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Reflexiones Paganas
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Propiedad de:
Oscar Carlos Cortelezzi.

[Reputación del Sitio]

Reflexiones Paganas es un proyecto concebido para desarrollar ideas de todas las tradiciones paganas ancestrales; volver a descubrir el modo de vida, la ética, estética y la filosofía que profesaban las personas de la Antigüedad, para luego adaptarlas a la modernidad. Sin embargo, este blog no se limitará a desarrollar únicamente temáticas religiosas, sino a todo lo que directa o indirectamente, sea susceptible de verse con ojos paganos.

La idea, es de crear un ámbito donde se pueda exponer el pensamiento ancestral, pre-cristiano, verdaderamente pagano; sus bases y fundamentos, sin mixturas o sincretismos (generalmente desafortunados). Se buscará, por un lado, orientar a quienes comienzan a transitar el sendero; pero también, informar y hacer reflexionar a aquellos que profesan otras creencias, ya que existe una gran desinformación y muchos malos entendidos al respecto de lo que, genéricamente, se suele englobar bajo el término de Paganismo.


Tiempo de lectura: ~8 minutos. 2135 palabra(s).

Un par de semanas atrás, ante una pregunta de un miembro, debatimos en uno de mis grupos de Facebook, un tema bastante espinoso: ¿Es posible que exista una relación de pareja estable entre personas de dos religiones diferentes?

Responder, en alguna medida, a ese interrogante, es la intención de este artículo. Pero, antes que nada, como casi todo en la vida, sólo tendrá sentido analizar el tema, si se lo contextualiza correctamente…

Hoy en día, gran parte de la Humanidad (o mejor sería decir, gran parte del Mundo Occidental), no practica la religión que profesa de manera fundamentalista, muchas veces, incluso, sólo la mantiene por costumbre, tradición familiar o por el mero peso de las enseñanzas de crianza (sin que ocupe un lugar significativo en la vida diaria).

En estos casos, es obvio que la respuesta al interrogante que nos ocupa será algo como: “¡Sí! Mientras exista madurez y respeto por partes de ambos miembros de la pareja… etc.”

Pero esta afirmación carece de sentido por dos motivos: Primero que nada, cuando el juicio lo emite una persona que no se toma demasiado en serio a su propio credo, suele extrapolar esa forma de pensar en los demás y, a priori, cree de antemano que no será un problema para el otro o para los demás (sólo porque no lo es para sí mismo).

En segundo lugar, debe considerarse que, si la pregunta surge, es porque uno o ambos lados de la pareja en ciernes, no es un creyente pasivo o “light” y sí ocurre que, el que plantea el interrogante, está presionando o, por lo menos, está preocupado por el asunto.

Vale decir, entre dos personas que sólo afirman pertenecer a alguna religión “por tradición”, casi nunca importará el tema, por más diferentes que sean ambas (mientras, como se dijo, exista sentido común, respeto y madurez entre las personas).

Por tanto, la respuesta corta pero realista a este asunto, sería: «¡posible es… pero es muy, pero muy difícil!». Sin embargo, para no quedarnos con algo tan genérico, conviene profundizar…

Existen cuatro variables significativas en este asunto, obviar alguna de las mismas implicará generar opiniones sesgadas o basadas más en la corrección política que en la realidad. A saber:

1.- Cuán en serio se toman la propia religión (o irreligión) los miembros de la pareja.

2.- De qué combinación de religiones se esté hablando…

3.- Qué proyecto de pareja se plantea… (¿Intentará ser para «toda la vida»? ¿Casual? ¿Seria, pero «por el tiempo que dure»? Etc.).

4.- La presión que exista por parte de los familiares de los miembros de la pareja y de qué planes tenga la misma en relación a la posible descendencia…

El primer punto es el capital en todo el asunto: Es fácil estar con alguien de otra religión (o que no tenga ninguna) si esa persona le da más o menos igual el aspecto espiritual de la vida y sólo profesa X cosa porque así lo criaron, por la fuerza de la costumbre o lo que fuere.

No lo es tanto si esa persona cree que su religión es el camino correcto (cuando no «el único verdadero», lo que sucede con todas las creencias abrahámicas, e incluso con algunas otras ajenas al tronco bíblico).

En este sentido, los paganos deberíamos tener mucho cuidado, porque la natural tolerancia de quienes profesamos tales tradiciones podrá hacer parecer que las cosas, a pesar de estos problemas, van bien, pero se corre el riesgo de que la otra persona termine por ser quien «decida» y el pagano o la pagana sólo conceda, transija y se deje avasallar.

Nunca podrá haber una relación sana entre alguien que cree que “cada quien sigue su camino” y otra persona que cree que “existe un solo y único camino verdadero” (y, frecuentemente, que los que no lo siguen, son una categoría indeseable de humanos, por decir poco). Si se mantiene un lazo semejante, siempre será tóxico y conflictivo.

El segundo punto también es de mucho peso: Por ejemplo, un hindú con un pagano no van a tener problemas… Casi siempre, ambos creerán que todos los dioses son dignos de adoración… Tampoco va a ser complicado entre un ateo o agnóstico (de mente abierta) y un pagano o pagana (que no sea un fanático de su tradición). Ambas personas verán la cuestión de manera tolerante y pragmática…

Pero hay que ser muy soñador o surrealista para creer que un pagano o pagana puede formar una pareja armónica y con algún nivel de “futuro”, con un cristiano o cristiana fundamentalista o con un musulmán o musulmana promedio… (Por poner sólo un par de ejemplos).

Si la otra persona practica en serio su religión y esa religión es cerrada, no hay forma de convivir, no importa cuánto se esfuerce el “lado tolerante” de la pareja… El lado que no lo es, jamás concederá nada ni llegará a acordar un marco razonable de convivencia.

En este sentido, también hay que tener cuidado, porque durante los primeros tiempos puede parecer que sí, que la convivencia funcionará. En algunos casos, las personas fundamentalistas «planean» ser tolerantes al comienzo, para luego acometer con continuos y enfáticos intentos de conversión del otro, a quien casi nunca verán como a alguien «malvado» sino como extraviado o perdido y, a ellos mismos, con la misión de «salvarlo».

El tercer punto también es fundamental: Obviamente en una pareja casual (y por casual no debe entenderse sólo algo de un par de semanas, sino todo tipo de pareja relativamente temporal, que no aspira a una convivencia real), no tendrá demasiados problemas.

Pero si se quiere convivir en serio, hay que pensar muy bien las cosas… Aunque se sea joven, es bueno recordar que un día todos moriremos y tendremos un funeral y es quien está a nuestro lado quien dictaminará qué ritos se lleven a cabo, cómo se dispondrá del difunto, etc. Pero incluso, sin llegar tan lejos, ¿cómo se gestionarán las celebraciones anuales, las vacaciones, las salidas casuales? Y sobre la cuestión alimenticia: ¿qué se comerá, que será lícito beber, etc.? O sobre las amistades y demás relaciones: ¿Quiénes serán los “aprobados” por ambos miembros de la pareja; quiénes tendrán que desaparecer de la escena porque «no son admisibles» por los dogmas del lado “intolerante” de la cuestión? Respecto de las efemérides religiosas: ¿Se celebra esto o aquello? Si la celebración del otro colisiona con valores básicos de la propia fe, ¿cómo se procederá? y un muy largo etc.

Un aspecto muy importante de lo anterior es la asistencia a rituales de otros credos… Parece algo trivial y de lo cual se podría decir que “nadie se muere por concurrir a los mismos y que con ser respetuoso alcanza”. Pero eso es una falacia (al menos lo es la más de las veces).

Tal vez uno no tendrá problemas en asistir a los mismos, pero… ¿Qué se espera que se haga en tales casos? (Qué espera el otro miembro de la pareja).

No creo que nadie vaya a tener problemas en quedarse parado en un rincón de un templo de una fe ajena, en esperar que termine la ceremonia, etc. Pero, la más de las veces, la presión de parte del “otro” y de las familias y de la comunidad en general, terminará por forzar a la persona (al pagano o de la religión minoritaria) a hacer acting y “seguir la corriente” del ritual, sea por temor a las consecuencias de no proceder de tal modo, por querer complacer a la pareja o el motivo que fuere.

De nuevo, muchos van a afirmar que “tal acción no cuesta nada y que si hace feliz al otro, es válida…”. Sin embargo, ¡sí que cuesta! Cuesta el traicionar los propios valores, el ser totalmente incoherentes con la propia espiritualidad, el faltarle el respeto a la religión relativa al ritual que se está celebrando y, todavía más importante, a los propios dioses (en el caso de que se los tenga).

Respecto del cuarto punto: Está el «problema familiar». Si la otra persona tiene una familia «creyente» (en lo que sea), y esa familia tiene influjo sobre ésta, lo mejor es huir raudamente.

Nunca se podrá mantener una pareja sana con alguien así, incluso si ambos lados profesan la misma religión (o falta de ella). Pero si las creencias son divergentes (y ni que hablar si uno de los lados es pagano o de un credo que no goza de aceptación por la comunidad en general) es, literalmente, una receta para el infierno.

Y finalmente, también como parte de esto último, si bien muchas personas modernas (sea por designio o elección) no llegamos a reproducirnos, para muchas otras, el imperativo biológico sigue siendo fundamental… Entonces, ¿Qué ocurrirá si se piensa en tener descendencia? ¿Qué se les enseñará a los hijos?

Algunos creen tener respuestas rápidas para esto… Una de ellas será: “Ambas creencias, que cuando crezca el niño (o niña) elija…”. Lo cual será una infalible receta para confundir a los niños y que éstos terminen creyendo cualquier tontería o requieran terapia psicológica.

Otra respuesta común, será: “Ninguna… Que cuando crezca elija si quiere profesar alguna creencia…”. En tal caso, esta otra opción será una receta inexorable para que los abuelos, los tíos; el cura del barrio, el pastor de la vuelta; para que la TV, la Internet, los amigos, los vecinos, los compañeros de estudio, o cualquier otra cosa, decida qué tipo de espiritualidad vivirá -de por vida- ese niño o niña.

Es decir, y esto debe quedar claro, todo pagano o pagana que decida “no enseñarle” su tradición a sus hijos, por buscar una solución de compromiso con su pareja abrahámica (o atea marxista, o cultora de cualquier religión cerrada), debe asumir que no le podrá heredar sus valores o su cosmovisión a sus hijos… Algunos creerán que esto es bueno, pero, de nuevo, no es así… Todos necesitamos bases sólidas antes de llegar a la adultez, donde podremos revalidarlas o descartarlas (como, con frecuencia, hemos hecho los paganos con la crianza cristiana que recibimos).

Quienes no reciben guía en la niñez e información coherente no sólo sobre el mundo real, sino sobre todo tipo de aspectos relativos a las complejidades de la vida humana, será una persona traumada, confundida y que terminará creyendo lo que el azar o el destino le ponga delante de sus narices. ¡Se debe tener muy en cuenta todo esto!

Puede afirmarse que, dado el hecho de que cualquier forma de paganismo bien llevada es 100% tolerante y abierta, no seremos nosotros quienes causemos problemas «por temas de religión». Sin embargo, la pregunta del millón es: ¿Es el lado pagano que tendrá que renunciar a parte de sus prácticas, de sus convicciones éticas, de su forma de vida por estar con alguien? Y si se llegara pensar que sí, porque se cree que el otro es merecedor de tal sacrificio, ¿acaso la otra persona hará otro tanto o tal acto será unilateral? (lo cual sería, además de injusto, carente de toda posibilidad de mantenerse a largo plazo, porque es propio de la naturaleza humana el cansarse de la “unilateralidad”).

Concluyendo: No siempre se podrá tener la suerte de conocer a alguien de la misma tradición religiosa (esto es mucho menos probable cuando uno profesa alguna forma de paganismo o cualquier otra religión minoritaria). Sin embargo, en gran parte de las ocasiones, la “religión” no ocupará gran parte de la mente del otro miembro de la pareja y, entonces, las diferencias no serán un gran problema. Pero en toda otra ocasión, y a pesar de que quien está enamorado va a tratar de ver el tema de manera optimista e ingenua, pensando que “todo tendrá solución”, la más de las veces será algo que sólo traerá dolor, miseria y amargura a la vida emocional y espiritual de la persona (a veces a ambos lados de la pareja), a mediano o largo plazo.

Para finalizar, conviene recordar que las parejas casi siempre son pasajeras, con suerte, duran toda la vida, pero el compromiso con los propios valores, con el camino intelectual y espiritual que se ha elegido y, en casos de que se tengan, con los propios dioses, es algo eterno… Dado que la vida es única e irrepetible y sólo se tiene una oportunidad de vivirla, no habrá chance de “revisar” este problema, una vez que las decisiones de fondo fueron tomadas y que los años pasaron…

En el mundo moderno, con sus constantes cambios y problemas, la convivencia es bastante difícil. Cuando a ello se le agrega el stress de diferencias profundas en los valores, las creencias y las prácticas comunes (de todos los días), el tema se vuelve virtualmente inviable.

Estará en cada persona el lanzarse a tal precipicio, pero siempre convendrá recordar que no hay forma de prever las consecuencias de semejante acto…

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Tiempo de lectura: ~7 minutos. 2097 palabra(s).


Es imposible que los seres humanos tengamos puntos de vista objetivos. Podemos tratar de ser menos sesgados y parciales, pero la objetividad no es alcanzable por nuestras mentes.

Lo único que diferencia a algunas personas de otras a este respecto, es que muchos entienden esto y otros muchos no… Los segundos, se creen especiales, portadores de la verdad y con derecho a indicar a los demás cómo deben vivir y pensar… A este grupo pertenecen aquellos que se montan en cólera, llaman a «la lucha» y atacan a otros, cuando su «verdad» comienza a ser puesta en duda…

Decía Aristóteles de Estagira, que “la política es el arte de lo posible”. Siendo así, es fácil asumir lo peligrosas que son las ideologías que persiguen utopías.

Las personas que creen en cosas imposibles o incongruentes con la realidad, siempre terminan sufriendo algún brote psicótico, con reacciones desproporcionadas respecto de los hechos que las originan.

Las utopías son como las mentiras o las alucinaciones, cuanto más tratan de justificarse y de sostenerse, más lejos estarán sus partidarios de la realidad, de la honestidad y de la serenidad. ¡La disonancia cognitiva estresa…! Por eso es que todo partidario de ideas utópicas es autoritario, agresivo y alguien que siempre pone por delante a su idea o creencia (incluso por sobre las demás personas o que a la misma Realidad).

Por esa razón no hay que tener principios sino valores… Los valores son dinámicos, se adaptan a las circunstancias y posibilitan decisiones razonables en todas las situaciones.

Por ejemplo: ¿Nos gusta el frío? ¿Pensamos que unos 15 grados Celsius es la temperatura ideal? ¡Perfecto! Pero si se tiene que elegir entre 20 y 30 grados, uno se conforma con 20 y ya… No se colapsa ni se muere por ello; no se piensa que “la vida ya no tiene sentido” o que “todos están en nuestra contra”, si hace 16 o 17… Se busca el “mal menor” (no el “bien mayor”, que es cosa de locos, gurúes y “profetas”). Eso es vivir bajo valores éticos y estéticos…

Por el contrario, los que se manejan con “principios”, son inflexibles, no se adaptan, no entienden nada que sea diferente o que esté por fuera de los mismos. Mucho peor, cuando esos principios son slogans que otros han prefabricado y ellos se aprendieron de memoria, por el motivo que fuere… Por eso terminan siendo autoritarios, casi siempre totalitarios, inclusive…

No hace falta que las discrepancias sean “de vida o muerte”, para que las mismas le resulten trágicas a quien es utópico… Se cuenta que, entre los pitagóricos, el descubrimiento de la raíz cuadrada del número 2 (es decir, cuando se percataron que su cálculo tenía un resultado irracional) los dividió y los llevó incluso al homicidio del “contrario” (entre quienes aceptaban eso y quienes no, que no podían creer que existieran los números “irracionales”, los “no perfectos”).

La gente “pro-utopías” ve a los que no lo son como enemigos jurados, como a criminales; nunca aceptan disidencias o alternativas. Al contrario, las personas con valores, pero realistas, ven que otros siguen o prefieren caminos diferentes, alternativos a su propio pensar, pero nada más…

No hay diferencia entre las diversas utopías alucinadas por nuestra especie, todas terminan desquiciando a sus partidarios y volviéndolos inhumanos; convirtiéndolos en “memorias pregrabadas” con colecciones de consignas y slogans.

Las utopías van a contramano de las leyes naturales, de la evolución y de los instintos básicos que caracterizan a la Humanidad. Debido a ello, toda pretendida instauración de las mismas conlleva violencia, destrucción y quita (en vez de adición) de derechos civiles y humanos. Las utopías han hecho sufrir y les han quitado la vida y las posesiones a muchos, pero nunca han logrado hacer feliz a nadie, mucho menos, a pueblos enteros…

El día 19 de noviembre pasado, se definió en elecciones democráticas y libres, quien sería el nuevo presidente de la nación de mi país, la República Argentina. Por amplio margen (cerca del 55% de los votos), ganó el candidato que representaba al liberalismo y a la postura ideológica más antagónica al desastroso gobierno saliente, el del kirchnerismo, régimen populista de izquierda, que dominó durante 16 de los últimos 20 años al panorama político de esta nación.

La reacción de los que ahora deberán acostumbrarse a ser la “oposición” no se hizo esperar: Tratando de todo tipo de cosas (ninguna simpática) a quienes optaron por ese cambio, demostrando que son “demócratas” sólo cuando la balanza electoral los beneficia.

Se le atribuye (quizás erróneamente) a Albert Einstein la frase de “Es de locos pensar que se puede cambiar haciendo siempre lo mismo”. Ya sea que el célebre físico la dijera realmente o no, es totalmente cierta: Luego de dos décadas de corrupción, de la carencia casi total de libertad de empresa; de la ausencia de una economía abierta y de una orientación hacia el mundo libre y civilizado en la política exterior, este país está al borde del abismo y, por tanto, fue absolutamente lógico el buscar soluciones en una dirección diferente… Si en dos décadas todo empeoró, es obvio que en cuatro años más de lo mismo, nada iba a mejorar.

Por mi parte, quiero comenzar por aclarar que no voté al candidato que ha ganado. Soy partidario del PRO (del “macrismo”, no de todo el espectro de «Juntos por el Cambio», sino del núcleo original de esa facción) desde el mismo día de su fundación. Sin embargo, esa fuerza política no estuvo a la altura de competir contra la devastación dejada por el populismo «K» que el país sufrió durante todos estos años. Ya fuera por el fracaso anterior, cuando gobernó el país entre los años 2015 a 2019 (producto de la inacción, no de la corrupción o la perversidad, como sí fue el caso del régimen que termina), de excesivo “gradualismo”; de ciertos errores o incompetencia técnica, no pudo dar solución al caos que vivimos desde el 2001 a esta parte…

Todo el que me conozca, sabe que soy liberal, que lo fui desde mi juventud y lo sigo siendo a mucha honra, aclarando que, a la antigua usanza, creyendo que los DD.HH. son parte de esa ideología y no propiedad de la opuesta, como la historia de nuestra especie demostró desde la Revolución Francesa a esta parte. Son las naciones libres y occidentales las que respetan esos derechos, no las teocráticas, las colectivistas o las «revolucionarias». No veo contradicción entre la propiedad privada y la libre empresa y la defensa a rajatabla de esos derechos y de las más altas metas del Humanismo (sino todo lo contrario).

El ser humano es un individuo, si se lo reduce a «engranaje» de una maquinaria se lo cosifica y se lo vuelve menos que un animal. Por el contrario, si se le deja libre para que use su mente y su cuerpo, su tiempo y su energía, mediante su voluntad, puede lograr las grandes cosas que han hecho que, desde las cavernas, nos proyectemos al espacio y quizás más allá.

Por otra parte, para gozar de las libertades individuales y civiles, no se requiere que el Estado haga nada. No hace falta consumir recursos, tiempo o esfuerzo en ello. La ausencia de represión es suficiente. ¡Todo Estado que pretenda restringir a los individuos y a su sagrado derecho a la Libertad, tiene que gastar recursos en ello, no a la inversa!

En su momento, arriesgué la vida luchando contra la Dictadura Militar que controló al país entre 1976 y 1983 (cuando salir a la calle podía costar muy caro, no como ahora, cuyas únicas víctimas de las protestas son los bienes públicos, los comerciantes y los ciudadanos que circulan), pero también me opuse, años después, a toda pretensión de instaurar cualquier clase de régimen colectivista. Así que no será novedad lo que digo, si es que, como referí, me conocen bien… Tampoco va a serle fácil, a quien quiera cuestionar mi consciencia social o mi ética política, por estas declaraciones, dado el historial de vida que tengo en ese sentido.

Como fuere, el pueblo argentino se expresó hace unos días, quizás como lo hizo en las épocas fundacionales de esta nación: En pro del valor más sagrado de todos, y el que nos fue negado por una banda de mafiosos populistas desde hace ya muchos años… El de la LIBERTAD, el derecho a ser individuos y no parte de una «masa» o carne de cañón para imbéciles que gritan en los balcones de los edificios gubernamentales o arman «cadenas nacionales» día por medio.

El pueblo se expresó como aquella vez, hace 40 años, cuando le dijo NO (para siempre) a toda forma de dictadura y de gobierno ajeno a la democracia… Del mismo modo se dijo, por amplio margen, NO a la decadencia, no a la arbitrariedad y no a la negación del mérito; a la falta de la libertad de ser y de hacer y del sentido básico de cualquier sociedad, cual es el que quien más beneficios traiga a la comunidad, mayores prerrogativas deberá tener. Entre otras cosas, ¡la meritocracia fue redimida!

Con este cambio, se puso punto final a un sistema donde se liberaba a los criminales y a los que estaban dentro de la cárcel se les daba teléfonos celulares, internet y todas las comodidades que la clase media y que la gente que produce, fue perdiendo a través de cientos de «decretos de necesidad y urgencia» y de medidas demagógicas de todo tipo. Se le puso punto final a los «líderes revolucionarios», al feudalismo de políticos e «iluminados», que no servirían ni como personajes de comics baratos, pero que nos tuvieron bajo su pulgar durante décadas.

La Argentina tuvo la oportunidad de decir NUNCA MÁS a las dictaduras militares en 1983… En aquel momento, todos votamos por ello y esa triste era terminó, quedando como una parte negra de la historia, pero nada más… Hoy, 40 años después, tenemos otra chance real, la de dejar atrás a 80 años de populismo intermitente (básicamente, protagonizado por el peronismo), que nos empobreció, embruteció y volvió de ser una potencia mundial a un país al tope en el ranking de la mediocridad…

Sólo nos hace falta lo que el gobierno entrante prometió: Libertad para todos, para producir, crear y crecer, para vivir sin la opresión del Estado. Porque los seres humanos no necesitamos de salvadores, de líderes; de próceres ni de «superheroes» para ser felices, productivos, realizados o para dejar una huella valiosa en la corta vida que nos toca vivir… Sólo requerimos que los delincuentes, que los mafiosos, que los corruptos y los inútiles, no se nos pongan en el camino y que no traten de arrastrarnos al fango de donde ellos, por su propia naturaleza y no por la obra de nadie más, no pueden salir…

Que le quede claro al que no prestó atención a los enésimos intentos en contrario que la historia humana lleva «experimentando» desde hace 150 años… ¡El único Estado que es bueno, que funciona bien, es aquel que no estorba en la vida de los ciudadanos honestos y el que no le impide crecer y crear a quienes así lo desean! El término «Estado presente» es sólo un eufemismo para referir al Estado orwelliano, al de los regímenes totalitarios…

Parece ser que se terminó la era de echarle la culpa a otra clase social, a un grupo diferente del propio o a cualquier otra persona que casi seguramente no conocemos, por nuestras miserias y fracasos. Quizás, sí, comience una era en donde cada quien pueda vivir según lo que merece, según su propio esfuerzo, sus propios talentos y su deseo de progresar y ayudar al progreso de la sociedad en donde vive…

Con este cambio, la República Argentina se ganó una nueva oportunidad de volver a ser lo que alguna vez fue… Esperemos que podamos aprovecharlo… Y que el populismo «K» sea otra página negra más de nuestra historia, dentro de no demasiado tiempo… No mañana, porque los milagros no existen y el saqueo fue muy grave, pero sí, en pocos años más.

Es cierto que, en la última elección, no ganó un candidato ideal, ni siquiera el que yo hubiese preferido… Pero como una vez dijo Mick Jagger en una de sus canciones: «No siempre puedes tener lo que quieres, pero si tratas, a veces, puedes tener lo que necesitas».

Mañana, 10 de diciembre, asume el nuevo gobierno… Mañana, este país, volverá a ser parte del mundo civilizado… ¡Lo cual no es poco! Mañana, mi país puede que vuelva a ser libre de nuevo… ¡Lo cual ES MUCHO!

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Tiempo de lectura: ~4 minutos. 1181 palabra(s).


El colectivo neopagano es rebelde por naturaleza, y eso está bien, dado que tal actitud es la fuerza motriz que dio lugar al renacimiento de nuestras tradiciones y a que casi todos nosotros abandonásemos la religión de crianza (o la falta de una) en post de abordar el paganismo.

El problema surge cuando esa rebeldía deja de estar sujeta a los criterios lógicos y pretende ser excusa para la procastinación, la desidia o el desinterés en buscar y encontrar la información correcta y, en suma, se convierte en una inercia que bloquea el aprendizaje y el progreso personal.

Entre muchos paganos modernos, frases como “yo creo que es verdad porque así lo siento” o “es mi forma de verlo”, suelen remplazar (o lo que es peor, tomarse como réplicas) a las argumentaciones rigurosas a nivel de la lógica, de los hechos históricos, de las fuentes mitológicas o del conocimiento antropológico y arqueológico sobre el tema que se trate. Se suele ignorar, o pasar por alto, que estas cosas son a la vez herramientas y basamentos fundamentales para cualquier corriente de pensamiento relacionada con tiempos remotos y con creencias que casi fueron olvidadas por muchos siglos.

Uno de los aspectos en que esto se manifiesta más clara y, a la vez, patéticamente, es en la idea que muchos se van construyendo sobre las deidades ancestrales…

Por supuesto que, y esto va por delante, todos tenemos derecho de “inventarnos” el dios o la diosa que más nos guste o que represente nuestro sentir espiritual, nuestra conexión con la Naturaleza o lo que fuere. Ese no es el problema, y tampoco pretende ser el punto de este artículo…

Si “mi sentir” lo requiriese, me podría inventar a la diosa Neferet Izanami Sarasvati, que sería algo así como la regente de la belleza; de la creación y la muerte y del conocimiento y las artes (mezclando las mitologías egipcia, japonesa e hindú).

Es más, podría ir más lejos y armar un altar con los Avengers de Marvel Comics y, tal vez, rogarle a Scarlet Witch, en su carácter de manipuladora de la realidad, que cambie algún aspecto de mi destino que no me guste; a Ironman (dado que es un tecnócrata hiper-millonario) que me ayude a comprar la nueva versión de Apple Macintosh con una CPU M3 Pro o tal vez rogarle a Black Widow que “me libre de mis enemigos”, de la manera tan eficiente y sexy como sólo ella puede hacerlo…

Pero, claro… Se darían varios problemas con esto: En primer lugar, no sería una tradición religiosa, sino una fantasía personal… ¿Funcionaría a nivel mágico y psicológico? ¡Tal vez sí! (En función de qué grado de alienación llegue a tener respecto de ello, se podría comenzar a argumentar en clave de “magia del caos”, egregores y entidades psicológicas, etc.). Sin embargo, no contaría con siglos o milenios de basamento cultural, de “representaciones arquetípicas” en mi mente profunda; nadie más podría entender a qué le estoy rindiendo culto (bueno, salvo algunos freakies afines) y, por tanto, siempre estaría solo en mis prácticas y, a la vista de la mayoría, lo mío nunca sería tomado “tan en serio” como los que siguen una tradición afianzada a través del tiempo.

Ahora bien, muchos lectores tal vez crean que estoy exagerando (y es verdad, hasta cierto punto, aunque hay cultores de las entidades ficcionales de la literatura de Lovecraft, de la saga de películas y series de Star Wars y de los universos de Harry Potter y Tolkien, viviendo sus vidas por diversos rincones del planeta). No obstante, y es aquí donde quiero enfocar este artículo, sí que hay gente que hace algo muy similar a lo anterior, sólo que sin dejar de utilizar los nombres de las verdaderas deidades ancestrales y algunos de sus símbolos o iconografías.

¿Qué piensan que ocurre cuando alguien afirma que Hécate es una “madre amorosa”, que era la “diosa de las brujas” o cuando se toma a Lilith, una entidad de la mitología hebrea, como una deidad ancestral del paganismo?

¿Y qué se debería pensar de la invención del “dios astado”, como una entidad prehistórica o de la “Triple Diosa” como algo que va más allá de las obras de algunos afiebrados, y poco informados, autores del siglo XIX y XX?

Todo aquel que quiera adentrarse en los senderos del paganismo con seriedad (incluyendo en esto a todas las tradiciones de la Wicca, por más que se transiten en “solitario”), debería sentir amor y responsabilidad por el pasado histórico, tratando de, sino copiarlo tal cual, al menos no distorsionarlo o tergiversarlo.

En un artículo anterior de este sitio, se analizó el tema de en qué consiste el concepto de “religión” (explicándose que se refiere a recapitular y conservar las tradiciones de los ancestros de la mejor manera posible). Ahora, ¿cuánto de religión puede haber en un culto inventado o tomado a partir de autores que no están (o no estuvieron) capacitados ni para escribir una lista de compras?

Es imprescindible que los paganos que recién se inician lean menos a libros de «brujos» e “iniciados” y mucho más a académicos reconocidos (y modernos en sus teorías); a las fuentes ancestrales (reales), que dejaron registradas a las antiguas mitologías y a libros de historia, para no decir burradas como que “las brujas de Salem eran wiccans” o cosas similares, que dan pena ajena y hacen sonreír a los especialistas en el tema.

Cometer este tipo de errores por inexperiencia no es una falla. Alguna vez, nos ha pasado a todos… El problema aquí es cuando se quiere validar esos errores en momentos en que las personas con mayor experiencia nos los corrigen y peor aun, tratar de transmitirlos como si fueran conocimientos.

Mucho ha mejorado el colectivo pagano desde que comenzó la red y se dudaba de las cosas más elementales y obvias, pero algo que no se ha podido superar es la tendencia de algunos a querer enseñar o divulgar antes de aprender y de informarse.

Entonces, ¿Cómo proceder entonces si uno quiere concebir a una deidad a su propio gusto? No hay recetas para ello, pero sí una regla de oro: Por respeto a los ancestros remotos, a las tradiciones y grandes culturas del pasado y a los mismos dioses, ¡pónganle un nombre diferente! No insulten la memoria de cientos de generaciones que adoraron a X deidad, cambiándola a gusto, sólo porque son tan flojos y pusilánimes que no quieren entender cómo realmente se la concebía en los tiempos en que esa deidad tenía templos y miles de adoradores.

Hay muchos que toman al paganismo como un entretenimiento, una herramienta para su ideología política, un juego de rol o un placebo para sus dramas personales… Pero cualquiera que lo tome como religión y/o sendero espiritual, no puede sino respetar el pasado y si opta por abordar el culto de una deidad ancestral, estudiar y analizar cómo esta fue concebida y no inventarle atributos y características, sea por flojera, desaprensión o porque les parece más “cool” lo que la propia mente imagina que lo que en verdad ocurrió.

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Frase del Día:

«Nuestras vidas son evanescentes, efímeras… Pero los hechos de las mismas, nuestras acciones, reverberan en la Eternidad…»

— OscarCo

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Este blog comenzó el 13-08-2012, hace: 4245 días...

Actualizado en: 27-11-2023

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Universo Pagano

webmaster@universo-pagano.com http://www.universo-pagano.com/ Oscar Carlos Cortelezzi

Proyecto de reconstru-cción, divulgación y redes-cubrimiento de todas las tradiciones paganas ances-trales y del legado que ofrecen a la Humanidad.

Esta página, tiene por objeto la difusión y redescubrimiento del Paganismo. Además, el promover, difundir y defender el Paganismo, como religión, forma de vida, filosofía, sistema ético y modo de ver la Vida. Divulgar su naturaleza y contenido, redescubrir sus antiguos valores, historia, mitología y conceptos éticos. Crear un ámbito de debate abierto, donde todo esto pueda generarse con libertad y seriedad.

Universo Pagano es un proyecto nacido en 2001 que tiene por finalidad el encontrar puntos en común entre todas las tradiciones del Paganismo; difundir toda la información posible sobre éste; esclarecer sus puntos controversiales y dar soporte a todos aquellos paganos que quieran publicar sus ideas y creencias en la red.

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Me gusta lo desconocido, el Erebus... Me complazco en las diferencias, en la pluralidad, en la variedad. Me interesa la realidad tal cual es, pero presto atención a la verdad de cada quien. Estoy en una búsqueda que sólo terminará cuando muera.

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Luna Menguante

Sap Moon

La Luna se encuentra en Escorpio
Su edad es de 17,57 día
Visible en un: 91%

  Distancia: 62,57 radios terrestres.
  (396.780,280 Km)
  Latitud Eclíptica: -2,72 grados.
  Longitud Eclíptica: 221 grados.
  Día Juliano: 2460398
 

 Estado actual del Sol:

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