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Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.

La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.


Tiempo de lectura: ~17 minutos. 4842 palabra(s).

Partenón

Pocos días atrás, un amigo me pidió que expresara mi opinión respecto de un vídeo de TikTok que estaba relacionado al tema que titula este artículo… (Terminé por analizar varios de ese mismo autor). No es la primera vez que leo o escucho a personas, supuestamente paganas, renegando de la historia, del valor intrínseco de las fuentes primarias o cosas afines, pero sí he notado que se está volviendo una tendencia. Por tal motivo, quiero dedicar este post a explicar los alcances de semejantes posturas.

No son pocos los grupos de opinión y las tendencias ideológicas que, en la actualidad, desprecian a la historia, a las fuentes originales que narran los acontecimientos del pasado y al estudio crítico de las causas y las consecuencias de los procesos que se describen en las mismas.

Existe la fuerte tendencia a pensar que todo recuento de hechos pasados es un mero discurso, sin duda por influencia del materialismo histórico, tanto en la epistemología (si hablamos de los niveles altos de ilustración), como del pensamiento popular (ya descreído de toda autoridad y de cualquier clase de mérito, debido a los tiempos en que vivimos). Lo novedoso, sin embargo, es que este tipo de sesgos e ideologismos comiencen a notarse en el paganismo

Algunas aclaraciones previas:

El lector atento, notará que muchas de las declaraciones que se harán a continuación, ya han sido repetidas en varios otros artículos de este mismo sitio. Lamentablemente, la reiteración, a veces es necesaria, sea para afianzar conceptos o porque los hechos de la realidad, vuelven a sacar a la luz los mismos errores y problemas.

Al margen de esto, quiero aclarar que, quien aquí escribe, no acostumbra a hacer “reacciones” de contenidos de terceros, ni en texto ni en vídeo. No es el estilo de Reflexiones Paganas ni el de mi persona. Esto es así, porque si el contenido es válido y reputado, o si acaso se vuelve viral por la razón que sea, la reacción es superflua y oportunista; pero si, por el contrario, se trata de algo de nicho, reducido sólo a los fans de determinado tema marginal o terciario, la reacción se vuelve publicidad gratuita y validación no intencional. En ese sentido, soy marcadamente opositor a que los científicos usen su valioso tiempo en refutar cosas como el terraplanismo o la ufología o que académicos serios se ocupen de temas surgidos de las fake news o las teorías de conspiración, por poner sólo algunos ejemplos.

Dicho esto, y a pesar de ello, cuando uno ve que ciertos errores cunden dentro de nuestro movimiento, es imprescindible ponerlos en evidencia, del mismo modo que una enfermedad debe ser diagnosticada para poder ser sanada a posteriori.

La naturaleza de los dioses:

La primera falacia que he venido leyendo en los últimos tiempos, es algo así como que, «siendo los dioses imposibles de comprender enteramente por las limitadas mentes de los seres humanos, ninguna fuente o tradición ha descripto sus naturalezas de manera completa y definitiva». Con esto, se intenta prologar la tendencia de inventarles nuevos atributos, símbolos, mitos y regencias, dándolos por tan válidos como los antiguos, ya que lo «incognoscible» e «inconmensurable» puede tener atributos inagotables.

Está bastante claro en dónde falla este argumento: Nadie puede negar que toda fuente histórica (o mitológica) siempre será incompleta, fragmentaria y que, probablemente, sólo represente el último recuento, y por ende tardío, de una de muchas versiones que pudieron haber existido en el pasado.

Lo anterior es innegable, pero esa misma limitación, aunada al hecho, también real, de la pobre capacidad humana para concebir lo que está más allá de su percepción ordinaria, debe poner en evidencia que la solución no es inventar cosas nuevas, no es agregarle a los dioses características que jamás han tenido (es decir, que nunca se le han atribuido en el pasado) o que no se verifican en ninguna fuente.

Por una parte, es entendible la ansiedad y el entusiasmo de los novatos en los senderos paganos, por tratar de cubrir la mayor cantidad de terreno posible, de buscar adelantar en el camino… Pero es imprescindible alertar a los mismos que lucubrar, imaginar e inventar las cosas a gusto, no remplaza el estudio sistemático y crítico ni a la práctica seria y continua; que es mejor aceptar que hay cosas que no se conocerán jamás y que otras no van a terminar por ser como a uno le gustaría que fueran, que vivir en una burbuja de ignora flatulencia, basada en ensoñaciones y fantasías más propias de sagas como las de Harry Potter que del legado ancestral.

Por otra parte, si se aceptara como válida la idea del agregado progresivo de atributos a una deidad antigua; si se validara la tendencia a convertir a cualquier dios o diosa, en una entidad total y con atributos cuasi-infinitos, lo único que se estaría logrando es recorrer un círculo completo y retornar al monoteísmo aprendido en la infancia, sólo que con un nombre diferente para la deidad y con mitos más románticos y acordes con la propia personalidad.

Esto es así, porque cualquier deidad a la que se le pueda concebir todos los atributos, devendrá en omnipotente y una, a la que se le puede asignar todas las tareas y funciones que originalmente tenían el resto de las deidades de un panteón, terminará por convertirse en omnisciente y omnipresente.

Es obvio entonces que, si así se procede, se está estableciendo un nuevo culto monoteísta (o bien una secta monolátrica, sólo enfocada en una deidad en particular), no una tradición pagana moderna, sin importar que se la considere reconstruccionista o de otro tipo…

Confusión sobre las fuentes:

Otro desafortunado problema que se puede ver en ciertos grupos neopaganos, es la falta de formación respecto de lo que son las fuentes, sus tipos y categorías, así como de la diferencia entre la historia como interpretación del pasado, respecto de la historiografía, como ciencia que verifica, validando o invalidando el origen de la información que la historia en sí, maneja.

Ya se ha explicado en otros artículos las diferencias entre las fuentes primarias, secundarias y terciarias, pero será mejor repasar el asunto:

Desde el punto de vista académico, una fuente primaria es un tipo de recurso o documento original que proporciona información o evidencia directa sobre un evento, fenómeno o tema específico. Las fuentes primarias son creadas por personas o entidades que han participado directamente en los eventos o han sido testigos presenciales de estos. Estas fuentes ofrecen una perspectiva de primera mano y se consideran la base principal para la investigación y el estudio académico. Las mismas pueden ser documentos históricos u obras literarias, contemporáneas a los hechos que refieren o con los que se relacionan.

Se afirma, por ahí, que “los dioses no se pueden reducir a las fuentes (primarias)” o que “no se puede tomar a los textos clásicos a rajatabla…”. Esto, que a priori no parece un concepto totalmente errado, tiene un problema: ¿Qué se puede hacer más allá de analizar, entender, mensurar y contemplar los datos y nociones que esos “textos” nos aportan? ¿Con qué otro recurso se cuenta para el caso? … No me adelantaré aquí a describir lo que estos afiebrados grupos proponen, ni las alternativas más razonables, que los paganos que nos mantenemos con los pies sobre la tierra, utilizamos… Eso se hará más adelante en este artículo. Por ahora, sólo queda planteado el interrogante…

Siguiendo con las fuentes, las de tipo secundario serían aquellas que constituyen trabajos académicos (sólidos y efectuados mediante el método científico de investigación), que se han basado, sea en las fuentes primarias o en trabajos de campo (de tipo arqueológico, epigráfico, antropológico o afines).

Las fuentes secundarias pueden tener sesgos, suelen ser diversas en su nivel de calidad, contener errores, etc. Nadie niega esta realidad. Sin embargo, los referidos grupos operan y razonan bajo la premisa de que la información subjetiva derivada de sus prácticas, ensoñaciones y experiencias personales, tiene la misma o incluso mayor relevancia que éstas a la hora de entender la verdadera naturaleza de los dioses.

Esto, sencillamente, es argüir que un practicante neopagano puede saber más sobre la teología de un panteón que aquellos paganos del pasado que lo vislumbraron o que los académicos que han dedicado toda una vida a estudiarlos con seriedad, metodicidad y el mayor rigor posible.

El que concibió algo por primera vez, tiene la prerrogativa de su originalidad, todo lo que venga después de su idea, si se le parece, ha de ser una mera copia, una imitación siempre inexacta. Por otro lado, mientras la libre y subjetiva lucubración tiene una calidad exponencial en su progresivo alejamiento de la realidad, cualquier disciplina científica goza de la virtud de la autocorrección, de la permanente revisión y depuración de sus teorías, evidencias y datos, todo lo cual le otorga una calidad diametralmente opuesta al modo de pensamiento anterior.

Finalmente, las fuentes terciarias son las que, basándose en las otras dos categorías, conforman trabajos de divulgación y resumen de la información (como pueden ser ensayos publicados en la red, documentales mediáticos, libros enfocados en el gran público; enciclopedias, etc.). El valor de estas fuentes varía enormemente entre sí, dependiendo de la calificación que posea su autor respecto del tema que trata, del nivel de objetividad vs. el de sesgos que contengan, etc.

Algunos personajes, argumentan que las teorías e investigaciones antropológicas y que las interpretaciones históricas, varían a través de las décadas debido a los cambios culturales e ideológicos de las sociedades y colectivos a los que pertenecen los académicos que las formulan… Esta aseveración es, en parte, cierta. Pero, lejos de ser un problema, es una de las características que distingue al conocimiento real y científico de las cosas, respecto de la fantasía y de las teorías sin fundamento o bien de los dogmas y consignas que, en virtud de su autojustificación, nunca se modifican ni necesitan evolucionar. Con el tiempo, la ciencia se autocorrige, mientras que las doctrinas y las sectas suelen profundizar sus errores, cerrándose en su fundamentalismo o en la caprichosa tendencia de preservar sus doctrinas aun cuando son discordantes frente a lo que muestra la realidad objetiva o sugiere la lógica formal.

Las ciencias sociales, así como las exactas, mejoran continuamente sus teorías y paradigmas, sea porque van completando los puzles de un determinado interrogante del pasado o de la Naturaleza, como por corregir pequeños errores y desviaciones que se pudieran provocar a través de los años, a veces por datos deficientes, interpretaciones incorrectas de los mismos o por los propios sesgos de quienes investigaban.

Además, siempre se puede volver a acudir a las fuentes originales (primarias) para despejar cualquier duda, mensurar correctamente el peso de cualquier teoría o interpretación y mantenernos anclados al pasado ancestral como referencia fundamental de nuestros senderos.

Los académicos no escriben a la historia, los personajes que se decantan en ella y los acontecimientos relevantes para la humanidad, lo hacen. Si bien los cronistas e historiadores son personas que, como todos los humanos, están limitadas en su objetividad, capacidad de análisis y percepción de la realidad, desde que el primer sumerio, hace 5300 años, llevó a cabo el acto primordial de plasmar los acontecimientos o las ideas de su tiempo en una tablilla de arcilla, hasta el día de hoy, con todos nuestros logros y tecnologías para la preservación de la información, nadie ha podido encontrar una forma mejor de conocer el pasado, a sus hechos, personajes, costumbres y creencias.

Renegar de esto, es hacer lo propio con toda posibilidad de renacimiento, ya sea vía reconstrucción o reinterpretación, del verdadero paganismo de nuestros ancestros remotos.

La teología del huevo y la gallina:

Otra declaración peregrina, es la idea de que “los humanos somos pretenciosos al tratar de definir las características de los dioses y decirles qué pueden o no pueden ser…”.

Las personas que se identifican con el pensamiento inscripto en el párrafo anterior, no comprenden los conceptos básicos de la teología pagana y, todavía hoy (sin importar cuántos años lleven en estos caminos y cuán “maestros” se crean), siguen rumiando la teología cristiana (o la abrahámica, en general).

Los dioses de cualquier panteón pagano, no existen por encima de la Naturaleza, no son anteriores o externos a la misma y, por tanto, están sujetos a la percepción de quienes los conciben.

Los dioses son fuerzas o poderes de la Naturaleza (o principios importantes de la Vida, como por ejemplo la Justicia, la Paz o la Guerra) y, por tanto, si bien tienen existencia más allá de la creencia (es verdad que no son sólo entidades psicológicas, arquetipos o “egregores”, como algunos afirman, desde el bando opuesto del error y la mala interpretación), no quedan plasmados en entidades reales y definidas hasta que no existe un grupo de individuos (o por lo menos uno) que les rindan culto.

Lo he dicho muchas veces: Esto se reflejaba ya en las creencias antiguas a través de diversos libros sagrados… Por ejemplo, los egipcios (en el “Libro de la Salida al Día”) decían que “las ofrendas son el alimento de los dioses, sin ellas estos mueren…”; por otro lado, los Vedas dicen “Lo mortal crea a lo inmortal”, etc.

No hay manera de progresar sin entender esta cuestión de base en la metafísica y la teología presente en todos los senderos del paganismo. Los dioses tienen una parte ontológica, que está relacionada con la Naturaleza en sí y que siempre ha existido. Sin embargo, la parte cultural, la que les da nombre, atributos específicos, características simbólicas; la que desarrolla los mitos y sus derivaciones, está conectada con los seres conscientes que les rendimos culto.

Por supuesto, es obvio que la mente humana no podrá comprender a cabalidad a las fuerzas y principios que componen a la Naturaleza y al Cosmos. Sin embargo, esa comprensión limitada no implica tener licencia para dar rienda suelta a la imaginación o asumir la regla del “todo vale”.

Algunos van a oponer a lo anterior el argumento de que, «si esto es así, entonces todos podemos imaginar a los dioses como mejor nos convenga o parezca…» ¡Y eso es verdad! Pero hay un detalle: Si nos inventamos una deidad a gusto, no se debe caer en el error de equipararla con las que ya fueron concebidas miles de años atrás y si lo que queremos hacer es modificar los atributos de estas entidades ancestrales, hay que asumir el nulo respeto que se tiene por la tradición, por la historia y por el pasado del paganismo. Al mismo tiempo, habría que preguntarse por qué esa persona insiste en declararse «pagana» en primer lugar (cuando lo que está haciendo, o tratando de hacer, es «otra cosa»).

Neogod

Experiencias subjetivas:

Las personas que, dentro de las tradiciones paganas (pero también fuera de las mismas, por ejemplo, desde la New-Age) plantean que ellos basan su espiritualidad y sus nociones metafísicas y cosmológicas en meditaciones, sueños lúcidos, «viajes astrales», experiencias visionarias de tipo shamánico, «percepciones extrasensoriales» y un largo etc., tienen por costumbre errar en dos aspectos fundamentales de lo que constituye la experiencia religiosa en nuestra especie:

En primer lugar, hay que diferenciar lo onírico, lo visionario y todo el resto de experiencias subjetivas (que como tales no atañen a la realidad fenomenológica y, al mismo tiempo, no son parte del mundo físico y tampoco están limitadas al mismo en su validez o significancia), de las supercherías sobre lo “paranormal” y lo «sobrenatural».

Lo “paranormal”, exceptuando a cuando esto refiere a algún tipo de experiencia subjetiva que acontece sólo en la mente del practicante, NO EXISTE. Dos siglos de investigación científica han mostrado con claridad que nada deja de obedecer a las leyes de la física en el plano fenomenológico.

Para los paganos, que adoramos (ante todo) a la Naturaleza, debería ser obvio que lo “sobrenatural” no existe, no es real… Sin embargo, parece que 2000 años de fantasías abrahámicas han hecho mella en esta noción, que es el núcleo fundamental de toda forma de paganismo.

Cosas como la “clarividencia”, podrían ser tomadas como parte de ese cúmulo de experiencias subjetivas, pero esto tiene un problema: Cuando esas “experiencias” pretenden predecir acontecimientos o ser regla para la conducta de otros, se está queriendo modificar o condicionar al mundo fenomenológico a través de las mismas y eso conduce siempre a problemas cognitivos que pueden, incluso, terminar por ser patológicos. De ahí a los delirios místicos y a la formación de sectas y cultos coercitivos, hay un corto trecho…

Niñerías como las de “Qué tú no puedas conocer el futuro o llevar a cabo viajes astrales no significa que otros no puedan…” denota la falta de nociones elementales sobre lógica y epistemología, muestra a personas que viven de sus sueños y no de la realidad que les rodea.

No está mal servirse de las experiencias subjetivas, pero hay que tener en cuenta (siempre) que ocurren dentro de nuestro cerebro y que no se “conectan” con ninguna información o percepción que no entrara en el mismo, de manera previa, a través de alguno de nuestros sentidos ordinarios.

Por otro lado, todos los paganos asumimos que existe un nivel de percepción, ideación y expresión de las emociones que muchos llamamos “gnosis personal” y que consiste en el cúmulo de experiencias que nos han funcionado y que fueron satisfactorias, por lo cual, las hemos adosado a nuestra práctica personal sin necesidad de validarlas a través de la información que, sobre el caso, nos han hecho llegar las tradiciones y las fuentes.

Esto, que no sólo es correcto, sino que es una condición necesaria para desarrollar una espiritualidad práctica (más allá del estudio teórico de las fuentes), tiene sus límites y reglas…

La gnosis personal no es transferible, no puede ser tomada como “conocimiento” y transmitida o enseñada como información válida. Si alguien funda una nueva corriente basándose en ese tipo de experiencias, debe asumir que se ha desconectado del legado pagano y se está inventando una nueva religión. (Como ser libre que es, tiene el derecho de hacerlo, pero comete una infamia si usa, para el caso, los nombres ancestrales, porque los ha adulterado y tergiversado conforme su particular fantasía personal le ha dictado, faltándole con ello, el respeto a los ancestros que veneraban a aquellas deidades y a quienes todavía hoy hacemos lo propio).

La gnosis personal es un tema privado, íntimo y que no suma o aporta nada nuevo o valioso a la tradición. Se trata de algo que sólo tiene significado e importancia para el individuo.

Sobre negacionismos y reduccionismos:

El autor de los vídeos en cuestión, extrapola con frecuencia dos términos tomados de otros campos del conocimiento y los inserta en sus nociones sobre el reconstruccionismo pagano…

El negacionismo se refiere a la negación o rechazo de hechos históricos o científicos ampliamente aceptados. Generalmente, implica la negación de eventos traumáticos o controvertidos, como genocidios, crímenes de guerra, violaciones de derechos humanos u otros sucesos históricos importantes. Por otro lado, el reduccionismo es un enfoque o método que busca explicar fenómenos complejos a través de reducirlos o descomponerlos en partes más simples, considerando que la comprensión de esas partes elementales permitirá entender al todo. En el contexto histórico, el reduccionismo implica reducir el análisis de eventos, procesos o fenómenos históricos a un conjunto limitado de factores o variables, descuidando la complejidad y las interacciones múltiples que pueden estar en juego.

La impresión que resulta de analizar los citados contenidos, es que parece creerse que, ser apegado a las fuentes, al legado del pasado y a la historia en general, es practicar el “reduccionismo”. Mientras que se alude al “negacionismo” porque los reconstruccionistas serios, no admiten aspectos inventados o alucinados durante las últimas décadas, de las diversas tradiciones paganas o bien, por usar como base las fuentes históricas en sí, aludiendo a que “los dioses son más que eso”, pero sin proponer una metodología razonable y viable para obtener nuevos y mejores conocimientos sobre los mismos.

“Negacionismo” es ser reluctante a la realidad, no rechazar la fantasía y “reduccionismo” es simplificar, descartando aspectos importantes de las cosas o los eventos. El reconstruccionismo no hace nada de eso, pero sí evita (o trata de evitar) que las tradiciones que llevan miles de años de existir, se alienen con tonterías tomadas de fuentes espurias o incluso de entretenimientos mediáticos o actividades lúdicas modernas.

Sobre el rigor histórico y los discursos ideológicos:

Afirmar que “el rigor histórico no existe”, surge de las típicas ideologías populistas y de los (supuestos) valores resultantes de la masificación del conocimiento humano… Tal aseveración, es equivalente a inferir que porque alguien se puede equivocar en una ecuación matemática los resultados exactos no existen o que la matemática en sí es relativa o inútil…

El rigor histórico es una metodología, no un resultado o una pretensión… Se trata de una filosofía de trabajo y de una forma de encarar la búsqueda de la información sobre el pasado, no tiene que ver con cuán cerca se pueda llegar de la realidad objetiva, inherente a los hechos pretéritos.

Por supuesto que la historia no es como un «vídeo» del pasado, en donde todo queda registrado exactamente tal y como ocurrió. Ni siquiera va a serlo así en el futuro, respecto de los tiempos modernos, y a pesar de los medios de comunicación, de la red y del periodismo profesional con que hoy contamos, porque siempre habrá sesgos, datos omitidos, etc.

La historia es lo que ha quedado, lo que sobrevivió de los hechos. La historiografía se encarga de buscar la mejor versión, en base a las fuentes disponibles, de esos hechos y la arqueología nos sirve para ver «físicamente» que tanto se parecen las crónicas a las evidencias tangibles.

Por supuesto que no es una ciencia exacta, pero la actitud del sujeto de los vídeos (que es muy común en nuestro continente) denota que pone por delante tonterías ideológicas por sobre el conocimiento del pasado.

Se da a entender que las versiones de los hechos de otros tiempos son más válidas si provienen de «tradiciones» que de fuentes históricas reales. Tal noción no puede ser más absurda: El folclore, la mitología, las tradiciones orales, sirven para entender la mentalidad, las creencias y las costumbres de una cultura o de un pueblo, pero son la peor fuente histórica posible (ya que están plagadas de fantasías y parcialidades).

Imagínese que un autor quiere hacer un trabajo biográfico sobre la madre de alguien… ¿Acaso ese hijo o hija sería una fuente confiable para el caso? ¡Claro que no! Porque si el consultado al respecto quiere a su madre, dirá maravillas sobre ella, sin la menor objetividad y si, por alguna razón, se lleva mal o le guarda algún rencor, dirá «pestes» por antagonismo y resentimiento. Siendo mucho más probable que las personas que están más «lejos» a nivel afectivo, de quien es objeto de la biografía, podrán dar un testimonio mucho más imparcial y adecuado.
Alien God

Con la historia de los pueblos pasa lo mismo… Recurrir a lo que «se dice» entre los miembros de una cultura sobre el pasado, no es hacer historia, es sondear antropológicamente a la misma o etnografiarla.

Además, existe otra falsedad en las afirmaciones del sujeto que nos ocupa (el de los vídeos de “TikTok”): Es obvio que ninguna fuente antigua (o no tanto) va a ser 100% objetiva… Pero cuando se analiza la historia, hay tres tipos de informaciones que surgen como resultado…

En un primer nivel, los hechos duros… Por ejemplo, Cayo Julio César fue cónsul de la República Romana, conquistó las Galias y fue asesinado por un grupo de senadores; Ramsés II fue un faraón que gobernó por más de 60 años y perteneció a la dinastía XIX de la monarquía egipcia; Alejandro Magno nació en Macedonia y conquistó el Imperio Persa. Esas cosas no tienen puntos de discusión.

Luego tenemos al flujo de los acontecimientos… Allí ya hay mucha más variabilidad de opiniones (y no sólo es porque se trate de cosas más subjetivas, sino porque casi siempre son multifactoriales). Ej.: ¿Por qué cayó Roma? Muchos eruditos y académicos dirán que fue en razón de los ataques de los bárbaros; otros por las sucesivas crisis políticas y otros más por la decadencia económica y cultural… El lector atento, va a encontrar «500 explicaciones» diferentes, casi todas con algo de verdad y otro poco de opiniones sin fundamento, porque tal cosa no ocurrió por una única y clara razón.

Finalmente, llegamos a la valoración de los personajes, de los hechos y de los pueblos… Abordar tales prácticas, es sólo moralina cronocéntrica o etnocéntrica y un historiador o investigador honesto y legítimo en sus metas, nunca lo hace. Sólo la miopía intelectual trata de comprender a la historia a través de las comparaciones entre diferentes épocas y circunstancias.

Ni la pusilánime moral abrahámica ni el pensamiento de colmena del marxismo (o de colectivismos sucedáneos), jamás lograrán comprender las glorias y miserias del pasado humano. A los partidarios de estas corrientes de pensamiento, les es imposible tal empresa, porque no vislumbran el hecho evidente de que el Hombre es un animal individualista, egoísta y, todavía primitivo, y que la única manera de mensurar su pasado, su «evolución» social y cultural, es analizar a cada personaje, colectivo, pueblo o nación en sí misma, por sus éxitos y fracasos, por su legado y perdurabilidad, y no a través de la lente de como ellos desearían que sea el mundo.

Por ejemplo, el sujeto hace referencia a la Conquista de las Américas: El hecho ocurrió, fue real e indiscutible. No obstante, su valoración no es un tema histórico, es un tema ideológico, de opinión, etc. Muchos de nosotros, podemos mantener el más enconado repudio a las atrocidades ocurridas durante ese proceso histórico, pero las emociones, los sentimientos, así como los gustos personales; incluso los valores éticos, son irrelevantes si lo que se quiere es entender el pasado de nuestra especie, tal y como fue, sin tintes ideológicos o morales.

La historia no debería estar sesgada por las ideologías, las “luchas sociales” o los intereses políticos o sectoriales. Es igual que cuando aparece algún fundamentalista y ve un aspecto de la cosmología o la biología, en donde cree que hay una evidencia o una excusa para hacer apología de sus dogmas o pautas teológicas o religiosas… Los hechos históricos fueron lo que fueron, el analizar lo malos o buenos que pudieron ser, escapa a la Historia como disciplina del conocimiento, pero los hechos mismos no, están allí (y lo seguirán estando) para todos aquellos interesados en aprender del pasado.

Esta clase de personajes, cambia el análisis de los tiempos pretéritos por la dialéctica política, haciéndole creer a la gente que «la verdad» sobre lo que es o fue la tienen las masas, cuando eso es absolutamente falso. Cambian los hechos por los relatos, los descubrimientos por las consignas y las fuentes por sus sueños febriles.

La interpretación de los hechos históricos es algo subjetivo, el recuento de los mismos (en base a las fuentes disponibles), no… Este último, puede ser incompleto, sesgado o lo que se le quiera criticar, pero si la persona desea saber «cómo fue» el pasado, es la única fuente de información posible… Lo demás es pensamiento irracional, onanismo mental o basura política.

Las cosas son ciertas si realmente ocurrieron, y eso no depende de cuántos miles o millones lo crean o no… Tampoco lo determina un discurso ideológico, una «lucha social», un colectivo étnico traumado u oprimido por el pasado ni un conglomerado de conspiranoicos, que tienen más fe en la literatura de ficción desinformada, que en los tratados científicos o académicos modernos o que en los augustos clásicos del pasado.

Mientras que las ciencias sociales como la historia, la antropología, la sociología o la psicología se autocorrigen y depuran continuamente, a través del estricto control entre los pares académicos y las instituciones u organismos que fiscalizan las nuevas teorías y conjeturas, por otro lado, el pensamiento basado en el “yo creísmo”, en las experiencias subjetivas, en la moda lúdica o la lucubración mágica, tiende a aumentar su nivel de error y a ramificarlo en nuevos falsos conceptos, cada vez más osados y peregrinos.

Transmitir información subjetiva en el universo de lo pagano, sin contrastarla primero con los hechos y las evidencias, acerca a quien lo hace al delirio místico y, además, a alienta la formación de sectas alucinadas y coercitivas.

Esperemos que el futuro del paganismo no sea un conjunto inconexo de grupos de practicantes acríticos, sin apreciación por el conocimiento real del pasado y envenenado por ideologías, odios etnocentristas, xenófobos o clasistas… Y si el Destino dicta que eso es lo que a nuestros senderos les espera, quizás sería mejor que vuelvan a caer en el olvido, porque en vez de llegar a constituir una alternativa al ateísmo materialista y a la demencia abrahámica, se convertirán en otra variante, de las tantas existentes, que hacen perder a los seres humanos en los laberintos de la fantasía, del pensamiento carente de lógica y el seguimiento ovejuno de doctrinas vacías y hasta dañinas para las sociedades y los individuos.

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Tiempo de lectura: ~11 minutos. 3135 palabra(s).

Unnamed Goddess

En los grupos de las redes sociales y otros sitios interactivos sobre temáticas paganas en donde participo, puedo constatar que una de las principales inquietudes entre los nóveles, es encontrar la tradición que más les cuadre y, dentro de la misma, el panteón de deidades a las que se dedicarán. Estos apuntes tratarán de dar, en la medida de lo posible, una guía a ese respecto…

1.- No apresurarse:

En primer lugar, podría afirmarse que si necesitas guía para elegir al panteón (o a las deidades individuales a las que te dedicarás), es porque todavía no debes enfocarte en ello. Vale decir, si te estás preguntando a qué deidad te debes dedicar, entonces (todavía) no es tiempo de acercarte a ninguna.

Es muy subjetivo e inefable aquello de que «los dioses nos eligen a nosotros y no nosotros a ellos». Pero es verdad que el proceso no debería darse como si fuéramos al shopping de compras y eligiéramos los «productos» que más nos gustasen.

La única elección que uno realmente hace, es la de dedicarse al paganismo, a la espiritualidad basada en la «tierra», en el propio territorio y en el culto a la Naturaleza. Se opta por seguir el legado ancestral, por abandonar la impostura abrahámica y los credos que nos hacen vivir hipnotizados, pensando en una vida futura, en una salvación o iluminación que nunca llegará o que, si llega, será a costa de haber vilipendiado nuestro tiempo de vida (en la Tierra).

Lo demás deviene solo, y no es que provenga de un origen divino, místico o misterioso… Es como si nos interesara la jardinería, pero al comienzo apenas si conociéramos que existen las plantas y las flores. Con el correr del tiempo y el aprendizaje, iríamos asimilando nombres y características; sabiendo cómo y cuándo se debe plantar tal especie y cuándo es que tal otra, etc. Pero terminaría por ocurrir, luego de muchos años, que si nos preguntan «cuándo fue que aprendimos» tal o cual aspecto de la cuestión, nos quedaríamos pensando sin saber que responder, porque no encontraríamos un día específico en que hubiésemos hecho tal cosa, sino que se habría dado con el paso del tiempo, de manera tan lenta que no tendríamos consciencia de ello.

2.- Estudiar primero, elegir después:

Si se elige a una deidad desde el mismo momento en que se comienza a transitar el camino del paganismo, se la estará inventando a la propia medida… No es posible «conectarse» con las entidades divinas, de la tradición que fuere, sin haber aprendido sobre sus atributos, regencias, rituales, epítetos, mitos y sobre todos los aspectos más significativos de la cultura y del período histórico en que se la concibió y adoró.

No importa si uno es reconstruccionista, evolucionista o neopagano (al estilo de la wicca ecléctica, por ejemplo), si no se tiene idea del pasado, de la historia y de la cultura donde el culto de la deidad que se pretende abordar surgió, no hay manera coherente y efectiva de dedicarse a la misma…

Cuando aparece esa clase de paganos que dicen: «A mí la historia no me interesa, yo me conecto por canal, por medio de sueños o meditaciones con X entidad…» o “Yo concibo a la deidad XYZ como me surge de dentro, no presto atención a doctrinas o cánones…”, es que tal persona está viviendo su propia fantasía lúdica y no transitando un camino espiritual. Incluso si su aspiración es sincera, no podrá avanzar sin el estudio y el aprendizaje de la historia, mitología y teología relativa al panteón que pretende abordar.

Tales individuos, nunca llegaron a entender que si cualquiera de nosotros sabemos quién es Zeus, Osiris, Amaterasu Okami o Kukulkán, es porque leímos sobre los mismos o visualizamos algún contenido en donde se nos explicó el asunto, ya sea unos pocos días o varias décadas atrás… Si alguien tiene alguna visión o sueño en relación con estas entidades, es porque la información entró primero a su cerebro a través de los sentidos, no de manera mística o “inefable”.

Lo anterior, no sólo vale para el paganismo, sino para cualquier tradición espiritual o camino de vida en donde existan símbolos, mitos o conceptos profundos involucrados.

La phytia de Delfos se comunicaba con Apolo, pero sólo luego de aprender quién era él y dedicar toda su vida al culto de dicho dios. Nadie puede “conectar” con una deidad sin conocerla primero a través del estudio orgánico, formal y “sensorial” (sea mediante lecturas de libros, visualizaciones de contenidos, asistencias a cursos o conferencias o lo que fuere).

Si se piensa correctamente, nunca ha existido un cristiano, judío, buddhista o musulmán que fuera tal, sin haber aprendido primero sobre su religión a partir de otros… Ese aprendizaje pudo darse a través de libros, hoy en día, mediante contenidos informáticos o, como en tiempos antiguos, oralmente… Pero siempre ocurrirá que alguien (de manera directa o indirecta) les habrá explicado el tema. Por el hecho de ser paganos, no escapamos a la regla anterior y si sabemos algo real y coherente sobre la tradición que seguimos, es porque la aprendimos de quienes ya sabían al respecto antes que nosotros.

Quienes creen tener visiones o sueños sobre deidades de las que (según afirman) «jamás estudiaron nada», sencillamente están manifestando información inconsciente que entró en sus mentes mediante la contaminación de los medios de comunicación (cine, TV, internet, etc.) o por el comentario de terceros, de manera subliminar o inadvertida, quizás, muchos años atrás.

Alguien podrá decir, “¿y cuál es el problema si la información al final llegó?”. Bueno, es la misma diferencia entre que un médico matriculado y con larga experiencia nos recete un medicamento para una dolencia específica a que un amigo, porque leyó o escuchó por allí que una hierba o remedio funcionaba, nos diga que lo tomemos…

Ni las lecturas triviales (sea de ficción o de ensayistas no-académicos) ni mucho menos la fantasía cinematográfica o televisiva puede otorgarnos las bases necesarias para conocer una tradición. Es cierto que se puede partir de esas cosas, quizás incluso tomarlas como inspiración. Pero hay que abandonar el terreno de lo ficcional y fantástico lo antes posible y ponernos a estudiar las fuentes originales y primarias, así como el conocimiento académico disponible, para poder progresar en la tradición que queramos seguir.

3.- No inventar ni rellenar los huecos:

Desde el primer momento en que alguien decide dedicarse a una tradición ancestral dada (sin importar el grado de “reconstruccionismo” con que lo haga), deberá tener en claro que clase de información ha sobrevivido sobre el tema hasta nuestros días.

A veces, un panteón, tradición o deidad en particular nos puede parecer muy pintoresca e interesante, pero a poco de adentrarnos en sus características quizás descubramos, penosamente, que poco o nada ha perdurado sobre los rituales, mitos, símbolos o atributos relacionados y que casi todo lo que por allí puede leerse o verse, es inventado por mentes afiebradas o bien, improvisadas.

En este preciso punto del camino espiritual, se tendrá que tomar una decisión fundamental, que repercutirá por el resto de la vida del individuo: ¿Se querrá adaptar, sincretizar, rellenar e incluso inventar lo que no se conoce o tal vez se prefiera un sano pero minimalista respeto, en donde sentiremos reverencia por todo el contexto de lo sagrado de la tradición que seguimos, pero sólo incluiremos en nuestro sistema de creencias y prácticas lo que realmente se sepa a ciencia cierta, sea operativo, realista y acorde con el humanismo y la modernidad que nuestra especie maneja en el siglo XXI?

Aquí es donde surgirán al menos tres bandos diferentes: En el punto más extremo, pragmático y utilitario, estarán quienes practican sistemas parecidos a la magia del caos, el satanismo laveyano o afines (generalmente los denominados «left hand paths» o «senderos de la mano izquierda»), en donde las cosas son operativas o no, según funcionen a nivel psicológico, pero sin darle importancia alguna a su raigambre histórica ni a su carácter de sagrado. En tal grupo, dado su utilitarismo y virtual ateísmo, la diferencia entre una deidad inventada por la propia imaginación, una ficcional o literaria o una tomada de los auténticos mitos ancestrales, no existirá en ninguna medida.

Otro grupo, tratará de tomar elementos del pasado, de manera sincera pero ingenua, cambiando lo que no les gusta del todo, rellenando los huecos en la información disponible con cosas que les atraen de otras tradiciones (incluso si las mismas son discordantes o hasta antagónicas con la propia) y así generarán una suerte de nueva “tradición” ecléctica y blanda, sin más fundamentos que alguna lectura azarosa y, pocas veces, calificada.

Finalmente, estarán quienes sólo tomarán en cuenta las fuentes primarias, los datos fehacientes y la realidad histórica y cultural de los panteones y dioses que se quieran abordar, buscando un equilibrio entre lo que se conoce y lo que hoy en día se pueda practicar, pero sin eufemismos o mezcolanzas.

Todo pagano que se precie de tal, está en la búsqueda del legado de los primeros ancestros, en el redescubrimiento del pasado. Mezclar eso con cualquier otra cosa, por banalidad, comodidad o por la falta de valor para aceptar que mucho se ha perdido y que mucho más se conoce, pero no fue como nos gustaría que fuera, es traicionar a nuestros ancestros, a los dioses y a nuestro propio destino.

4.- No mezclar los panteones:

Por herencia de la magia ceremonial, la teosofía y las órdenes ocultistas decimonónicas, muchas corrientes neopaganas han asumido las similitudes entre deidades de diferentes panteones como “equivalencias” totales o como expresiones con folclore distinto de una misma entidad.

La Wicca lleva esto al extremo de pensar que “todos los dioses son el Dios” y que “todas las diosas son la Diosa”.

Por supuesto, en materia de creencias religiosas, cada quien puede ver las cosas como guste… Pero hay un matiz que tomar en cuenta: Que se asuma algo semejante en el propio camino y en la propia cosmovisión, no implica que históricamente eso fuera así.

En el pasado, se rindió culto a decenas de miles de dioses y diosas y nunca existió una religión que adorase a una entidad totalizadora de todas ellas ni tampoco es que todos los panteones derivasen de algún culto único y primordial.

Esas son fantasías que provienen de la miopía monoteísta de algunos académicos cuyos trabajos ya son obsoletos o bien de autores autodenominados «brujos» y más conectados con la New-Age que con el paganismo. Por desgracia, de esos crasos errores, parten todas las escuelas de pensamiento espiritual que surgieron en los últimos 150 años, no de la historia o de la realidad del pasado humano.

Siempre ha existido el sesgo de generalización apresurada entre culturas diferentes, y al surgir el monoteísmo esto se hizo mucho más notorio: Los griegos equipararon a la mayoría de los dioses egipcios con alguno de los suyos, los cristianos vieron entre la mitología griega y romana a los mismos dioses con diferentes nombres… y así podríamos seguir con múltiples ejemplos…

Este es un error en el cual aquel que quiera comenzar a transitar el camino pagano con seriedad y respeto, no debe incurrir: Venus y Afrodita no son la misma diosa, tampoco Inanna y Astarté; no lo son Thor y Zeus o Uranos y Varuna, etc.

Tomando esto en cuenta, pero, además, entendiendo que cada cultura ancestral conformaba una cosmovisión diferente y una forma de vivir propia, original e irrepetible, no se deberían mezclar o equiparar los panteones o los dioses y diosas de entre estos.

Si algún pagano neófito tiene el deseo de rendir culto a deidades originadas en panteones diferentes, primero que nada, debería detenerse a considerar a cuál desea dedicarse principalmente. Una vez que esto le quede claro, entonces tendrá que supeditar todo su esquema de culto, su práctica diaria e incluso la totalidad de su vida ética y estética a tal decisión. De no proceder de ese modo, tal “dedicación” será algo vacío y carente de significado, más parecido a un juego de rol o pasatiempo, que a una religión.

Los paganos, sentimos natural reverencia por todos los dioses de los panteones politeístas. Esto ocurría en tiempos antiguos (el Panteón de Agripa en Roma es ejemplo de ello) y sigue ocurriendo en los modernos, al menos entre quienes carecemos de prejuicios y de fanatismos absurdos. Sin embargo, respeto y devoción no significan dedicación. La dedicación tiene que conllevar una coherencia y un sentido de dirección y propósito respecto de la totalidad de la vida. Difícilmente eso se pueda compatibilizar con más de un panteón a la vez.

5.- No endulzar a los mitos o a los dioses:

Una de las claves para abordar correctamente cualquier tradición ancestral es saber ubicarse a nivel intelectual y emocional respecto de la realidad de su pasado.

Para el estudio de la historia, es necesario despojarse de todo análisis ético y estético de los hechos y personajes y sólo tratar de entender las razones por la cual las cosas fueron de la manera que ocurrieron.

Sin embargo, como es obvio, a la hora de rescatar la teología, los mitos, la ética y los rituales de otros tiempos, es necesario tamizar las cosas que ya no son prácticas o válidas para la modernidad.

Esto último, a veces asusta a quienes recién se inician, en la medida que observan prácticas que hoy en día parecen barbáricas, crueles o primitivas. La tentación de muchos (aprovechada por autores inescrupulosos y falsificadores de la historia) es endulzar a las deidades, mitos, personajes históricos y acontecimientos, cambiando las cosas para que cuadren con la estética y los valores modernos.

Esto no es sólo un error sino un sesgo cronocéntrico y etnocéntrico, que plantea la idea de que sólo nuestra cultura actual es válida y que toda otra solución que los humanos encontraron para vivir es primitiva o errada.

A la par de lo anterior, el no sondear a los mitos y símbolos sin filtros de corrección política, puritanismo o sentido pusilánime, les hacen perder profundidad y valor y terminan por volverse una caricatura de lo que realmente fueron y representaron.

Es por todo eso que los neófitos deben aceptar la naturaleza de los dioses tal y como se los veía en las épocas en que fueron adorados y no acomodar sus atributos y características para que desentonen menos con la moral hegemónica o las ideas progresistas.

La crueldad, crudeza y oscuridad presente en algunos mitos y atributos divinos, no deben ser trastocadas sino comprendidas en contexto. Hacer algo diferente es cambiar de nombres y de “decorados” pero seguir cultivando la moralina abrahámica y los valores colectivistas que pululan en el Occidente moderno.

Hekate

6.- Conclusiones:

La elección de un panteón y de sus dioses (a los que nos dedicaremos) es un proceso que requiere tiempo, estudio y reflexión. No se trata de una elección casual o por simple gusto. En primer lugar, es importante no apresurarse. Si estamos buscando una deidad a la cual dedicarnos, puede ser una señal de que todavía no es el momento adecuado para acercarnos a ninguna. El paganismo y la espiritualidad basada en la tierra y la Naturaleza, son elecciones que requieren un compromiso profundo y una comprensión de las tradiciones y culturas que los rodean.

Es esencial estudiar primero y luego elegir. No se puede conectar con entidades divinas sin conocer sus atributos, rituales, mitos y contexto histórico. Aquellos que dicen tener visiones o sueños sin haber estudiado previamente, están viviendo en su propia fantasía y no están siguiendo un camino espiritual auténtico (además, es preciso mantener en mente que existe una línea muy delgada entre la experiencia religiosa genuina y la esquizofrenia). El conocimiento y el aprendizaje son fundamentales para comprender y honrar adecuadamente a las deidades y, al mismo tiempo, para mantener los pies sobre la tierra, sin que la búsqueda de la espiritualidad se convierta en alienación.

Al elegir una tradición ancestral, es importante aceptar que hay limitaciones en la información que ha sobrevivido hasta nuestros días. No se debe inventar o rellenar los huecos con información que no sea respaldada por fuentes fiables. Aquellos que eligen reinventar las partes perdidas u olvidadas de una tradición, corren el riesgo de crear una corriente pagana sin fundamentos sólidos, mientras que quienes se mantienen fieles a las fuentes que todavía perduran, siempre buscarán un equilibrio entre el conocimiento histórico y la práctica contemporánea.

Es crucial no mezclar los panteones. Aunque algunas corrientes neopaganas equiparan deidades de diferentes tradiciones, históricamente esto no fue así. Cada cultura ancestral tenía su propia cosmovisión y forma de vida, y mezclar o equiparar los panteones es un error. Si uno desea rendir culto a deidades de diferentes panteones, debe tomar una decisión clara sobre a cuál dedicarse principalmente y ajustar su práctica y vida ética en consecuencia. La dedicación a múltiples panteones puede resultar vacía y carente de significado real.

Por último, es esencial no endulzar los mitos o a los dioses. Los mitos y las deidades tienen aspectos complejos y a menudo presentan facetas oscuras o desafiantes. No se deben idealizar o simplificar en exceso. El romanticismo es válido en momentos del ritual y de la devoción a los dioses, pero no a la hora de analizar y estudiar las raíces de los mitos, la teología y la historia de la cultura que los concibió. Debemos estar dispuestos a enfrentar su complejidad y entender que forman parte de una realidad más amplia y profunda.

En conclusión, la elección de un panteón y de sus dioses es un proceso serio y profundo que requiere tiempo, estudio y respeto. No es bueno ni útil el apresurarse y no se debe temer a que, con el correr de los años, el panteón al que uno se dedica se cambie o se le dé más o menos prioridad a ciertas deidades del que ya se sigue.

Lo único importante es saber y entender que se está tratando con cosas sagradas, que durante miles de años fueron la fuente de la espiritualidad, el arte y el sentido de la vida para las más grandes culturas de nuestra historia y deben ser tratadas con el respeto inherente a ello.

Nadie que se considere un verdadero pagano puede pensar en «trabajar» con los dioses, como algunos neófitos suelen expresar… A los dioses se los adora, se los venera, se les rinde culto y se les dedica la vida. Nosotros somos sus siervos, no ellos nuestras «herramientas».

Si se tiene todo eso en cuenta, ya no es tan perentorio ni problemático (ni tampoco motivo de preocupación) el panteón que se abordará ni el grupo de deidades a que uno se dedicará. Si se sigue el camino pagano con respeto, seriedad y constancia, todo eso se manifestará por sí mismo ante nosotros y la posibilidad de equivocarnos en la elección, será cada vez menos, hasta volverse nula.

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View Points

Hace unos días participé en un debate en redes sociales con una persona a quien aprecio y admiro por su excelente preparación y nivel de conocimientos. Durante el intercambio, surgieron varios puntos que me han hecho reflexionar sobre un tema recurrente en mi experiencia en la red: ¿por qué existen discrepancias profundas y evidentes entre personas que comparten creencias similares y utilizan las mismas reglas lógicas para pensar?

Este tema me ha llevado a cuestionar el relativismo epistemológico y su impacto en la comunicación entre individuos de diferentes culturas y entornos. En particular, al reflexionar sobre mi experiencia en la divulgación y discusión de cuestiones relacionadas con el paganismo a lo largo de los años, me he preguntado si este sesgo (y otros de índole similar) puede ser el motivo subyacente de las diferencias que surgen entre individuos que comparten intereses y objetivos similares.

En este artículo se explorarán las implicaciones de este problema en la comunicación intercultural y en el intercambio de conocimientos.

Relativismo epistemológico:

Salvo que se consideren cuestiones de la física cuántica o los universos paralelos, es sabido que la Realidad es única y que es la misma para todos.

Es así que, 2 + 2 es igual a 4 en cualquier país, cultura o región del mundo, lo fue desde que el primer humano aprendió a contar, y lo será mientras alguien consciente viva para poder llevar a cabo esa simple operación matemática… Nadie sensato va a poner eso en duda.

Sin embargo, en el universo del saber humano, no todo es así de claro. Cuando alguien se adentra en la historia, en los orígenes de las cosas e incluso en aspectos sutiles de cómo funciona la Naturaleza, comienzan a surgir diferentes “verdades”, matices de esa realidad única, según sea el punto de vista desde el cual se considere la cuestión.

Antes de seguir, conviene aclarar que aquí no se trata de las creencias o de la forma de ser de cada individuo, sino de cosas totalmente mensurables, factibles de analizar y con suficientes datos a los que acudir para poder entenderlas, pero que, por su complejidad, incluso al ser analizadas por personas calificadas, pero desde diferentes disciplinas, parecen tener causas o naturalezas distintas.

A esto se le llama relativismo epistemológico y es un gran escollo tanto para el entendimiento entre las personas cultas como para la búsqueda de explicaciones universalmente aceptables sobre cualquier tema complejo que se quiera analizar.

Cabe aclarar que excede el propósito de este artículo el dilucidar si el relativismo epistemológico debe verse como una forma válida de entender la realidad (aceptando que cada cultura o colectivo tendrá una visión diferente de la misma) o si se trata más bien de una limitación que, por ahora, no es posible superar. Lo que aquí importa es entender que el problema existe y que influye en la comprensión de dicha realidad.

La multicausalidad:

En otro nivel de consideración, cuando se habla de temáticas históricas o culturales, existe lo que se llama multicausalidad… Por ejemplo, si alguien piensa en la caída de Roma (del Imperio Occidental), rememora el hecho de que el general Odoacro depuso al último emperador, Rómulo Augusto, en el año 476 d.C. Sin embargo, la verdadera causa de la caída de Roma deriva de múltiples aspectos de la realidad económica, social, política y cultural de ese tiempo. Siendo que no todos los expertos en el tema se pondrán de acuerdo sobre cuáles de estos factores fueron decisivos, cuáles influyeron más y cuáles menos…

Lo anterior, motiva a que según sean diversos aspectos de la vida personal, de la formación y de las opiniones generales que denote un académico, éste con frecuencia ponderará más uno u otro aspecto de esa multicausalidad.

Además, con frecuencia, provoca que dos estudiosos de un tema dado, igualmente calificados, pero quizás con vivencias diferentes, vayan a interpretar esa multicausalidad de formas distintas, dándoles otro orden de prioridades a los factores que intervienen en la misma.

Para poner lo anterior en términos comunes: Sería como si por azar o designio, dos observadores tuvieran frente a si a un cilindro, que representaría a la Realidad, en posición perfectamente horizontal, y cada uno estuviese colocado a 90° del otro. Uno de ellos siempre vería un círculo y otro un rectángulo, siendo que ninguno de los dos tendría el panorama completo y, a la vez, que ninguno de los dos estuviese mintiendo o falseando la realidad, o viendo algo que no es real (sólo ocurre que les es dado observar sólo una parte del panorama general).

En este ejemplo “geométrico”, sólo una esfera, por su carácter de cuerpo simple, de una cara única, sería percibida de igual forma desde cualquier ángulo o punto de vista.

Si extrapolamos este problema epistemológico al campo del paganismo y su renacimiento o reconstrucción, dadas las innumerables variantes que el mismo tiene y la diversidad de problema que implica su reconstrucción, esto se potencia y hace más dramático.

Cronocentrismo y etnocentrismo:

Es evidente que también existe el riesgo de generarse el sesgo opuesto del absoluto relativismo ético, cívico, estético y cultural, en el que se considera que cualquier cosa es válida simplemente porque una cultura la practica o la practicó en algún momento, o porque es una creencia fundamental en una religión o tradición dada.

En este sentido, en particular entre aquellos que profesan creencias abiertas y no dogmáticas, como la mayoría de las tradiciones paganas, e incluso más entre aquellos que se consideran progresistas, a veces resulta difícil reconocer lo dañinas que pueden ser ciertas prácticas, dogmas o «tradiciones», generándose la idea de que no se tiene derecho a juzgar una cultura ajena, sin pensar que eso sólo es verdad, mientras esa cultura no trate de cooptar, avasallar o disolver a la propia.

En este contexto de tensiones y conflictos culturales, es fundamental adoptar una postura cuidadosa y prudente al momento de analizar y juzgar el pasado y el presente de las diversas culturas, creencias, éticas y tradiciones de otros pueblos. Sin embargo, este proceso no siempre conduce a una visión compartida entre los distintos caminos que ofrece el paganismo, lo que constituye un desafío serio para la comprensión y la comunicación entre las diferentes corrientes y los individuos que se autodenominan «paganos».

El problema del anacronismo:

Otro tipo de sesgo es una forma especial de anacronismo, que puede llevar a errores en la comprensión de la historia y la falta de apreciación por las diferencias y la evolución de las culturas y sociedades, se refiere a la tendencia a proyectar o atribuir ideas, eventos o características de una época a otra diferente en el tiempo.

Es necesario, en todos los casos, pero mucho más en lo que respecta al estudio del paganismo, evitar el anacronismo al estudiar y comprender la historia, y hacer un esfuerzo consciente para entender los eventos y las culturas en su propio contexto histórico, en lugar de juzgarlos con los valores y la perspectiva del presente.

Este problema también se manifiesta cuando la persona, tratando de captar las ideas centrales de determinada corriente de pensamiento antiguo, no mensura correctamente el tiempo en que cada aspecto de la misma se dio o cómo evolucionó a través de los siglos.

El problema, va más allá del sesgo de anacronismo, abordándose la idea de que, si en el punto A del tiempo, una parte de la idea es buena y en el punto B, otra también lo es, se puede sumar A + B, sin tomar en cuenta que no pertenecen a la misma época.

Esto es perfectamente válido para quienes adoptan corrientes paganas orientadas al evolucionismo y a formas más filosóficas, pero totalmente contrario a la concepción tradicionalista / reconstruccionista, en donde se quiere rescatar el completo de la tradición o sistema de creencias y no sólo “picotear” aquí o allá, de lo que más le apetece a quien la analiza.

Otros sesgos cognitivos:

Existen otros muchos sesgos cognitivos que conspiran con el correcto entendimiento del pasado, del conocimiento de la realidad y de la comunicación entre personas que se encuentran investigando el mismo tema… Entre los más importantes para el estudio del paganismo, se verifican los siguientes:

Sesgo de confirmación: La tendencia a buscar, interpretar y recordar información de manera selectiva que confirma las propias creencias preexistentes y a ignorar o minimizar la información que las contradice.

Sesgo de disponibilidad: La tendencia a dar mayor peso a la información que es más fácilmente accesible o que se presenta de manera más vívida, aunque no sea necesariamente la más relevante o representativa.

Sesgo de anclaje: La tendencia a depender demasiado de la primera información que se recibe (el «ancla») al tomar decisiones o hacer juicios, incluso si esta información no es precisa o relevante.

Sesgo de representatividad: La tendencia a juzgar la probabilidad de un evento o la pertenencia a una categoría en función de lo similar que parezca a otros eventos o categorías conocidas, en lugar de considerar la probabilidad real o las características específicas del evento o la categoría en cuestión.

Sesgo de recapitulación: la tendencia a ver los eventos pasados como más predecibles de lo que realmente eran, una vez que se conoce el resultado, lo que puede llevar a subestimar la incertidumbre y la complejidad de las decisiones o acciones en el momento.

Sesgo de proyección: La tendencia a atribuir a otros nuestras propias creencias, valores y motivaciones, lo que puede llevar a malinterpretar o subestimar las perspectivas y motivaciones de los demás.

Sesgo de la (falsa) causalidad: Cum hoc ergo propter hoc / «con esto, por tanto, a causa de esto» (correlación no implica causalidad), es la tendencia a implicar que dos hechos correlacionados de alguna forma, tiene conexión causal (que uno de los mismos es causa del otro). Esto puede llevar a encontrar causas de eventos, procesos o fenómenos, en donde sólo hay similitudes o correspondencias casuales de algún tipo.

Camino en solitario vs. Movimiento de cambio:

Existe una última cuestión a considerar al enumerar las principales causas de falta de entendimiento entre muchas personas que practican el paganismo, incluso cuando lo hacen con seriedad y profundidad. Se trata de la abismal diferencia entre transitar alguna de las escuelas o tradiciones de forma solitaria, con el interés exclusivo de obtener beneficios espirituales e intelectuales; de lograr autoconocimiento y una mejor conexión con la Naturaleza, entre otras cosas, versus tratar de divulgarlo y promoverlo como un camino de vida alternativo. Esto último, implica informar a quienes deseen acercarse sobre sus características y desarrollarlo, no sólo como una práctica intuitiva y pragmática, sino como un sistema de vida completo y funcional.

La primera diferencia es el alcance: En el abordaje unipersonal, la filosofía de vida se centra en el individuo y su vida personal, con frecuencia, se reduce al culto individual, la reflexión silenciosa y la lucubración de nociones teológicas y filosóficas, raramente compartidas con otros. El enfoque es lograr el crecimiento personal, el autodesarrollo y la búsqueda del bienestar individual.

En cambio, cuando el paganismo se plantea como un movimiento de cambio para la sociedad, se requiere generar impacto y transformación en la sociedad en general. El abordar cuestiones sociales, promover valores y principios en beneficio de la comunidad, se vuelve una preocupación y un trabajo constante. También lo es, el corregir errores de tipo histórico o relativos a la comprensión de los mitos, la teología y la filosofía de las diversas tradiciones ancestrales.

Enfoque de acción: En el abordaje unipersonal, la filosofía de vida se basa en acciones y decisiones personales que buscan alinear la vida individual con los principios y valores elegidos. Lo principal es la autorreflexión, el autoconocimiento y la búsqueda de la autotrascendencia. Por otro lado, cuando el paganismo se plantea como un movimiento social, la filosofía de vida se enfoca, además (y sin perjuicio) de todo lo anterior, en la acción colectiva, el activismo y la promoción de cambios en las estructuras sociales y políticas. Busca crear conciencia, movilizar a las personas y generar un impacto a nivel sistémico.

Influencia y poder de cambio: En el abordaje unipersonal del paganismo, la filosofía, la ética y las prácticas que se llevan a cabo, puede tener un impacto en el entorno cercano del individuo, como en sus relaciones personales y su comunidad inmediata. La influencia se basa en el ejemplo personal y la capacidad de inspirar a otros a través de la práctica de los principios y valores adoptados. En contraste, cuando se plantea como un movimiento social, la filosofía de vida aspira a tener un impacto a gran escala en la sociedad en su conjunto. Busca generar cambios en las instituciones, normas sociales y estructuras que conforman la vida colectiva.

Conclusiones:

Como puede verse, tanto el relativismo epistemológico, como el hecho de que la mayoría de los puntos de interés, tanto históricos como mitológicos o bien antropológicos y arqueológicos de nuestras tradiciones, son multicausales, siempre promueven puntos de vista diferentes, incluso si las personas no difieren (esencialmente) en sus valores, forma lógica de razonar y en su formación académica.

A eso, se le debe sumar la cantidad de sesgos cognitivos a los que todos estamos expuestos y a la realidad de que no todos tenemos el mismo enfoque respecto de cómo abordar la vida pagana, ya que la diferencia entre un camino individual y uno que promueva un movimiento colectivo, es enorme.

La comprensión de estos problemas es esencial para promover un diálogo constructivo y avanzar hacia una visión compartida dentro de las diversas ramas del paganismo. Al reconocer la complejidad y las limitaciones inherentes, se puede fomentar una mayor apertura y respeto hacia las distintas perspectivas, al tiempo que se trabaja en la búsqueda de un conocimiento más profundo y una práctica más enriquecedora.

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Frase del Día:

«Hay algo pagano en mí, que no puedo evitar. En resumen, no niego nada, pero dudo de todo.»

— George Gordon -Lord- Byron,
(1788 – 1824, poeta inglés)

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Actualizado en: 12-08-2023

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    En este artículo, nos adentraremos en la etimología de la palabra "religión" y exploraremos las profundas implicaciones que conllevan sus diversas interpretaciones. Demostraremos que este aspecto fundamental de la cultura humana, puede adquirir significados muy distintos según la versión que se acepte para el caso. Leer más…

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