Si se quiere obtener agua salada, se la toma del mar o se le echa sal a la del grifo, pero por arrimarla cerca del salero no se la convertirá en salada y con la intención de agregarle sal, pero sin hacerlo realmente, tampoco… Por otra parte, si se comete el error de agregarle azúcar, no se logrará aumentar su salinidad, por más que se enfoque en ello toda la motivación, la voluntad y el deseo de lograrlo. En la vida, lo que cuenta son los hechos y los resultados, no las intensiones o los propósitos.
Lo anterior tiene tanto implicaciones éticas como psicológicas, en todo aquel que practique algún sendero relacionado con lo pagano. En el mundo moderno, “progresista”, “políticamente correcto” e “inclusivo”, parece que con tal que alguien haga el intento o que incluso diga o haga referencia a lo que desea, ya está todo resuelto, el trabajo realizado y no hay nada más que hacer o, por lo menos, no sería estrictamente necesario. Sin embargo, esa cultura de la flojera surge del cristianismo y de la famosa frase “los últimos serán los primeros”1 y también de las ideologías políticas colectivistas que han derogado la noción de mérito, propiedad e individualidad. Pero no obstante, en el paganismo, los últimos siguen siendo eso, los últimos, y no da igual llegar segundo que primero ni tener la intención de hacer algo bien pero, a pesar de ello, que resulte mal… En el modo pagano de vida, cuenta tanto el principio, como el medio y el fin, pero también el resultado objetivo. Ni la intención ni las disculpas por resultados incompletos, defectuosos u olvidados, procede.
Esto fue así por miles de años y no en vano, durante todo ese tiempo, sólo sobrevivía aquel que se esforzaba y lograba sus objetivos. Los “últimos”, generalmente eran los que no comían, los que no sobrevivían; eran las victimas, los “eliminados” de la ecuación… Esto no está sujeto a debate, ni tampoco ha cambiado con el paso de los siglos… Todos pueden verificarlo con una rauda observación de cualquier cultura significativa del pasado o del presente y de cómo funciona la Naturaleza, tanto para nuestra especie como para cualquier otra.
Pese a lo anterior, muchos neopaganos pretenden tomar los simbolismos y las apariencias de los cultos y senderos ancestrales, pero con la blandura y el conformismo moderno… Eso nunca funciona y es el objetivo de este artículo el mostrar la razón de ello.
Conviene aclarar, a priori, que el intento fallido de aquel que recién comienza en la práctica de una disciplina no es un demérito, en tanto persista en su objetivo, ni tampoco se pretende implicar que sólo los expertos o los de gran experiencia deben intentar alcanzar objetivos ambiciosos. El error, no está en fallar porque se apuntó demasiado alto, sino en hacerlo demasiado bajo, en ser pusilánimes, en ir a lo seguro, incluso si se acierta. Tampoco es inválido el necesitar muchos intentos, sino el dejar de tratar a la primera o segunda vez que se falla.
Ahora bien, la mayoría de las tradiciones neopaganas tienen una visión romántica y fantasiosa respecto de los antiguos “iniciados en los misterios”, de los alquimistas y brujos medievales; de los ocultistas, magos y antiguos sacerdotes… Pero aunque pasan sus vidas pensando en ellos, jamás entienden de qué trataban esos asuntos y actividades, porque “esfuerzo” y “mérito” ya no figuran como sus prioridades conductuales o como parte del normal vocabulario que usan en sus vidas.
En la Antigüedad, “iniciarse” en algunos de los cultos mistéricos conllevaba tiempo, esfuerzo, compromiso y sacrificio, era algo serio, que se tenía que lograr según pasos establecidos. La menor procastinación o displicencia dejaba fuera al candidato. Esto tiene que poner en claro de qué iba la cosa… Era el “camino” lo que importaba, no el rito final que constituía una simple formalidad.
Para entenderlo, imagínese a alguien que estudia medicina, derecho o arquitectura, por ejemplo… ¿Qué es lo relevante? ¿Los años de aprendizaje y el haber sorteado con éxito todas las pruebas y exámenes o la entrega del diploma? El evento final, la “certificación” del logro, sólo tiene sentido si el mismo fue alcanzado mediante el correcto medio, pero también si se llegó hasta éste sin trampas o atajos.
Cuando se analizan los grimorios medievales, puede notarse que la mayoría de estos libros son sólo galimatías sin sentido, redactados con el propósito de lucrar y engañar a otros. Sin embargo, algunas veces, la complejidad de las fórmulas y rituales tenía una finalidad legítima, la misma era parecida a la interminable labor de los alquimistas (la de los pocos que no abordaban esa actividad para embaucar a otros). Se trataba del periplo, de emprender una tarea tan difícil que terminaba por modificar la cosmovisión, la percepción del mundo y la propia psicología de quien la completaba.
Esa es la llave de todo proceso “mágico”, ya que la magia ocurre dentro de la mente del operador, no fuera de la misma y es por eso que rara vez se obtiene algún beneficio o resultado significativo en ese rubro en los tiempos modernos.
La cultura de lo fácil, lo instantáneo y del “propio sentir” no sirve para ningún sendero pagano, ni tampoco para cualquier estilo de magia, brujería o afines… Cuanto más largo, arduo e intenso es el proceso que lleva al fin buscado, más probable será su logro y más significativo y notorio su resultado. La paciencia y la noción de que en este camino todo lleva mucho tiempo y esfuerzo es fundamental para avanzar en el mismo.
Si alguien quiere tener una Ferrari no toma un auto compacto, lo pinta de rojo y le pone el logo de dicha empresa, porque lo que obtendrá con eso será sólo un auto compacto con pretensiones ridículas. Lo que esa persona hará (o por lo menos, lo que debería hacer para tener alguna chance de cumplir con su “sueño”) es ahorrar durante mucho tiempo, privarse de otros lujos y gustos para, un día, llegar a poder comprar dicho automóvil.
Valga mi ejemplo “consumista” para lo que se explica en este artículo, porque el sentido de tiempo y esfuerzo, de sacrificio y paciencia es el mismo. Las reglas del mercado y la economía son muy parecidas a las que priman en la Naturaleza.
En el paganismo no hay un “Dios Padre” protector de sus “niños”, no hay “pastores” que cuidan de sus ovejas ni salvadores o redentores de nada ni de nadie; tampoco existe la pretensión de un Estado que cubra nuestras necesidades básicas, sólo porque seamos habitantes de una región o país. No se debe esperar de los dioses o de la Madre Naturaleza ningún tipo de facilitación, ni de algún “toque” que nos libre de las penurias o experiencias que hay entre nuestro ser y el logro buscado, entre el inicio y la meta. Los dioses sólo nos pueden inspirar a seguir el camino del héroe, en vez de permanecer transitando el que está signado para el mediocre, pero el héroe siempre recorría (y recorre) ese camino, solo.
Las excusas, las lamentaciones y los argumentos justificatorios no valen para nada en nuestra concepción de la vida: Porque no creemos en salvadores o mesías que vayan a “escucharlos”.
Si a un antiguo griego o romano se le pisaba un pie o se le dañaba de algún modo, de manera casual, no se le pedía “perdón”, eso habría sido ridículo, irrelevante… Si se tenía suerte, aquella persona pensaría que fue ανανκη (Ananké), la Moria o el Hado; el Destino o Fatum y ya, pasaría a otra cosa… También podría pensar que fue ὕβρις (hýbris), el exceso, el descuido o la desmesura… Pero si se lo tomaba en un mal día, se habría ganado un enemigo, sin más que hacer al respecto.
El “perdón” en el sentido de una acción simbólica que pretenda corregir las cadenas causales ya desatadas, era irrelevante y totalmente vano. En el mundo antiguo, se asumía que lo que se hizo mal, no tiene remedio; que lo que se intentó y no se logró, no vale de nada y debe volverse a intentar sin dilaciones (si es que se tiene la suerte de poder hacerlo).
Si bien es cierto que todo el mundo puede equivocarse y que raramente las cosas se logran al primer intento, no lo es menos que la mayoría de los errores son irreversibles y que cada intento fallido es una posibilidad menos en el camino del logro buscado.
En el paganismo y, siendo realistas, en la Vida en general, la intención no es lo que cuenta sino el resultado. Sin entender esto, nunca se logrará avanzar u obtener objetivo alguno y un día nuestra existencia terminará sin haber legado nada que fuera significativo.-
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»