolsillos y en todo ambiente humano imaginable, comienza a ser ya no un defecto, sino una aberración del carácter y de la personalidad.

La Ciencia nos ha demostrado, y sigue haciéndolo cada día, que no somos sino otra especie animal, sólo un poco más conscientes de nuestro propio ser, del pasado y del futuro. Nuestra evolución homínida, deriva de una cadena de eventos bien conocidos por los antropólogos y biólogos: El beneficio de caminar erguidos y así poder sufrir menos el calor del crudo sol de la sabana africana, obtener más rápido el alimento (por tener las manos libres), entre otros factores, generó la posibilidad de desarrollar extremidades hábiles para la fabricación de herramientas. Esta característica, a su vez, hizo expandir al cerebro y adquirir nuevos talentos y una mayor consciencia de nosotros mismos. Lo que llamamos «conciencia», no es sino una propiedad emergente, producto de cientos de miles de años de evolución de esos cerebros expandidos.

No hay diferencias capitales, dogmáticas, infranqueables. Los demás animales son nuestros compañeros de viaje en este planeta que se mueve por la inmensidad del Cosmos. Nosotros sólo somos un poco más avanzados… Sólo eso… ¡Nada más que eso!

Pero no es la diferenciación «especista», lo que ofende a cualquiera que piense con la recta directriz de la lógica científica, ni que se deje persuadir por la información real sobre las cosas. Es el negar la realidad de los hechos, que son verificables de manera empírica, visibles y sin requerir de complejas lucubraciones filosóficas, lo que deviene en una falta de ética abominable. Son los hechos «no vistos», las evidencias «ignoradas», las que convierten a esa «distorsión cognitiva», en una infamia.

«¿Los duermen?» ¿De verdad todavía hay alguien que crea eso? El uso vil y falaz de la palabra «eutanasia» o de la expresión «los ponen a dormir», para describir lo que se hace con los animales que caen en manos de los «refugios» o «shelters»; que las autoridades municipales capturan para que estos no «afeen» los parques públicos (en especial en vísperas de acontecimientos cívicos) es, de nuevo, una infamia.

Eutanasia (del griego: εὐθανασία; «buena muerte»: εὖ, eu; «buena» – θάνατος, thanatos; «muerte») es un término que define a la acción de poner fin a la vida de un ser, porque se ha determinado (a conciencia y sin dudas morales evidentes) que su sufrimiento, dependencia de métodos artificiales para mantener su existencia o el grado de miseria que sufre por su incapacidad, amerita que así se haga. La (verdadera) eutanasia es un recurso ético, válido para cualquier especie (incluida la humana), si se cumple con estas condiciones. Pero hay una cuestión simple y llana a mensurar, para saber si la misma es pertinente: ¿Se le ahorrará dolor, miseria y sufrimiento al ser que morirá? ¿Será dicha muerte provocada mucho más benigna que la que sobrevendría sin el accionar de quienes propician la «artificial»?

Por lo anterior, NO ES «eutanasia», NUNCA LO ES, cuando se extermina a animales sanos, con esperanzas de vidas largas y sin problemas, por el sólo hecho de que no hay espacio, de que no hay «presupuesto» para mantenerlos o que las lacras que fueron sus dueños no quiere cuidarlos ya más. Tal acto sólo se puede describir como: Masacre, exterminio, asesinato, matanza, etc… A las cosas hay que llamarlas por su nombre, porque de otro modo, se degrada el lenguaje y se obstaculiza la comprensión de los hechos y de las ideas.

Esto es más o menos sabido por los defensores de los Derechos Animales de cualquier parte (aunque no siempre expresado con la claridad necesaria), sin embargo, no del todo asumido por el común de las personas, ni siquiera en nuestro, pretendidamente, «avanzado» mundo occidental.

Pero hay cosas peores: Muchos creen que «los ponen a dormir»… Porque, en teoría, la «eutanasia» consiste (en lo referente a caninos y felinos) en dar una alta dosis de benzodiacepina al animal, esperar que se duerma y luego inyectarle una dosis letal de anestésico (generalmente ketamina), lo cual produce una «relajación» tal de los órganos, que sus funciones se detienen, sin sufrimiento alguno (al menos en teoría).

Dicho procedimiento es el usual, en los casos en que alguien decide poner fin a la vida de su perro o gato (con razón o sin ella), por verlos «sufrir» demasiado. (Se trata de una opción que, en ocasiones, debe llevarse a cabo. Yo mismo he tenido dos casos así, de gatos ferales, adoptados ya enfermos, con carcinomas faciales avanzados, a los cuales no se les podía ayudar más). Este procedimiento, decía, es un recurso veterinario algo oneroso y por tanto, se lleva a cabo «tal cual» se lo ha descripto más arriba, sólo cuando el cliente paga la factura (al médico veterinario) en tiempo y forma.

Realmente espero que los que llegaran a este punto de la lectura, se comiencen a preguntar: «¿Y entonces que ocurre con los animales de los «refugios» cuando se dice que «los ponen a dormir»?». Espero eso, porque este artículo tiene como único propósito el generar conciencia, el despertar las mentes adormecidas de muchas buenas personas, que sin embargo viven en una burbuja de color rosa y que temen pincharla debido a lo que encontrarán más allá… Es inexorable que lo que sigue no les vaya a gustar… Pero espero que tengan el valor de asumirlo:

En los lugares más «decentes», donde el presupuesto es medianamente bueno, todos estos pobres animales son exterminados con inyecciones de neurotóxicos, los cuales producen paros motrices y por tanto respiratorios (existe mucha «creatividad» en esto, no siempre se usan los mismos productos químicos, pero cabe aclarar que la única variable que se toma en cuenta es la minimización del gasto de recursos y dinero). Es así, que los animales mueren de asfixia (luego de varios minutos de sufrimiento extremo) y no «dormidos» ni relajados. La evidencia de esto, que la puede ofrecer cualquiera que conozca del tema (ni que digamos quienes han trabajado en esos centros de matanza), es que se produce defecación y orina en razón de las convulsiones. No hace falta decir más, sino dejar en claro que se trata de una muerte atroz, de algo que está muy lejos de ser «un método para aliviar el sufrimiento» de los seres rechazados por sus antiguos dueños o de los animales ferales.

¿Se han preguntado como «destruyen» (así le suelen denominar al asesinato que cometen) a los gatos o perros bebés, los cuales no tienen venas factibles de ser localizadas? Yo lo sé, pero les ahorraré el horror de que conozcan la metodología usada comúnmente. Este artículo no pretende ser gore ni buscar horrorizar, sino generar consciencia, hacerlos pensar… Pero eso sí, hay una información que les daré: Se mata, cada día, a caninos y felinos de días o semanas de vida… No se tiene ninguna piedad por el hecho de que recién llegaran a la existencia, de que quizás ni siquiera hayan abierto sus ojos al mundo.

Pero lo anterior sólo se da, como dije, en los «refugios» con cierto presupuesto, con cierto nivel de «ética» (si así se puede llamar a la conducta de los que, con frecuencia, son veterinarios o técnicos de dicha profesión y por tanto juraron -o aspiran a jurar-, salvar vidas de seres que sufren o que están necesitados de su cuidado y no el quitarlas de manera sistemática y sin cuestionamientos morales). Pero de todos modos, este no es el final de la historia, ni menos aún, el peor de los casos…

¿Qué ocurre en los países con menos «leyes proteccionistas» o en las regiones donde éstas existen, pero no hay dinero para que las mismas puedan ser aplicadas? … La horrorosa respuesta para esto es: Cámaras de gas, electrocución, matanzas a palazos (como ocurre en estos mismos momentos en Rumania); uso de dispositivos de ahorcamiento, envenenamiento, etc… Estos métodos, no son ejecutados por veterinarios, como era de esperarse. Por lo cual, ya queda en manos de cualquier ordenanza o auxiliar… de simples marginales a los que se les «paga algún dinero» con el fin de llevar a cabo la tarea. No es preciso aclarar demasiado, sobre cual es la consecuencia de esto: El reclutamiento de los peores sádicos y psicópatas que se consuelan cometiendo atrocidades en serie en estos ámbitos, debido a que las fuerzas del orden y las leyes no les permiten hacerlo sobre sus congéneres humanos.

Pero no… Esos no son los peores horrores: Muchos de estos animales, sin que se diga, sin que se sepa, van a parar a laboratorios de compañías farmacéuticas o de la industria cosmética; a centros de investigación médica o a organismos militares… ¿Qué se hace con ellos? Los someten a meses de lenta experimentación, vivisección (¿saben que significa esa palabra, verdad? Sí, diseccionarlos mientras están vivos y conscientes…), inoculación de virus, productos químicos, venenos, insectos infecciosos dentro de sus organismos y tejidos, etc…

Lo dejaré aquí, pese a conocer casos aún peores, porque creo que no es necesario decir más. Si alguien que lea esto no cree lo que digo, puede sortear el problema fácilmente, cotejando la información aquí presentada en cualquier parte. La misma está disponible con facilidad, si se buscan las fuentes o se les pregunta a las personas adecuadas. Sin embargo, si acepta lo dicho y, aún así, sigue pensando que «los duermen», pues adelante… Ya no me interesa que dicha persona siga leyendo, porque vive en otra «dimensión», en un mundo subjetivo y absurdo, donde cree que las cosas son como deberían ser y no como la triste, cruda e inexorable Realidad dicta. Para ellos, deseo una «feliz vida», dentro de sus burbujas y mundos de fantasía…

Pero para quienes hayan sentido que «algo estaba mal» en la forma en que tenían de concebir el asunto, tengo un último párrafo: Por favor, ya no usen más el término «eutanasia» (recuerden que significa «buena muerte») y menos la infame frase «los ponen a dormir». Asuman que es una cruel, una atroz matanza, sin justificativo, más que el ahorrar dinero; sin motivo ni razón, más que el generado por la ignorancia, la estupidez o la inmoralidad de los protagonistas o de quienes llevaron a esos pobres animales a tal estado de cosas. Asuman, que los seres que están en esa «fila de muerte», tendrán que pasar primero (y luego de un tiempo indeterminado de encierro en estrechas jaulas) por un infierno

Es, en síntesis, una infamia… Una doble, hay que decir… Doble porque no sólo se los mata de manera atroz, sino que se oculta el hecho con eufemismos, para que muchas personas con ética, pero demasiado ingenuas, sigan usando ridículos términos como «los ponen a dormir».-

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«Una de las lecciones más tristes de la Historia, es ésta: Si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier evidencia de que es un engaño.»

— Carl Sagan,
(Astrónomo, cosmólogo y escritor estadounidense, 1934 a 1996)

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Actualizado en: 04-07-2016

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