Better to reign in Hell, than serve in Heaven.
John Milton

En el estudio de la mitología universal y del origen de las religiones, uno de los temas más fascinantes es el surgimiento y la evolución de los mitos judeo-cristianos sobre el Diablo y de cómo, a través de los siglos, esta idea “polar” del “Bien” y el “Mal” enfrentados, fue asimilando diversas entidades de mitologías tan disímiles como la mazdeísta, la romana, la egipcia o la cananea, entre otras muchas…

En este artículo, comenzaremos por analizar el origen de Lucifer, el más célebre y menos comprendido de estos seres, que comenzó siendo el símbolo de la primera luz, de la sabiduría en ciernes y terminó por convertirse (en la óptica cristiana) en el líder de los “ángeles caídos”.

Como se verá a continuación, la figura de Lucifer es sincrética y tiene un origen pagano, tanto cananeo como romano y fue re-interpretado por el judeo-cristianismo para desempeñar el papel de una entidad que desafió al dios abrahámico y que por eso fue condenado.

Esta entidad, es el dios del Lucero Matutino, la estrella del alba, que no es otro que el planeta Venus, cuando en ciertas etapas de su órbita, aparece antes que el Sol. Nunca mucho antes, porque es un planeta interno del Sistema Solar (está más cerca del Sol que la Tierra).

El cómo llegó a ser el “Lucifer” de los cristianos y de los mitos literarios de Dante Alighieri (1265 a 1321) y su “Divina Comedia” o de John Milton (1608 a 1674) y su “Paraíso Perdido”, parte de un versículo bíblico, del libro de Isaías, en el Antiguo Testamento de la Biblia:

“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.” (Isaías 14:12)

En el versículo hebreo original, dice:

אֵיךְ נָפַלְתָּ מִשָּׁמַיִם הֵילֵל בֶּן שָּׁחַר נִגְדַּעְתָּ לָאָרֶץ חוֹלֵשׁ עַל גּוֹיִם

El significado de esta frase, no está claro… La relación con la estrella matutina fue, muy probablemente, hecha para dos reyes extranjeros, de diferentes culturas, que tenían en común el ser archienemigos del pueblo judío.

El primero de estos dos monarcas fue Sennaquerib, el gran rey asirio (quien reinó entre los años 705 a 681 a.C.), hijo de Sargón II. Este rey, conquistó el reino del norte de Israel y sometió o destruyó a 46 ciudades del área de Judá, así como también a gran parte del territorio fenicio, tomando las ciudades de Sidón y Biblos; del área filistea de Gaza, como las ciudades de Ashkelon y Ashdod y finalmente, los reinos de Moab y Edom.

Por las conquistas de este rey y de sus predecesores (como las de su padre Sargón II, que sometió a Samaria y destruyó el reino allí existente, en 722 a.C.), que venían asolando la región más de un siglo antes, se dieron deportaciones de hebreos a Nínive y la dispersión de lo que luego se darían en llamar las “Tribus Perdidas de Israel”.

Sin embargo, el versículo de Isaías, se relaciona más frecuentemente, con Nabucodonosor II (630 a 562 a.C.), quien entre los años 587 a 586 a.C., tomó Jerusalén, destruyó el primer templo, atribuido al mítico rey Salomón y deportó a los judíos a su capital, Babilonia, donde permanecieron cerca de medio siglo (hasta que los persas les permitieron volver a su ciudad y restaurar el templo).

Ambos conquistadores fueron extremadamente odiados por los antiguos hebreos, así que no está claro a quién se refiere el versículo…

La leyenda bíblica dice que Sennaquerib fue asesinado por sus propios hijos luego de la fallida toma de Jerusalén (por una peste que envió el dios hebreo sobre las tropas asirias), que por entonces estaba gobernada por el rey Ezequias (según cuenta el segundo Libro de los Reyes del A.T., en sus capítulos 18 y 19). En realidad, como lo atestigua el «Prisma de Sennaquerib«, el rey asirio pidió tributo a la ciudad y se retiró a su capital, Nínive, ya que el reino del sur (Judá) no poseía riquezas que justificaran el continuar la campaña militar.

Tampoco murió a poco de ello, ya que en 689 a.C. conquistó y destruyó a Babilonia y falleció 20 años después de la campaña contra Judá (si bien es cierto que a manos de algunos de sus hijos, aunque otro de ellos, Asarhaddón, fue quien lo vengó y asumió el poder).

Nabucodonosor, el rey caldeo, hijo de Nabopolasar, fue todavía más odiado, por ser el responsable de la destrucción del templo, y es probable que la caída de Babilonia a manos de los persas (en 539 a.C., al mando de Ciro II, el Grande) fuera la interpretación preferida que los judíos hacían de este versículo (ya que el rey caído de Babilonia se llamaba Nabonido, por lo que en la fantasía de éstos, ambos reyes caldeos pudieron verse como uno solo).

La parte del libro de Isaías que va de los capítulos 1 a 39, es llamada Proto-Isaías, por ser la más antigua, y pudo cuadrar con la época de Sennaquerib, así que es probable que se utilizara para ambos reyes y quizás para algunos otros que atribularon a los judíos durante aquellos siglos. Sin embargo, esa es la realidad histórica que rodeó al versículo, mas no la interpretación que se hizo más tardíamente…

Para comprender con mayor profundidad el tema, hay que adentrarnos en la mitología cananea y egipcia, que fue conformando los panteones de dioses de la religión local desde miles de años antes que asirios y babilonios asolaran la región.

En hebreo, la parte de “Lucero, hijo de la Mañana” se pronuncia: הֵילֵל בֶּן שָּׁחַר (“Helel ben Shahar”). Ahora bien, Shahar era el dios del planeta Venus y/o del Alba en el panteón de Ugarit, la ciudad estado cananea que influyó notablemente en la cultura hebrea, incluso en su religión. Se trataba de una deidad similar al Shu egipcio, que también era el dios del «aire luminoso» y de la «estrella matutina».

Shahar era hijo de אל / ʾil / El, el dios principal de Ugarit y de toda la cultura cananea, el cual no es otro que el posterior אֱלֹהִים (Elohim) de los hebreos y del Génesis bíblico (quienes usaban el plural mayestático para aludir al mismo nombre).

La palabra “helel” viene de la raíz hebrea הלל (halal), que significa “espléndido”, “resplandeciente”… Así que la traducción es correcta: Se hace alusión a algún ser importante (seguramente uno de los reyes conquistadores citados), que eran un “hijo resplandeciente de la mañana”, y que luego cayó en desgracia.

Cabe observar cierta correspondencia entre el titán griego Hiperión, como refiere el historiador griego Diodoro Sículo del s. I a.C.: «De Hiperión se nos dice que fue el primero en encender…», y la deidad cananea. Se trata del arquetipo divino de la «primera luz», de la entidad que, por primera vez, ilumina a los hombres (siempre antes de la deidad solar principal).

Fue lógico, que a través de los siglos, el odio de los judíos hacia los monarcas conquistadores a los que, se supone, se refiere el versículo del libro de Isaías, combinado con la no menor aversión a las religiones de los cananeos y egipcios, le dieran a la estrella matutina un significado ominoso.

De allí, es de donde los cristianos (y posiblemente algunas de las sectas judías radicales del tiempo de Jesús de Nazaret) crearon la noción del ángel principal de su dios, que quiso ser más que éste (se levantaba o aparecía antes, en la mañana… como Venus precede al Sol) y por eso fue castigado y cayó de su puesto.

Este otro aspecto del mito, es decir, la idea de «querer ser más que Yãhwêh», el dios hebreo, se reforzó mutuamente, entre el proceso astronómico citado y el versículo siguiente del libro de Isaías:

«Tú has dicho en tu corazón: Subiré al cielo en lo alto; hasta las estrellas de Dios levantaré mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea, en las regiones más distantes del norte». (Isaías, 14:13)

Aquí es evidente que se sigue hablando de reyes terrenales pero, con el correr de los siglos, la idea de una entidad malévola, que quería preceder a Dios, se cimentó para siempre en la mitología popular y fue aprovechada por los poderes religiosos de turno.

Pero, ¿Cómo es que surgió el término “Lucifer” en la terminología judeo-cristiana?

La razón de ello, se origina en las sucesivas traducciones de la Biblia… Primero de la “Septuaginta” o “De los LXX” (porque según la tradición, fueron 72 los sabios que la tradujeron -y por costumbre el número se redondeó en «70»).

Este libro (primera compilación real de los textos sagrados hebreos), fue ordenado por Ptolomeo II Filadelfo (284 a 246 a.C.), rey de Egipto, probablemente para sumar los textos citados a la gran Biblioteca de Alejandría.

La «LXX» fue escrita en koiné, el griego internacional helénico, en la ciudad de la citada biblioteca. En ella, el versículo de Isaías se tradujo como Ηως (Eos), o sea, la diosa titánide (griega) de la Aurora…

Pero, siglos más tarde, cuando el papa Dámaso I le encargó la traducción al latín vulgar de la Septuaginta (de ahí el término “Vulgata” o “popular”) a Eusebius Sophronius Hieronymus, conocido por los católicos como “San Jerónimo”, quien terminó la obra en 382 d.C., este tradujo el versículo de la siguiente manera: Dado que el verbo latino para “brillar”, es fero y que el sustantivo que equivale a “luz”, es lux, se utilizó el apelativo del dios romano de la Aurora, “lux-feris” o “lucifer”.

Por tanto, el versículo ya aludido, quedó de este modo:

«Quomodo cecidisti de cælo, Lucifer, qui mane oriebaris? corruisti in terram, qui vulnerabas gentes?» (Vulgata, Isaiæ 14:12).

No obstante, en el Cristianismo de los primeros dos siglos, no siempre se consideró a la «Estrella de la Mañana» como sinónimo de maldad o de algo demoníaco. Incluso en el Nuevo Testamento, se la nombra dos veces…

«También tenemos la palabra profética que es aun más firme. Hacéis bien en estar atentos a ella, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que aclare el día y el lucero de la mañana se levante en vuestros corazones.» (II Epístola de Pedro, 1:19)

En el texto original de esta epístola, se usa la palabra griega φωσφόρος (phosphoros) = «el que da luz», que es equivalente a «lucifer» en latín. Φωσφόρος o Έωσφόρος, era el dios griego de la luz del Alba (es decir: «El que trae la luz» y «El portador de la Aurora» respectivamente).

La otra cita, es la del libro del Apocalipsis 22:16, en donde directamente se equipara a Cristo con el Lucero:

«…Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana».

Aquí no figura la palabra «Lucifer», porque se utiliza una forma equivalente del griego: Αστηρ, λαμπρος ο πρωινος, que podría traducirse como: «Una estrella brillante de la Mañana» (pero sin dejar de aludir a la misma entidad matutina).

Como se puede ver, a estas alturas, ya se nombra a Lucifer como el dador de la Luz, de la Sabiduría… Pero luego, los gnósticos profundizarían esto, al afirmar que Jesús de Nazaret era, en realidad, hijo de Lucifer y que el Demiurgo (Yãhwêh) era un dios malvado y que mantenía al Hombre en la ignorancia y lejos de la «luz espiritual».

Desde luego, este enfoque no prevaleció y, al correr de los siglos, Lucifer pasó a ser (como dije al comienzo del artículo), el personaje diabólico de la «Divina Comedia» o del «Paraíso Perdido» y en la mitología popular cristiana, jamás volvería a representar otra cosa que eso.

No obstante, en los últimos siglos, el Luciferismo renació en muchas órdenes iniciáticas y colectivos esoterístas, tales como los masones, la logia Golden Dawn, la Thelema de Aleister Crowley, la Teosofía y otros grupos. Siempre representando al «portador de luz», a la entidad divina que, precediendo al Sol, trae las primeras luces del día…

Concluyendo: Pagano, no te dejes engañar por el folclore cristiano. Lucifer (Shahar, Shu, Hiperión, Eos, Phosphoros, Eosphoros o sus equivalentes), es un dios pagano, uno que representa la sabiduría y el final de la oscuridad de la Noche; una figura que precede al Sol en la acción de iluminar a la Humanidad y de traerle la «primera luz», antes de que el día comience.

¡Deja ya de lado la idea de que tal entidad es un ser diabólico o relacionado con la oscuridad! A la luz del estudio de la historia y de la mitología, nada podría ser más diferente que eso…

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Oscar Carlos Cortelezzi

Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…

Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).

Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…

«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»

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