¿Hay un estado más sagrado que el del embarazo, en el que todo se hace con el convencimiento...

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Friedrich Nietzsche¿Hay un estado más sagrado que el del embarazo, en el que todo se hace con el convencimiento íntimo de que, de un modo u otro, aprovechará al ser que se lleva dentro en estado de devenir, de que esto aumentará el valor secreto que ilusiona con el encanto del misterio que se lleva en el cuerpo? En esta situación se priva uno de muchas cosas, sin que cueste trabajo vencerse. Se evita una palabra violenta, se alarga una mano conciliadora: el niño debe nacer de lo que hay mejor y más tierno. Nos espantamos de nuestra violencia y de nuestra brusquedad como si estas fueran una gota de sufrimiento en la copa de la vida del ser desconocido. Todo está velado, lleno de presentimientos; no se sabe lo que pasa, se espera y se procura estar alerta. Durante este tiempo, nuestro ánimo se encuentra dominado por un sentimiento puro y purificador, de profunda irresponsabilidad, un sentimiento semejante al del espectador antes de que se levante el telón. Aquello crece; aquello va a ver la luz, y nosotros no tenemos nada en las manos para determinar su valor ni el momento de su llegada. Estamos totalmente reducidos a las influencias indirectas, bienhechoras y defensivas. Allí está creciendo algo que es mayor que nosotros. Esta es nuestra esperanza más íntima; lo disponemos todo pensando en su nacimiento y en su prosperidad; y no sólo lo útil, sino también lo superfluo, esas coronas de nuestra alma que tanto nos reconfortan. ¡Hay que vivir con ese fuego sagrado! ¡Es posible vivir así! Y cuando estamos a la espera de un pensamiento o de una acción, aguardando que se realice algo esencial, no podemos comportarnos más que como embarazadas y debemos aventar los presuntuosos discursos que hablan del querer y de la creación. El auténtico egoísmo idealista consiste en tener un cuidado continuo, en velar y en mantener el alma en reposo, para que nuestra fecundidad se logre felizmente. Así, velamos y nos tomamos cuidados, de una manera indirecta, por el bien de todos y el estado de ánimo en que vivimos; ese estado de ánimo altanero y dulce es un bálsamo que se extiende muy lejos a nuestro alrededor, llegando incluso a las almas inquietas.

Pero las mujeres embarazadas son antojadizas. Tengamos, pues, antojos como ellas y no reprendamos a quien los tiene, cuando se encuentra en un estado semejante. Aun cuando este fenómeno llegue a ser grave y peligroso, sigamos venerando todo lo que se encuentra en estado de devenir, y no nos quedemos por debajo de la justicia de esta tierra, que no permite al juez ni al verdugo tocar a una mujer embarazada.

«Aurora», Libro V, 552
Friedrich Nietzsche

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Fragmento de: "Aurora. Reflexiones sobre los prejuicios morales" (título original en alemán: "Morgenröthe. Gedanken über die moralischen Vorurtheile"), 1881. Friedrich Nietzsche.
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