Los conceptos e ideas vertidos aquí, no obedecen ni reflejan las creencias de su autor, ni tratan de plantear ninguna postura filosófica frente al misterio de la Muerte. Se trata sólo de un relato de ficción, que tiene por finalidad hacerlos dormir menos tranquilos durante las noches…
Pese a ello, existe una solapada e inherente intención, más profunda, en los relatos. Es la de tratar de usar el pensamiento lúdico y el terror, para mostrar lo absurdas y limitadas que son las ideas humanas más comunes, sobre lo que puede venir después de esta vida. Así que si bien la trama es pura ficción, quizás logre hacerles meditar un poco sobre tales trascendentales asuntos…
II.- El Limbo
Nubes oscuras son mis únicas ideas, mi memoria se interrumpe por una muralla sin nombre, ilimitada, la cual no sé si yace en el ayer de un corto lapso o en eones innominados del pasado. Pero las nubes parecen tener pequeños albores, aunque grises y opacos y la muralla, a veces, muestra míseras y repugnantes grietas, las cuales me permiten ver más allá.
Lo que vislumbro es incomprensible para mí. Me contemplo recién nacido, salido de las entrañas de otro ser. Me veo a mi mismo como una débil y pequeña masa de carne, sucia y maloliente, que lucha por vivir, pero que luego de un corto lapso, expira.
¿Habré sido yo esa «cosa»? ¿Habré llegado aquí luego de ello?
No soy el único en estas tinieblas sin nombre. Raramente, encuentro a otros que comparten mi lúgubre destino. Algunos de ellos son como yo, sólo sombras sin pasado ni memoria, no profieren palabra alguna, solo gruñen y suspiran… Algunos otros, sí me hablan, aunque poco comprendo, pues nunca tuve lo que ellos llaman «una vida».
Unos pocos de estos seres, aducen haber sido notables y sabios entre sus pares… Me pregunto qué será «saber», ¿Implicará conocer o haber visto más que la bruma gris, la cual respiramos o el barro eterno, que nunca se seca ni deja de cubrir a nuestras sombras, pese al paso del tiempo? Bah… Si es que como esos «sabios» dicen, el tiempo realmente transcurre.
Alguien, de entre ellos, me contó una vez, que todo esto existe porque hay unos nefastos seres, perversos y mezquinos, que han sentenciado en lejanos tiempos, que aquellos que no pertenecían a su particular credo, aún siendo inocentes (no sé que significa esta palabra, pero la repito, conforme me fue dicha), llegaban a este sitio, al final se sus vidas.
Luego de mucho tiempo, deduje que ese fue mi destino: Nací y morí en esa forma carnosa, débil y simiesca, antes de que estos pérfidos malditos, conjuraran mediante sus extraños rituales «salvíficos», a esos seres iracundos y vengativos, que condenan a todos los que no creen en ellos, aún en el caso, como fue el mío, en que no tuve noticia de que existieran, ni que nadie me pudiera enseñar sobre esa maldición que se ciñe sobre los que han nacido. El ritual no fue consumado y por tanto yaceré aquí por siempre…
Yo soy uno de los pocos que recuerdan, al menos entre las sombras que son de mi clase. La mayoría sólo deambula, gimiendo y llorando por siempre. Nada hacen, nada cambia para ellos. Todo es gris, frío, húmedo y silencioso.
Pero ese no es el peor destino, de cuantos son posibles de sufrir aquí. Hay otras clases de horrendos seres, unos engendros, que casi prefiero no nombrar.
No pueden moverse, se mezclan con el barro eterno y con una especie de líquido bituminoso, que los recubre completamente, el cual semeja a una mezcla putrefacta de sangre y una sustancia acuosa, verdinegra, con un olor abominable.
No hablan, me figuro que no conocen como hacerlo, aunque sus sombras parecen estar tan malformadas o incompletas, que no han de poder emitir otra cosas que los cacofónicos chillidos que profieren.
Están todos fundidos entre sí, conformando una masa de carne en descomposición, que a duras penas semeja a un grupo de seres que podrían haber sido humanos…
Los hombres sabios, me dicen que son «los no nacidos», aquellos que vieron frustrados sus derroteros a la existencia mortal, por no ser queridos por sus progenitores. ¡Me aterra pensar que estuve cerca de ser uno de ellos! Aún con mi mísera existencia, al menos soy una sombra… No una de esas masas innombrables de pestilencia gimiente.
También están los locos. Son ellos unas sombras mayores que yo… Tal vez fuera que llegaron a vivir más años, en ese otro mundo o existencia, que las nubes o el muro en mi mente, no me deja contemplar.
Son horribles seres… Sus faces sin rostro, sus huesos sin carne, sólo gritan de manera infernal, repitiendo siempre el mismo alarido: «¡NO EXISTO, NO SOY, NO CREO!». Todos dicen lo mismo, todos lo repiten sin parar, en una eterna letanía que los enloquece y lleva al borde de la demencia a las sombras que los ven pasar.
Su andar es lento, cansino, agónico, reptante… Semejan gusanos de ataúd, más que remedos de mortales. Su destino es el horror, un eterno grito de pavor sin fondo, una eterna visión de negrura abismal.
Luego están, como ya he dicho, los «hombres sabios». Por lo poco que me han contado, ellos son el cúmulo de grandes seres que vivieron antes de que el nefasto credo surgiera, durante los incontables siglos previos al decreto de nuestra condenación. También unos pocos, que vivieron después, pero sin conocer a esa extraña y cruel fe.
A veces, puede oírse un clamor, entre las ilimitadas tinieblas y vapores que nos rodean… Son estos «notables» que discuten entre sí o consigo mismos, sobre sus ideas y vidas pasadas. El ruido es tenue, pero se mezcla tanto, pues tantas son las voces, que nada de ello es inteligible. El clamor sólo dura un rato, luego vuelve el silencio y las sombras callan por otro período indefinido… Ya que, repito, el tiempo aquí no existe.
Me ha ocurrido, el ver a otro tipo de sombras: Son las «almas en pena». Los sabios dicen que, de entre todos nosotros, ellos son los únicos que yacen en este fango de penumbras por su propia voluntad.
Parecen esperar, nadie sabe qué… Parecen buscar o bien tratar de hacer algo, que nunca ocurre o se vislumbra. Algunos de ellos corren como si huyeran de algo. Pobres infelices, no entiende lo que incluso yo sé: No hay aquí a donde ir, todo es igual y nunca cambia. Otros están tan quietos como los troncos de los árboles muertos (no sé bien que es un árbol, pero los hombres sabios me han hablado de ellos) y profieren largos lamentos, rítmicos, lentos y tan tétricos que, según se dice, a veces logran penetrar la barrera que separa a nuestro mundo de sombras de aquél otro, donde los vivos moran. Entonces se manifiestan allí, por cortos lapsos, en las noches oscuras, en las tinieblas y brumas similares a la de éste, nuestro mundo.
La última clase de seres que deambulan por aquí, es en realidad la más abominable. Son las almas sin rostro, los naturales del limbo. Ellos estaban aquí desde antes que ningún otro, mucho antes de que se inventara la fe que es nuestro anatema. Son los que nos rodean siempre, los que hacen temblar a todos aquellos que moramos en las sombras.
Tales seres no hablan, pero nos transmiten una idea: «Esperad, esperad… No pasarán mucho tiempo, sino un instante entre las eras de la Eternidad, para que la nefasta fe fenezca, para que desaparezca el decreto. Entonces todos Uds. podrán descansar en el misericordioso y real olvido, en la verdadera inexistencia y, por fin, dejarán a nuestro mundo en paz».
Pero no sé si eso será cierto… No conozco mucho sobre las cosas… En todo caso, no importa. No hay esperanza posible, porque aquí el tiempo no existe y un segundo del que transcurre en el mundo de los mortales, es para nosotros, las horrendas entidades del Limbo, una lúgubre y sombría eternidad; un tiempo sin fin, en el lodo, el silencio y la soledad.-
• Ver también: Reflexiones sobre la Inexistencia: La Nada.
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»