Tenía prohibido intervenir y eso hacía que todo sea aún más difícil.
Pero había más, en tantas centurias había aprendido que si bien existen los polos (bueno-malo, luz-obscuridad, dios-diosa) la gran mayoría oscilaba en el medio, y las decisiones más importantes se basaban generalmente en meras cuestiones circunstanciales.
El amor, el amor que había visto en sus observaciones, tal vez habría podido ser descrito por los grandes poetas, aunque dudaba de ello. Sacrificios, renuncias, ilusiones, proyectos y acción, sobre todo acción.
La acción era lo que daba vida al movimiento, a la construcción, a los resultados.
Sin acción no había vida.
Aunque por alguna extraña razón parecía que últimamente las personas habían perdido ese deseo, ¡esa necesidad de actuar, de hacer algo, de vivir!
En realidad, la razón no era tan extraña, pereza, miedo, facilidad para obtener las cosas, cultura light… todo lo cual volvía fundamental la imagen de lo que ahora llamaban “líderes” (figuras antiguamente conocidas como jefes, sacerdotes o sabios).
Las congregaciones de personas había aumentado indescriptiblemente, y en forma paralela, parecía haberse “ablandado su carácter”. Anteriormente los hombres labraban la tierra y cuidaban los hogares, mientras las mujeres recolectaban y cuidaban a las generaciones futuras, ambos atentos a los consejos frutos del conocimiento acumulado por los ancianos (sin distinción de sexo). En estos tiempos todo se había mezclado, desde mujeres que lo hacían absolutamente todo (trabajar, cuidar del hogar, a los niños, esposos y ancianos) con hombres que se quedaban todo el día viendo la televisión o tomando alcohol, hasta casos extremos de mujeres que estaban mayormente en su casa, embelleciéndose para sus hombres, los cuales amaban más a su posición social, dejando ambos que sus vástagos se eduquen así mismos, y todos o casi todos, ignorando los consejos de aquellas personas con más experiencia de vida.
En este nuevo mundo todo se trataba de innovar: las formas de amar, de cuidar el hogar, de administrar un negocio, de relacionarse y hasta de alimentarse. Y si bien el observador había descubierto que la innovación y la creación eran la base del movimiento, también había comprendido que no siempre se debe crear algo nuevo para moverse, a veces bastaba con unir todas las fuerzas en una sola dirección, utilizando el viento o los conocimientos a favor.
Y lastimosamente era cierto, en los tiempos actuales las figuras sobresalientes positivamente, eran una necesidad.
En sus observaciones vio nacer a muchas de ellas, las vio crecer y desenvolverse en diferentes campos, así como también en el camino las vio morir, desalentarse, cansarse y apagarse, volviéndose una más del montón.
Y él solo podía mirar, tenía prohibido intervenir.
Su función era imparcial: ver cómo se desarrollaban los hechos y en ocasiones actuar cuando algún ser intentaba desequilibrar el devenir natural de los acontecimientos.
Los seres humanos, la mayoría de ellos, no tenían idea de estos seres y era mejor así para su paz espiritual. El conocer la verdad les sería casi imposible de entender, les confundiría e incluso desanimaría saber que algunos de los hechos más importantes de su vida ya habían sido predeterminados de antemano.
Observando mayormente y actuando en esas pocas ocasiones especiales, se había vuelto muy bueno, tal vez el mejor de la Tierra, y eso no lo llenaba de orgullo sino que cargaba dentro de sí un enorme peso porque todo siguiera igual.
En todo ese tiempo tuvo excelentes colaboradores (claro que no era el único!), y otros (muy pocos por suerte) muy negativos, hubo uno que debió enviar “al otro lado” y en ocasiones incluso solicitar “ayuda superior”.
Pero ahora ya no, estaba entre cansado y desanimado de sólo mirar el mundo, de no poder por lo menos intervenir, dando un empujoncito cuando hacía falta.
Así que dejó de observar el Globo terráqueo tridimensional y agachó la cabeza hacia el libro mayor mirando sus páginas amarillentas. Las letras se levantaron y reagruparon.
“Un nuevo guía está naciendo”.
Y en el Globo Terráqueo se encendió una potente luz amarilla en forma de llama.
– Es Martín Jones, ya nació. Formidable familia.
Recordó que en general las buenas familias (buenas de corazón, no necesariamente de alcurnia) daban buenos hijos, aunque en ocasiones podía ocurrir lo contrario. Sí era más difícil que en familias con el centro emocional disperso los hijos pudieran crecer con el ambiente positivo necesario, aunque igual había excepciones.
Pero, regresando a sus pensamientos originales, decidió que era hora de volver a actuar en el mundo; para ello tendría que hablar con los superiores.
Al instante apareció en un cuarto lleno de luz, en medio de un círculo con nueve sillas ocupadas por seres con capas blancas, tan blancas que dificultaban mirarlas.
– ¿Qué te preocupa?
– En realidad imagino que lo saben… -inició dudando
– Sí, pero expresarlo te ayudará a aclarar tus pensamientos.
– Está bien –continuó más animado- He estado observando, con gran recelo y cuidado de mis funciones, el mundo desde hace centurias y centurias.
– Y has cumplido bien tu trabajo –respondió uno de los superiores para animarlo a seguir hablando.
– Pero… últimamente me he sentido vacío.
– ¿Deseas otro colaborador?
– ¡No! –se apresuró a decir- Decidí que por un tiempo, unas cuantas centurias más, estaría solo, trabajando.
– Sí, sabemos que tu último colaborador fue una experiencia bastante negativa.
– Lastimosamente cedió a sus bajos impulsos y aceptó hacer un trato con los destructores.
– Sí, una pena realmente. Se dejó engañar por esos elementales, creyendo toda una historia inexistente.
– Así es -respondió una voz suavemente femenina- pero como siempre, todo deja una importante lección. Los espíritus recién desencarnados no pueden trabajar como observadores.
De pronto se hizo un silencio y lo miraron.
– Sí… yo pensaba… Tal vez sea hora de volver a encanar.
– ¿Estás seguro de tu decisión?
– Tu última experiencia fue dolorosa.
– Sí, sabía que dirían eso… Era lógico suponerlo. Y yo mismo me propuse no regresar hasta que el mundo fuera diferente y en estos casi mil años… el mundo no cambió.
– En parte no es exactamente así.
– Sí, comprendo que hay ciclos de luz y de obscuridad. Pero generalmente el ser humano es demasiado humano, encerrado en inútiles egoísmos, estrechez de mente y de corazón.
– Algunas cosas cambiaron. Al menos un poco.
– Y otras permanecen iguales, bajo un aparente manto de racionalidad.
– El avance de la ciencia permitió derribar muchos mitos.
– Pero el fundamentalismo sigue matando a tantas personas. He visto tantos guías brillantes que murieron sin estar muertos, porque la muerte libera, pero a ellos los tildaron de locos, supersticiosos, enfermos mentales y en el menor de los casos, de pobres ilusos.
He visto con cierto dolor cómo sus luces se apagaban y hundían en el fango de la desesperanza. Algunos quedaron sumidos en una gran depresión, otros se volvieron realmente locos, otros se encerraron en su mundo y algunos pocos encontraron salida en el arte.
Realmente entre los contados iluminados que nacen (en comparación a la cantidad de nacimientos normales), son poquísimos los que alcanzan su esplendor y pueden transmitir sus enseñanzas.
– Y transformar el mundo –susurró la dulce voz.
– Sin olvidar cuando los elementales buscan apagarlas; lo cual es muy común en los primeros años.
– Pero aquí no estamos tratando las reglas de la existencia de los guías, sino sobre lo que desea hacer nuestro querido observador.
– Lo cual es encarnar -sentenció uno que parecía un niño
– Sentiremos mucho tu ausencia –murmuró la voz suave.
– Es decir… ¿qué puedo…?
– Claro. Nosotros no te prohibiremos nada –volvió a interrumpir el niño.
– Pero… ¿y mi trabajo?.
– Es solo un trabajo. Alguien te reemplazará.
– ¿Pero y si no trabaja bien?
– No sabemos todavía si será mejor o peor; pero nosotros no te detendremos y tu trabajo tampoco puede detener lo que anhela tu espíritu.
– ¿Algún lugar en particular? –preguntó suavemente.
– No… no sé. No se me ocurrió nada.
– Entonces dejémoslo al azar –la voz dulce se acercó y lo tomó de la espalda.
– Cómo? ¿Ya? No voy a ir dar una última mirada al libro.
– Es tu decisión encarnar, ¿no? –inquirió la gruesa.
– Sí, así es –sintió un empujón y cayó por un tiempo que parecía infinito.
“Está sucediendo. Casi mil años después que me fui”.
– Mira Martín, es tu hermanito!! –gritó la mujer.
– ¡Es hermoso! –continuó una abuela de blancos cabellos al tiempo que alzaba al pequeño para que viera a su hermano – Pero, ¡qué calladito es! ¡Qué buenito!
– Señora, tenemos que hablar un momento. ¿Podrían sacar al niño? -el doctor entró con el rostro serio y otros dos acompañantes.
– Y allí comienza la historia de Martín Jones y sus investigaciones sobre la mudez –murmuró el nuevo observador al tiempo que cerraba el Globo Terráqueo.
Nadie nos prometió un jardín de rosas
, sin embargo depende de cada uno de nosotros plantarlas en nuestro jardín.
No me importa la religión, política o cualquier tipo de distinción que pueda separar a las personas, me gustan los puntos en común que logran unirlas; el esfuerzo por hacer de esta Tierra, nuestro planeta, y preservarlo. Admiro a la gente humana, aquella que se equivoca y acierta, porque es la que aún con miedos, logra aprender de sus errores y seguir en el camino.