Sin embargo, hay que entender que se trata de una ley natural, un principio ciego del Cosmos y no de una Providencia que imparte justicia al estilo de “Salomón”, el mítico rey bíblico.
Es factible afirmar que el “karma” existe, siempre y cuando se tenga presente lo anterior. Pero lo más importante es entender que, como toda ley natural, es un principio amoral. No persigue lineamientos «humanistas» o acotados a nuestros prejuicios sobre como deberían ser las cosas y que le debería recibir cada quien según sus acciones.
Como dije en otro articulo, excepto por ciertos fenómenos o niveles peculiares del Universo, tales como lo que esta más allá del horizonte de eventos de un agujero negro, el mundo de las partículas subatómicas o la singularidad previa al Big-Bang, la ley de Causalidad rige todas las cosas.
Empero, la ingenua noción de karma que se mantiene a nivel popular, derivada de las «fábulas moralizadoras» de las religiones del Oriente (como el buddhismo y el hinduismo), en donde se perseguía con el karma lo mismo que las religiones abrahámicas persiguen con la noción de «pecado» (y el uso de la “culpa” para controlar a las masas), no tiene ningún sentido.
De otro modo, a nadie «malo» le iría bien y a nadie «bueno» le iría mal. Las cosas no son tan «literales», la Vida no es tan simple. Pero sí existe la causalidad, eso es seguro. Ahora, que todo el mundo «pague» por sus actos, es una idea naif, que ni siquiera esta presente ni es tan simplista en las filosofías del Oriente, sino que se trata, más bien, de la interpretación «light» que Occidente (vale decir, el movimiento “New-Age”) hace de ello, como la típica frase «todo vuelve» o similares.
Las ramas del Buddhismo que han llegado a despojarse de las visiones más triviales y «esperanzadoras» de esta doctrina (por ejemplo la escuela de Nāgārjuna, 150 a 250 d.C.), plantean la «Rueda de la Vida» (no del «karma»), que es una suerte de motor, impulsado por el deseo, el ego y la necesidad instintiva (que es lo que esta religión propone «destruir») nacida de las cadenas causales.
Sin embargo, traduciendo el concepto a términos occidentales y modernos, sería como pensar que nada dura para siempre en un mismo estado. Que todo lo que sube, tiene que bajar. Entonces el rey debería cuidarse, porque un día será mendigo; el “feliz” sera “infeliz” y todo aquel que goza de la Vida, recibirá penalidades más tarde, pero no como «castigo de sus acciones», sino porque la entropía, las fuerzas de la naturaleza y de la existencia, siempre empujan todo hacia el lado opuesto y tratan de descomponer, de retrotraer al estado de caos, a todo lo que está organizado.
Según esto, es el “deseo” lo que empuja al Hombre a actuar, a tratar de “construir” por sobre ese caos primal y básico y, con ello, elaborar karma (literalmente: “acción”).
La idea de este tipo de religiones es que el karma es una energía motriz, que genera dolor e imposibilita interrumpir las cadenas causales (por eso creen en el Samsara o «ciclo de nacimientos y muertes»). Pero no tiene un carácter moral, como le dan los occidentales (se parece más bien a una «profilaxis» espiritual o psíquica).
Ningún sacerdote buddhista, medianamente culto e instruido en la doctrina de su fe, le dirá a nadie: «Cuidado con lo que haces, porque todo vuelve». Por eso usan el símbolo de la rueda y no algo que emule a un bumerang.
No hay que confundir algo como la «Ley de Tres», de la Wicca moderna, lo cual ya seria el sincretismo entre el “karma” del Oriente y las ideas cristianas sobre “el bien y el mal”, con la noción de una retribución simétrica e ineluctable. La «Ley de Tres», es sólo un consejo poético, una pauta ética, no pretende ser (ni es) una ley de la Naturaleza.
El Paganismo difiere del Buddhismo, sobre la idea del Karma, en el hecho de tomar como natural a todo devenir azaroso, cambiante, cíclico; a resignarse a ello y vivirlo con naturalidad (y si es posible hasta con alegría). No pretendemos, según es la meta de aquella religión del Oriente, el “destruir” al Ego y extinguir todo deseo, por el contrario, queremos darle curso mientras la Vida lo permite, teniendo como regla sólo la moderación y el respeto a la necesidad de otros de llevar a cabo el mismo proceso.
Tal postura, redunda en una aceptación calma y sosegada de las leyes de la existencia, en la utilización plena de los recursos y oportunidades de la Vida y en dejar de lado las “culpas” y los “miedos” que tanto las normas morales como las creencias metafísicas de algunas religiones o filosofías de vida, generan en nuestra especie.
El Karma es una ley natural, no una regla moral… No todo vuelve…
El Karma existe, pero no es otra cosa que la Causalidad, y dicha ley no es moral, sino que se trata de algo mecánico y natural. No todo “vuelve”, pero sí todo retorna a sus elementos constituyentes, todo regresa al caos inicial. Sin embargo, esto le ocurrirá tanto al “justo” como al “malvado”; tanto al “rico” como al “pobre”. Los antiguos egipcios decian: “User Ma´at Râ” (”recto en justicia es Râ -el Sol-«, porque a todos alumbra por igual, tanto al faraón como al esclavo, al justo como al criminal).
La Justicia es un concepto humano, nosotros podemos promoverla, pero la Naturaleza no se ciñe a nuestras esperanzas y miedos, ni tampoco promueve a nada o a nadie por su calidad moral, sino por el grado de adaptación y eficiencia que posee respecto de un entorno y una situación dada.
Desde la entrada en escena de la Mecánica Cuántica, sabemos que existe el azar y la incertidumbre como procesos básicos en el Universo y que, por tanto, no hay un orden absoluto o una causalidad “impecable” y balanceada, donde todo “vuelve” o se ajusta a patrones predecibles. Ha quedado claro que tales ideas son sólo el producto de los sueños humanos y no de la realidad del mundo fenomenológico.
Sin embargo, la física cuántica nos dice algo más: No existen sólo 3 dimensiones, sino una cuarta que es el tiempo (la «Teoría M” y de las “hipercuerdas” plantea que, en realidad, hay un total de 11 dimensiones) y el tiempo no es lineal (sólo lo parece para nuestra acotada percepción de la realidad). El tiempo fluye como las corrientes de los ríos, que se mezclan y entrecruzan. Existen infinidad de posibles realidades cuánticas. Todas las posibilidades de un evento dado, ocurren simultáneamente y todas son tan reales como la que nos toca vivir según ese “fluir” temporal.
Por lo anterior, cualquier consideración sobre el devenir, que incluya ideas sobre “libre albedrío”, “karma” o “providencia”, siempre estarán total o parcialmente equivocadas.
Las cosas concurren en un balance más o menos continuo, las leyes del universo buscan el equilibrio, pero no de la trivial y pacata forma en que los humanos esperamos. Por eso es posible afirmar que todos los «poderosos» y «malvados» caerán algún día, pero, al mismo tiempo, que no todos «recibirán su merecido».
La causalidad existe (y, si quieren, pueden llamarla “karma”), pero la Justicia es un invento humano. Por lo tanto, si quieren que a “todos le vuelva”, lo que cada uno merece, ¡hay que ponerse a trabajar en ello!
Leer también: ¿Existe el Karma?
y Los ingenuos no heredarán la Tierra…
Autor, antropología, psicología; community manager, diseño y administración web…
Investigador del pasado y los orígenes de las creencias. Dedicado a la reconstrucción y divulgación del Paganismo; a la lucha por el laicismo y el conocimiento científico. Activista de los Derechos Humanos y los Derechos Animales. Ecologista radical. Pagano, liberal. Escritor, librepensador… 44 años de experiencia en la reconstrucción y difusión del Paganismo y el legado ancestral (25 años en la red).
Me gusta lo desconocido, el Erebus, lo que está en penumbras… Valoro tanto la Oscuridad como la Luz, que forman un eterno balance el cual da vida al Universo. Estoy en una jornada, una aventura y una exploración que sólo terminará cuando muera…
«En la arena del debate, sólo cae herida la ignorancia.»