Origen e historia del libro:
Este texto fue hallado un poco antes de 1980 (tal vez en 1978, según algunas historias sobre su hallazgo), en una cueva, en las cercanías de Al Minya, en Egipto (distante unos 225 km de El Cairo), por unos granjeros (que además eran traficantes de antigüedades).
Se tiene total certeza de la autenticidad del códice, llamado «Tchacos» por el nombre de su propietaria: Frieda Nussberger-Tchacos, quien en el año 2000, compró el libro a un traficante egipcio, recuperándolo para su estudio y preservación.
El papiro es auténtico y corresponde a la época en que el texto se redactó. La datación por Isótopo de Carbono 14, entregó una fecha entre 220 y 340 d.C. (Probablemente, este libro fuera enterrado para esconderlo de las persecuciones y quemas de documentos de finales del siglo III d.C. en la zona de Egipto, lo que coincidiría con el enterramiento de códices de Nag Hammadi, descubierto en dicha localidad, también en Egipto, en 1945).
Paleográficamente, el texto también es congruente y está titulado como «El Evangelio de Judas», por lo cual (a la parte de la naturaleza de su contenido), no quedan dudas al respecto de su origen, antigüedad y naturaleza.
Este texto, sería el que Ireneo (130 – 202 d.C.), obispo de Lyon (actual sudeste de Francia), nombró en su obra «En Contra de las Herejías» (redactado en 180 d.C.) como el «Evangelio de Judas» (por supuesto de manera muy hostil, descalificando su contenido), siendo tal vez el primer libro dedicado a combatir otras tendencias o «herejías» en la historia del Cristianismo. Sin embargo, gracias a este personaje, considerado santo y «Padre de la Iglesia» por los cristianos, es que se sabe que el texto original griego, data al menos del siglo III y, probablemente, sea todavía más temprano en su redacción original.
Físicamente, el códice consta de 13 páginas de papiro, escritas por ambos lados, de las cuales se ha podido conservar y traducir el 85% del texto, considerándose que el otro 15% se ha perdido para siempre (o al menos hasta que no se descubra otra copia del texto original).
Gran parte del deterioro sufrido por el papiro, donde el libro está escrito, tuvo lugar en los 22 años que deambuló por diversos entornos relativos al tráfico de antigüedades egipcias, dado que en esos tiempos se encontraba en la clandestinidad, período durante el cual no recibió cuidado o curación alguna.
A partir del año 2002, se comenzó la restauración a cargo de la reconocida experta en la materia, Florence Darbre, graduada en Licenciatura de Letras e Historia del Arte y en Egiptología, en la Universidad de Genova. Por otra parte, la traducción del texto estuvo a cargo del Dr. Rodolphe Kasser, una de las mayores autoridades mundiales en lengua copta.
En el año 2006, los trabajos de restauración y traducción culminaron y la organización National Geographic Society elaboró un vídeo documental titulado «The Gospel of Judas», lo que dio a conocer el hallazgo a nivel público y generó una controversia de proporciones, que todavía no ha terminado.
Contexto de su contenido:
Se trata de un evangelio (a la par de «apócrifo») muy controversial, porque maneja el paradigma opuesto a la ortodoxia sobre el apóstol «traidor», Judas Iscariote, quien ha sido una de las figuras más demonizadas de la Historia.
Parece que algunos gnósticos, veían en este personaje a un compañero fiel y el único discípulo que comprendió a Jesús de Nazaret, su maestro, quien le dio la misión de propiciar su muerte en la cruz, para completar el propósito de su vida, que no sería la «resurrección» o la «salvación» de la Humanidad, sino el liberar a su espíritu de las ataduras de la carne (y ejemplificar a los demás el camino a seguir).
Según creían los gnósticos, «este mundo» no estaba gobernado por el dios supremo y trascendente, que manejaban ciertas ideas filosóficas avanzadas de aquellos tiempos, sino que éste se mantenía a distancia del plano material (algo así como luego plantearía el «deísmo» en época de la Ilustración, entre los siglos XVII y XVIII, una suerte de «deus otiosus«). Por otro lado, creían en un ser malvado que era el regente de este mundo (el físico, el material). Algunos gnósticos cristianos, pensaban que el «Yãhwêh», del Antiguo Testamento, era esa entidad maléfica.
En el Evangelio de Judas, no se nombra a esta entidad, sino que se pone en boca de Jesús las palabras «vuestro dios» (al dirigirse a sus discípulos y en contraposición al «verdadero», que era ajeno al mundo material).
A los fines de comprender los orígenes del Cristianismo, no hay que tratar de ver a este texto como una apología del verdadero Judas (si es que fue una persona histórica real). Por el contrario, los gnósticos solían utilizar a cualquier figura de las historias neotestamentarias para crear narraciones figuradas, con las cuales expresar sus ideas de manera más clara.
Nada mejor que Judas para ejemplificar la noción de rechazo a la idea de la «salvación», la «resurrección» (que primaba en la corriente popular y, tal vez «oficial» del movimiento de Jesús) y el poner énfasis en que Cristo se liberó de la materia a través de la muerte y que eso es lo que deben hacer todos los que lo sigan.
Sin embargo, más allá de la visión gnóstica de este asunto, hay un concepto interesante, que se trasunta más allá de la ideología que lo creó: Si el texto original data de alrededor del año 150 d.C. o quizás antes (debió ser así porque tuvo que preceder a Ireneo para que este pudiera citarlo), entonces hay que entender que para los cristianos de los primeros 120 o 150 años posteriores a la época en que Jesús de Nazaret vivió (supuestamente), ¡no era descabellado ni ofensivo ni temerario el pretender que Judas fue un discípulo fiel!, que obró en consecuencia a los dictámenes y planes de su maestro y que, en definitiva (y he aquí el punto de verdadero interés), Jesús quiso morir en la cruz. No fue traicionado, sino que llevó a cabo un plan pensado para el caso. Esta idea es «refrescante» y «desectructurante», por decir poco…
El «Judas» de este evangelio, y más allá de las diferencias ideológicas, sería muy parecido al que plasmara Nikos Kazantzakis, en su notable novela «La Última Tentación de Cristo» (Al menos en su personalidad e intenciones).
Más allá de estas controversiales hipótesis, hay un dato más general y relevante: Queda claro que el Cristianismo de los primeros dos siglos no era, en lo absoluto, algo homogéneo y parecido a lo que devino luego de Constantino I y el Concilio de Nicea. Cada día más, a partir de los descubrimientos de los pergaminos de Qumrán, los papiros de Nag Hammadi y ahora con este nuevo «Evangelio de Judas», es obvio que se trató de una muy diversa comunidad, compuesta por muchas sectas y variantes (interpretaciones radicalmente diferentes de la supuesta vida y palabras del Jesús histórico) y que, a la postre, sobrevivió sólo una de ellas, borrando el recuerdo de las otras o proclamando que eran «herejías» o «supercherías», a la par de destruir sus fuentes (libros, escritos, etc…).
No en vano, los textos de Nag Hammadi, así como el presente «evangelio», debieron ser enterrados para salvarlos de la destrucción. Cabe acotar, que los pergaminos del Mar Muerto fueron escondidos para preservarlos del poder romano -por entonces pagano-, pero estos otros enterramientos trataban de frenar la destrucción de libros por parte de los propios cristianos -pero de la corriente dominante.
Lo anterior, deja ver que las cosas no ocurrieron «como nos la contaron» y este es el punto en que creo, debe existir un serio interés pagano en estudiar estas cosas. De manera tal, que podamos entender el origen del sistema de creencias hegemónico en Occidente y del porqué de su ideología proselitista y dogmática. Con esa finalidad principal, aunque también por un interés cultural en general, se ha agregado este libro a la colección de «Reflexiones Paganas».-
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