¿Qué es mejor? ¿Haber sido y ya no ser o nunca haber llegado a ello? ¿Haber tenido y ya no tener o nunca haber poseído? Es una eterna dubitación, una pregunta sin respuesta…
Aquel que logró tener lo que ambicionaba, pero lo perdió, vivirá hasta su muerte añorándolo, penando por ello, sin posibilidad de real consuelo. Aquel que nunca logró su sueño, seguirá soñando vanamente con ello, perdiendo el tiempo de su vida mortal, sin sentido ni propósito. ¿Qué es menos doloroso de entre ambas cosas? Depende, nadie puede saberlo, no hay respuesta…
¿Qué será menos triste, haber sabido y olvidar o siempre haber ignorado? ¿Haber tenido la oportunidad y dejarla pasar o que ésta nunca haya existido? Tampoco sabemos la respuesta…
Algunos piensan que la solución está en buscar lo utópico, porque al nunca alcanzarse, se disfrutará del interminable placer de su búsqueda, del camino a recorrer en pos de ello. Pero tal cosa es falsa, porque no somos inmortales, no gozamos de eterna salud ni de infinitas energías… Un día el tiempo pasará, la vejez llegará, y con ella vendrá la fatiga y el ocaso de las energías; el horizonte se alejará más allá de nuestro rango de visión y esa búsqueda se asumirá como vana, vacía y sin sentido y se lamentarán los años perdidos en pos de ella.
Otros piensan que lo mejor es no buscar, no ambicionar, no apegarse… Los hay de esos entre las miles de variantes de las filosofías del Oriente y entre las religiones y grupos místicos de Occidente. Pero tales caminos, reniegan de la naturaleza humana, sesgan nuestro espíritu y le cortan las alas. Es como suicidarse para prevenir un accidente, la enfermedad o la vejez; como no competir para evitar perder o no caminar por miedo a caerse. En otras palabras, sería vegetar, vivir sin sentido alguno.
En la mayoría de los casos, parecería que la solución está en no quedarse quieto… Es la felicidad del artista, del guerrero, del filósofo… Que ya sea abordando una nueva obra, una próxima batalla o una idea antes no pensada, deja atrás los logros o fracasos anteriores. Es probable que Shakespeare no sintiera frustración luego de escribir Hamlet, porque no fue su última obra maestra, ni que Alejandro Magno sufriera de tristeza luego de la batalla de Gaugamela, porque le esperaban otros desafíos iguales o mayores.
Pero a veces, unas pocas veces, se logra o se obtiene algo, que uno SABE, jamás se volverá a repetir, a emular o recuperar… Esos instantes, cosas, personas o vivencias de la Vida, que jamás podrás ser equiparados… Cuando se sabe que nada remplazará a lo que se perdió, aunque se viviera mil años.
Uno se pregunta cómo consiguió ser feliz Neil Armstrong, luego de pisar la Luna. ¿Le habrá bastado el dulce recuerdo de las glorias pasadas para soportar los siguientes 40 años de, sin duda, tediosa y mediocre existencia?
Algunos tienen la suerte de morir en el epítome de sus logros, como Aquiles en Troya o Filípides, luego de su extraordinaria carrera y su participación en Maratón, pero son casos contados y el común de los mortales, debe esperar el declive.
En mayor o menos escala, casi todos vivimos, en algún momento de la vida, esa cosa única y gloriosa que no volverá jamás. Por eso, hay que aceptar el ocaso, prevenirnos y saber que la vida siempre es una curva sinoidal, que en un punto de logra la cúspide y que luego todo es decadencia. Esto es así para la vida biológica, que cumple el inexorable ciclo de nacimiento, crecimiento, decrepitud y muerte. Pero también es igual para los hechos puntuales de la existencia humana.
A partir de que tenemos consciencia del pasado y del futuro, nos hemos condenado a ello. Quien perdió lo más grande que tenía, lo llorará por siempre; quien nunca lo logró, lo añorará hasta que muera… ¿Quién sufre menos? ¿Qué es mejor? Es algo que está sujeto a debate y a uno que, según creo, nunca tendrá una definición.
Sin embargo, para el espíritu pagano, probablemente, es mejor haber tenido la experiencia y cargar estoicamente con el dolor de que sea sólo un recuerdo, que llegar al final de la vida sin encontrar nada valioso al mirar hacia atrás…
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»