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Este artículo, trata de explicar el cómo las interrupciones en las cadenas lógicas de...

     
Tiempo de lectura: ~11 minutos. 3244 palabra(s).

Días atrás, mantuve un debate, en un foro sobre Paganismo, que administro en la red social Facebook, el cual se inició con la peregrina afirmación de que algunas personas pueden tener (por ser brujos, shamanes o lo que fuere) “el poder de hacer llover y/o controlar el clima”.

El hilo de debate, se fue desarrollando primando el enfoque de que las leyes de la física son inquebrantables; que, si tales cosas fueran posibles, habrían existido pueblos que jamás hubiesen sufrido sequías o inundaciones y que, es muy diferente el hecho, real y bastante común, de encontrar culturas actuales o ya extintas, en donde se practicaban rituales y ceremonias; sacrificios u ofrendas, para lograr estos cometidos, a que, tales cosas, tuvieran algún efecto físico, real y comprobable.

Pese al largo debate, muchos wiccans seguían sosteniendo que “era factible” o que, al menos, “no podía ser declarado imposible” que, cierta gente, lograra consumar semejantes hechos sobrenaturales y maravillosos.

Quiero aclarar, que este artículo no se tratará del asunto referido, sino que se lo tomará como punto de partida, para analizar una de las peores fallas en la lógica de la espiritualidad humana en general y del Paganismo en particular: La falacia de non sequitur (del latín: “no se sigue”).

Esta falacia, sesgo o error cognitivo, consiste en llegar a una conclusión, sin que la cadena de razonamiento lógico sea continua…

Por ejemplo:

  • Premisa: 1 es un número
  • Premisa: 2 es un número
  • Conclusión: Entonces 1 = 2 (porque ambos son números).

La falacia anterior, consiste (entrando en detalle) en extrapolar una equivalencia genérica (pues es cierto que 1 y 2 son números y, por tanto, pertenecen a una categoría específica) a una particular: El valor de 1 y de 2 es diferente, por ende, no son iguales (aunque ambos sean parte de la categoría de lo que llamamos “números”).

En lógica de Boole, en los lenguajes informáticos, etc… las cualidades de pertenencia, equivalencia e igualdad, se diferencian de manera muy específica, por ejemplo:

“A” pertenece al conjunto de las letras del alfabeto latino, al igual que ocurre con “B”. Entonces A y B, son miembros de una categoría e “iguales” en esa condición (pero sólo en esa): Ambos son miembros del mismo alfabeto.

La equivalencia, sería que, en un caso particular A = B… Si previamente, se asumió o determinó, que (por ejemplo) A = 1 y que también B = 1… Entonces, obviamente, A es equivalente a B, porque 1 = 1.

La igualdad, por otra parte, es una condición en que siempre y sin excepción, algo es idéntico a otra cosa (o a sí mismo)… Un caso sería: 2 + 2 = 3 + 1 (siempre, ambos términos, sumarán 4).

En lógica, no es lícito asumir que, porque en algún caso, A = B (en función que, previamente se le asignaron valores iguales), eso se dé necesariamente, en todos los casos posibles.

En el ejemplo del debate sobre “hacer llover”, se dio una particular confusión, cuando se llevó a cabo una extrapolación similar: Varios paganos, cultos y con conocimientos antropológicos e históricos, hicieron notar que (como ya expliqué) en verdad existieron numerosos pueblos que practicaban rituales para “controlar” el clima. Éstos, por omisión, o bien porque realmente lo pensaban así, dejaron “flotando” la tácita aseveración de que, en efecto, existe gente con el poder de controlar el clima.

Tratemos de armar un silogismo sobre esto, para observar la falsa lógica del asunto:

A = Muchos pueblos practicaban (o practican) rituales para “hacer llover” (o para evitar que llueva).

B = La lluvia existe y es un fenómeno real y natural, que se da cuando las condiciones climáticas lo permiten.

La conclusión falsa (non sequitur o sin continuidad lógica), sería cuando A + B entonces C, en donde C, se formularía como: “La lluvia se produce porque los shamanes de la tribu realizan el ritual”.

Como se dijo, la lluvia en verdad existe, nadie lo duda y también existen pueblos que hacen rituales para propiciarla (tampoco eso está en duda). El error cognitivo o falacia non sequitur (de ruptura de la cadena lógica), es pensar que porque esas dos cosas existen, también es real una tercera: Que, en efecto, quienes llevan a cabo esos rituales, actúa sobre el clima y producen la lluvia.

¿Puede observarse la ruptura en la cadena de premisas lógicas? Que alguien intente algo y/o que crea que puede lograrlo, no significa o implica que tenga el poder o la facultad de hacerlo (en la realidad). Que un antropólogo, etnógrafo o folclorista, afirme que el pueblo X tiene (o tenía) una ceremonia para «hacer llover» (o para evitar la lluvia), no significa que eso, en verdad, tuviera efectos reales en la Naturaleza.

Ahora bien, toda creencia es, en sí, una ruptura en la cadena lógica del tipo non sequitur. El mero verbo “creer”, ya define la postura de aceptar algo, sin tener evidencias ciertas de ello. Sin embargo, hay dos categorías que no deben confundirse

Por un lado, cuando no existe la posibilidad de llegar a una certeza completa sobre algo, es válido adoptar una postura al respecto (una opinión o creencia sobre el caso), por lo general, basada en el pensamiento inductivo o asociativo. También es lícito sostenerla, al menos hasta que los hechos y las evidencias demuestren que esa postura estaba equivocada.

Por ejemplo, si una persona no tiene dolores o padecimientos físicos, puede concluir que está sana, al menos hasta que le demuestren lo contrario, quizás con un chequeo médico o método similar y se constate que sufre de alguna enfermedad.

Otro caso, sería que, si alguien pierde el conocimiento y se despierta en un lugar desconocido, aun así, será lícito que piense que sigue estando en el mismo planeta, el mismo continente y, casi seguramente, el mismo país, al menos hasta que las evidencias le demuestren lo contrario. La extremadamente baja probabilidad de que no sea así, vuelve lícito que su creencia sea tomada como una conclusión lógica.

Es decir, aunque algo no se sepa con seguridad, hay ciertas creencias que son lícitas y cercanas al curso lógico de pensamiento, mientras no existan evidencias o hechos que las refuten.

Estamos seguros de que mañana “saldrá” el Sol, aunque podría existir una probabilidad infinitesimal de que no ocurriera (por ejemplo, que nuestra estrella se transformara en supernova, sin previo aviso, y el Sistema Solar completo fuera destruido).

Estamos “casi” seguros (al menos si gozamos de buena salud y no nos encontramos en medio de un campo de batalla) que mañana todavía estaremos vivos, así que la creencia en ello, la igualamos con la certeza (aunque, pensando con absoluto rigor lógico, no hay seguridad alguna de que nuestras vidas no puedan terminar dentro de 5 minutos).

A esta primera categoría de creencias, le podemos llamar lógica difusa. No es rigurosa, no es 100% certera. Pero la misma, aunque comprenda creencias y meras opiniones, no está reñida con los principios básicos del pensamiento racional.

Sin embargo, luego está la otra categoría: Creer sin razones válidas, por usos y costumbres, por lecturas propias u opiniones de terceros.

Aunque no nos demos cuenta, una buena parte de nuestro sistema de creencias (religión, ideología política, valores morales y estéticos, etc.), está fundamentado en simples conjeturas, asociaciones, fuentes terciarias y empirismo anecdótico, sin basamento lógico alguno.

Esto no tiene que ver con el nivel cultural o la educación formal del individuo. Si bien estas cosas suelen ampliar los horizontes del pensamiento y aumentar el análisis crítico y la costumbre de constatar las evidencias leídas o escuchadas, no siempre es así. En ocasiones, grandes eruditos o académicos, suelen dar por sentado cosas sin pasarlas por el filtro del escepticismo, cayendo en el dogma, como la mayoría de las personas (menos instruidas).

En individuos con una cultura, inteligencia y educación formal promedio o baja, esto se da con mayor frecuencia: La mayoría lee un libro, ve un documental en la TV, asiste a una conferencia o curso y, luego de ello, acepta toda esa información sin ningún filtro o proceso crítico previo (sin el uso de la lógica formal).

Un factor que contribuye a este problema, es la falta de precisión terminológica. Cuando no existe una rigurosa semántica para definir las cosas, la lógica tampoco puede ser rigurosa.

Ejemplo de esto, sería: “¿Existen los UFOs?”. La mayoría de quienes sean racionalistas, apegados al conocimiento científico, escépticos en general, responderán, casi mecánicamente: “No, por supuesto que no… No hay evidencia alguna de ello”.

Otros muchos, creyentes en lo sobrenatural, en las conspiraciones; amantes de los “misterios” o sencillamente, apegados a neo-mitologías, dirán: “Por supuesto, no puede ser cierto que estemos solos en el Universo” y, quizás, también: “Ante los miles de avistamientos, no es posible negar la realidad de éstos”.

De nuevo: ¿Puede verse la discontinuidad en la cadena del razonamiento lógico?

Veamos: En el caso de los escépticos, por la costumbre de tener que soportar a los fanáticos de los alienígenas, se han habituado a igualar “UFO” u “OVNI” con “nave extraterrestre”. No obstante, las siglas en cuestión, sólo significan (respectivamente, en inglés y español): “Unidentified Flying Object” y “Objeto Volador No Identificado”.

¿No será que casi todas las personas hemos visto UFOs en el transcurso de nuestras vidas? ¿Acaso alguien que tenga cierta cantidad de años, no habrá visto cosas “no identificadas” en los cielos, alguna vez?

Por ende, un “UFO” es algo que una persona ve en los cielos y no sabe determinar qué es y luego, consultando a expertos o a fuentes informativas legítimas, tampoco llega a ninguna conclusión sobre lo que era.

Los “creyentes”, por otra parte, toman conceptos astrofísicos y cosmológicos, como la idea de que es casi seguro, que la vida sea bastante común en el Universo, con el que seres inteligentes hayan venido a visitarnos a nuestro planeta… Pero, ¿por qué una cosa debería tener que ver con la otra?

En segundo lugar, generan otra conclusión con una clara ruptura lógica en medio, cuando asocian el avistar un “objeto extraño en los cielos”, algo “no identificado”, con una nave extraterrestre. Siendo que, no sólo pueden existir enésimas explicaciones para el fenómeno, que sean más locales, triviales y simples, sino que, aunque no se pueda llegar a ofrecer ninguna explicación satisfactoria (el conocimiento humano siempre es limitado, así como sus capacidades de intelección e investigación), esto no significa que sea lícito igualar al UFO con una nave de otro mundo, tripulada por seres inteligentes…

Deberían quedar claras dos cosas en este ejemplo: La interrupción de la cadena lógica en el razonamiento, produce, por un lado, creencias en cosas que no son reales, pero además (incluso en los escépticos, de pensamiento crítico), la falta de precisión semántica, los lleva a cometer el mismo error: Un UFO no es una nave extraterrestre y por el hecho de que las naves extraterrestres jamás existieran o visitaran este planeta, los UFOs no necesariamente dejan de ser una realidad (en tanto que, todo aquel que vea algo moviéndose en el cielo y no lo pueda identificar, está observando uno).

¿Puede notarse como un mal uso de la terminología favorece la aparición de sesgos cognitivos?

Comparando esto con nuestro ejemplo de “hacer llover”: ¿Qué pasaría si un antropólogo o etnógrafo, visitara a una tribu que lo invitara a presenciar un ritual para “propiciar la lluvia” y a poco de ello, realmente llueve…? ¿Debería, ese especialista, creer que la tribu en cuestión es capaz de generar la lluvia?

La respuesta a lo anterior es: ¡Por supuesto que no! No hay conexión lógica entre el ritual y la lluvia, incluso si se presenciara 100 veces y 100 veces lloviera. Dado que, por ejemplo, alguien con un criterio menos “entusiasta”, podría darse cuenta de que, los ancianos o sabios de esa tribu (por simple experiencia y años vividos), conocen el comportamiento de las nubes, saben apreciar los cambios sutiles en la atmósfera, la temperatura, la humedad, etc. y casi instintivamente, saben cuándo va a llover (esto no es «paranormal» ni «mágico», existen muchas especies animales que pueden darse cuenta de estos factores o cambios en el entorno, muchos humanos también lo hacen, si están en un contacto fluido con el mundo natural).

¿Pensándolo bien, no sería más probable que el ritual se diera, porque consciente o inconscientemente, los shamanes o brujos, “detectan” que está por llover y llevan a cabo el ritual por tradición o bien para reforzar su imagen de autoridad frente a los demás miembros de la tribu?

Esta sólo es una de muchas posibles explicaciones… Pero lo que se pretende al enunciarla, es mostrar la falta de cohesión lógica entre las premisas con que la gente suele sacar conclusiones.

Yendo más hacia lo general, este tipo de errores en el razonamiento se presentan en muchas cuestiones relativas a las religiones, los rituales o las creencias. Pero también ocurre esto en la política y en otros ámbitos del acontecer cultural humano.

¿Si la economía de un país se encuentra en una crisis profunda, y luego comienza a mejorar en un punto determinado, es necesariamente el producto de medidas acertadas tomadas por el gobierno de turno? ¡No! Concluir que eso siempre es así, es falso… Deberían insertarse primero, en medio de ambos conceptos, una gran cantidad de pasos lógicos, para luego sí, si todos se confirman como ciertos, llegar a esa conclusión.

Con mucha frecuencia, un gobierno asume su mandato en un momento en que su país está en una crisis aguda. Muchas veces, las medidas que toma, no hacen sino dificultar la superación de ésta y la recuperación económica. Pero, si transcurren algunos años, aun así, es probable que dicha economía mejore, dado que la propia sociedad, sin darse cuenta, irá ajustándose, adaptándose y tomando medidas para ayudar a esa recuperación.

A pesar de lo anterior, es típico que el pensamiento de “masas” o populista, asocie (usando la inducción o abducción), que:

  • El gobierno ejerce el poder.
  • La economía mejoró.
  • Entonces el gobierno salvó al país de la crisis.

Ahora, volviendo por última vez, a nuestro ejemplo de “hacer llover”: ¿Esos rituales se llevan a cabo cuando hay mucha lluvia? Obviamente no… ¿Se efectúan en lugares del mundo en donde nunca llueve? Tampoco (por ejemplo, los antiguos egipcios dependían del Nilo, no de las precipitaciones pluviales). Entonces, ¿no será que cuanto más sequía exista en un pueblo que, por lo común, está acostumbrado a la lluvia, más cantidad de rituales para propiciarla se darán? ¿No será, así mismo, que si (por lo común) la zona suele tener lluvias frecuentes y hay una sequía, las probabilidades dicten que, cada día que pase, será más plausible que llueva? Y siendo todo eso así: ¿No es obvio que llegará un punto en que los rituales para “hacer llover”, estarán perfectamente sincronizados con el hecho de que realmente llueva, pero sin que una cosa esté relacionada con la otra EN LO ABSOLUTO (a no ser por el hecho de que la necesidad de que llueva, motiva a la gente a hacer rituales para propiciar el fenómeno)?

Non Sequitur y Paganismo:

Con lo ya expuesto, queda en evidencia lo mucho que esta falacia o error cognitivo daña al conocimiento real de las cosas y confunde a la persona que cae en ella. Sin embargo, hay muchas otras consecuencias menos evidentes…

En las religiones, ya de por si predispuestas a abandonar el uso del pensamiento crítico y racional (por lo menos a nivel riguroso), el non sequitur produce generalizaciones, prejuicios, dogmas y tabúes…

Un caso, casi cómico, si no fuera por el daño cultural que genera, es aquello de que, cuando una persona con una familia creyente, cae en un estado de salud crítico, sus allegados comienzan a rezar para su pronta recuperación. Sin embargo, lo normal es que, al mismo tiempo, la persona sea ingresada a un hospital o centro de salud, en donde recibirá los cuidados adecuados. Ahora bien, si la persona sale adelante y salva su vida, ¿qué suele ocurrir? La respuesta es que, toda su familia agradecerá al dios, al cual le estuvo rezando, mientras el pariente permaneció enfermo. Pero, si fuera el caso que el sujeto falleciera, ¡ninguno de sus deudos le echará la culpa a su dios, ni dirá que sus oraciones fueron insuficientes o que no se llevaron a cabo de la manera adecuada, sino que, de forma automática, culparán al médico por la defunción de su paciente!

También ocurre con los prejuicios raciales, de género; las xenofobias y otros problemas similares. Los estereotipos siempre nacen de razonamientos que adolecen de una lógica rigurosa, o sea, en donde siempre se da la falacia del non sequitur.

Ahora bien, a estas alturas, muchos lectores se preguntarán: “¿Cómo evitar el caer en esta falacia? ¿Cómo poder llegar a entender las cosas sin rupturas (en las cadenas lógicas) en el razonamiento que nos llevó a su comprensión?”.

Entre los paganos, esto debería ser obvio: No dar nada por sentado, no aceptar nada porque se lo leyó en un libro. Verificar todos los datos que forman parte de nuestro razonamiento o que nos llevaron a creer algo determinado. Revisar lo que ya creemos, una y otra vez, a lo largo del tiempo.

La principal herramienta para evitar los errores lógicos, es la investigación exhaustiva y el conocimiento profundo de las cosas que intervienen en el fenómeno relacionado.

Para llegar a la conclusión de que A = B, primero hay que saber con certeza cuánto vale A y cuánto, B. Pero no sólo eso, sino haber revisado la posibilidad de que no siempre valgan lo mismo. Se debe estar absolutamente seguro de que esos valores no son variables y que ningún factor externo puede modificarlos.

Para llegar a una creencia válida, es decir, para usar la lógica difusa de manera fiable y legítima, hay que agotar toda posibilidad de que una cosa tenga una explicación no-difusa, una en donde las cadenas de razonamiento lógico sean sólidas y no existan «saltos» en el proceso.

Como se dijo más arriba, el pensamiento inductivo no es errado ni ha sido superado (al menos no en todos los casos) por el deductivo/analítico. Pero la inducción o la abducción, al pensar, debe ser SIEMPRE tomada como algo provisorio, como algo tentativo. Sólo debe usarse este recurso, cuando no existe forma de llegar a una conclusión lógica basada en hechos y evidencias tangibles.

Para un pagano, la observación atenta de la Naturaleza, la minuciosa crítica de cualquier afirmación, provenga esta de un libro o de una persona que le dice algo, le esté enseñando o comunicando lo que fuere, debería ser una costumbre, un hábito arraigado, casi inconsciente.

El Paganismo se trata del arte, el camino o el método, de mantenernos en contacto con la Madre Naturaleza, de estar en permanente “comunicación” con ella.

En todo contacto o comunicación, lo primero que hay que eliminar es la “interferencia”, es decir, todo aquello que haga “ruido” o genere desinformación y nos impida recibir o transmitir el “mensaje” o la información útil.

Cada vez que se quebranta la lógica, afirmando que una cosa está relacionada con otra, sin que esto sea así; que un fenómeno es consecuencia de otro, sin que ello esté comprobado (o sin que estemos seguros), nos alejamos un poco más del conocimiento de la Naturaleza.

Por todo esto, la falacia que nos ocupa, la de non sequitur, debería ser entendida y evitada siempre, por todo pagano que desee avanzar en el camino y no perderse en bifurcaciones que no lo llevarán a ninguna parte o lo harán penetrar en páramos de fantasía e ignorancia.-

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