Es imposible que los seres humanos tengamos puntos de vista objetivos. Podemos tratar de ser menos sesgados y parciales, pero la objetividad no es alcanzable por nuestras mentes.
Lo único que diferencia a algunas personas de otras a este respecto, es que muchos entienden esto y otros muchos no… Los segundos, se creen especiales, portadores de la verdad y con derecho a indicar a los demás cómo deben vivir y pensar… A este grupo pertenecen aquellos que se montan en cólera, llaman a «la lucha» y atacan a otros, cuando su «verdad» comienza a ser puesta en duda…
Decía Aristóteles de Estagira, que “la política es el arte de lo posible”. Siendo así, es fácil asumir lo peligrosas que son las ideologías que persiguen utopías.
Las personas que creen en cosas imposibles o incongruentes con la realidad, siempre terminan sufriendo algún brote psicótico, con reacciones desproporcionadas respecto de los hechos que las originan.
Las utopías son como las mentiras o las alucinaciones, cuanto más tratan de justificarse y de sostenerse, más lejos estarán sus partidarios de la realidad, de la honestidad y de la serenidad. ¡La disonancia cognitiva estresa…! Por eso es que todo partidario de ideas utópicas es autoritario, agresivo y alguien que siempre pone por delante a su idea o creencia (incluso por sobre las demás personas o que a la misma Realidad).
Por esa razón no hay que tener principios sino valores… Los valores son dinámicos, se adaptan a las circunstancias y posibilitan decisiones razonables en todas las situaciones.
Por ejemplo: ¿Nos gusta el frío? ¿Pensamos que unos 15 grados Celsius es la temperatura ideal? ¡Perfecto! Pero si se tiene que elegir entre 20 y 30 grados, uno se conforma con 20 y ya… No se colapsa ni se muere por ello; no se piensa que “la vida ya no tiene sentido” o que “todos están en nuestra contra”, si hace 16 o 17… Se busca el “mal menor” (no el “bien mayor”, que es cosa de locos, gurúes y “profetas”). Eso es vivir bajo valores éticos y estéticos…
Por el contrario, los que se manejan con “principios”, son inflexibles, no se adaptan, no entienden nada que sea diferente o que esté por fuera de los mismos. Mucho peor, cuando esos principios son slogans que otros han prefabricado y ellos se aprendieron de memoria, por el motivo que fuere… Por eso terminan siendo autoritarios, casi siempre totalitarios, inclusive…
No hace falta que las discrepancias sean “de vida o muerte”, para que las mismas le resulten trágicas a quien es utópico… Se cuenta que, entre los pitagóricos, el descubrimiento de la raíz cuadrada del número 2 (es decir, cuando se percataron que su cálculo tenía un resultado irracional) los dividió y los llevó incluso al homicidio del “contrario” (entre quienes aceptaban eso y quienes no, que no podían creer que existieran los números “irracionales”, los “no perfectos”).
La gente “pro-utopías” ve a los que no lo son como enemigos jurados, como a criminales; nunca aceptan disidencias o alternativas. Al contrario, las personas con valores, pero realistas, ven que otros siguen o prefieren caminos diferentes, alternativos a su propio pensar, pero nada más…
No hay diferencia entre las diversas utopías alucinadas por nuestra especie, todas terminan desquiciando a sus partidarios y volviéndolos inhumanos; convirtiéndolos en “memorias pregrabadas” con colecciones de consignas y slogans.
Las utopías van a contramano de las leyes naturales, de la evolución y de los instintos básicos que caracterizan a la Humanidad. Debido a ello, toda pretendida instauración de las mismas conlleva violencia, destrucción y quita (en vez de adición) de derechos civiles y humanos. Las utopías han hecho sufrir y les han quitado la vida y las posesiones a muchos, pero nunca han logrado hacer feliz a nadie, mucho menos, a pueblos enteros…
El día 19 de noviembre pasado, se definió en elecciones democráticas y libres, quien sería el nuevo presidente de la nación de mi país, la República Argentina. Por amplio margen (cerca del 55% de los votos), ganó el candidato que representaba al liberalismo y a la postura ideológica más antagónica al desastroso gobierno saliente, el del kirchnerismo, régimen populista de izquierda, que dominó durante 16 de los últimos 20 años al panorama político de esta nación.
La reacción de los que ahora deberán acostumbrarse a ser la “oposición” no se hizo esperar: Tratando de todo tipo de cosas (ninguna simpática) a quienes optaron por ese cambio, demostrando que son “demócratas” sólo cuando la balanza electoral los beneficia.
Se le atribuye (quizás erróneamente) a Albert Einstein la frase de “Es de locos pensar que se puede cambiar haciendo siempre lo mismo”. Ya sea que el célebre físico la dijera realmente o no, es totalmente cierta: Luego de dos décadas de corrupción, de la carencia casi total de libertad de empresa; de la ausencia de una economía abierta y de una orientación hacia el mundo libre y civilizado en la política exterior, este país está al borde del abismo y, por tanto, fue absolutamente lógico el buscar soluciones en una dirección diferente… Si en dos décadas todo empeoró, es obvio que en cuatro años más de lo mismo, nada iba a mejorar.
Por mi parte, quiero comenzar por aclarar que no voté al candidato que ha ganado. Soy partidario del PRO (del “macrismo”, no de todo el espectro de «Juntos por el Cambio», sino del núcleo original de esa facción) desde el mismo día de su fundación. Sin embargo, esa fuerza política no estuvo a la altura de competir contra la devastación dejada por el populismo «K» que el país sufrió durante todos estos años. Ya fuera por el fracaso anterior, cuando gobernó el país entre los años 2015 a 2019 (producto de la inacción, no de la corrupción o la perversidad, como sí fue el caso del régimen que termina), de excesivo “gradualismo”; de ciertos errores o incompetencia técnica, no pudo dar solución al caos que vivimos desde el 2001 a esta parte…
Todo el que me conozca, sabe que soy liberal, que lo fui desde mi juventud y lo sigo siendo a mucha honra, aclarando que, a la antigua usanza, creyendo que los DD.HH. son parte de esa ideología y no propiedad de la opuesta, como la historia de nuestra especie demostró desde la Revolución Francesa a esta parte. Son las naciones libres y occidentales las que respetan esos derechos, no las teocráticas, las colectivistas o las «revolucionarias». No veo contradicción entre la propiedad privada y la libre empresa y la defensa a rajatabla de esos derechos y de las más altas metas del Humanismo (sino todo lo contrario).
El ser humano es un individuo, si se lo reduce a «engranaje» de una maquinaria se lo cosifica y se lo vuelve menos que un animal. Por el contrario, si se le deja libre para que use su mente y su cuerpo, su tiempo y su energía, mediante su voluntad, puede lograr las grandes cosas que han hecho que, desde las cavernas, nos proyectemos al espacio y quizás más allá.
Por otra parte, para gozar de las libertades individuales y civiles, no se requiere que el Estado haga nada. No hace falta consumir recursos, tiempo o esfuerzo en ello. La ausencia de represión es suficiente. ¡Todo Estado que pretenda restringir a los individuos y a su sagrado derecho a la Libertad, tiene que gastar recursos en ello, no a la inversa!
En su momento, arriesgué la vida luchando contra la Dictadura Militar que controló al país entre 1976 y 1983 (cuando salir a la calle podía costar muy caro, no como ahora, cuyas únicas víctimas de las protestas son los bienes públicos, los comerciantes y los ciudadanos que circulan), pero también me opuse, años después, a toda pretensión de instaurar cualquier clase de régimen colectivista. Así que no será novedad lo que digo, si es que, como referí, me conocen bien… Tampoco va a serle fácil, a quien quiera cuestionar mi consciencia social o mi ética política, por estas declaraciones, dado el historial de vida que tengo en ese sentido.
Como fuere, el pueblo argentino se expresó hace unos días, quizás como lo hizo en las épocas fundacionales de esta nación: En pro del valor más sagrado de todos, y el que nos fue negado por una banda de mafiosos populistas desde hace ya muchos años… El de la LIBERTAD, el derecho a ser individuos y no parte de una «masa» o carne de cañón para imbéciles que gritan en los balcones de los edificios gubernamentales o arman «cadenas nacionales» día por medio.
El pueblo se expresó como aquella vez, hace 40 años, cuando le dijo NO (para siempre) a toda forma de dictadura y de gobierno ajeno a la democracia… Del mismo modo se dijo, por amplio margen, NO a la decadencia, no a la arbitrariedad y no a la negación del mérito; a la falta de la libertad de ser y de hacer y del sentido básico de cualquier sociedad, cual es el que quien más beneficios traiga a la comunidad, mayores prerrogativas deberá tener. Entre otras cosas, ¡la meritocracia fue redimida!
Con este cambio, se puso punto final a un sistema donde se liberaba a los criminales y a los que estaban dentro de la cárcel se les daba teléfonos celulares, internet y todas las comodidades que la clase media y que la gente que produce, fue perdiendo a través de cientos de «decretos de necesidad y urgencia» y de medidas demagógicas de todo tipo. Se le puso punto final a los «líderes revolucionarios», al feudalismo de políticos e «iluminados», que no servirían ni como personajes de comics baratos, pero que nos tuvieron bajo su pulgar durante décadas.
La Argentina tuvo la oportunidad de decir NUNCA MÁS a las dictaduras militares en 1983… En aquel momento, todos votamos por ello y esa triste era terminó, quedando como una parte negra de la historia, pero nada más… Hoy, 40 años después, tenemos otra chance real, la de dejar atrás a 80 años de populismo intermitente (básicamente, protagonizado por el peronismo), que nos empobreció, embruteció y volvió de ser una potencia mundial a un país al tope en el ranking de la mediocridad…
Sólo nos hace falta lo que el gobierno entrante prometió: Libertad para todos, para producir, crear y crecer, para vivir sin la opresión del Estado. Porque los seres humanos no necesitamos de salvadores, de líderes; de próceres ni de «superheroes» para ser felices, productivos, realizados o para dejar una huella valiosa en la corta vida que nos toca vivir… Sólo requerimos que los delincuentes, que los mafiosos, que los corruptos y los inútiles, no se nos pongan en el camino y que no traten de arrastrarnos al fango de donde ellos, por su propia naturaleza y no por la obra de nadie más, no pueden salir…
Que le quede claro al que no prestó atención a los enésimos intentos en contrario que la historia humana lleva «experimentando» desde hace 150 años… ¡El único Estado que es bueno, que funciona bien, es aquel que no estorba en la vida de los ciudadanos honestos y el que no le impide crecer y crear a quienes así lo desean! El término «Estado presente» es sólo un eufemismo para referir al Estado orwelliano, al de los regímenes totalitarios…
Parece ser que se terminó la era de echarle la culpa a otra clase social, a un grupo diferente del propio o a cualquier otra persona que casi seguramente no conocemos, por nuestras miserias y fracasos. Quizás, sí, comience una era en donde cada quien pueda vivir según lo que merece, según su propio esfuerzo, sus propios talentos y su deseo de progresar y ayudar al progreso de la sociedad en donde vive…
Con este cambio, la República Argentina se ganó una nueva oportunidad de volver a ser lo que alguna vez fue… Esperemos que podamos aprovecharlo… Y que el populismo «K» sea otra página negra más de nuestra historia, dentro de no demasiado tiempo… No mañana, porque los milagros no existen y el saqueo fue muy grave, pero sí, en pocos años más.
Es cierto que, en la última elección, no ganó un candidato ideal, ni siquiera el que yo hubiese preferido… Pero como una vez dijo Mick Jagger en una de sus canciones: «No siempre puedes tener lo que quieres, pero si tratas, a veces, puedes tener lo que necesitas».
Mañana, 10 de diciembre, asume el nuevo gobierno… Mañana, este país, volverá a ser parte del mundo civilizado… ¡Lo cual no es poco! Mañana, mi país puede que vuelva a ser libre de nuevo… ¡Lo cual ES MUCHO!
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»